Una Ética del Cuidado – Carta Pastoral de agosto
Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo”. (Lucas 6: 36)
Sin lugar a dudas el centro del evangelio, el eje sobre el cual todo lo demás gira, es la compasión. Jesús se ofrece como el hijo del hombre compasivo y nos muestra a un Dios que es compasión. Aunque no debemos perder de vista la contraparte a esta conmoción de las entrañas: una actitud de indiferencia. La incapacidad de situarse en el lugar de la otra y del otro, sin sentir y sufrir con las y los demás, es la medida con la cual seremos medidas y medidos.
Me impactaron estos versos de “Septiembre 1, 1939” de Wystan Auden:
“…y nadie existe solo;
el hambre no deja escoger
ni al ciudadano ni al policía;
debemos amarnos unos a otros o morir.”
Amar o morir, recuperar la humanidad perdida o dejarla escapar, lo cual sería morir… La compasión es lana multicolor, que nos permite tejer la trama de la vida en esta coyuntura dramática de nuestros días. Lana/compasión ante la deshumanización más desgarradora, la violencia, la muerte, la mentira en un mundo enfermo.
Rescato el decir de Martin Luther King:
Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, ligados en el tejido único del destino. Cuando algo afecta a una persona de forma directa, afecta indirectamente a todas.”
En un mundo que peca de endurecimiento y encierro autorreferencial, ponemos sobre la mesa la compasión como ternura. Salimos de nuestras zonas de comodidad y nos desafiamos a entrar en contacto con la vida de las otras y de los otros, arriesgando la propia. Levantamos nuestra voz como compromiso y testimonio profético ante la cultura de la indiferencia y de lo que llamamos la anti vida.
Redescubrir la compasión, será redescubrir al otro que llora-como yo, al que le duele-como a mí, que se alegra-como yo, que se ve poseído por el miedo-como yo.”
No podemos ni debemos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras iglesias o familias. El corazón no puede estar confinado ni distante del drama de la existencia humana. Una Ética de la Compasión y del Cuidado es un modo de estar en el mundo, si es que anhelamos vivir entre iguales con fuerza y franqueza, como gente de ojos libres y generosos.
Vale la pregunta: ¿cómo es que perdemos nuestra humanidad? Los hechos graves de desaparición de personas, los femicidios vividos en estos últimos tiempos y el terrible asesinato del pastor evangélico en Rosario, hacen que esta pregunta sea válida.
Nos vemos asediados, cada día, por imágenes desoladoras de un mundo que no para de generar nuevas formas de “desechos humanos”. Es la imagen fuerte que instala el sociólogo y filósofo, polaco-británico Z. Bauman en “Vidas desperdiciadas”, abordando una de las paradojas más inquietantes de la modernidad: la producción de una cultura de “residuos humanos”, que comprende toda la masa de “poblaciones superfluas” de emigrantes, refugiados y demás “condenados de la tierra”.
El evangelio, nos llama a vivir y defender esta Ética del Cuidado. Y el evangelio también nos convoca a una Ética de la Justicia, a fin de que la vida sea buena y verdadera frente a tantos poderes demoníacos de la muerte. Cuidado y Justicia valorando la fuerza del vínculo con los más débiles y las minorías, escuchando las voces de las condenadas y desterrados de la tierra.
Jesús el desterrado, el que muere detrás de los muros de Jerusalén para incluirnos a todos y todas en la nueva ciudad, no nos deja soslayar el imperativo bíblico de la justicia de Dios que incluye a todas las personas:
Ya no hay judío, ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Carta a los Gálatas 3:28).
Santo Espíritu, ayúdanos a que en la gran danza de la vida sintamos el llamado a movernos constantemente, a fin de dar lugar a los cuerpos de las otras y los otros, para que juntos podamos participar y danzar en plenitud por la buena nueva del Reino de Dios.
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo