Recursos para la predicación

04 Jul 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 21 JulioJul 2024

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Marcos 6.30-34 y 53-56 – Presentación de Ricardo Pïetrantonio

La enseñanza a las ovejas sin pastor y la alimentación de los cinco mil (Mt 14.13-21; Lc 9.10-17; Jn 6.1-14)

Marcos reanuda aquí el relato que había cesado en el v. 13. Como resultado de la actividad de los doce, venían nuevas gentes a Jesús, tanto que a los discípulos “ni tiempo les dejaban para comer” (31). Fue el cuidado por ellos y no el temor de los aviesos propósitos de Herodes, lo que movió a Jesús a llevárselos en una barca a un lugar desierto (32) para poder descansar. Pero las multitudes descubrieron desde la orilla la dirección que habían tomado y, adónde iban, les seguían a pie. La presencia de la muchedumbre hizo que Jesús sintiera piedad de ellos (34) “porque eran como ovejas sin pastor”, cf. Ez 34.5.

El Pastor alimenta a sus ovejas no sólo con pan

6.30–34. Jesús cuida a las ovejas al modo del cuidado de Dios para su pueblo en Ezequiel 34.5, 15; este cuidado se expresa igualmente al proporcionar una enseñanza sana y sólida (cf. Ez 34.4; Jer 23; Núm 27.17). Hay que tener cuidado de que el dar de comer no se transforme en una mala enseñanza, como ser la dependencia, el clientelismo, el endiosamiento del proveedor, la idolatría del “hombre”.

La fórmula habitual de bendición era “Bendito seas tú, Yavé Dios nuestro, rey del universo, que hiciste que la tierra produjese pan”. Partió los panes e iba dando a los discípulos para que estos los pusieran delante de la gente y Él mismo repartió los peces entre todos. Comieron todos y se saciaron. Luego juntaron los restos en doce cestas llenas (¿para alimentar a Israel?).

“Las ovejas sin pastor” refleja una imagen del AT sobre Israel (Núm 27.17; 1 Rey 22.17; Ez 34.5) e introduce uno de los varios motivos del AT que aparecen en la historia siguiente. Pone el milagro en el enfoque de Jesús como el buen pastor, las promesas escatológicas para pastorear y que alimenta las ovejas (cf. Ez 34.23: “yo prepararé para ellos un pastor, mi sirviente David, y él los alimentará: él los alimentará y será su pastor”). Esta perspectiva puede bien sostener la clave cristológica en esta historia del milagro en que Jesús mantiene comida y compañerismo de mesa con la multitud.

“Y él empezó a enseñarles” muy probablemente es la nota redaccional de Marcos para acentuar de nuevo a Jesús en su papel de maestro, particularmente dentro del contexto de su ministerio de curación y de exorcismo (cf. 1.21-27; 6.2-3), y apunta a la percepción de Marcos sobre el papel didáctico de Jesús en el ministerio total. Uno podría asumir que las muchedumbres habían venido a ver y a oír a Jesús y que él había cumplido sus deseos.

El v. 52, sin embargo, quita toda ambigüedad sobre los discípulos: revela su fracaso para comprender el evento principal en esta historia. La compasión de Jesús se revela en su actitud no clientelística de ganar prestigio por los “hechos” sino en enseñar para que la liberación sea completa.

6.53-56. Las muchedumbres buscan la curación

Llevando a enfermos en sus esteras o tocando el manto de Jesús, alude a expresiones más tempranas de fe (vea 2.3-5; 5.27-29). Evidencias de antiguas urnas curativas mediterráneas sugieren que una vez que alguien se sanaba de una manera particular o por un lugar particular, otros intentaban a menudo tratar de sanarse por el mismo método.

6.45-56. El Señor de la naturaleza va más allá del milagro (ver Mt 14.22-33).

Al desembarcar, Jesús se encontró con una multitud de gente trayéndole sus enfermos para ser sanados. La fe de estas personas era como la de la mujer con el flujo de sangre; sólo pedían poder tocar el borde de su manto, porque sabían y creían que él podría sanarlos. A veces los cristianos más sencillos pueden ver de inmediato las verdades espirituales a las cuales los teólogos son ciegos.

La explicación

Este informe es un resumen muy probablemente del redactor de una colección de milagros. Ambos resúmenes acentúan la presión de las muchedumbres para traer sus enfermos a Jesús para encontrar sanación.

