Recursos para la predicación

28 Mar 2023
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Recursos para la predicación 06 AbrilAbr 2023

Morado


Análisis del texto de Juan 13.1-17 – Presentación de Néstor Míguez

Seguimos con la propuesta del pastor Néstor Míguez de hacer un acercamiento narrativo al texto del evangelio, desde uno de los personajes, trayéndonos una vivencia cotidiana y al mismo tiempo muy bien documentada.

–Me llamo Rode. Me crió María, la mamá de Juan Marcos. Me recogió de niña, cuando murió mi madre. Yo le ayudo en la casa. Para la gente soy “la sirvientita”... A mí no me importa. Sé que servir es un privilegio. Le cuento cómo llegué a esa conclusión.

Fue la noche antes de la Pascua, el 14 de Nisán, cuando crucificaron a Jesús. Algunos lo ponen un día después, pero fue en mi casa, así que yo sé. Lo de que ofreció el pan y el vino, puede ser, pero yo no lo vi, no le puedo confirmar. Los discípulos de Jesús lo celebran, yo también participo, pero en ese momento yo no estaba. Lo que yo vi es otra cosa, y eso le cuento. Yo subía y bajaba con las cosas de la cena, sin meterme mucho, porque el Maestro quería tener un último momento de tranquilidad con el grupo más cercano.

Se mostraba tan serio, pero tan lleno de amor al mismo tiempo. No es posible un amor tan grande, tan intenso, total. Hasta el último día antes de morir no dejaba de pensar en los suyos, en todos nosotros, en todas nosotras. Cuando le habló a mi patrona para que le dejara usar el piso de arriba de la casa y le preparara la cena, le escuché decir: “Esta es la hora, mi hora”. Él sabía lo que venía y quería preparar todo.

Yo les puse unas pieles de oveja para que se reclinaran, preparé la mesa, con pan y vino. Hice una sopa bien nutrida; no tenemos mucho, pero doña María me dijo que pusiera lo mejor. Cuando llegaron me acerqué para lavarles los pies, como estoy enseñada. No me gusta mucho, pero una se acostumbra... Jesús me sorprendió. Me hizo señas que no, que dejara el ánfora con agua y la toalla en un rincón del cuarto y que nos fuéramos.

Y cuando subí para llevarles la sopa caliente, me quedé pasmada. Yo lo vi, nadie me la contó. Cuando le conté a Juan Marcos casi no lo podía creer. Aunque era esperable viniendo del Maestro... Allí estaba él, Jesús, con la toalla en la cintura, inclinado delante de Judas (ni más ni menos), lavándole los pies. Dura me quedé en la mitad de la escalera.

¡Ese era mi trabajo, y lo estaba haciendo él! Le lavó los pies a Judas y luego se puso a lavárselos a Simón. Simón se mostró casi ofendido por ese gesto: “–Señor, ¿cómo vas tú a lavarme los pies a mí? No me lavarás los pies jamás”. El Maestro le respondió “Ahora no lo entiendes (eso es cierto, Pedro a veces es medio duro de entendederas...), pero después lo entenderás”. Él siempre le dice “Piedra” de sobrenombre.

Como Simón seguía resistiendo agregó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. ¡Para tener parte con Jesús hay que dejarse servir por él! Claro que resultaba difícil de entender. Hemos sido criados para pensar de otra manera. Que hay que servir a los más poderosos, y reclamar el servicio de los inferiores. A mí, mujer, joven, criada, todos se creen con derecho a reclamarme. Pero él tenía otra cosa en mente... después lo dijo.

Entonces Pedro, cuando no, exageró: “Entonces lávame todo, pies, manos, cabeza”. El Maestro se sonrió. Vaya si nos conocía bien a todos... También a mí... sabía mi nombre, cuando venía a Jerusalén pasaba por la casa y siempre me dedicaba una palabra, me sonreía. Claro, lo que me dijo a mí no quedó escrito en ningún lado, pero sí en mi corazón. También sabía lo que iba a hacer Judas.

