Recursos litúrgicos y pastorales – junio a agosto 2021 – Pentecostés (Ciclo B)

08 Jun 2021
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Recursos litúrgicos y pastorales – junio a agosto 2021 – Pentecostés (Ciclo B)

Junio a agosto 2021 (Ciclo B)


LOS ELEMENTOS DEL CULTO

La palabra de Dios – primera parte

Hemos atendido –en entregas anteriores– los problemas doctrinales relativos a la esencia del culto cristiano. Ahora nos referimos a los problemas de la celebración, los asuntos concretos y prácticos, aunque siempre desde una perspectiva teológica.

Empezamos  con un inventario de los elementos del culto, para ver después las diferentes maneras de articular esos diversos elementos entre sí. No podemos hacer ahora un estudio de la historia del culto, que nos permitiría distinguir lo que es esencial y accidental o únicamente decorativo, o ver cuál es el origen de desviaciones y alteraciones. Tendremos en cuenta la historia del culto, pero solo tangencialmente.

Según la tradición reformada y atendiendo a la auténtica tradición católica, los elementos del culto son la palabra de Dios, los sacramentos, las oraciones en sus diversas formas, y los testimonios litúrgicos de la vida comunitaria.

LA PALABRA DE DIOS

Todos los cristianos están de acuerdo en que la Palabra es un elemento esencial e indispensable del culto cristiano. Sin ella, el culto no sería un encuentro vivo y eficaz entre Dios y su pueblo, sino un monólogo o un simple diálogo humano. No sería un milagro: la acción litúrgica eclesial no sería una respuesta, sino una búsqueda ciega, una desesperanza; la eucaristía no sería esa coronación del culto sino, en el mejor de los casos, un misterio sin descifrar, y en el peor, un acto mágico. Si ponemos la palabra de Dios en primer lugar entre los elementos del culto, no es para reducir el culto entero a ella, sino para subrayar que, sin ella, el culto cristiano estaría vacío de su sustancia y no se vería lo que lo distingue de un culto no cristiano.

Todo el culto cristiano está en cierto modo sostenido y llevado por la palabra de Dios: ella es la trama de la liturgia, la luz que ilumina la eucaristía y la que asegura a la feligresía que la presencia de Dios no es una ilusión, sino una realidad. En el culto la palabra de Dios aparece de diversas formas. Peter Bruner ha enunciado seis: la lectura de la sagrada Escritura, la predicación, el anuncio del perdón, el saludo, la bendición y el envío, la salmodia de la iglesia y esas formas de proclamación indirecta de la palabra que son los himnos, las confesiones de fe, las aclamaciones doxológicas y ciertas oraciones como las colectas.

Nos detendremos a continuación más particularmente en las tres formas mayores de la presencia de la palabra de Dios en el culto: la lectura bíblica, la proclamación “litúrgica” de la palabra y la proclamación “profética” de la misma, es decir la predicación. Y como estamos tratando de teología litúrgica y no de teología sistemática, se nos perdonará el no detenernos en una teología de la palabra de Dios.

La proclamación pública de la palabra de Dios

Se trata de una costumbre que la Iglesia tomó del judaísmo (cf Lc 4.16), que conoció un sistema fijo de perícopas que debían leerse a lo largo de los sábados del año. La lectura de la Escritura parece que formaba también parte del culto ordinario de la Iglesia apostólica. Se encuentra ya en Pablo la exhortación a leer sus cartas en las asambleas litúrgicas (cf Col 4.16); es muy probable que el consejo dado a Timoteo (1 Tim 4.13) no se refiera únicamente a las cartas privadas de su compañero de trabajo, sino a la pública (AT, y ¿fragmentos del evangelio?); pues al mismo tiempo le recomienda la exhortación y la enseñanza. No se conocen testimonios que presenten esa lectura como una innovación. Y vamos a ver también que la Iglesia la organizó desde muy pronto.

Algunos piensan que sólo debe leerse la Palabra dentro de la predicación, interpretando el texto bíblico. Esta clericalización del culto confisca la Escritura en favor de los predicadores, únicos capaces en ese caso de darle vida y que suplantan al Espíritu Santo, y condena la posibilidad de eficacia de toda lectura bíblica, y se la despoja de toda promesa de bendición.

