Recursos para la predicación

31 Oct 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 06 NoviembreNov 2022

Verde


Evangelio de Lucas 20.27-38

La redacción evangélica colocó una serie de diálogos-disputa y conflictos verbales entre Jesús y sus oponentes en la última etapa del ministerio de Jesús, realizado en Jerusalén. Los oponentes, lejos de querer aprender algo del maestro de Galilea, tratan de hacerlo caer en alguna trampa. En todo este trayecto. La serie comienza con la pregunta acerca de la autoridad de Jesús (Lc 10.1-8 // Mc 11.27-33); contiene la parábola de los viñadores malvados (Lc 20.9-19); continúa con tres disputas construidas sobre las respectivas preguntas: el tributo al César (20.20-26), la resurrección (20.27-40) y la filiación davídica (20.41-44); y culmina con la indicación de Jesús a sus discípulos de separarse de los escribas (20.45-47). Nótese que Lucas omite la pregunta acerca del mandamiento más importante, ya que antes había incluido un texto de contenido similar: el diálogo con el legista, que incluye la parábola del buen samaritano (10.25-37).

Comentario

Al igual que en el relato base de Marcos, ésta es la única vez que aparecen los saduceos en el evangelio de Lucas. En Hechos habrá otras menciones. Es muy probable que la enemistad de los saduceos contra Jesús haya sido mucho más amplia, pero que Marcos la redujo a este único caso. Los saduceos eran uno de los grupos judíos con orientación religiosa específica en la época de Jesús, surgidos del sacerdocio y de la aristocracia local, con buena relación colaboracionista con los representantes y ejecutores del dominio romano sobre la tierra de Israel, y en ejercicio del control religioso. La mayoría de los sacerdotes como también de los aristócratas eran saduceos.

Los saduceos presentan un caso construido sobre la Ley del Levirato, indicada en Deut 25.5-6, queriendo demostrar con ello la imposibilidad o absurdidad de la resurrección. La Ley del Levirato establecía que si un hombre casado moría sin dejar hijos, su hermano debía casarse con la viuda para darle descendencia masculina. Si una mujer tenía así sucesivamente varios maridos, ¿cuál sería su esposo en la vida futura? Como ello no tenía salida –así pensaban los saduceos– la cuestión de la resurrección tampoco tenía sentido.

Los saduceos basaban su negación de la fe en la resurrección en su aceptación exclusiva de la Torá y el correspondiente rechazo de toda la demás evolución escriturística (Profetas y Escritos) y oral (tradiciones de los padres). Como la Torá no contiene información sobre la resurrección, sostenían que no se podía creer en ella. Lo que los saduceos de esta historia seguramente no se imaginaban era que con su ejemplo artificialmente construido también ridiculizaban la disposición misma de la Torá.

En términos modernos, su religiosidad era vacía y formal. Esta postura conservadora por supuesto también se evidenciaba en su aversión contra la apocalíptica, empalmándose aquí dos cuestiones: el rechazo a nivel doctrinal, pues su pensamiento religioso se apartaba de la Torá; y el rechazo ideológico, pues la apocalíptica implicaba una crítica teológica total de los imperios, mientras que los saduceos usufructuaban muy bien de las ventajas económicas que les suministraba su acomodo al imperio romano. Incluso puede decirse que el “materialismo” de las concepciones religiosas de los saduceos (el no a los ángeles, espíritus y a la resurrección) condice con su postura materialista en cuestiones socioeconómicas (su amor a las riquezas, su elevado estatus social, su manejo del poder religioso, su apego al poder político). Como dato ilustrativo puede agregarse que mientras los fariseos creían en el destino planeado, ordenado y ejecutado por Dios, los saduceos no compartían nada de esa creencia, sino que afirmaban el libre albedrío sin restricción alguna. Los fariseos esperaban en el Mesías, los saduceos no creían en ningún mesías –claro, hubiera sido un estorbo para esas vidas tan bien acomodadas.