Sin embargo, si bien hay muchos milagros y curaciones el acento está colocado en la enseñanza que esas obras traen para los necesitados y para aquellos que tienen que ejercer el ministerio. Los milagros apuntan a la persona de Jesús. Y la alimentación (6.32-44) retrata a Jesús como el Pastor prometido que alimenta al Pueblo de Dios (6.34).

Marcos reconoce este punto en la colección de los milagros. Utilizando una gran parte del ciclo de milagros en una sección que pone énfasis en el Jesús que enseña (3.20–4.34), agregando el motivo de Jesús que enseña en 6.34b e introduciendo tanto “las obras poderosas” de Jesús y su “enseñanza” en la escena en Nazaret (6.1-6a), el evangelista muestra quién es él realmente (cf. 1.21-28). Jesús formula “las buenas noticias de Dios,” la venida del soberano como regla en su ministerio (1.14-15). Y Marcos (6.1-6a), también reconoce el papel esencial que la fe jugó en Jesús: el necesitado, un motivo que él encontró en su tradición (por ejemplo, 5.34, 36).

No obstante, usando este resumen como otra historia del milagro que apunta al enfermo y al necesitado, el evangelista pone su énfasis contrastandocon los discípulos a quienes él simplemente ha pintado como no comprendiendo a Jesús y a su ministerio (6.52). El evangelista de ninguna manera implica que la fe de aquellos que buscan a Jesús para sanarse es inadecuada, limitada a su fascinación con lo milagroso. Pero especialmente se dirige a quienes Jesús había seleccionado para acompañarlo y compartir su ministerio.

Ricardo Pïetrantonio, biblista luterano (IELU) argentino, en Estudio Exegético-Homilético 40, ISEDET, julio 2003. Resumen de GB.


2 Samuel 7.1-11, 16 (cf. 1 Cro 17) – Presentación de Álvaro Michelin Salomón

Los exegetas han reconocido en 1 Sa la confluencia y combinación histórico-teológica de dos corrientes contrapuestas: la monárquica y la anti-monárquica. La corriente monárquica queda representada en 1 Sa 9; 10.1-16; 11. La corriente antimonárquica, por su parte, se refleja en 1 Sa 8; 10.17-24; 12.

Con respecto al templo, hay asimismo dos versiones histórico-teológicas un tanto diversas entre 2 Sa y 1 Cro.

V. 1 – Bait: casa, templo, y por extensión, dinastía (de David). El rey David tenía su casa pero el Señor aún no. El cofre o arca del pacto había sido recuperado del poder de los filisteos (cap.6; cf. 1 Cro 15--16). David había sido proclamado anteriormente rey sobre Judá (sur) (cap.2) y sobre Israel (norte) (cap.5). David había tomado la ciudad de los jebuseos, Jerusalén, y en ella reinará (5.6-10). Construyó en ella murallas y el palacio real (5.9-12). Es entonces que David vence a los filisteos y recupera el arca del pacto, “…el arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los ejércitos, que tiene su trono entre los querubines” (6.2).

V. 2 - Después de estos acontecimientos el rey David entiende que es necesario que Yavé tenga su propio templo. El arca del pacto merece estar en un recinto decoroso, así como el rey habita en una mansión de cedro. El arca contenía el Decálogo (Ex 24.12; 25.10-22; Dt 10.1-5), el cual era y es el fundamento de la religión y ética de Israel (Ex 20.1-17; Dt 5.1-21).

David consulta al profeta Natán como consejero frente a tan importante asunto. No da lo mismo tener un templo que no tenerlo, porque, de alguna manera, el templo muestra de manera visible la religión de un pueblo. Y si la construcción es importante y majestuosa, el edificio se convierte en símbolo de poder y reinado. En la historia y teología proporcionadas por el autor de los libros de Crónicas es el propio David el encargado de organizar todos los preparativos para la construcción del templo, la cual finalmente llevará adelante su hijo Salomón (1 Cro 22-29; 2 Cro 2-7).

V. 3 – La respuesta del profeta Natán es tranquilizadora para David: éste debe seguir el deseo de su corazón y tener la certeza de la compañía de Dios.

V. 4-7 – El juego con los diversos significados de la palabra bayt (casa, templo, dinastía, descendencia) hace posible una fina ironía en este episodio de 2 Sm.7 referido, por un lado, a la futura construcción del templo en Jerusalén, y por otro a la descendencia davídica. En los vv.12-15 hay una referencia al futuro rey Salomón, sin nombrarlo, quien será el encargado de ejecutar el anhelo de su padre David. Después, vv.16ss, continúa la argumentación sobre la descendencia de David, tanto de parte del profeta Natán, portavoz de Yavé (v.16), como del rey David en su alabanza y reconocimiento a Dios (vv.18-29).