Todo esto nos invita a reflexionar sobre lo que sucede cuando se proclama la palabra de Dios por medio de su lectura. Se podría resumir diciendo que se trata de una resurrección de la palabra que se encontraba encerrada en esa prisión de las letras del alfabeto: el evangelio está encerrado en la letra de la Biblia y se le debe librar. No olvidemos que leer la Escritura es introducirse en el momento pascual (cf en esa perspectiva 2 Cor 3.6): vuelve a aparecer el Señor, que es la palabra, para decirnos su voluntad y cómo nos ama, para enseñarnos quién es y quiénes somos, para interpelarnos y hacernos vivir. Pero Cristo no reaparecerá automáticamente.

Lo que se puede arrancar a la Escritura, interpretándola, puede ser también un cadáver, letra muerta. Por eso, tradicionalmente, la lectura bíblica litúrgica está precedida de una epíclesis, de una invocación al Espíritu Santo, para que la palabra resucite en verdad fuera de sus letras y pueda realizar su obra de juicio y de salvación: “en la lectura de la palabra apostólica, aparece el mismo apóstol de Jesucristo, con su testimonio fundamental  para la Iglesia aquí y ahora en el seno de la comunidad, para alimentarla con esta palabra.” (P. Brunner)

Pero ¿qué lectura hacer?, ¿cómo elegirlas, y ¿quién las elegirá? Ahora que la Iglesia ha reconocido el canon de las Escrituras, es decir ahora que está decidido cuáles son los libros que se pueden leer en el culto, es preciso reconocer la formación del canon se debe en gran parte a la lectura litúrgica de la palabra de Dios. Y muestra que la Iglesia tiene todo el derecho de elegir ella misma los textos que quieren ser proclamados en la lectura litúrgica, además de permitirle mostrar lo que estima fundamental para la catequesis cristiana y, por otra parte ejercer un control útil y necesario sobre la enseñanza de los ministros.

Se plantea también el tema de la versión a utilizar. Y ya que no poseemos una “versión autorizada”, podemos dejar libre a cada congregación. Recomendamos, para el uso público, el uso de la Reina Valera Contemporánea, con un lenguaje latinoamericano y caribeño, lo mismo que la Dios Habla Hoy, o la Nueva Versión Internacional. Versiones católicas recomendables para este uso son la Biblia Latinoamericana o El libro del Pueblo de Dios.

¿Es necesario revestir o solemnizar la lectura con palabras introductorias, de conclusión o de unión? Primero, es bueno un cántico de anuncio y preparación de las lecturas bíblicas o que la comunidad responda al AT con un “demos gracias a Dios” o con una antífona; a la epístola con “gloria a ti, Señor” y con “te alabamos, Señor” a la lectura del Evangelio. Y bastará con decir “Lectura de la carta… en el capítulo…” y “de pie para oír el Evangelio”, evitando hacer frases antes o después de cada lectura. Si se sigue esta regla de simplicidad se puede terminar el conjunto de lecturas bíblicas con una fórmula como “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”, o “Señor, ¿a quién iremos sino a ti? Tú tienes palabras de vida eterna”. Y además, como lo hemos dicho, es preciso abrir las lecturas bíblicas con una oración de epíclesis.

Proclamación “pastoral” de la palabra de Dios: saludo, invocación, anuncio del perdón, envío y bendición.

Con este término un poco ambiguo –proclamación pastoral de la palabra– entendemos esos momentos en que el pastor, el predicador laico o el director de la liturgia, por medio de una fórmula bíblica, dan al pueblo el saludo, el anuncio del perdón, el envío y la bendición del Señor.

En esa especie de esquema litúrgico al final del evangelio de Lucas, el Señor resucitado se dirige a sus discípulos con estas palabras: “la paz sea con ustedes” (24.36), come con ellos, les abre el entendimiento para la comprensión de las Escrituras y les encarga anunciar el perdón en el mundo entero (v 47). Y luego “los llevó hasta cerca de Betania, y levantando sus manos los bendijo, mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo (24.50s).

Esto se reproduce en el culto, y por eso contiene el saludo y la bendición y, en ciertas tradiciones litúrgicas, el anuncio del perdón, y todas las liturgias conocen una bendición final, algunas precedidas por el “envío”.