La respuesta de Jesús en un primer momento no hace referencia a la Escritura. Habla de los hijos de este eón o era (es mejor emplear el término eón que el tradicional “siglo”). Esta formulación no es negativa, sino que designa lisa y llanamente a todos los seres humanos vivientes, cuya característica consiste en que se reproducen mediante el engendramiento y el nacimiento.

Luego está el otro nivel, opuesto al primero y presentado por Jesús con la formulación son tenidos por dignos de alcanzar aquel eón y la resurrección de entre los muertos. Dicho sea de paso, aquí se menciona sólo la resurrección de los justos, al igual que entre los rabinos, acaso porque la resurrección para el juicio y la condena no merece ese nombre. Otros textos hablan de la resurrección en términos más bien generales.

Según Lucas, Jesús fundamenta el fin del casamiento en el nuevo eón con el hecho de que la superación de la muerte hace innecesario el matrimonio juntamente con la reproducción. Las condiciones son diferentes: no habrá más necesidad de procreación. Jesús delimita la vida eterna frente a ciertas expectativas (o especulaciones) judías relacionadas con la fertilidad en la vida venidera. Esa vida es entendida en el evangelio más bien como una existencia transfigurada, en filiación divina. La referencia de Jesús a los ángeles es otro golpecito polémico contra los saduceos, dado como de paso. Esta comparación alude a una nueva manera de ser o existir.

Cabe destacar que a diferencia del pensamiento griego (platónico) y helenístico, la existencia en el eón nuevo o futuro no es un paso automático relacionado con una “entidad” inmortal propia de los “hijos de este eón”; sino que es la resurrección la que transforma, transfigurar, cambia (o como siempre se quiera decir) lo natural y mortal. La resurrección y no un paso “natural” es causa y condición de la filiación divina.

En el v. 37 la culminación de la disputa se produce con la cita de la Escritura. La designación de Dios como el Dios de los tres patriarcas es afirmación del autor Moisés, que de esta manera aparece como testigo principal de la resurrección. Es decir, Jesús responde con Moisés mismo a los saduceos, que sostenían que se basaban exclusivamente en la Torá de Moisés. Enfrenta a los saduceos en su propio campo y los derrota.

A la manera de síntesis, Lucas agrega la formulación pues para él todos viven. Si hasta aquí la vida resucitada había sido descrita como vida transfigurada, ahora se subraya que esta vida es una vida para Dios y junto a Dios. Se trata de una vida concebida como presencia pura. Este agregado tiene su lógica, pues la prueba escriturística no necesariamente habría querido indicar que los patriarcas resucitarán; más bien, que no están muertos, sino que viven. Esto corresponde también a la concepción transmitida por Pablo: en la muerte, el cristiano y la cristiana entran a la vida oculta con el Señor, y la resurrección es revelación de esta vida oculta, en la que se manifiesta la transformación en una nueva existencia (2 Cor 5.1-10; Flp 1.21-23; 3.20).

Jesús invierte el sentimiento de soberbia que inspiraba a los saduceos como supremos conocedores de lo que estimaban ser la única revelación divina (la Torá), demostrándoles que ellos no conocen las Escrituras.

El cierre lucano es importante: Jesús recibe la aprobación explícita de algunos de los escribas, no así de los saduceos; al contrario: con éstos el joven cristianismo tendrá serios conflictos, tal como lo indicará el mismo Lucas en Hechos. Los textos que siguen ya no tienen el carácter de simples diálogos-disputa, sino que se enmarcan en un contraataque polémico del mismo Jesús.

Breve reflexión

El texto contiene varias puntas sobre las que resulta interesante reflexionar y también predicar. Lo que sigue es apenas un breve repaso.

