Con motivo de sus próximos 180 años, comenzamos la publicación de una serie de artículos sobre el origen de la ACJ, su desarrollo en los EEUU y sus inicios en Argentina.
El metodismo llegó a América Latina desde el sur. La primer misión enviada por la Sociedad Misionera de la Iglesia Metodista Episcopal se instala en el Río de la Plata, primero en Buenos Aires en 1836 y luego en Montevideo en 1839.
El 24 de mayo es un día que toda/o metodista guarda en su memoria y está muy bien que así sea. Sin embargo, existen dos interrogantes que realizar: El primero es qué registramos de ese día (24 de mayo de 1738). El segundo: ¿es esa la única señal del comienzo del movimiento metodista?
¿Dónde está la clave para mantener la llama encendida de una iglesia y evitar el “apagamiento lento”? En primer lugar, en la disposición a ver y sentir la realidad que nos rodea, dejar al Señor mostrárnosla. Con sus ojos, con su amor, volver a la oración y la Escritura, pedir orientación y guía, buscar alrededor.
Hace tiempo que se expresa una profunda preocupación por el crecimiento de la iglesia. Esta preocupación se hizo evidente en la mayoría de las congregaciones que han venido sufriendo una disminución en la participación en los últimos años. Situación que se agravó durante la pandemia y el período posterior.
Desde sus orígenes, el movimiento metodista ha prestado especial atención a las preocupaciones de los trabajadores. La justicia, la dignidad y la igualdad para los trabajadores son una parte integral de su herencia y enseñanzas sociales.
En el ámbito eclesial, el término “conexional” se opone a “congregacional” y lleva en sí mismo un presupuesto eclesiológico subyacente. Señala una eclesiología que afirma: La catolicidad (universalidad) de la Iglesia...
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John Wesley ciertamente habría aprobado la variedad de ministerios de hoy que sacan al metodismo de la seguridad de sus edificios y lo llevan al trabajo de campo, a nuevas fronteras de testimonio.
Con este artículo inauguramos una sección que, una vez por mes desarrollará distintas experiencias del metodismo actuando en los márgenes de la sociedad.
Este maravilloso himno procesional de Resurrección, significativamente nacido con el movimiento metodista, fue escrito “mayormente” por Carlos Wesley en 1739, con el nombre “Himno para el día de Pascua” (Hymn for Easter Day), apenas 1 año después de la experiencia de conversión que tuvieron los hermanos Wesley.