El saludo, seguido de la invocación, es una especie de maranatha, y tiene su lugar más apropiado en el mismo dintel del culto, subrayando que el encuentro litúrgico que va a suceder es una gracia y un anticipo de la presencia divina escatológica. Primero recibimos el saludo de parte de Dios: “Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz” (Rom 1.7) u otra forma análoga. Es Dios quien comienza el dialogo litúrgico. Después invocamos el nombre de Dios. No es la Iglesia la que precede al Señor en la asamblea litúrgica.

El anuncio del perdón fue una herramienta pública de la iglesia reformada para poner fin al confesionario y la penitencia privada (absolución a cargo del sacerdote católico romano). Por lo tanto debe incluir un llamado al arrepentimiento y humillación ante Dios, a riesgo de transformarse en algo declarativo y ligero. Será oportuna alguna expresión posterior de alabanza y gratitud al Dios del perdón y la reconciliación.

La bendición es conocida por todas las liturgias. Como ejemplos de bendiciones, la de Fil 4.7. Calvino, Zwinglio y Lutero eligieron la bendición aaronita (Núm 6.24s), aunque no se trata de una bendición final ideal para el culto cristiano, por no ser una bendición trinitaria.

La bendición final es realizada por la persona oficiante con los brazos levantados y las palmas de las manos vueltas hacia abajo sobre la comunidad. Es un gesto de imposición de manos sobre la comunidad. Otras posibilidades válidas para la bendición final son: a) las personas se bendicen mutuamente, pronunciando una bendición hablada o cantada y, eventualmente, imponiendo las manos unas sobre otras. b) la persona oficiante formula una Bendición trinitaria propia, más trabajada y vinculada con el tema del culto.

En el envío, la persona oficiante impulsa a la comunidad a salir y servir al Señor en el mundo. La comunidad a su vez agradece a Dios por ese encargo. La fórmula clásica del envío es:

¡Vayan en paz y sirvan al Señor!
Demos gracias a Dios.

El envío puede recibir un tratamiento más elaborado con la adición de un versículo bíblico, o con una vinculación más estrecha con el tema del culto.

En próximas entregas seguimos con la proclamación “profética” de la palabra de Dios, la predicación, y en la Santa Cena, las oraciones y los testimonios litúrgicos de la vida comunitaria. Jean Jacques von Allmen, El Culto Cristiano, Sígueme, Salamanca, 1968. Resumen y adapt, GBH.

En el archivo encontrará

  • Orientaciones para la predicación
  • Orientaciones para la acción pastoral
  • Orientaciones para la liturgia del culto comunitario


Esta ha sido una nueva entrega de recursos litúrgicos y pastorales, siguiendo el tiempos de PENTECOSTÉS, de junio a agosto 2021, (Ciclo B). Reedición de 2017-2018 con nuevos materiales, incluyendo sugerencias de recursos musicales.

  • para hermanos y hermanas encargados del ministerio de la Palabra,
  • realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
  • y a encargados y encargadas de la liturgia del culto comunitario.

Cotejando el “Leccionario Común Revisado”, con el leccionario de la IEMA y otros de iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar o extender algunos de los textos y proponemos también otras alternativas.

Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores hasta donde los conocemos, valorando mucho su disponibilidad.

Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”.

Las indicaciones de las fuentes, especialmente las musicales, son:

  • CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
  • CFCanto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
  • HE Himnario Evangélico – Buenos Aires 1963
  • HCN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
  • MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
  • Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
  • Red de Liturgia del CLAI: www.reddeliturgia.org
  • Red Selah: www.webselah.com

Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:

  • DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
  • RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea
  • BJ – Biblia de Jerusalén –Desclée de Brouwer, Bélgica-España
  • NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
  • Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina

Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.



Muchos de los “Recursos” deberán ser adaptados a un lenguaje inclusivo, en adhesión y respeto a las identidades de género que nuestra sensibilidad actual valora. En muchos casos respetamos el género masculino usado por los autores y autoras, que en la inmensa mayoría de los casos no pretendieron imponer una comprensión patriarcal. En nuestros textos optamos por palabras más abarcativas e incluyentes. Casi siempre preferimos alternar el femenino y el masculino, en vez del “los/as” o los “otres”. Pero siéntanse todos y todas en libertad: nunca haremos de esta inclusividad una herramienta de exclusión ni de condena…

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Junio a agosto 2021 (Ciclo B)

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