  • El pensamiento filosófico griego intentó derivar la idea de la inmortalidad de la naturaleza del alma humana. Jesús, en cambio, halla la base firme de la esperanza en la resurrección y vida eterna junto a Dios en la comunión personal del ser humano con Dios. Con ello Jesús desenmascara el fundamento más íntimo de la duda saducea, a saber, la separación total de su vida personal de la fuente de la vida, de Dios. Fuera de la comunión con Dios, la esperanza en la resurrección es totalmente insegura. Es, en el mejor de los casos, un postulado filosófico relacionado con la idea de la inmortalidad; y en el peor, una proyección de lindos deseos nacidos de la desesperación que nos causa la realidad de nuestro propio fin.
  • Bajo ningún concepto cabe deducir de este texto y en nombre de una supuesta “espiritualidad” o de un “grado superior de santidad” cualquier tipo de menosprecio o rechazo del matrimonio. Un ejemplo de esta actitud equivocada fue la postura de Marción, un gnóstico del siglo II, que empleó este texto para incitar a sus seguidores a no casarse, ya que de otra manera no serían “los hijos eternos de Dios”.
  • La especulación sobre la configuración de la vida eterna es inútil, innecesaria y, además, vana. Ni siquiera tenemos punto de comparación. La vida presente está marcada por los límites del espacio y el tiempo; y con ello, caben en ella el sufrimiento, el dolor, la incertidumbre; pero también la búsqueda, la esperanza, las relaciones humanas. En cuanto a la vida en el eón futuro, nuestra fe puede darse por satisfecha con saber que ella se caracteriza por la presencia junto a Dios. Ese mismo Dios ya actúa ahora en nuestra vida, en nuestro medio, en la historia humana; y su “título” como Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob es garantía suficiente como para encomendar el presente y el futuro a su amor y cuidado.
  • Lo substancial del texto se halla acaso en la frase Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. Dios mismo es el que une ambas dimensiones, el eón presente y el eón futuro, al decir de los creyentes de la época de Jesús. Dios es Dios de las personas vivas, vivientes; y con ello, particularmente de las personas que sufren limitaciones, deterioros y restricciones en su vida.

Pistas para la predicación

Los últimos dos temas en conjunto se prestan de manera magnífica para una predicación, que podría desarrollarse sobre los siguientes ítems:

  • Dios es el Dios de la vida; por consiguiente, creer en él es comprometerse con el cuidado, la protección, la defensa de toda vida.
  • La comunión con Dios y el énfasis bíblico en la coherencia entre ambas “partes” de nuestra vida –la presente y la futura– han de determinar toda nuestra vida.
  • La resurrección, la vida en el eón venidero –según la formulación de los contemporáneos de Jesús, la vida eterna–, no es materia de especulación, sino motivo de feliz esperanza, fundamentada por la resurrección de Jesucristo mismo.
René Krüger, pastor de la Iglesia Evangélica del Rio de la Plata, Argentina, en Estudios Exegético-Hermenéuticos 56, ISEDET, noviembre 2004. Resumen de GB


Introducción a Job

En el libro de Job se combina el relato del justo sufriente que es recompensado por su fidelidad a Dios a pesar de las penurias con extensos poemas ricos en formas literarias a través de las cuales se expresan, en una serie de intercambios, los protestas de Job realzadas por las reflexiones de sus interlocutores. Al final de cuentas, el rebelde Job puede ser cualquiera: el desahuciado, la madre viuda, el menesteroso, el desplazado que desde sus entrañas doloridas preguntan al Señor de la vida: “¿Por qué?”

Job grita por la dignidad humana que le niegan sus amigos y el mismo Dios le arrebata. El autor expone punzantes cuestiones de la experiencia humana: el angustioso problema del sufrimiento, en particular del inocente; los límites de la existencia, la experiencia y el conocimiento humanos, la pregunta por Dios mismo de cara al sufrimiento y al mal en general. Job pone sobre el tapete el problema del honor de las personas despojadas de los signos sociales de honorabilidad: riquezas, poder, posición. Job encarna a aquellos privados de su dignidad humana.

Teológicamente, el libro de Job cuestiona sin temores doctrinas y comportamientos tradicionales, afronta el agudo problema del sufrimiento inmerecido y pregunta por la relación real de Dios con  el mundo. Si Dios es todopoderoso, justo y bueno, “¿por qué permite esto?”. Tal es la angustiosa pregunta jobiana, que se sigue planteando hoy como a través de los siglos, por las experiencias de dolor inhumano que aún se viven, a pesar de todos nuestros progresos.

