Recursos para la predicación

20 Nov 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 24 NoviembreNov 2024

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Juan 18.33-38a – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

La realeza de Jesús

La escena plantea la cuestión de la realeza de Jesús, detenido como “el Nazareno”, es decir, como pretendiente al trono de David. El tema ha surgido periódicamente a lo largo del evangelio (1.49; 6.15; 12.13). El título “Mesías” indica precisamente al rey de Israel ungido por Dios. Jesús afirma claramente su realeza, que equivale a su misión mesiánica, pero explica que no tiene semejanza alguna con la realeza del “mundo”, pues renuncia en absoluto al uso de la fuerza y tiene por misión dar testimonio de la verdad.

Pilato hace una pregunta extrañada, que sin embargo rehúsa entrar en el fondo de la cuestión. Jesús le explica la diferencia entre su realeza y la de este mundo (el “orden este”). Afirma de nuevo ser rey y define cuál es su misión, lo que provoca el comentario despectivo de Pilato.

Síntesis del comentario

Explica Jesús en esta perícopa la calidad de su mesianismo, tema que se ha ido presentando a lo largo de la narración, y que ha dado lugar a equívocos por parte de los discípulos y de las multitudes.

Condena Jesús todo uso de la violencia como perteneciente “al orden este”, es decir, al mundo injusto enemigo de Dios y del ser humano. Para realizar su obra, el Rey-Mesías no se apoya en la fuerza ni ejerce el dominio; él no tiene guardas ni subordinados; los que lo sigan, lo hará libremente.El Mesías que Dios ofrece a Israel cumplirá las promesas de modo muy superior y diverso al imaginado por la expectación popular. No ocupará el trono, coartando con su poder la libertad de sus súbditos, sino que ofrecerá una vida que, haciendo conocer la verdad sobre Dios y sobre el hombre, los hará libres.

Lectura del texto

18.33 – Pilato entra en su residencia, donde se encuentra en su terreno propio, al abrigo de la presión judía. Hace llamar a Jesús que estaba afuera con sus acusadores.

El hecho de que el batallón haya participado en la captura de Jesús muestra que Pilato sabía quién era y de qué se le acusaba. La insistencia de las autoridades judías le ha impedido esquivar este proceso y quiere informarse de primera mano.

Lo llama “el rey de los judíos”, en lugar de “el rey de Israel”, modo de hablar tradicional (1.49; 12.13). En boca del romano, la denominación “los judíos” indica la diferencia racial y religiosa, la nación como tal, no solo la casta dirigente. Equivalente a “rey de Israel”, el título “el rey de los judíos”, con su determinación (el), designa a un rey conocido, al Mesías, objeto de la expectación popular. La cuestión del mesianismo de Jesús, que se identifica con la de su realeza, y que ha aparecido ya con frecuencia en la narración evangélica, se propone ahora oficialmente.

18.35 –Se consuma con esta entrega el rechazo anunciado desde el prólogo :los suyos no lo acogieron (1.11), donde Jesús anunciaba ya esta “hora” (2.41). Judea, que se niega a hacer caso al Hijo, rechaza quedar bajo la elección privilegiada de Dios, aunque quedará un resto que será integrado en la comunidad del Mesías (19.25-27).

Al descargar la responsabilidad en la nación y los sacerdotes, Pilato quiere rebajar la cuestión de la realeza de Jesús a un asunto interno de los judíos. Los títulos de Jesús no le interesan, pero sí su actividad: ¿Qué has hecho? La pregunta coloca en el contexto de la acusación anterior: un malhechor. Jesús apela directamente a sus obras como credenciales de la legitimidad de su misión mesiánica (5.36; 10.25, 38; 14.11). Pilato, sin embargo, va a considerarlas solamente en cuanto pueden suponer una amenaza para el poder que él representa.

18.36 – El rey que no se apoya en la fuerza.

Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato: ¿Qué has hecho?, sino a la primera: ¿Tú eres el rey de los judíos? Al descartar la realeza que se apoya en la fuerza quedará patente que no pretende ocupar el trono, como podía sugerirlo el título que le han dado: el rey de los judíos.