En 2 Sa 7.4-7 se ve una línea anti-templo, según la cual no sería necesario que Yavé tuviera su local propio de culto, ya que desde el tiempo de la liberación y salida de Egipto hasta los días de David, el Dios de Israel no contó con una casa estable (dos siglos y medio de historia). Ello se complementa con la ironía y cambio de sentido del término bayt en el v.13, según el cual será el propio Dios quien le edificará una “casa” (dinastía, descendencia) a David. Al deseo constructor de David, Yavé, mediante su profeta Natán, le contrapone la “construcción” de la dinastía monárquica. Hay quien interpreta que esta línea anti-templo quería manifestar la libertad de Yavé y lo inadecuado de querer “fijarlo” en un solo lugar, por más representativo que éste fuera (p.ej. W. Brueggemann).

V. 8-11 – Aquí Natán le recuerda a David su llamamiento por parte de Dios (1 Sa 16), así como la compañía divina en sus emprendimientos (p.ej. 1 Sa 18). Le promete asimismo la continuidad de la tierra para el pueblo y la perpetuidad de la memoria histórica de David como rey pionero en la sucesión monárquica.

V. 16 - Esta promesa de permanencia de la dinastía davídica atraviesa los siglos, pasando por el exilio en Babilonia, llegando a Judá con el regreso para la reconstrucción de Jerusalén, de su templo y otras localidades de Judá; se proyecta a través de los tiempos de los imperios persa y griego, y toma fuerza en el tiempo del NT. La promesa de la restauración mesiánica se manifiesta en los salmos (p.ej. Sal 89; 2; 110) y en los profetas (como Is 9.6-7; 11.1-10). Esta esperanza se transforma en la espera del Mesías. Y el NT se expresará de innumerables maneras para contar, describir y explicar con narraciones y títulos el significado de la persona de Jesús de Nazaret para hebreos y gentiles, como Mesías y Salvador, como Hijo de Dios y Señor, como heredero de las promesas a David y dador del Espíritu Santo.

Hacia la predicación

  1. Se pueden combinar, p.ej., los textos de Lc 1.26-38 y 2 Sa 7.1-11, 16, estableciendo una continuidad histórico-teológica entre el AT y el NT, continuidad que viene centralizada en la persona de Jesús.
  2. También podemos encontrar una veta de predicación en la temática de la oración, a saber, nuestro diálogo con Dios, el cual incluye nuestros deseos y la voluntad de Dios, los cuales no siempre coinciden. David quería construir un templo pero la edificación no la podrá dirigir él personalmente; será un hijo suyo el responsable de llevarla a cabo. Podemos tener planes y buena disposición para ejecutarlos, pero tal vez Dios nos esté indicando (consejeros mediante, como Natán) que debemos reformularlos o no quedarnos a-críticamente con una postura cerrada e inamovible. Ello se puede vincular con nuestras vocaciones personales, o el desarrollo de una tarea concreta, o con una perspectiva de futuro, o con la programación de actividades en la iglesia, o inclusive en el desarrollo de políticas de Estado (una cosa es la formulación de la programación y otra la ejecución misma del plan).
  3. Aunque parezca obvio, lo remarco: la historia bíblica muestra la compañía de Dios a su pueblo a través de los siglos y en los más diversos escenarios geográficos y políticos. El NT bebe de esa fuente y ha asumido que Jesucristo manifiesta la compañía y el poder de Dios también fuera de Israel.
  4. Otra línea interpretativa es la que encontramos en la persona del profeta Natán, como responsable de orientar a su autoridad política desde varias perspectivas, al menos éstas: la histórico-teológica de Israel como anticipo del Pueblo de Dios; la de la vocación de servicio a la cual fue llamado David para ejercer el reinado; y la perspectiva de futuro, de acuerdo a la memoria permanente de Israel como pueblo gracias al acompañamiento de Dios. Natán viene a ser un símbolo de la actividad profética de la iglesia. Política y teología se unen en un proyecto común pero no de manera acrítica, ni para que se confunda la actividad del rey con la voluntad de Dios, lo cual sería absolutismo monárquico. El proyecto común es, en todo caso, para poner al pueblo y su gobierno en la perspectiva profética y mesiánica de un futuro bendecido por Dios, ¡y bajo el juicio y la justicia de Dios también! (vv.14-15).
Álvaro Michelin Salomón, biblista valdense, en Estudio Exegético–Homilético 105, ISEDET, Buenos Aires, Diciembre de 2008