Este es el clamor que brota desde Auschwitz, Dresde e Hiroshima, de los gulags rusos y el genocidio armenio, los crímenes de las de las dictaduras latinoamericanas, y los sufrimientos en los hospitales y campos de refugiados. Esta la pregunta que se hacen los millones que hoy son parte del “costo social” del neoliberalismo y las víctimas inocentes de las guerras en el tercer mundo. Frente a las injusticias y a la explotación irracional que se vive en nuestro mundo, ¿cómo creer en un Dios justo y misericordioso, en un Dios padre? ¡Cómo confiar en él y en su presencia salvadora? ¿Cómo pensar y hablar de Dios al ser confrontados con el dolor, la miseria y los absurdos que se nos imponen día tras día?

Origen del libro de Job

El libro fue escrito en el seno de una comunidad judía, pues la problemática teológica que trata es propia del judaísmo. El autor está familiarizado con Jeremías, hombre justo que también sufre inocentemente por su pueblo sin ser él culpable (ver su lamentación en 20.14-18). Escrito en hebreo, tiene que ser de alguna región donde este era un idioma vivo, pero influenciado por el arameo. El lugar de composición no es seguro. El hecho de que el texto tenga muchos arameísmos y que el protagonista, Job, sea ubicado en Uz, y los lugares de los amigos (Temán, Súaj, Naamat) sean todos de “oriente”, sugiere que no fue compuesto en tierra de Israel. Ninguno de los nombres es hebreo.

La caída de Judá en manos de los babilonios a comienzos del s. VI aC, con el exilio de la crema de la sociedad como secuela, generó un clima de “iluminismo”. La reflexión sistemática empezó a formar parte de la religión y entró en conflicto con las creencias tradicionales. Fue el inicio de una larga crisis religiosa para Israel. La experiencia a manos de los babilonios –destrucción de Jerusalén, destierro– llevó a cuestionar la idea tradicional de la justicia divina.

Pero no se habla de la Alianza, ni se rememora la acción de Dios en la historia de Israel. Estamos en tiempos netamente postexílicos. La clara discusión con la sabiduría tradicional en boca de Job sugiere un tiempo más cercano a Qohélet (Eclesiastés), con el cual guarda notables semejanzas. Pero “el temor” de Dios como principio de sabiduría no es tema en Job, que recién aparece en el s. IV aC.

Género literario

El libro de Job pertenece a la llamada literatura sapiencial. El protagonista es un sabio frente a otros (supuestos) sabios. Por lo mismo, se le asignará a Job un poema sobre la sabiduría, en el cap. 28. Pero cabe preguntar por qué el autor escogió la forma que caracteriza al libro de Job, con una serie de intercambios entre personajes constituidos por extensas exposiciones, donde se reflexionan y discuten varios puntos de vista.

Esa forma está en función de la intencionalidad del autor: invita al lector a entrar en el debate, a reflexionar con los personajes, a tomar conciencia del problema planteado.

Así, hay muchos que han visto el libro de Job estructurado como un drama o una tragedia griega,

donde no pesan los hechos sino lo dicho a través de contrapuntos, con una trama envolvente que involucra intelectualmente al auditorio.

Intercambios entre los amigos y Job

En cuanto a las quejas de Job y las respuestas de sus “amigos” –Elifaz, Bildad y Sofar– no se puede hablar de diálogos, pues no lo son; lo que encontramos son reacciones y contrarreacciones mediante reflexiones, observaciones, interpretaciones. Con algunas excepciones, cada uno presenta su punto de vista como no hubiera oído al otro. En realidad, lo que tenemos son exposiciones para ser escuchadas por el lector. De hecho, los hablantes no siempre se dirigen al interlocutor. Más bien, el lector es tácitamente invitado a involucrarse en el debate.