Por eso, cuando le contestó a Pedro que el que está limpio no necesita que lo laven, agregó como comentando para sí: “pero no todos son limpios...” Pensé que se refería a que acababa de lavarles los pies. Pero es más profundo: es que su amor nos ha hecho más puros... No con los rituales que enseñan los fariseos, sino con otra pureza, la pureza del amor. El amor de Jesús saca lo mejor de nosotros, lo bueno que hay nuestro corazón, lo que él mismo puso.

Por eso agregó que, aunque le decimos Maestro, él se puso a servirlos. Para que podamos recibir y disfrutar de lo que significa ser amados gratuitamente. Y entonces podamos hacer lo mismo. Como le decía antes, me cambió la idea de qué significa servir. Porque dijo que el siervo no es mayor que su señor, pero él, que es Señor, se puso en mi lugar, el de una sierva..., dijo que los que servimos somos bienaventurados... Servir no es una deshonra... otra cosa es que te atropellen. Estoy aprendiendo la diferencia.

Bueno, mientras tanto ya se había enfriado la sopa. ¡Buen reto me dio la señora! Me dijo que no hay que espiar. Pero no me importó mucho, en esos minutos había aprendido más acerca del Maestro y de mí misma que en toda mi vida anterior. Llevé la sopa apurada, le dejé sobre la mesa y me fui. Al rato volví para buscar la fuente. Estaban terminando. El más jovencito estaba reclinado sobre el pecho de Jesús.

Ahora sigo sirviendo en casa de María y Juan Marcos. Muchas cosas han cambiado. Me tratan distinto, y para mí servir es una alegría. Eso sí, también estoy aprendiendo a hacerme valer: ahora sé que soy una hija de Dios, que no me pueden maltratar porque sí. No me voy a olvidar nunca: el mismo Jesús una noche hizo mi trabajo, se puso en mi lugar..., para que yo pueda estar en el lugar de él.

Esa es mi verdadera pureza, la que nunca me podrán arrancar. “El que me recibe a mí, recibe al que me envió”, decía Jesús esa noche... Qué me cuenta, ahora soy Rode, la sirvienta, la que viene en nombre de Dios”.

Sugerencias homiléticas

Este texto se ha usado para el tema de la humildad como actitud interior, como sacramento del servicio, para señalar la disposición de amor de Jesús aún frente a Judas. Todos estos aspectos están destacados en el relato bíblico. Pero también nos hablan de los distintos conceptos de pureza, y de la relación entre pureza y servicio, entre acción y bienaventuranza.

Es también un texto sobre la dignidad y la misión. Es posible pensarlo desde “el Jesús que se pone en nuestro lugar”. ¿Cómo nos ayuda a llevar nuestras tareas, aún las más pesadas y difíciles, con dignidad? Y cómo el hecho de que él se ponga en nuestro lugar nos ayuda a ponernos a nosotros como sus mensajeros. El que Jesús ocupe el lugar del siervo dignifica todas las tareas, valora todas las personas. Este es también un posible mensaje de este texto.

Néstor Míguez, en Encuentros Exegético-Homiléticos del ISEDET, Encuentro 24, marzo de 2002.


Éxodo 12.1-14 – Presentación de Mercedes García Bachmann

Este capítulo está formado por una serie de perícopas individuales, algunas relacionadas con eventos todavía en Egipto, otras con el impacto del evento de la Pascua en la vida futura de la comunidad israelita (los vs 3 y 47 enmarcan con “toda la comunidad de Israel” esta serie de disposiciones).

El cap. se divide en: mandamiento de la Pascua anual (1), cambio del calendario (2), ofrenda pascual (3-13), fiesta de los panes ácimos (4-20), instrucciones para pintar el dintel de las casas (21-28), la décima plaga (29-36), éxodo propiamente dicho (37-42), gente excluida de este mandamiento (43-49), constatación de que los Israelitas obedecieron (50) y cierre de la narrativa (51). Dado que el sistema de perícopas no permite una visión de conjunto, sería bueno aunque sea mencionar brevemente los temas del capítulo.