Afirma claramente su calidad de rey, pero niega tener parecido alguno con los reyes que Pilato conoce. La expresión: La realeza mía no pertenece al orden este, está en paralelo con la que había dicho de sí mismo: yo no pertenezco al orden este (8.23), den un contexto donde inmediatamente después afirma su calidad de Mesías: yo soy lo que soy (8.24b). el orden este, “el mundo”, es el sistema de injusticia, el que oprime al ser humano, y la adhesión a él es el pecado (8.23). Jesús practica el servicio al ser humano y rechaza el poder (6.10, 15); como rey será el Hombre levantado en alto, que dará su vida por salvar al ser humano (12.13,15,32,34; cf. 3.3,5,14). La figura de Jesús, el rey     que no pertenece al orden este, se opone al “jefe del orden este” (12.32; 16.11), personificación del círculo de poder.

37b – Explica Jesús su función como rey, que deriva de la calidad de su realeza; no consiste en dominar o gobernar, al estilo de los reyes de este mundo, sino en dar testimonio de la verdad. Con estas palabras condensa Jesús ante el juez el significado de su vida y tarea.

Yo para esto ha nacido es frase que se relaciona con 3.6,8: del Espíritu nace espíritu … Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu. Jesús ha recibido la plenitud del Espíritu (1,32s), que es el Espíritu de la verdad (14.17; 15.26; 16.13), por eso su misión es dar testimonio de la verdad. Pero la frase está también en relación con varias designaciones utilizadas en el evangelio: el único Dios engendrado (1.18), el Hijo único (1.14; 3.16,18) y más en general, el Hijo de Dios (1.34, etcétera) o simplemente el Hijo (3.35, etc.). Implícitamente se une aquí la idea mesiánica con el Espíritu que habita en Jesús y lo hace Hijo de Dios (1.32-34; 10.36).

Haber venido al mundo es frase que se aplica dos veces a la luz (3.19; 12.46); la segunda vez. Jesús la refiere explícitamente a su persona. La verdad de que da testimonio , que es él mismo (14.6), se identifica, por tanto, con la luz, el resplandor de la vida (1.4).

Juan Mateos y Juan Barreto, biblistas católicos españoles, El Evangelio de Juan, Edic. Cristiandad, Madrid, 1979. Resumen y adaptación del “contenido” y síntesis” del Comentario.


2 Samuel 23.1-7 – Últimas palabras de David – Presentación de Lucía Hernández y Humberto Jiménez

Hay razones para pensar que este poema es antiguo y aún original de David, y no hay muchas objeciones en contra. En la estructura del libro, el oráculo tiene una función conclusiva. David llega al término de su vida. Sus últimas palabras están puestas a continuación del salmo real, como las bendiciones de Moisés siguen a su cántico. Los dos textos han sido puestos intencionalmente uno después del otro. La introducción tiene dos versos que muestran una extraordinaria semejanza con el comienzo del tercer y cuarto oráculo de Balaam (Nm 24) y con las palabras de Agur (Prov 30.1ss).

La primera estrofa, v 1, pone de relieve, con la ayuda de versos paralelos, el estado de David. Sus raíces se hunden en la familia de Yesé, su exaltación viene de Dios, su posición es la de un rey ungido y es un poeta de mucho valor. Cuenta la historia de David, humilde en sus comienzos, como un pastor de ovejas; Dios que lo eligió y su providencia que lo hizo príncipe de Israel y organizador e inspirador de la liturgia del templo. El oráculo hay que leerlo en ese contexto.

El segundo verso indica la comprensión que David tiene de sí mismo: su elección no es de origen humano, sino que viene de Dios. Aquí se habla de David como portavoz de Dios. En David, Dios revela su voluntad y su propósito sobre Israel. En el salmo anterior, el autor habla del orgullo de David, en buen sentido, como de alguien que ha vivido su vida con toda responsabilidad (22.21-25). Lo mismo sucede hoy; el que predica o enseña sabe de la enorme responsabilidad que implica el hecho de tener la mirada de la gente sobre uno mismo, a la espera de una palabra de Dios que pueda iluminarlos en la toma de decisiones sobre sus vidas.