Las exposiciones no siguen una secuencia argumentativa lógica. Lo que progresa no son tanto los argumentos cuanto las actitudes y recriminaciones, que se van agudizando paulatina y antagónicamente. El poeta ha ahondado hasta el extremo el abismo que separa a los interlocutores, es decir, entre la sabiduría tradicional y la experiencia vivida por el justo Job. Es decir, el abismo que separa a quien habla de justicia desde su comodidad y prosperidad, y quien lo hace desde su miseria y su desgracia.

Hay dos frentes: los amigos como un bloque unitario y el mismo Job, que no se dirige a ninguno en particular, sino a ellos como conjunto. La posición de cada lado es clara e inamovible: los amigos dan por sentado que Job sufre por ser pecador. Job está seguro de su inocencia y exige una explicación para su desgracia. Los amigos interpretan la rebeldía de Job como un mero problema teológico y se mantienen en esa postura hasta el punto de olvidar a la persona sufriente.

En resumen, lo que se da es una confrontación de verdades, la de los amigos con la de Job; los de la tradición ideológica con la de los hechos observables: “instrúyanme y guardaré silencio; háganme saber dónde está mi error” (6.24). Job cuestiona la validez del discurso sapiencial. Los intercambios ilustran el perenne problema de la correlación y la coherencia entre la realidad y el discurso, incluyendo el religioso.


Job 19.1-29 - Segunda respuesta de Job a Bildad

A los sufrimientos mencionados en los discursos anteriores de Job se suma ahora un sentimiento de absoluta soledad, sus amigos le han dado la espalda y se han convertido en acusadores que lo atormentan con “insultos” y lo tratan como a un malhechor. Les recuerda que su situación se debe a los ataques por parte de Dios, que “ha descargado su enojo contra mí, y me cuenta como uno de sus enemigos” (vs 6-12). Por eso implora: “amigos míos, por favor, apiádense de mí” (vs 20-22) y espera de ellos un juicio imparcial y justo (v 22).

Los vs 25-27, que deben ser leídos junto con 23-24, son los más controvertidos del libro. No hay consenso ni sobre el texto como tal ni sobre su sentido, y por tanto sobre su traducción. Como sea, Job que se siente abandonado por sus amigos y cercanos, está seguro de que al final Dios estará de su lado y actuará contra sus oponentes, es decir, que verá su reivindicación moral; su dignidad y honor, no tanto su restauración física:

“Yo sé que vive (o existe) mi defensor (reivindicador, goel), que se alzará el último sobre el polvo… seré yo quien lo veré (a Dios)…” Lo cual puede traducirse como la ironía vista antes (16.18-22): el protagonista habla como si pensara en un reivindicador distinto a Dios, aun cuando el lector sabe que no puede haberlo, a menos que sea Dios mismo (no hay un ser superior a Dios); o traducirse como la reivindicación que Dios mismo hará de él al final. Lo cierto es que, como en 16.18s, Job contrapone dos concepciones de Dios: la tradicional y la de su propia experiencia.

Eduardo Arens, sacerdote católico y biblista peruano-alemán, n 1943, Job, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo divino, Navarra, España, 2007.


Segunda Carta a los Tesalonicenses 2.1-3, 13-17 y 3.1-5

Ver la Introducción a la Segunda carta a los Tesalonicenses en los Recursos del domingo 30 de octubre 

Algunos leccionarios traen para este domingo 2 Tesalonicenses 2.16 a 3.5. Incluimos un segundo comentario sobre 3.1-5.

Análisis de 2.1-3, 13-17

Confirmación de la enseñanza recibida (2.1-2)

Los autores piden a los hermanos que mantengan su manera de pensar “en cuanto a la parusía del Señor y nuestra reunión con él…”. De esa manera se introduce el tema que dominará el capítulo. En 1 Tes el tema se introduce como “acerca de los que duermen” (1 Tes 4.13): la preocupación no tiene que ver con la doctrina sino con la comunidad, ¿qué sucede con aquellos hermanos y hermanas que han muerto “por Cristo”? En 1 Tes 5.1 se lo enuncia como “acerca de los tiempos y sazones…”: ¿cómo vivir en tanto el Señor se manifieste en su Día? Aquí la formulación varía y aparece casi como un enunciado doctrinal, acerca de la comprensión de un tema (para que no sea sacudido vuestro entendimiento). Resisten la persecución, pero su inteligencia de la fe puede ser conmovida por enseñanzas que invocan falsamente al espíritu, al discurso o a una propia carta de Pablo.

