Nuestra cuaresma y Pascua, la Pasión y la Resurrección
Cuaresma y Pascua, pasión y resurrección de Jesús, son fechas centrales en la tradición cristiana. La cuaresma es el tiempo de reflexión, de arrepentimiento, tiempo de oración y ayuno para muchas confesiones cristianas. La pasión nos recuerda el tiempo del escarnio y la cruz de Cristo, y la Resurrección es la afirmación de la esperanza, del Dios de la vida.
Nuestro pueblo argentino hoy pasa por estos momentos. Solo que el ayuno de cuaresma, para muchos, no es un acto de piedad sino el hambre obligado por una realidad económica que ha beneficiado a pocos en detrimento de los muchos, aumentando la pobreza, especialmente entre los niños y niñas de nuestro país. Es, sin duda, tiempo de arrepentimiento, cuando nos hemos dejado llevar por el odio, el prejuicio, las mentiras y las injusticias. Tiempo de reflexión, para que pensemos modos de vida distintos, que se muestren en el cuidado y la solidaridad con los más vulnerables, en palabras bíblicas, con «el huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero». Tiempo de reflexión también para nuestras iglesias cristianas, especialmente muchas de las iglesias evangélicas, donde el dogmatismo, la exaltación de nombres personales y la tentación del poder y el dinero parecen superponerse a la humildad y servicio al que nos llama nuestro Señor.
En esta Pascua se levantan muchas cruces de sacrificios: son sacrificados los ancianos con jubilaciones y pensiones de miseria, los y las trabajadores despedidos y desocupados, las mujeres que sufren violencia. La agresión, en la calle, en los medios de comunicación y aun en los hogares, está a la orden del dla. Una corrupción que invade todos los signos políticos y aun los tribunales, sacrifica, junto con la ética, la vida democrática, la libertad y la justicia que tanto costo y anhelamos. No son la cruz de la redención sino la artera cruz del escarnio. Son sacrificios, no de la piedad de la fe, sino imposiciones de los dioses de la codicia, de la ambition, de la insensibilidad que no busca salvar a un pueblo, sino que lo hunde en la desesperanza. Es una Pascua dolorosa, invadida de desaliento y tristeza, con todos los signos de la muerte.
Pero también es tiempo de resurrección. Pero no habra resurreccion si ponemos en lugar de Dios al egoísmo, al individualismo, si tomamos por dios al ídolo del mercado, si creemos que nos salvará el dinero de la especulación. El Dios que es capaz de resucitar a nuestro pueblo es el Dios que es amor: el Dios que proclama buenas nuevas a los pobres, que anuncia la justicia, el Dios de la solidaridad que hermana. Es el Dios que no pide sacrificios mas se goza en la misericordia. Un Dios que no se impone desde el grito y la amenaza, sino que llama, a quienes somos creyentes y a quienes no, a vivir en paz y respetarnos mutuamente en nuestra dignidad humana. Es la esperanza compartida, el Dios que nos hace pueblo, el Dios de la vida plena.
Por la Junta Directiva de FAIE
Néstor O. Míguez
Presidente
Ana María Velilla de De Medio
Secretaria