El tercer verso habla de las bases del liderazgo de David: la defensa de la justicia como ideal, aunque la historia muestra que hubo deficiencias; precisamente la rebelión de Absalón tuvo como motivo fallas en la administración de justicia por parte de David. El ideal de todo rey de Israel es tratar a sus súbditos con equidad y justicia y sigue siendo todavía una utopía que inspira a muchos gobernantes.

La comparación de la justicia con el sol es común en el antiguo cercano Oriente. En un himno babilónico se presenta al dios Sol como un juez insobornable. Malaquías habla del sol de justicia (3.20 o 4.2). En ese medio cultural también es muy significativa la imagen de la lluvia.

Este himno, como legado de David, deja una imagen de la monarquía que debe perdurar más que la realidad humana sujeta siempre a fallas y deficiencias: lo humano se queda siempre corto frente a los planes de Dios. En el antiguo oriente el rey era considerado como mediador de salvación, pues por medio de él Dios concedía a su pueblo bienes tanto de orden espiritual como material, pero a condición de que el rey practicase la justicia y la fidelidad (Sal 72).

La quinta estrofa subraya la clave para entender la acción de Dios en David. El que habla ahora no es el Señor sino el cantor, y sus expresiones tienen el carácter de una confesión. El Señor ha mantenido su alianza con David y le ha concedido la salvación.

Con imágenes muy sugestivas el poeta habla de los malvados, que son como el cardo secado por el sol y consumido por el fuego.

Todo el poema es una explicación profética de lo que David fue y realizó. El cap 22 lo expresó en forma poética, a la manera de un salmo; en 23.1-7, este mismo se expresa en forma profética. El salmo y la profecía llevan al Dios que está con David y su proyecto.

Cuando leemos el libro de Samuel, vemos la historia de David, sobre todo, lo que fue su reinado. Este aparece con sombras y fallas, pero cuando pasamos al libro de los Reyes nos asombra ver cómo se presenta a David como el modelo y el criterio según el cual son juzgados los reyes. En estas últimas palabras de David tenemos el mismo efecto. Lo que dice aquí no concuerda con lo que sabemos de David. ¿Cómo conciliar estas discrepancias? La respuesta es que por un lado tenemos el ideal que Yavé propone y el otro la realización humana de ese ideal: la parte humana nunca alcanza a cumplir lo que se proponía. El ideal aparece como una meta lejana que solo Dios puede realizar. Mientas estemos en ese mundo no faltarán las injusticias, las guerras, las desigualdades, la explotación. Entonces, ¿tendremos que perder la esperanza de contemplar el reino en este tierra? En parte sí, porque los seres humanos nunca lograrán plenamente ese cometido. Sin embargo, como con David, Dios está siempre actuando en la historia, no de una manera espectacular, visible, sino dentro mismo de los acontecimientos, en medio de las tragedias, superando el pecado humano, hasta que la historia llegue a su final, donde, a despecho de todos los males, Dios triunfará.

Lucía Hernández y Humberto Jiménez, Los libros de Samuel en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005.


Salmo 132 – La procesión del arca y de las promesas - Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá

El salmo es sustancialmente antiguo, por reflejar la liturgia de la procesión con el arca, desaparecida en tiempos de la colección final; con esta procesión se relaciona la promesa de Natán a David. Alguna liturgia semejante, aunque sin rey y sin arca, se debió celebrar en alguna fiesta postexílica de parte de los peregrinos y por eso se incluyó aquí.

Después de la plegaria inicial por David (1), a la que respondería Dios al final (17), hay un narrador que retoma la historia del arca (6ss, cuando David la va a buscar y la lleva a Jerusalén: 2 Sm 6 y 1 Cr 13); en 132.6 los campos de Jáar son Kiriat Yearim) y el propósito de construirle el templo, que le mereció de Dios la famosa promesa (3-5). La promesa de la descendencia y la elección de Jerusalén se refiere más solemnemente en el centro de la liturgia (11-14), enmarcada con augurios y promesas para sacerdotes y fieles (9 y 16)).

