El devocional del Obispo
El relato nos habla de la evidencia del acontecimiento más importante de la fe cristiana, el pilar y fundamento de todo cuanto somos y creemos: la resurrección de Jesucristo.
“Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. 2 Corintios 4:7
«Vasijas de barro» es la frase que Pablo utiliza para referirse al discipulado que lleva sobre sí el Ministerio. Hace evidente su humanidad con todas las debilidades, errores y fragilidad. Y también su necesaria dependencia de Dios, que es quien ha llamado. Una vasija de barro no es fuerte por sí misma, sino que la grandeza extraordinaria pertenece a Dios y no a los hombres y mujeres. Somos vasijas de barro cuyo alfarero y dueño es el Señor, quien por su gracia y amor nos habita y perfecciona. Buscamos a través de este espacio, ser inspirados y fortalecidos a través de diversos textos y pensamientos en nuestra dependencia y comunión con Dios y su misma palabra.
El relato nos habla de la evidencia del acontecimiento más importante de la fe cristiana, el pilar y fundamento de todo cuanto somos y creemos: la resurrección de Jesucristo.
Que esta Semana Santa sea en cada uno y cada una de ustedes y en las comunidades de fe, el encuentro con lo inmenso de un amor que sobrepasa todo conocimiento, que nos brinda razón para maravillarnos y la audacia para recomenzar una y otra vez.
En una sociedad en la que impera la violencia y la lucha por el poder, Jesús se levanta como modelo de vida nueva.
Cuaresma viene a subrayar la necesidad imperiosa de renovar, transformar nuestras prácticas y modelos de vida, para hacerlos profundamente evangélicos.
Cuaresma es tiempo propicio para renovar la vitalidad de nuestra vocación en la diversidad de ministerios, de vivenciar la llamada al primer amor.
Cuaresma es un llamado imperioso a la conversión no sólo personal, sino a repensar la casa toda a la luz del evangelio. Cuaresma es hacer la voluntad de Dios. Venga, Señor, tu Reino a nuestra vida, a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestras relaciones humanas.
La característica cultural más peligrosa de nuestro tiempo es la apatía, es decir, el déficit de pasión, de deseo. Una apatía que se manifiesta en tres tipos de fenómenos relacionados entre sí: el olvido del sufrimiento ajeno, la ausencia de compasión y la incapacidad de padecimiento.
¡Dios es amor, somos amados! Y eso nos define y nos permite soñar y construir juntos un reino de amor, justicia y paz, regalo y misión, utopía y tarea para sus discípulas y discípulos.
Quiza romper lo establecido por la cultura de la desilusión sea necesario. Superar con esperanza algún duro transe y confiar en alcanzar la utopía del Reino.
Somos invitados e invitadas a nacer de nuevo, desnudos/as de todo aquello que nos separa de su amor. Somos seducidos/as a abrirnos al Misterio del Dios con nosotros: Emanuel.