Esta falsa enseñanza anuncia que el día del Señor ya está presente (v. 2, al final). Podría tratarse de una corriente espiritualista: El Señor ya ha venido, y la realidad del Reino es solo una realidad espiritual que podemos comenzar a vivir ahora. La manifestación final y la resurrección ocurren en otro plano de la realidad, y no es necesario esperar que la parusía se manifieste en la historia humana. Esta corriente, que se desarrolló en el gnosticismo cristiano, sigue expresándose hoy, con un lenguaje cuidado, pero en muchas corrientes espiritualistas aun dentro de las iglesias cristianas.

Otra posible manera de leer esto es que, ante los hechos de aumento de la persecución, el martirio de algunos hermanos o hermanas, quizás incluso de Pablo, muchos hayan interpretado esto como anuncio del fin inminente. El Día del Señor ya ha comenzado, el juicio se ha desatado, y la vida cotidiana pierde sentido. También la historia del cristianismo conoce estos movimientos en distintos momentos. La carta quiere confrontar esta situación, elaborando sobre dos puntos: afirmar la estabilidad de la comunidad, y brindar elementos doctrinales que permitan desarmar estos argumentos.

Manifestación del Señor y presencia del mal (v. 3-5)

La figura del “hijo de perdición” (v. 3) no aparece en ningún otro texto de las cartas, ni auténticas ni pseudoepigráficas de Pablo. En todo caso, puede verse un paralelo más cercano cuando se habla del anticristo en las cartas joaninas (1 Jn 2.18ss; 4.3; 2 Jn 7), o los falsos cristos y profetas de los Apocalipsis de los evangelios (Mc 13.4ss y paralelos) o las bestias de Ap 13. Es necesario reconocer que aquí aparecen tradiciones distintas, que no es bueno mezclar al modo que hacen ciertas corrientes que pretenden hacer un “retrato del fin del mundo” encimando las figuras y supuestos relatos de las diversas visiones neotestamentarias. En el cristianismo primitivo hubo una pluralidad de variantes y corrientes, como hay en el cristianismo de hoy, y no todas concordaban en los detalles acerca de los días finales, como podemos apreciar. Debemos respetar esas diferencias y aceptar el perfil propio de cada tendencia.

En esta visión, la manifestación definitiva de Cristo estará acompañada y precedida por una serie de eventos y figuras que reflejan el estado del mundo y la comunidad. La primera que aparece es la apostasía; también hay mención de ello en otro texto de la tradición paulina (1 Tim 4.1-4) y la acción de los engañadores en esto es fundamental. Pero en este caso aparece la figura específica de este “hombre sin ley” (una traducción textual nos daría un “hombre de la anomia”), “el hijo de perdición”. Es una contrafigura de Cristo, el hombre obediente, el Hijo de Dios salvador. Es necesario que la comunidad se divida, que haya una purificación interna antes que se manifieste Cristo, y algunos renunciarán a ella conducidos por el engaño. El lenguaje apocalíptico suele proyectar sobre el futuro hechos presentes, y darle significación escatológica. La comunidad para la cual se escribe 2 Tes está experimentando divisiones internas, conflictos doctrinales y seguramente actitudes que son vistos como “apostasía”, textualmente, pararse a un lado (o enfrente) de la fe aprendida. No resulta claro si este hijo de perdición es un miembro de la propia comunidad, o alguien externo a ella. En el primer caso, quien (o quienes) impulsa esta división, quizás corrientes que marchan hacia el gnosticismo (el Día del Señor ya ha ocurrido, v. 2), resulta un “hombre de la anomia”, vaciando a la comunidad de sus contenidos éticos. El Señor solo se manifestará cuando este haya cumplido su tarea y la comunidad se haya purificado de estos falsos anunciadores, que se endiosan a sí mismos (v. 4).