V. 1. Ubica a Moisés, Aarón y YHWH en Egipto, y lo hace para resaltar el hecho de que el mandamiento de celebrar anualmente la Pascua es el único que YHWH no dio en el Sinaí (¡es anterior a toda la instrucción!).

V. 2. El evento que está por producirse es tan importante que determina el cambio del calendario, haciendo del mes del éxodo (Abib, cuando madura la cebada, marzo-abril) el primero del año.

V. 3-13. Instrucciones sobre la comida sacrificial del cordero. El texto nos plantea preguntas de interpretación: ¿cuántos miembros tiene que tener una familia para no ser “demasiado pequeña” para un solo animal? ¿Quiénes forman la comunidad?

V. 3. Hebreo `edah, “comunidad”, es un término técnico pre-monárquico en referencia al pueblo de Israel actuando en asamblea, como entidad política. Toda la asamblea debe cumplir con este mandamiento; se exceptúan (vs. 43-49) los incircuncisos que no pertenecen a la comunidad: extranjeros de paso y trabajadores temporarios. Acá se ve dónde un término como “asamblea”, que parece inclusivo, en realidad no lo es: la inclusión de los circuncidados presenta un problema especial para las mujeres, para quienes no hay (al menos en los textos) un rito de inclusión en la comunidad del mismo modo que para los varones.

V. 4. “en proporción al número”. Puede ser respecto a la cantidad de gente, o sobre lo que cada quien comerá. De todos modos, lo importante es que toda la familia participa, y si es muy pequeña se junta con sus vecinos/as.

V. 8-9. Introducen los demás elementos de este ritual: las hierbas amargas y las matzot, el pan sin levadura sobre el que después se dan más instrucciones (vs. 14-20).

V. 11. Introduce dos términos importantes. Un término es bejippazon, “a las apuradas” (ver Dt 16:3 e Is 52:12). El otro término es pesaj, cuya etimología no es clara (hay tres versiones: a] la más segura, tener compasión; b] proteger, c] pasar sobre). Este v. corrige dos malentendidos comunes entre nosotros/as. Primero, que pesaj, es el sacrificio del cordero o carnero sin mancha para YHWH, no para Israel. Al ofrecerlo según se le ha mandado, Israel participa de la comunión con la Divinidad. Pero es Pascua porque Dios acepta ese sacrificio. Segundo, solemos entender la señal de la sangre en el dintel como una señal para Dios o su ángel, para que no se vaya a equivocar. Sin embargo, el texto dice que es señal de Dios para ISRAEL, para que confíe y recuerde a través de la sangre, que es vida, que YHWH aniquilará a los dioses egipcios y traerá vida al pueblo esclavizado. “Dios usa la creación para lograr la redención”.

De las instrucciones de la Pascua en general se podría rescatar:

1) que el mandamiento de la Pascua no se puede cumplir individualmente;

2) que está insertado en el seno de la familia, no en el templo, adonde se trasladó más tarde (en la época del Segundo Templo). Al comer, la familia comparte la solidaridad y la salvación que Dios está a punto de ejecutar;

3) tomarse un minuto para recordar que la familia (bet-ab “casa de un padre”) no es la familia nuclear, sino que incluía a miembros de varias “casas”, hijos casados, hijos e hijas solteras, posiblemente alguna viuda o divorciada, y también los esclavos circuncidados (Gn 17) y esclavas. Todos estos miembros participan en la Pascua y todos estos miembros están listos para salir, con la túnica atada para mayor agilidad;

4) la Pascua es un sacrificio, el primero ofrecido por el pueblo esclavo en Egipto a YHWH; y por ser sacrificio, sagrado, todo el animal se come y lo que no se come, se quema; no queda para el día siguiente.