Salmo 89 – presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá

Estamos frente a un gran salmo mesiánico que concluye el apéndice del salterio Elohista y también el tercer libro de los Salmos. Recordemos que el v 52 es la doxología que encontramos al final de los cuatro primeros libros del salterio. El mesianismo en el Sal 89 está expresado de manera pesimista y esta plegaria presentada en forma individual y no colectiva, al final llega a ser una lamentación después de haber sido un himno.

Después de recordar al comienzo la promesa de Natán a David (1-4), se alaba la grandeza y la potencia de Dios sobre los dioses y en el universo (5-14), alabanza que concluye hablando el pueblo que tiene el orgullo de reconocer a este Dios como su Rey (15-18).

La segunda etapa de la plegaria, la más larga y central, es la presentación de la promesa de Natán (20-38) indicada como tema central desde el comienzo.

La tercera etapa, la conclusiva, es la lamentación por el desastre de la monarquía.

Gran síntesis mesiánica

No obstante la situación lamentada, el autor ha sabido reunir y transmitir partes elocuentes de la teología mesiánica.

6-18: La primera, la más antigua, nos permite una mirada sobre la antigua ideología real, que se remonta a los primeros tiempos de la monarquía y más allá. Himnos parecidos eran comunes en los templos de los reyes cananeos. Las dos etapas de la plegaria (5-18 y 19-37) están unidas y podrían inclinarnos a dividir el salmo simplemente en alabanza y lamentación. Pero el argumento del pueblo (15-18) es ya característico de Israel y posterior a la parte precedente, que recuerda la plegaria de David en 2 Sm 7.

19-37: Igualmente típica de Israel es la descripción de la profecía de Natán, aquí presentada como incondicionada. Podemos recordar, en cambio, la formulación condicionada del Sal 132. Pero veremos a su tiempo que el condicionamiento de la promesa a causa de los pecados, de los reyes o de Israel, puede ser entendido en un sentido no opuesto al de nuestro salmo. Aquí, de todos modos, el pacto divino (berit, ver 4, 29,35), entendido como promesa a David, es considerado indefectible. Y esto es lo que permite a la siguiente lamentación no ser desesperada.

La promesa o pacto puede ser descrita  también por la persona a quien debemos atribuir sustancialmente nuestro salmo, pero las ideas son ciertamente de la época monárquica. También la Hesed (gracia/amor), punto fundamental del salmo (3s,14,24,28,33,49), aquí claramente davídica, de marca monárquica antigua.

38-52: ¿Cuándo debemos fechar el lamento primitivo y por lo tanto la composición del salmo? Si quitamos la parte final del lamento (49-51), parece que se puede hacer iniciar ya después de la muerte de Josías (609 aC). 2 Cr 35.25 nos dice que se hicieron lamentaciones por su muerte y que esto se hizo una costumbre en Israel. Tal vez el lamento fue modificado a medida que se repetía y que la situación empeoraba.

La parte final, constituida por reflexiones pesimistas sobre la naturaleza humana (47s) y la petición para que Dios cancele el oprobio sufrido ahora por la comunidad, se pone en sintonía con los salmos de Asaf.

Lectura cristiana

Una esperanza mesiánica que no muera ni siquiera ante la ruina de la monarquía llega a ser clara para nosotros los cristianos: es la del Mesías muerto y resucitado. Muchos de nuestros hermanos hebreos, que no aceptan un Mesías sufriente, se sienten en dificultad frente al Sal 89. ¿Cuándo llegará el momento en que llorarán por el traspasado? La profecía de Zac 12.10s se está tal vez realizando, no solo con el llanto del Israel antiguo arrasado ni con el Israel arrasador de hoy con Gaza, El llanto de Auschwitz y el llanto del pueblo palestino debería tener una gran y consoladora conclusión. Pero también nosotros deberíamos llorar más para acompañar mejor ese llanto sobre todos los muertos y los males del mundo, que el Mesías traspasado ha querido tomar sobre sí, en la esperanza de un nuevo pueblo mesiánico donde no hay judío ni griego, ni ruso ni ucraniano.

Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano uno y colombiano el otro, en Salmos, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007.