Otra posibilidad, que me parece más explicativa en virtud del contexto global de la epístola, es que es una figura externa a la comunidad, que sin embargo impulsa a algunos miembros de la comunidad a abandonarla. El contexto de persecución, especialmente si esto tiene que ver con la resistencia a adorar la imagen del Emperador, habría llevado a esta situación. Algunos encuentran incluso una cierta justificación para esta conducta. No olvidemos que uno de los componentes del gnosticismo cristiano es que buscaba conciliar la adoración (exterior) a las imágenes paganas e imperiales con la adoración (interior) de Cristo, para evitar la persecución. Aquí el problema no es un entusiasmo apocalíptico sino el abandono de la confianza en la venida gloriosa del Señor.

La descripción de este “hombre sin ley” que nos ofrece el v. 4 ha recibido sin número de explicaciones y adscripciones. Se opone a toda piedad justa y se hace pasar a si mismo por Dios. El intento de imponer su estatua como objeto de adoración en el templo de Jerusalén, hecho por Calígula, sería el modelo. El autoendiosamiento de Nerón y, según parece, la misma actitud por parte de Domiciano, destaca a estos tres emperadores como candidatos a llenar este personaje, aunque el Imperio como tal y cualquier emperador podría ocupar el lugar. Plinio el Joven –en su famosa carta al emperador Trajano- distinguirá entre cristianos y apóstatas en Bitinia, entres estos últimos aquellos que aceptan quemar incienso ante la estatua del más recatado emperador. Las políticas imperiales y sus representantes de ayer y de siempre se hacen ley para sí mismos e ignoran las leyes que gobiernan las relaciones humanas. Exigen una obediencia que los cristianos solo le deben a Dios. Y se bien en tiempos más modernos no aparecen reclamando una devoción religiosa, se siguen ofreciendo como “el único camino de salvación” y pidiendo “sacrificios”, cuando en realidad llevan a la humanidad a la destrucción.

El v. 5, el único del texto de la carta (aparte de la firma) en primera persona singular, podría indicar el martirio de Pablo. Hace mención a “lo que yo les decía cuando estaba entre vosotros”. Aquí ha desaparecido la idea de que Pablo pueda volver a visitar a la comunidad (reiteradamente expresada en 1 Tes). Es necesario recordar la enseñanza que diera en su(s) visita(s), porque ahora ya no volverá en persona. Solo podrán reunirse nuevamente en la presencia de Cristo, en su día (2.1). Si esta lectura es correcta, nos daría parte del motivo de la carta, las amargas expresiones de deseo de revancha que encontramos en ella, y la expresión condenatoria a este “hombre de perdición” que se opone a todo lo que se realiza en el nombre de Dios.

Gratitud y exhortación por la firmeza en la fe (13-17)

El capítulo 2 se cierra con una nueva oración de gratitud. El lenguaje remite a 1.3, pero también a 1 Tes 1.4, en la expresión de los “hermanos amados por el Señor”. Esta gratitud, también en este caso, es por su elección, pero ahora se especifica que es “desde el principio, en la santidad del Espíritu y confianza en la verdad”. De esta manera se confronta según la voluntad original del Creador (es desde el principio) a la realidad presente del mundo donde opera el hijo de perdición. La comunidad creyente se opone al inicuo mediante la santidad del Espíritu, y se opone a la mentira e injusticia mediante la verdad. El presente mundo, con su ambigüedad, con la presencia del mal, opera entre dos tiempos: el principio, donde la voluntad de Dios se cumple totalmente, y el final, donde se manifestará la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Entre tanto, el Evangelio es la forma en que Dios llama a la fidelidad. La predicación del mensaje es la forma en que Dios incluye en su pueblo a quienes responden en fe.