5) Otra idea para la predicación: Las fiestas y estaciones litúrgicas señalan momentos de la historia, tiempos particulares. La Pascua señala no sólo un momento único de comunión entre YHWH y quienes participan del sacrificio que se le ha ofrecido; también un momento único por lo que significara la salvación/liberación de la esclavitud. Finalmente, significa un momento tan único que determina el cambio del calendario, es el acontecimiento fundante, al menos tal como el texto lo presenta. A todos estos elementos les podemos dar todavía mayor relevancia cuando los unimos al relato de la Última Cena de Jesús y la comunión establecida con él, por un lado como familia que comparte la misma mesa y el mismo cordero, y a la vez como Cordero sin mancha ofrecido a YHWH y aceptado.

Mercedes García Bachmann, biblista luterana (IELU) argentina, en Encuentro Exegético-Homilético 1, ISEDET, Bs As, abril 2001.


1 Corintios 11.17-34 – Participación en la asamblea: la Cena del Señor

Enmarcamos este comentario en la sección de la Carta que se refiere a varios temas sobre “la participación en la asamblea cristiana (11.2–14.40):

Tres temas distintos componen esta sección, y en cada uno se palpa una realidad conflictiva en el interior de la comunidad de Corinto. El primer tema (11.2-16) tiene que ver con la presentación personal de mujeres y varones al tomar parte activa en la asamblea por medio de la oración y la profecía (v 5). En una segunda subsección (11.17-34), provocada por la noticia de un escandaloso desprecio hacia los pobres en la cena comunitaria que celebran junto con la eucaristía, Pablo lanza una fuerte denuncia a los responsables de esta conducta. Para corregirlos, cita las palabras de institución de la cena del Señor, con las implicaciones que tiene para ellos el amor solidario de Jesús al entregarse a la muerte por los suyos. En la subsección más larga (12.1–14.40), Pablo responde a una consulta que la comunidad le ha hecho sobre los dones espirituales. Para reorientar un culto carismático individualista hacia la mutualidad del cuerpo de Cristo, se introduce en el centro de esta subsección un trozo poético que describe cómo se comporta la persona que ama a otros (cap. 13).

Rumores que le han llegado a Pablo desde Corinto (v 18) le informan del comportamiento egoísta y excluyente de algunos hermanos en la cena comunitaria que acompaña la celebración de la santa cena o eucaristía: mientras estos se hartan y hasta se embriagan, las personas más pobres quedan con hambre (vs 21-22). Pablo pronuncia una severa sentencia contra esta conducta: “eso no es comer la cena del Señor” (v 20), por cuanto contradice la entrega sacrificial y solidaria de Jesucristo que supuestamente celebran.

Después de su denuncia del problema en el primer apartado (vs 17-22), Pablo lo aborda con un recordatorio del origen de esta cena que profanan, citando la tradición de la institución de la eucaristía o santa cena (vs 23-26). Con las exhortaciones y los consejos del tercer apartado (vs 27-34) Pablo insta a los corintios a participar de la cena, no indignamente, sino con un comportamiento que exprese en forma concreta la realidad del cuerpo de Cristo. En toda la subsección está presente el elemento del juicio, tanto apostólico como escatológico, a que la comunidad debe corresponder con un autojuicio que la lleve a corregir sus relaciones dañadas.

11.17-22. Denuncia: menosprecian a los pobres en la Cena.

La breve frase de introducción “no os alabo” advierte a los lectores que la actitud de Pablo es severa: les dice que sus reuniones “son más para mal que para bien”.

Se anuncia que hay “divisiones” en la comunidad (v 18) y Pablo opina que “tiene que tiene que haber entre vosotros disensiones” (v 19), frase que puede ser irónica pero que también puede ser realista ante los que provocan división al separarse de los hermanos más humildes.

El hecho de que las congregaciones primitivas tuvieran por lugar de reunión la casa de algunos de sus miembros permite estimar, grosso modo, el número de personas que componían la iglesia en una ciudad como Corinto. Ocupando las áreas abiertas al público dentro de una casa amplia de familia acomodada –el atrio, el triclinio (comedor), el peristilo (patio interior) si lo hubiera– cabrían de 40 a 70 personas, mayormente de pie.

