El devocional del Obispo
Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.

Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.
Oramos y trabajamos por la vida integra, amorosa, por una nueva tierra y nuevos cielos.
¡Señor, sálvanos, que estamos por naufragar!
La llegada del Espíritu Santo todo lo “desanuda o desata”. Quienes se encontraban escondidos se exponen, sus temores se disipan y la comunidad se une y se moviliza.
El Dios que provoca la salvación es el Dios generoso, que nos hace generosos y generosas entregándolo todo en este presente.
El amor se orienta siempre por el otro y la otra. Es una aventura de peregrinación como la de Abraham, que deja su propia realidad conocida y confortable, para ir al encuentro de la otredad diversa y establecer una relación de alianza, amistad y amor con el Dios de la vida.
Vivir en el poder del Espíritu, en el Espíritu de Jesús, es vivenciar una fuerza de vida que nos humaniza.
Esta gracia es el poder de Dios para nosotros y nosotras, que nos redime y que nos reconcilia con el mismísimo Dios, a la vez que es el poder de Dios en nosotros, que nos capacita a cambiar y luchar en favor de la justicia y el bienestar.
Por la Resurrección se confirma la divinidad del Mesías: verdadero Dios y verdadero hombre. La Resurrección nos enseña que Dios es amor y que nos regala plenitud de vida.
¿Cómo encontrar o descubrir la vida en medio de tanta muerte?, ¿Cómo encontrar aquello que se ha perdido?, ¿Cómo devolverle el alma al cuerpo?
Avisos