Recursos para la acción pastoral

03 Dic 2020
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Recursos para la acción pastoral 03 EneroEne 2021
Blanco

Vida cristiana y renovación

Los cristianos y cristianas estamos viviendo en medio de una tensión permanente: pertenecemos al pasado y al futuro. Hoy la palabra “tensión”, frecuentemente sustituida por la palabra “estrés”, tiene una profunda carga negativa, consecuencia natural del tipo de vida que caracteriza al ser humano contemporáneo.

En efecto, vivimos en medio de una vorágine que nos empuja de un lado a otro; la competitividad de la sociedad actual, el afán de acumular bienes, la introyección de la idea de que tenemos que sobresalir por encima de los demás, lo cada vez más difícil que resulta para las mayorías vivir con dignidad, el aumento de todas las formas de deshumanización y de indignidad, etc., todo eso se confabula contra la vida plena a la cual somos llamados. No es de extrañar, por tanto, que en casi todas partes del mundo uno de los grandes males que se padecen es el desequilibrio, tanto psíquico como espiritual, con sus consecuencias corporales.

Los consultorios de psicólogos y psiquiatras están hoy día llenos de pacientes, y las drogas –el alcohol entre ellas y en primerísimo lugar– se han convertido en el refugio de muchos que creen que en la huida está la solución. Así, la tensión termina en rupturas: se quiebra la salud física, mental, psicológica y espiritual de la persona: se rompen sus relaciones sociales; se destruye la vida familiar; se crea una nueva generación de personas que, desde que nacen, llevan rota su interioridad más profunda y terminan como seres desajustados o, peor aún, como delincuentes. En fin, esta clase de tensión es nefasta y destructora.

Pero hay otro tipo de tensiones. El filósofo griego Heráclito uso, para explicarlo, varias analogías. Una de ellas, la más hermosa, es la de la lira: Es necesario, para que la lira emita su peculiar sonido, que las cuerdas estén fijas en sus extremos y, al mismo tiempo, tensas. Y debe mantenerse esa tensión, so pena de perder el goce de la melodía que ese instrumento puede ofrecer. La tensión de las cuerdas es, en manos de un hábil músico, creadora de armonía y de belleza musical. Si se aflojara uno de los extremos, para evitar la tirantez, la cuerda quedaría floja y cesaría la música: solo se produciría ruido. Si se pusiera demasiado tensa, la cuerda se rompería, y no habría entonces ningún sonido.

Así sucede también con nuestra vida. Estamos sometidos a muchas tensiones y, a veces, como consecuencia de ellas, se rompe la fibra más profunda de nuestro ser. El resultado es que no solo sufrimos nosotros sino que hacemos sufrir a los que están a nuestro alrededor, incluso a aquellos a quienes amamos. También para nosotros la tensión se ha vuelto entonces destructora.

La solución estaría en convertir en creadora la tensión destructora. Eso es lo que significa, a mi entender, la renovación. Escribiendo a los creyentes de Roma, el apóstol Pablo les dice algo muy importante sobre la renovación en sus vidas: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambien su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto” (12.2).

Pero solemos olvidar lo que estaba diciendo justo antes de esas palabras, que comienzan con una partícula conectiva: “así que”, “por tanto”… ¿Y qué es lo dicho? El cap 11 termina con una doxología. Oigamos las palabras de Pablo: ¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entedimiento! Nadie puede explicar sus decisiones, ni llegar a comprender sus caminos. Pues, ¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos? ¿Quién le ha dado algo antes, para que él tenga que devolvérselo? Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. Gloria para siempre a Dios! Amén (Ro 11.33-36, DHH).

Primero. He ahí la clave de la renovación: Dios es el Señor y solo él es el soberano. Cualquier oferta de renovación que minusvalore la soberanía de Dios, que disminuya su señorío y lo convierta a él en nuestro sirviente, es moneda falsa que hay que rechazar.

Segundo. Las raíces de la vida cristiana consagrada y renovada se hunden en Dios mismo, de quien obtiene la savia. ¿Qué excusa podemos aducir nosotros para justificar nuestra vida mediocre? ¡Nosotros, que decimos que contamos con la presencia del Señor resucitado y con el poder del Espíritu que él nos envió!

Tercero. El “culto auténtico” es esa entrega personal y comunitaria. Esas palabras del apóstol tienen resonancias proféticas, cuando en muchas iglesias se está poniendo énfasis exagerado en ciertas formas de culto de supuesta adoración, sin consecuencias transformadoras en la vida de la comunidad. El profeta Isaías podría volver a decirnos que Dios rechaza ese tipo de adoración, la abomina, y aparta sus ojos y sus oídos de tales oraciones (Is 1).

Cuarto. El discípulo de Jesucristo no puede arreglar su vida de acuerdo con los valores (o más bien antivalores) que en este mundo predominan. La discípula de Cristo está llamada a vivir anticipadamente según los patrones y valores de la nueva era inaugurada por Jesús, cuya consumación se alcanzará cuando el reino de Dios se establezca con toda su fuerza y en plenitud.

Quinto. La transformación de la persona que conoce a Jesucristo no puede ser algo superficial, por eso la llamamos conversión. Pero ese cambio inicial no lo es todo. No es más que el comienzo de un continuo proceso de transformaciones. El cristiano tiene que vivir metamorfoseándose por la renovación del entendimiento. Durante y después de la Reforma del s. XVI se decía que la iglesia era reformata et semper reformanda. No bastaba que se hubiera reformado, tenía que estar reformándose siempre. La renovación es hacer algo nuevo, re-hacer, re-vivificar.

Sexto. Todo el resto de ese capítulo 12 de Romanos se refiere a asuntos de la vida cotidiana y a nuestras múltiples relaciones en la iglesia y fuera de la iglesia. La verdadera renovación no consiste en hablar en lenguas o en cantar exaltadamente, sino en vivir la nueva vida en Cristo y en su Espíritu. Y es ahí, en el campo de batalla de la vida diaria y comunitaria donde se demuestra si andamos según el Espíritu y en el poder del Jesús resucitado.

Plutarco Bonilla, España 1935, biblista metodista costarricense, en Jesús, ¡ese exagerado!, CLAI, Quito, 2000.
  • Laura D’Angiola y Guido Bello
    Autores de Recursos para la acción pastoral

    Desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.

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