La esperanza abierta a todos y todas
Frente las tensiones de este nuevo momento político, tan difícil y inesperado, debemos hoy más que nunca reconocernos en nuestro Dios Padre, que nos creó a su imagen y semejanza, y que esa semejanza es la capacidad creadora en nuestras vidas. En su gran amor nos insta a recrear continuamente su obra de amor, de solidaridad con nuestro pueblo, nuestra concepción cristiana de la paz con justicia y nuestra responsabilidad de crear espacios donde se sostiene la vida, con líneas pastorales de comunidad abierta, inclusiva.
La misión de ser Iglesia es la tarea más delicada que Dios le encargó a los seres humanos, desde el momento que se pone a prueba nuestra capacidad de “de ser con los otros” a la vez preservar la individualidad de “ser con Dios” y pertenecer fieles a lo humano, cómo el creador mismo lo ha querido.
Dios nos llama a ser Iglesia y convoca a la humanidad toda a la vida en común de fidelidad, al estudio de la Palabra puesta en acción, los dones, la sabiduría emocional y el testimonio de la comunidad de fe en el barrio. Como lo hacemos con las puertas abiertas del Templo, como los pasillos del barrio y las casas abiertas donde el humo del carbón hace chispitas y los niños juegan a la bolita en los pisos de tierra; allí reconocemos el contexto histórico donde se vive la Fe. Nos reafirma en el derecho a la vida sagrada.
El estudio de la comunidad nos permite articular en lo cotidiano con las instituciones religiosas, culturales y sociales, con las cuales vivir la diversidad cultural, social y política. Participar en la sala de salud comunitaria, junto con los programas del ministerio de educación, nos permite conocer a la comunidad y amar, como Dios nos amó primero.
Jesús dice “Yo he venido a sanar a los quebrantados de corazón“; “Él es el Varón de dolores, experimentado en quebrantos”. Él mismo es objeto de represión y muerte, por aquellos que se oponen a la vida.
Oremos por todas las personas sin trabajo y sus familias que vuelven a comer en las ollas populares y en las escuelas. Los niños y niñas estaban felices de comer en la mesa familiar con el rico olor a comida casera.
La evangelización es oración permanente, fe compartida, revitalizada por la presencia del Espíritu Santo que nos mueve cada día de ser iglesia, reconociendo las injusticias, el sistema que deshumaniza a nuestros pueblos privándolos de los derechos esenciales de la vida que Dios en Jesucristo nos entrega.
P. Teresita Soliz (Ing. Budge, GBA)
El Estandarte Evangélico
Edición mayo 2016
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Editorial: Renuevos generosos del Pentecostés Economía Solidaria – Equipo Eco-sol en Constitución C.A.B.A. El Pentecostés de ayer y de hoy