De allí que es necesario mantenerse firmes en estos preceptos transmitidos por la predicación o en carta. La carta aparece como un sustituto de la presencia de los apóstoles. 2 Pe 3.15-16 muestra la autoridad que habían adquirido las cartas paulinas, pero también la pluralidad de interpretaciones que recibían. Es el inicio de una tradición que va a ir reemplazando prácticas por contenidos intelectuales. Mientras la primera evangelización paulina ponía énfasis en actitudes, conductas, y fundamentalmente en la confianza en la presencia actual y futura de Cristo en su comunidad (cf. 1 Tes, especialmente cap. 4), ahora comienza a afirmarse una serie de cuestiones doctrinales (enseñanza con la palabra oral u escrita) que deben guardarse (v. 15). Sin embargo, es un proceso naciente: todavía es importante mantener viva la obra que muestre la fe. Palabra y obra van juntas para mostrar el amor. Esa es la forma en que se afirma y confirma la gracia de Dios, su consuelo y esperanza. Esto va a llevar al siguiente capítulo, con la exhortación a la conducta (parenesis) comunitaria que muestra este llamado.

Análisis de 2 Tes 3.1-5

Oración y confianza

El mismo autor indica que lo más relevante que tenía para escribir ya ha sido declarado, y ahora va a agregar un tema distinto y final… “Por último…”. Esta parte pide a la comunidad la reciprocidad en este ministerio de oración porque el grupo apostólico también tiene una tarea que cumplir y no está exento de los peligros y dificultades expuestos. Hay otros lugares donde la Palabra debe ser predicada y reconocida, y los predicadores deben ser puestos a salvos de las personas que procuran su mal. No todos adhieren a la fe en Cristo.

Con un juego de palabras el autor marca el contraste: la fe no es de todos, pero Dios es fiel (en griego ambas palabras, fe y fidelidad, son la misma). Dios (otras variantes traen “el Señor”) es fiel a sí mismo, por lo tanto a su promesa y a la comunidad que ha convocado por ella. Aunque perseguidos y con dificultades creadas por el maligno, ni el grupo apostólico ni la comunidad deben sentirse abandonados; serán afirmados y cuidados en su enfrentamiento con esta dura realidad. Tampoco deben pensar que Dios dejará de presentarse en su gloria para juzgar a la historia humana y rescatar a sus redimidos.

Por ello el autor afirma su convicción de que tanto en el presente como en el futuro la comunidad vivirá de esa fidelidad también en su práctica. Con todo, esa posibilidad no depende de la pura voluntad de ellos sino del Señor, que dirigirá sus corazones según su amor y perseverancia. El texto que comenzó pidiendo que la comunidad orara por ellos culmina con una petición de ellos al Señor, a favor de la comunidad. Se afirma así la reciprocidad y comunión intercesora delante del Dios que mantiene su promesa, y que debe reflejarse en los actos de los creyentes.

Comentario homilético

Estamos en un tiempo en que han aumentado las expresiones de sectas que ponen un gran énfasis en describir el fin de los tiempos, en procurar mostrar con las Escrituras que ellos ya saben cómo va a ocurrir todo. Nuestra predicación puede ayudar a los hermanos y hermanas a confiar en la sabiduría de Dios y en su amor más que en especulaciones. Por otro lado, también es importante mantener el sentido de esperanza y responsabilidad frente al Dios que juzga la historia humana.

El “nadie os engañe” desenmascara a los hombres e imperios que se creen dueños de la historia y pretenden sentarse en ese lugar de Juez diciendo quién es bueno y quién es malo (poniéndose, por cierto, siempre en el lugar de los buenos). En medio de tanta confusión, es bueno recordar que dependemos de un Dios que nos ama y consuela (2.16) antes que asustarnos y amenazarnos con el fin de los tiempos. Nuestra actitud es de gratitud al Dios que nos llama para ser sus testigos, para participar de su amor salvador, y responder en Espíritu por la santificación y la fe en la verdad.

Míguez, biblista metodista argentino, en Estudio Exegético-homilético 20, ISEDET, Buenos Aires, noviembre 2001 y en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, España, 2003.


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