Si se intenta reconstruir el presente caso, se toma en cuenta que la reunión se celebra en horario vespertino, y que la gente común y los esclavos, con sus jornadas de trabajo largas y pesadas, llegan más tarde que los hermanos de rango social más alto. Estos, que son del mismo status que el anfitrión, se adelantan a disfrutar de su abundante comida y bebida (v 21), a tal punto que, cuando llegan los demás, ya no queda nada para ellos (v 22).

Junto con el hambre que pasan, los humildes sufren también una seria deshonra a manos de sus hermanos, hartos ya, que los dejan sin nada que comer en una cena supuestamente comunitaria. Con un tono apasionado, Pablo acusa a los poderosos: “despreciáis a la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen” (v 22). Esta equiparación entre los débiles y la iglesia de Dios ha motivado a Pablo a tomar partido por los débiles en otras situaciones (6.1-8; 8.7-12). Para asegurarse la libertad que necesita para asumir esta postura, Pablo ha optado por mantenerse libre de compromisos económicos con los miembros más pudientes de esta iglesia (4.12; 9.3-7,12,15,19).

Pero no se considera enemigo de los ricos; lo que busca de ellos es su conversión a la forma de actuar que caracterizan a su Señor. Por eso pasa a recordarles a ellos y a toda la asamblea que la santa cena o eucaristía que celebran manifiesta la disposición de Jesucristo a darse por entero, hasta la muerte, por los que no son nada.

11.23-26. Recordatorio: la Cena significa entrega y solidaridad

Con el lenguaje técnico de “recibir” y “transmitir”, Pablo enfatiza el carácter de tradición autorizada que tiene el trozo que sigue. El v 23 y el v 29 señalan dos horizontes: primero, el pasado histórico y concreto –“la noche en que era entregado” el Señor Jesús–, luego, el futuro escatológico –“hasta que él venga” –. Al usar la expresión “Señor Jesús” queda plasmada la unión entre estos dos horizontes; el Señor de la parusía futura es también el Jesús de la historia humana. Entre estos dos puntos se celebra la Cena, que lo hace presente dentro de la comunidad de la nueva alianza.

A diferencia de los relatos de última cena en los evangelios, el que Pablo transmite comienza con las palabras desoladoras “la noche en que era entregado”. En esta referencia a la traición por un miembro del grupo íntimo de Jesús, hay una advertencia para los cristianos que traicionan y anulan la cena del Señor (v 20).

Para estos que guardan su pan solo para sí, la tradición les recuerda que Jesús bendijo el pan para entregarlo a todos, así como se entrega a sí mismo por ellos. La tercera copa de la comida pascual judía, la que se tomaba “después de cenar”, queda reinterpretada por Jesús como signo de una alianza nueva, sellada por su propia sangre como cordero pascual (cf.5.7).

Pablo cita una formulación de la tradición que repite con la copa el “haced esto en memoria mía” del reparto del pan, y agrega “cuantas veces la bebiereis”. En esto hay una apelación directa a la situación escandalosa de los que se embriagan en la cena de la comunidad. Las personas que tienen suficiente capacidad económica para traer vino a la reunión, pero que no lo comparten con los hermanos humildes, se descalifican como destinatarios de  la nueva alianza; no están dispuestos a encarnar la memoria de Jesús.

El pueblo de la nueva alianza, al participar del pan y el cáliz, anuncia la muerte del Señor (v 26) y toma conciencia del compromiso de solidaridad y sacrificio que esta le exige. La comunidad cristiana proclama que con este evento se inició el tiempo escatológico de la salvación, tal como se expresa en el maranatha litúrgico, “el Señor viene” (16.22).

