El Equipo Directivo del Colegio metodista Instituto Alberto Schweitzer, de Almagro, Ciudad de Buenos Aires, participa en esta edición a través del relato de una experiencia concreta de trabajo por la paz junto a estudiantes de quinto grado, en el marco de ser escuela Embajada de Paz, amplificando su tarea con las familias y el resto de la comunidad educativa.
En esta nueva edición del EEE, próximos a finalizar el 2021, reunimos testimonios de capellanes y directores de las escuelas y Universidad metodistas en Argentina para dar a conocer las diversas vivencias, dificultades y desafíos que cada una atravesó durante el tiempo de Pandemia Covid-19.
La Pandemia Covid 19 puso al mundo y, en este caso, a las instituciones educativas de la IEMA, frente a profundos e inmediatos retos, aunque también nuevas oportunidades de hacer, transformar y preguntarse. ¿Cómo revisamos hoy nuestras prácticas institucionales, curriculares, pedagógicas?
En el Colegio Alberto Schweitzer (CAS) en la ciudad de Mendoza, trabajamos en la búsqueda permanente de nuevas formas de aprendizaje y conexión como comunidad. Por tanto, durante la Pandemia compartir y crecer en conocimientos no fue el único desafío al que nos enfrentamos.
Qué contarles de las ventanas que Dios abrió en este tiempo y que, por más que lo intentemos, ya no volverán a cerrarse. Porque si para algo nos cambió esta Pandemia es para sentirnos y sabernos más cercanos en todos los momentos, en todas las circunstancias.
Tiempo de pandemia, también es tiempo de repensar lo que pasa desde la lectura atenta de las palabras de Jesús: “no lo que entra en la boca contamina…más lo que sale de la boca, esto contamina…” (Mateo 15.11) palabras que nos invitan a estar con otros y otras y pensar nuevas estrategias.
Ayudar a reencontrarnos con nuestros espacios, pero sobre todo a reencontrarnos unos con otros, unas con otras, es siempre el gran desafío cristiano. Poder llegar a reencontrarnos con ese Dios que habita en cada persona, ya sin mediación tecnológica y reconocernos como hermanos.
Nuestras comunidades educativas, de un modo u otro, se mantuvieron abiertas para sostener la vida y hacerse presentes en este tiempo. Mantenemos la fe para aprender, estudiar, enseñar, pensar y repensar conservando la esperanza de inscribir en nuestra gran casa otro mundo posible.
En medio de la pandemia, los gestos y encuentros se redefinieron radicalmente, en una especie de paradoja que nos invitó a amar en nuevas formas y con nuevas palabras, que debimos aprender en el camino.
Bucear en la experiencia de fe en clave poética y teológica nos invita a sentir y pensar nuestro ser y estar en este mundo doliente e incierto, abrirnos a descubrir y percibir las manifestaciones del Dios de las Naciones, el Dios que nos habla en sueños, el que es pan y panadero, señal de comunión; el que deseamos oír, con fe, en el silbo de su gracia.