Muchos quedan desconcertados por la idea deuteronomista de la promesa condicionada (malentendida porque el condicionamiento de la Obra dtr se refiere solo a la posibilidad de mantener en el reino también el Norte, separado muy pronto. Pero el salmo no se bloquea por estos prejuicios, porque sigue orando por David (1 y 10) y el oráculo en la parte final sigue garantizando el futuro mesiánico (178s). Esta fe simple de los peregrinos después del exilio es todavía la del actual pueblo creyente de Israel, la que expresa siempre en sus liturgias y sus oraciones.

Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano y colombiano respectivamente en Salmos, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007.


Apocalipsis 1.4-8 – Presentación de Néstor Míguez

es el saludo introductorio para las Cartas a las siete iglesias de Asia, de parte de Dios y de Jesucristo. Para Dios, desarrolla el nombre revelado a Moisés (Ex 3.14) como “aquel que es/está, que era/estaba, y que ha de venir” (v 4 y 8), y como el “principio (alfa) y el fin (omega)” de todas las cosas (v. 8), y presenta a Jesucristo como “testigo fiel”, “primogénito de entre los muertos” y “Príncipe de los reyes de la tierra” que reinará junto con su pueblo constituido en un “reino de sacerdotes” (vv. 5-6).

Análisis

La festividad católico-romana de “Cristo Rey” (es contradictorio que esté en un Leccionario “ecuménico”, porque es una celebración del poder temporal de la Iglesia) hace que se abandone la secuencia de Heb y su use un texto de Ap, y además recortado. El corte es introducido porque quiere apuntar a los títulos reales cristológicos. Veamos algunos detalles.

V. 4b: El saludo de Juan a las iglesias a las que se dirige, no para presentarse él sino para bendecirlas con gracia y paz, presentando al “que es y era y ha de venir”, el alfa y la omega, principio y fin (vs 4 y 8, que comienzan y cierran la presentación con la misma fórmula).

V. 5-6: la descripción de la acción de Cristo se hace mediante calificativos. Jesús es lo que le hemos visto hacer. Es probable que al tiempo de la Escritura de Ap estos títulos ya estuvieran fijados. En algunos casos recuperan tradiciones veterotestamentarias. Esos títulos se trasladan en la consecuencia para nosotros. En tanto Rey, nos transforma en reino, en tanto liberador de los pecados, nos santifica. El texto, como suele ocurrir en Ap se corta por una inserción doxológica.

V. 7: Esa soberanía y dominio eterno se hará visible, aún para quienes lo ignoran. Pero se hará visible también en su debilidad, en su padecimiento. La majestad del que se manifiesta en su poder y gloria plenos no desmiente el padecimiento por el cual accede. Provoca la lamentación de todas las tribus de la tierra.

V.8: Nuevamente se elabora un título, que recoge tradiciones y nombres israelitas de Dios. Estos títulos están vinculadas con la tradición del Éxodo, con la marcha de una nueva liberación.

Comentario

En caso de usar la fecha para hablar del Reinado de Cristo, conviene verlo, entonces, como la expresión de una visión desde el sufrimiento que busca consuelo y certeza de que todo este dolor no es en vano, despojado del aire triunfalista que tiene la festividad en sí. La afirmación del Señorío de Cristo suena muy distinto como afirmación de un anciano exilado que le escribe a Iglesias que están sufriendo persecución hasta el martirio (el caso de Juan en Patmos) que en boca de un Papa que buscaba reafirmar la autoridad de la Iglesia en el mundo secular (la festividad de Cristo Rey fue decretada por el papa León XIII a principios del siglo XX).

Cristo es Señor por su entrega y por el efecto liberador de su ministerio. No es Señor porque ejerce el poder, sino porque mostró su dignidad desde el no-poder. En la historia humana aparece como “el cordero degollado”, y solo al final se revelará como el jinete victorioso de la espada de doble filo. Por eso el primer título se refiere a la fidelidad de su testimonio, o, en otros términos, a la integridad de su martirio. Si se predica sobre esos textos es una oportunidad para mostrar que los “poderes frágiles” del amor, la entrega, la integridad, son más fuertes que los “poderes duros” de la imposición. Ese es el modo de la realeza de Cristo.

Néstor Míguez, teólogo y biblista metodista argentino en Encuentros Exegético-Homiléticos 8, ISEDET, Buenos Aires, noviembre 2000.


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