11.27-34. Exhortación e instrucción

Con la combinación recordatorio-exhortación típica de su estilo retórico, Pablo enlaza la tradición de la eucaristía o santa cena con la conducta de los hermanos. En este párrafo abunda el vocabulario forense. Pablo declara “ro del cuerpo y la sangre del Señor” (v 27) a cualquiera que participe de la cena indignamente. Exhorta a los corintios a examinarse si quieren evitar una condena por no discernir el cuerpo. Después de señalar consecuencias funestas ya presentes en la congregación, Pablo reitera la importancia de que se juzguen a sí mismos para evitar ser castigados por Dios. Les presenta una alternativa: ser castigados por el Señor y corregidos por él, o bien ser condenados con el mundo.

Con una nueva advertencia contra el posible castigo, termina la instrucción (v 34). Esta concentración de terminología legal está calculada para impactar a los hermanos con la gravedad de su afrenta contra la comunidad y la urgencia de cambiar su conducta. Hay un aviso esperanzador en el v 32: el juicio y la corrección de Dios tienen el propósito de librarlos de ser condenados con el mundo.

Pablo advierte contra una forma indigna de participar del pan y el cáliz (v 27) e indica que esto consiste en no discernir el cuerpo (v 28-29). Las interpretaciones varían sobre el referente de la palabra “cuerpo”. La expresión se ha tomado como una referencia al cuerpo de Jesús presente en el pan de la eucaristía; en este caso la advertencia a los corintios tendría el carácter de una corrección doctrinal.

Los que enfatizan la relación recíproca que tiene este párrafo de corrección con el de acusación (v 17-22) ven en la palabra “cuerpo” una referencia a la comunidad cristiana como cuerpo de Cristo, concepto que será desarrollado en el cap. 12 y que se ha anticipado en la interpretación del pan de la mesa del Señor en 10.17. En este análisis, “sin discernir el cuerpo” describe a los hermanos que participan de la cena con una total despreocupación por los humildes que deberían ser acogidos con aprecio como miembros de un mismo cuerpo (cf 12.14-26).

Pablo condena esta conducta tan dañina pero no habla de pecado. Exhorta al autoexamen y al cambio, sin mencionar arrepentimiento ni conversión. Incita a los corintios a una renovación en su comunidad, sin usar términos como “amor” y “perdón”. Su estrategia de comunicación ha privilegiado el ejemplo de Jesús y no el discurso propio. Ha llamado la atención del grupo a la autoentrega de Jesús, enunciada en las palabras de la última cena, que debe impactar a los creyentes de manera directa por cuanto lo asimilan en forma personal al participar en la cena eucarística.

Como una medida práctica para restaurar el carácter comunitario a la cena, se propone que se esperen unos a otros (v 33). Si los que tienen comida dejan de adelantarse a comerla, podrán compartirla con los que llegan tarde, con poco o nada para poner en la mesa común. Un segundo consejo (v 34a) se dirige a alguien que siente necesidad de satisfacer su hambre pero no es capaz de hacerlo en forma fraternal y sin discriminaciones: será mejor que este “coma en su casa”. Esta salida, lejos de ser ideal, al menos lo pone a salvo del juicio y evita el daño que pudiera hacer a otros hermanos.

Es significativo que Pablo, en este apartado de amonestación y corrección, se dirija a toda la comunidad como un todo, porque es ella la que debe tomar conciencia del error que se comete y buscar que los culpables cambien su conducta. Aun cuando Pablo reconoce el liderazgo de Estéfanas y sus colaboradores, y pide que los demás se pongan a su disposición (16.15-16), no responsabiliza a estos de solucionar este problema ni ningún otro.

La carta refleja una confianza de parte de Pablo en la capacidad (a menudo descuidada) que tiene la comunidad de resolver sus problemas forma colectiva (5.4-5), sobre todo si sus miembros más aventajados ejercen más autodisciplina y sensibilidad (cf  6.1-8; 8.7-12; 10.23–11.12). Pablo demostrará en la próxima sección de la carta (caps. 12-14) su convicción de que el Espíritu de Dios obra en medio de la comunidad, dotando a los distintos miembros de los carismas necesarios para contribuir de forma complementaria a la litrugia, la enseñanza y la misión.

Irene Foulkes, biblista evangélica, Costa Rica, Primera carta a los Corintios, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


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