La gracia en pandemia
Por las características que tiene y el contacto que estimula en nosotros mismos y en nuestro vínculo con los demás, el tiempo de pandemia puede constituirse en una oportunidad para vincularnos con el lado más profundo de nuestra vida. Allí es donde el Señor quiere llegar para que las tensiones, incertidumbres y conflictos que puedan darse se conviertan en experiencias de aprendizaje.
Oír el silbo de tu gracia
Poco a poco,
el silencio nos carcome la esperanza.
Gesto a gesto,
ya no bastan, ya no alcanzan las hazañas.
El lamento no halla sitio en un consuelo,
y los gritos nos recuerdan la nostalgia.
Canto a canto,
el dolor expande, ciego, sus entrañas.
Mano a mano,
es el hambre quien se impone en la batalla.
El camino está cerrado con mortajas,
polvo somos, polvo errante, sin mañanas.
Esperamos —predicamos tu Palabra—,
y anhelamos
oír el silbo
de tu gracia.
Esperamos —abrazamos con el alma—
y queremos
oír el silbo
de tu gracia.
Esperamos —repetimos las plegarias—
y añoramos
oír el silbo
de tu gracia.
Esperamos —este agosto de pandemia—
y deseamos
oír el silbo
de tu gracia.
Esperamos —como allá, en el Principio—
y soñamos
oír el silbo
de tu gracia,
viento sano sobre el caos, las tinieblas,
voz que acciona y armoniza los abismos,
triunfo que abre las arterias de la vida,
calma cósmica que renueva la esperanza.
Aún deseamos
oír el silbo
de tu gracia.
Wilfredo Weigandt
Iglesia Metodista de Alta Córdoba – agosto 2020
La pandemia que padecemos ha puesto en jaque al mundo convirtiéndose en un drama, para algunos una tragedia, que invade buena parte de nuestro mundo racional y emocional. El coronavirus nos amenaza, ataca, enferma y, algunas veces, mata. Esa es la vivencia que circula en nuestro interior. La angustia en sus diversas manifestaciones, las creencias apocalípticas, los sentimientos de un encierro que paraliza y una sobreinformación que llega a aturdir, se pasean juntos o separados por la zona de lo imprevisible.
Nuestro hermano Wilfredo lo asume con claridad, pero con la fe del que espera el silbo de Su gracia. Mientras tanto, deja en su vida espacio para orar, anunciar, mantener viva la esperanza para que Dios se manifieste.
Por eso, por las características que tiene y el contacto que estimula en nosotros mismos y en nuestro vínculo con los demás, el tiempo de pandemia puede constituirse en una oportunidad para vincularnos con el lado más profundo de nuestra vida. Allí es donde el Señor quiere llegar para que las tensiones, incertidumbres y conflictos que puedan darse se conviertan en experiencias de aprendizaje. Las crisis dejan ver lo mejor y lo peor de nosotros.
Sí, el tiempo de pandemia es también una oportunidad para el crecimiento en la certeza que toda persona y toda situación tiene el potencial de enseñarnos algo, ¿abordaremos esta crisis del coronavirus con el deseo de aprender de ella?, ¿estaremos atentos a la voz del Señor que nos invita a algún camino que debemos recorrer o algo de nuestra vida que debemos corregir? ¿Deberemos desarrollar algún sentimiento o algún vínculo que tenemos postergado? Pablo decía que “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien” (Romanos 8: 28). No dice que todo sea bueno, pero sí que cada experiencia debería ser vista también en su costado positivo para que actúe para el bien y el crecimiento de nuestra vida.
La relación con Jesús de la cual nos habla el Evangelio es una relación afectiva, asidua y recíproca. La amistad con Jesús es un regalo suyo. El amor de Jesús además de ser grande es íntimo como el amor del amigo que quiere compartirlo todo con el amigo del alma. Jesús no solo dice que Él es nuestro amigo sino que nosotros somos amigos de Él. Jesús ya no quiere aparecer como el Rey desde la lejanía que exige sometimiento y obediencia sino como el amigo que espera una respuesta de amor. Es cierto, pide algo a sus discípulos, les reclama una entrega, pero sus pedidos están unidos al dulce regalo de su intimidad y amistad: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, los llamo amigos porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho” (Juan 15:14-15). La gracia es una relación con Dios de una real amistad. Esa amistad es posible por la obra sanadora del Espíritu-amigo que penetra en lo más hondo de nuestra intimidad. El Espíritu nos orienta a la amistad con el Resucitado y produce una de las notas de la amistad: una creciente semejanza con el amigo. En el Nuevo Testamento, experimentar la gracia de Dios es también una participación nuestra en la Pascua de Cristo, tanto en su muerte como en su resurrección. Vivir en gracia es ser poseídos por Cristo gloriosamente resucitado que nos asocia al misterio de su cruz transformadora. Y esto, más allá de los tiempos difíciles que tengamos que atravesar, debería constituirse en un sentimiento de gozo y alegría.
Además, precisamos en este tiempo una fuerte disponibilidad para el agradecimiento. Para apreciar a las personas con quienes estamos en contacto, la gente con las que estamos encerrados, con nuestras familias, con nuestros amigos, con las personas que nos han ayudado en el Camino, para hacerles saber cuánto los amamos sintiendo que cada día es un regalo que recibimos de Dios. Es una gran oportunidad, también, para apreciar lo que tenemos. No tanto para pensar en aquello a lo que tuvimos que renunciar, sino lo que nos queda y cuán valioso puede ser lo que vendrá. Mientras otros convirtieron sus relaciones más cercanas en espacios de violencia, rupturas o indiferencia este es un momento para asegurarse de estar sanamente conectados con las personas que nos importan.
Esta travesía sanitaria nos hará pasar en algún momento por la incertidumbre, por el duelo, por la angustia, por el miedo… Es importante que en medio de la crisis se afirme nuestra fe y nuestra esperanza en que lo mejor está por venir. Que el coronavirus no nos quite la paz, la alegría de vivir y de ser sostenidos por Jesús: “en tus manos, Señor, en tus manos… siempre estamos”.
Pastor Hugo Santos
Parroquia Unida El Buen Pastor (IEMA/DC), Ciudad de Buenos Aires
El Estandarte Evangélico
Ser y estar en un mundo doliente e incierto: experiencias de fe en Pandemia
Mayo 2021
Introducción
Bucear en la experiencia de fe en clave poética y teológica nos invita a sentir y pensar nuestro ser y estar en este mundo doliente e incierto, abrirnos a descubrir y percibir las manifestaciones del Dios de las Naciones, el Dios que nos habla en sueños, el que es pan y panadero, señal de comunión; el que deseamos oír, con fe, en el silbo de su gracia.
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Estamos llamadas, llamados a caminar con el Resucitado… Llamados a ser un pueblo que alaba al Dios de Jesucristo, porque un pueblo que alaba no tiene el horizonte clausurado. Somos iglesia peregrina, que ama, sirve y espera ver cielos nuevos y tierra nueva.
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¿Te preguntas en este tiempo cuáles son tus sueños? ¿dónde está Dios en medio de esos sueños? Hay señales de resistencia frente a lo inevitable y la resiliencia se configura como esperanza porfiada de lo que vendrá. Esperanza propia de Jesús que, a diferencia del optimismo que busca un resultado “ganador”, tiene convicción de lo que espera más allá de sus resultados posibles.
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