Tuyo es el reino, tuyo el poder, tuya la gloria, siempre ha de ser

29 Sep 2023
en Episcopado
Tuyo es el reino, tuyo el poder, tuya la gloria, siempre ha de ser

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo”

Evangelio de Mateo 6:10

El llamado hecho por Dios a su Iglesia a través de la historia es el manifestar el Reino de Dios y su justicia. Y la tarea es proclamar e incentivar con ese llamado y vocación a todas las gentes, en todos los pueblos, en todas las lenguas, en todas las culturas, en todas las áreas de la vida humana y es abarcativa de toda la creación.

Por ello es que la Misión de la iglesia está profundamente enraizada en la “Misión de Dios”. Esta misión de la cual participamos como iglesia, es prioritariamente acción de Dios, tiene su fuente en Dios y depende de Dios para su realización.

Dios, el que se hizo carne en Jesucristo, su Hijo, el que continúa obrando en la historia por el soplo de su Santo Espíritu, es quien plantea la Misión. Y la iglesia acompaña o colabora con este Dios Trino, en lo que ha hecho y sigue realizando a favor de la vida. Esta misión revela a Dios como el que ama al mundo, se interesa por el mundo e incluye a la iglesia para ser parte del proyecto histórico de establecer su reinado. El Dr. José Míguez Bonino afirma:


“El reino de Dios no es la negación de la historia sino la eliminación de su corruptibilidad, sus frustraciones, su debilidad, su ambigüedad –más profundamente su pecado– a fin de conducir a su plenitud el verdadero significado de la vida comunitaria del ser humano. En el mismo sentido, las “obras” históricas realizadas en todos los órdenes de la vida –social, económico, político– son permanentes en tanto y en cuanto pertenezcan desde ya, en su contenido y dinámica, a este nuevo orden”.


Hablar del Reino de Dios es visibilizar el propósito redentor de Dios para toda la creación y poner de relieve la vocación histórica que tiene la iglesia en relación a este camino de liberación y vida. Este propósito redentor se fundamenta en que Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea liberado por medio de Él. Queda claro: ¡el compromiso de Dios es con el mundo todo, la totalidad de lo creado, a fin de provocar la renovación de todas las cosas! El ofrecimiento es una salvación completa de la vida, de la persona y de la sociedad, de la humanidad y de toda la creación.

La iglesia busca caminos para vivenciar el nuevo estilo de vida según la fuerza y orientación de Jesucristo resucitado, pero también se ocupa de dar a conocer esa nueva vida como parte de la Buena Noticia del Reino de Dios. Por eso tanto los testigos personales como las comunidades de fe han de ser signos del Reino. Así lo señala el pastor y teólogo Mortimer Arias en “Qué es la evangelización”:


“La iglesia existe para el Reino y por el Reino y está llamada a levantar señales del Reino, aunque sea imperfecta. No hay otro pueblo a quien se le haya confiado el testimonio del Reino, que ha sido inaugurado por Jesús. Ahí está el papel único de la iglesia.”


Somos llamados y llamadas a ser partícipes de la Misión de Dios y a proclamar –como afirma el documento Caminos para la Misión–, que “en Jesucristo –la revelación total de Dios– descubrimos que el llamado es a manifestar el Reino de Dios y su Justicia. La Iglesia nace por el poder del Espíritu como Misión, como proclamadora de esa Salvación y vida plena ofrecida por Dios en Jesucristo a toda persona.”

En compromiso fiel con el Reino es que necesitamos vivirnos como comunidades proféticas de profunda humanidad. Resistimos a toda deshumanización que arrincona la vida a condiciones infrahumanas, en especial la de desposeídos y explotadas, los oprimidos y las sin voz, los nadies. Así también hemos de vivir como comunidades que perseveran en la no-violencia, enfrentando a las violencias y violentaciones micro y macro estructurales que mutilan los derechos básicos del ser humano.

Amada y amado, que las palabras de Juan Wesley cobren pertinencia y relevancia en el presente tiempo que nos toca vivir, sabiendo que la historia y la sociedad son escenarios de la acción de Dios donde hemos de vivir nuestra fe de manera activa, fieles a la Palabra y consecuentes con la gracia de Dios:


“Considero el mundo entero como mi parroquia, quiero decir que en cualquier parte que yo esté, juzgo digno, justo y mi deber declarar las buenas nuevas de salvación a todos los que quieran oír. Esta es la obra a la cual sé que Dios me ha llamado. Estoy seguro que su bendición la acompaña”.


Abrazo fraterno y sororal,

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo


Compartir