Ámense unos a los otros

19 Sep 2018
en El Estandarte Evangélico, Mujeres
Ámense unos a los otros

El Equipo Editorial de EEE respeta la opinión de sus colaboradores/as. Los artículos firmados expresan única y exclusivamente pareceres de sus autores. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos, citando la fuente.

Hace un tiempo que nuestra iglesia desde esta siendo renovada y desafiada no sólo por el Evangelio, sino también por las injusticias que se dan día a día en nuestros contextos, así como en nuestros espacios eclesiales.


Recuerdo en mi niñez, cuando estaba en un culto y se acercaba la fecha del “DÍA DEL NIÑO”, desde el púlpito se decía: “el próximo domingo festejaremos el día del niño…”, yo sentada al lado de mi mamá, le pregunté con toda la inocencia que puede tener una niña de 6 años: Ma, ¿y cuándo es el día de la niña?, mi mamá me intentó explicar, que no había un día para el niño y un día para la niña, sino que era para ambos; lo que pasaba era que cuando se nombraba de esa manera yo no me sentía incluida.

Pienso que a pesar de que el feminismo es un tema que está en la agenda pública, y que se habla y se reflexiona constantemente, creo que muchos aún no entienden de que se trata.

El feminismo busca la igualdad entre los géneros, no parece nada extraño querer eso, de hecho, todos dirían, obvio que queremos que haya igualdad, pero ¿de qué tipo de igualdad hablamos? cuando vemos que son las mujeres quienes a pesar de los años siguen siendo las que están a cargo de las tareas de cuidado, no sólo de sus hijos e hijas, sino también de las personas mayores, de la limpieza de los hogares, etc.

En nuestras iglesias las mujeres también están a cargo de acciones de cuidado, desde el concepto del amor al prójimo, contienen y sostienen a aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad, son ellas las que preparan los mates, los cafés o tés para la comunidad, son las que limpian los templos, pero ¿Por qué será que siempre son ellas?

Hace poco realizamos un relevamiento desde la Secretaría de Diaconía, sobre las distintas tareas que se vienen desarrollando desde el norte hasta el sur de nuestro país, con la intención de poder tener una noción sobre qué tipos de acciones se estaban llevando a cabo como: merenderos, roperos, comedores etc. Algunas de las preguntas eran, ¿Cuántas veces se hacían dichas tareas?, ¿Qué cantidad de personas asistían a estos espacios?, ¿Quiénes eran las personas que realizaban esas tareas? Claramente ustedes sabrán la respuesta a esta última pregunta. Sí, son las mujeres las que realizan la mayoría de estos trabajos; mujeres jóvenes, de mediana edad y hasta mujeres mayores. La mayoría de ellas trabajan fuera de sus hogares, algunas son profesionales que tienen 8 hs laborales o más, otras cuidan a personas mayores que  pueden estar enfermas, o si no, van a limpiar las casas. Y quiero hacer hincapié en esto porque somos las mujeres las que en nuestras casas cocinamos, planchamos y mientras que lavamos los platos, estamos pensando qué comida podemos hacer para el día siguiente; mientras cambiamos los pañales corremos a la cocina para que no desborde la leche que estamos calentado, y así podríamos nombrar infinidades de tareas. Este cansancio mental y físico que sufrimos todas las mujeres, ya sea en mayor o menor medida, siempre está presente ¿Acaso los varones también sienten ese cansancio?

Desde hace mucho tiempo a las mujeres nos hicieron creer que la dedicación que le brindamos a nuestra familia, a nuestros hijos e hijas, es por el inmenso amor que les tenemos y que es parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, fue este modelo patriarcal quien nos asignó a las mujeres el rol del cuidado y la idea de la madre suficientemente buena, por lo cual terminamos preocupándonos tanto por los demás, que nos olvidamos de nosotras. Es decir que eso que llaman “amor”, en realidad es trabajo no remunerado.

Desde mi perspectiva las tareas deben ser compartidas por la pareja o la familia con la que convivimos. No hay una tarea determinada para un género o para otro, ya sea en la casa o así también como las que se dan en los espacios eclesiales. Estas deben ser compartidas y si no lo son, tienen que empezar a serlo. ¿Por qué no hay más varones que ocupen los espacios de diaconía? ¿Por qué no son ellos los que preparan los cafés para la comunidad? ¿Por qué no son ellos quienes arreglan un día para ir a limpiar el templo? ¿Será porque muchos siguen sin reconocer las relaciones de desigualdad de poder que existen entre el varón y la mujer?

Hace un tiempo que nuestra iglesia desde esta siendo renovada y desafiada no sólo por el Evangelio, sino también por las injusticias que se dan día a día en nuestros contextos, así como en nuestros espacios eclesiales.

Jesús, nos enseña algo distinto, ya que Él no solo predicó a los varones, sino que predicó a las mujeres, a los niños y niñas, como así también a las personas que habían sido excluidas, por ser disidentes, por estar enfermas o por ser extranjeras.

Por eso, les invito a que vean en sus hogares, en sus comunidades y que empiecen a percibir aquellos detalles, que quizás antes no habían notado porque hemos crecido en un sistema patriarcal. Mírense a los ojos y reconózcanse como mujeres cristianas y varones cristianos para que se puedan moldear y transformar por el evangelio de amor, de hermandad, de misericordia, pero por sobre todo de igualdad.

Como dijo Jesús “Ámense unos a los otros, así como yo les he amado a ustedes”.  Juan 13:34


Por Natalia Ochoa
Secretaria Nacional de Diaconía. Estudiante avanzada de Trabajo Social en la (UBA) Universidad de Buenos Aires, militante universitaria y miembro de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina en Morón, provincia de Buenos Aires.




El Estandarte Evangélico
Feminismo

SEGUNDO CUATRIMESTRE 2018




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