La conexionalidad en el metodismo

30 Jun 2017
en El Estandarte Evangélico
La conexionalidad en el metodismo

La conexionalidad es uno de los bienes más preciados del metodismo en todo mundo. Es llamado “el factor X”.[1] Es una marca de identidad que trasciende la estructura organizativa y que llega a ser la forma en la cual nos reconocernos, nos relacionamos y cooperamos unos con otros. La conexionalidad se define como “el principio básico en el cual todos los líderes y congregaciones están conectados en una red de lealtades y compromisos que apoyan y sobrepasan las preocupaciones locales”.[2]

Esta característica se la debemos a los hermanos Wesley, y especialmente a Juan Wesley, que fue el genio organizador y conductor en los orígenes del movimiento metodista en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, y más allá de los mares, en América. El metodismo en Gran Bretaña ha conservado como parte de su legado el viejo término “connexion” como un testimonio de las raíces históricas, más allá de la actualización del lenguaje.[3]

El metodismo nació movimientista, ecuménico y conexional. Si vemos el desarrollo histórico, todo está enmarcado bajo el sello de la conexionalidad: La articulación de cada Sociedad Metodista con sus “Clases” y “Bandas”, los Circuitos y Distritos, los Predicadores Laicos -locales e itinerantes- bajo la conducción Juan Wesley[4], el Mayordomo General y los Síndicos, las Conferencias Trimestrales y Anuales, etc. deben ser incluidas en la gestación, desarrollo y consolidación del primitivo movimiento metodista, que pronto se reconocería a sí mismo como “la conexión metodista”. Leemos así sobre “el principio conexional”: “Lo ‘conexional’ ha sido elaborado teológicamente, expresado en himnos y liturgias, justificado en el debate con defensores de otros modelos de organización de la iglesia, y articulado en la constitución y la política de la Iglesia Metodista. También se ha moldeado y vivido en la fe, en la práctica y premisas de generaciones metodistas”.[5]

Y tan distintivo ha resultado esta expresión para el metodismo mundial, que se ha constituido en un término polisémico, todo es conexional, la misión, la organización, las conferencias, los ministerios, los encuentros, la mayordomía, las webs, etc.

Pero no debiéramos equivocarnos, para Wesley lo importante era que la conexionalidad fuera el soporte y el vehículo para llevar adelante la relación entre las personas y la misión de la Iglesia.

En primer lugar la conexionalidad es la expresión del “cuerpo de Cristo” (Ro. 12,4-5). Es sobre todo una visión eclesial y misional: “creemos en un Dios conexional”[6], y ello nos impulsa a tenerla presente en todas las funciones y tareas de la iglesia. La conexionalidad la vivimos a todo nivel: mundial, regional, nacional, distrital y congregacional. No somos comunidades aisladas, sino conectadas unas con otras para la misión de la iglesia. La conexionalidad se comprende como la unidad en medio de la diversidad de los desafíos y oportunidades de las congregaciones locales.

Segundo, la conexionalidad es un principio estratégico y dinamizador de la subsidiariedad y la complementación. Como demostración de la unidad del cuerpo de la iglesia, compartimos las alegrías y los sufrimientos (Ro. 12,15), así también los recursos humanos, financieros y edilicios. El “aporte conexional”, la formación teológica, la capacitación de laicos, la educación cristiana, las instituciones educativas y agencias, son uno de los tantos emprendimientos comunes. Para mantener vivo el principio de la conexionalidad no deberíamos confundirlo con “centralización”.

Tercero, la conexionalidad describe el lugar de la comunión con Cristo y los hermanos como un aspecto central del culto wesleyano. Juan Wesley insistió siempre en la necesidad de la participación “continua”[7] de la Cena del Señor, en este “medio de gracia” que nos ofrece el Señor, para reconocer la gracia recibida y la fraternal estima que nos debemos. Es aquí donde se borran todas las diferencias, donde somos todos iguales, donde el amor de Cristo está sobre todas las cosas, donde “nosotros con ser muchos, somos un cuerpo” (1Co.10,17). En este sentido, puede traducirse conexionalidad como “koinonía”.

Acercándonos a los 50 años de la autonomía de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, el desafío más apremiante respecto de la conexionalidad, es ponerla en práctica en nuestros Circuitos y Distritos.



[1] Atkins, M. (2004) “El Discipulado y el pueblo llamado Metodista”. Iglesia Metodista en Gran Bretaña.
[2] Glosario de Términos de la Iglesia Metodista Unida.
[3] En inglés actual la expresión fue reemplazada por “conection”.
[4] Una recordada anécdota se generó con la designación de un Predicador en el Circuito de Bristol, donde el Asistente del Circuito -algo así como un Superintendente actual- se quejó a Wesley por no haberlo consultado. La respuesta de Wesley fue recordarle el punto 14, de la “Regla para Predicadores” que decía: “Sobre todo, Ud. debe predicar donde yo lo nomine”.
[5] “Los aspectos conexionales en el siglo XXI” (2015). Iglesia Metodista en Gran Bretaña.
[6] Etchegoyen, A. (1983) “Conexionalidad, Autonomía y Mutuo Apoyo”, ponencia presentada en el CIEMAL-JMG, Perú.
[7] Wesley, J. (1996) “El deber de la comunión constante”, Sermones, Tomo 4, Obras de Wesley, Providence House Publishers, Tennessee.



Por Héctor Diomede
Licenciado en Sociología (Universidad Kennedy), Curso aprobado del Doctorado en Sociología (Universidad de Belgrano). Profesor Emérito de la Universidad del Salvador. Predicador Laico. Miembro de la Congregación Unida «El Buen Pastor». Dictó el curso: «Historia de los Orígenes del Metodismo» en La Perla Escondida. Editor responsable de los blogs metowesleyano.wordpress.com e histometodista.wordpress.com.


 

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