Efesios 2.13-22 – Presentación de Romeu Ruben Martini

Enfrentamos estos textos después de un tiempo de larga pandemia, en esta “calma” de nuestra vida comunitaria, todavía con dificultades para reunirnos, tiempos monótonos, incluso tiempos de mucha enfermedad y muerte. Pero son tiempos de cuidarnos, de comunicarnos, de vacunarnos, de preparar encuentros virtuales y algunos presenciales, tiempos de ayudar a los que necesitan nuestro servicio y nuestra presencia. Son tiempos de encontrar rumbos, de dejar atrás marchas circulares, ensimismadas, lentas, dormidas…

Los textos previstos para este duodécimo domingo de Pentecostés, y especialmente este de la carta a los Efesios parece llamarnos la atención con su primera expresión (v 13), “pero ahora”, como indicando que el autor de la carta nos dice: “Vamos, gente, arriba el ánimo. Estamos en otra. Pasó el tiempo de estar “sin Dios y sin esperanza en el mundo” (v 12). Una primera lectura ya parece decirnos que el autor nos alerta sobre el peligro de quedar sin rumbo.

Aunque los otros dos textos parecieran corroborar esta sensación de no saber adónde ir. El profeta habla de un tiempo en que el pueblo está destruido, disperso. Marcos presenta a Jesús confrontándose con un cuadro desolador. Pero eso es solo un lado de la moneda. Hay otro.

Porque así como Jeremías no dejó de anunciar la esperanza (y qué esperanza!), como Jesús no dejó de enfrentar la situación (Mc 6.34: “y comenzó a enseñarles muchas cosas”), el autor de Efesios trata de sustituir las tablas podridas por el tiempo en esa edificación (vs 20 y 21) y destaca que ese pueblo es parte de la “familia de Dios” (v 19). Para comenzar, alude a la entrega de Jesús, “por la sangre que él derramó” (v 13), y nos llama a renovar el tiempo de movimiento continuo, de renovación y de acción.

El “ahora” (2.13) se contrapone al “en otro tiempo” (vs 2,3,11), y esa antítesis se registra en todo el capítulo (ahora por antes, uno por ambos, paz por ley, ciudadanos por extranjeros y peregrinos). Lo que determinó la vida de los oyentes y lectores “en otro tiempo” puede ser resumido en la expresión “cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados” (v 5).Y eso se contrapone al “ahora”, “ya” (v 19), “ustedes se unen” (v 22).

El impulso, el punto de partida, la base para la argumentación está en el v 13. El trastrueque entre el antes y el ahora es el acontecimiento de la cruz: la sangre de Cristo. Y la perícopa enfatiza los frutos de la obra redentora de Cristo. Paredes de enemistad entre judíos y gentiles caerán (v 14). Lo determinante no es una acción lograda por la ley. En la comunidad cristiana existe un hombre o mujer nueva (v 15), impulsados por la libertad, fruto de la asimilación de la gracia de Dios. Y tenemos ahí un primer resumen: la sangre de Cristo disuelve o funde las divisiones (lo que reporta a Is 2.4!). Lo que antes separaba (enemistad) se diluye en la sangre de (por medio de la cruz), en un nuevo cuerpo (v 16).

Retomando el origen de la propia comunidad como fruto de la predicación, del anuncio de la paz y de la nueva unidad (vs 17-18), se ha ido el tiempo de vivir desarraigados, sin saber de dónde vienen ni adónde van. El texto llama a tomar conciencia de que ahora existe un espíritu de pertenencia: somos familia (v 19), y la iglesia es un edificio. Aunque advertimos que es un edificio no acabado, pues tiene vida y “crece” (v 21). Ello es posible porque su base no es de cemento, sino la enseñanza de los apóstoles y los profetas, y en verdad del propio Cristo. Y esa Iglesia, en proceso de construcción (siempre en reforma!), es lugar de morada del mismo Dios (v 22).

Se hace un fuerte énfasis en el llamado a la unidad de quienes integran la Iglesia. Hay un llamado insistente a que la Iglesia tome conciencia de aquello que une a quienes estaban desparramados y separados. Y por cierto, no es unidad en torno a la tradición, ni a la etnia ni a la proximidad geográfica: es unidad en la entrega de amor de Jesucristo.

Romeu Ruben Martini, pastoralista luterano brasileño en Proclamar Libertacao 22, Edit. Sinodal, Sao Leopoldo, Brasil, 1997. Trad y adaptación de GBH


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