Recursos para la predicación

15 Abr 2024
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Recursos para la predicación 12 MayoMay 2024

Blanco


Evangelio de Juan 17 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

El acontecimiento salvador es la muerte de Jesús, un hecho que sucede en la historia y que revela en primer lugar lo que es Dios, amor total y gratuito al ser humano; a esta realidad de Dios corresponde el nuevo nombre de “Padre” (17.1, 24).

Revela al mismo tiempo lo que es el hombre, es decir, el proyecto de Dios sobre él: que sea, como es el Padre, don gratuito y total de sí a los demás (17.1, 26), haciéndose así “hijo” o “hija”.

La unidad

Del hecho de la muerte por amor al ser humano, que identifica a Jesús con el Padre, nace la petición principal de su oración, a la que todas las otras se subordinan, la unidad perfecta entre los suyos, que todos sean uno (17.11, 21, 23). Esa unidad realiza a los discípulos (17.23).

Las otras afirmaciones o peticiones de Jesús expresan los presupuestos que permiten alcanzar esa unidad; tales son la entrega del mensaje (17.14), la consagración con la verdad (17.17) y la comunicación de la gloria-amor (17.1), tiene por objetivo dar vida definitiva, que se identifica con el conocimiento propio de los hijos, efecto del Espíritu (= amor, gloria) comunicado (17.2-3). Todas estas formulaciones describen una misma realidad: la capacitación de los discípulos para hacerse hijos de Dios (1.12) por la comunicación del Espíritu (1.13: nacer de nuevo; cf 1.14,32; 3.5s; 7.37-39),que es la gloria (1.14, 32), el amor leal (1.14, 16, 17), el mensaje (17.17) y el principio de vida (6.63).

Juan Mateos y Juan Barreto, El evangelio de Juan,Edic. Cristiandad, Madrid, 1979, en las “Síntesis” del comentario del texto aludido, pp. 728-729.


Evangelio de Juan 17.6-19 – Presentación de Pablo R. Andiñach

Todo el cap. 17 es tenido como una oración donde Jesús pide por los creyentes y hace explícita su voluntad de protegerlos e invitarlos a una vida junto a él más allá de las limitaciones terrenales. Es también parte de un estilo muy semita de hablar y escribir en el que se recurre a la repetición de ciertas palabras y frases una y otra vez a fin de fortalecer el mensaje y recalcar los puntos centrales. Era una cultura donde la transmisión de los conocimientos y enseñanzas se hacía más por el discurso hablado que por la letra escrita.

1) El nombre revelado

En el v. 6 Jesús dice que ha “manifestado tu nombre”. Si tenemos en cuenta que en la tradición judía el nombre era representante de lo que era una persona o lugar en sentido profundo y esencial, decir “manifestar tu nombre” significa dar a conocer a Dios mismo. En aquellos tiempos el nombre de Dios se expresaba libremente como una forma de certificar quién era el Señor de ese pueblo. De hecho el nombre dado a Moisés en el monte sagrado significa “yo soy el que estoy, el que acompaña”.

Pero en el tiempo de Jesús se había creado una tradición que omitía nombrar a Dios y que eludía su pronunciación reemplazándolo por “el Señor” con el argumento de que no debía nombrarse a la divinidad en vano. Así se había alejado el nombre de Dios (y su misma esencia) del habla y la vida cotidiana. Por temor a utilizarlo mal se había abandonado totalmente su uso. Y en el nivel de la palabra oral se había transformado el Dios amistoso, compañero, siempre presente en un Dios innombrable, lejano, al que había que temer.

Jesús anuncia que él ha venido a volver a colocar el nombre de Dios en el medio de la vida y el lenguaje de las personas de su tiempo. Como en tantas otras cosas Jesús viene a rescatar un vínculo que se había perdido por la acción humana. Podríamos describir este proceso de la siguiente manera:

  1. Dios se da a conocer libremente (Abraham, Moisés, profetas…)
  2. Israel (la humanidad) teme pronunciar el nombre de Dios y lo destierra de su vocabulario.
  3. Israel (quizás sin desearlo) se aleja de Dios y va desconociendo (olvidando) su verdadero nombre.
  4. Se crean en reemplazo de Dios otros ídolos que lo sustituyen piadosamente: reglas alimenticias, calendarios religiosos rígidos, leyes sanitarias que inhiben de una buena relación con Dios a los enfermos, etc.
  5. Dios queda relegado al círculo de los sacerdotes, eruditos, y al de los poderosos que utilizan su nombre (sin nombrarlo) para sus propios intereses en detrimento de las mayorías.
  6. Para cuando llega Jesús Dios es el desconocido, el innombrable, aquel al que no podía invocarse por su nombre.

Cuando Jesús dice que manifiesta el nombre de Dios lo que está haciendo en poniendo en claro quién es este Dios a quien sus antepasados adoraban y sus hermanos y hermanas adoran pero no nombran. En un sentido es volver a presentar al Dios en el que ya creían pero del que habían olvidado quien era.

2. Hacia la predicación

Hoy decimos y escribimos el Señor, o Yavé, o Jehová, sin miedo y abiertamente. No abogamos por volver a omitir su nombre de nuestro vocabulario, pero debemos admitir que se lo nombra en vano más de lo que deberíamos aceptar: se justifican guerras en su nombre, se planifican maldades bajo su supuesta protección, se miente y se bastardea el nombre de Dios transformándolo en un objeto de uso a la medida de las intenciones del que habla. Pero la solución a todo esto no reside en prohibir su nombre sino en nombrarlo en lo que realmente es. Hay que dejar que fluya su nombre sin segundas intenciones ni manipulaciones espurias.

Esa fue la estrategia de Jesús: antes que eliminarlo lo “manifestó” en toda su dimensión. En las palabras de Jesús Dios es siempre el protector, el que envía a una misión, el que acompaña y espera, el que exalta a aquellos que los demás desprecian. Dios confía en nosotros y es más un amigo que un juez, se muestra más como sostenedor en nuestras debilidades que como un patrón exigente ante nuestras faltas. En Jesús Dios reconstruye el vínculo roto por el pecado y nos da una nueva oportunidad de vivir la fe de cara a él y al prójimo.

¿Dónde estamos hoy respecto a la relación con Dios, en nuestras relaciones sociales y personales?Es probable que no estamos lejos de las prácticas en tiempos en Jesús. Hoy también necesitamos que a través de su Palabra se nos manifieste la verdad de Dios, sin tapujos ni dobleces.Proponemos entonces organizar la predicación de acuerdo a los siguientes puntos:

  1. ¿Qué significa manifestar el nombre de Dios?
  2. Las razones para que no se nombrara en tiempos de Jesús.
  3. ¿Con qué sentido se lo nombra hoy? ¿Hacemos justicia a su nombre cuando lo nombramos?
  4. El contenido que Jesús da al nombre de Dios.
  5. ¿Cuál es nuestra tarea como actuales manifestadores del nombre de Dios?
Pablo R. Andiñach, en Estudios Exegético-Homiléticos 39, ISEDET, junio 2003. Resumen de GB.


Hechos de los Apóstoles 1.12-26 – Presentación de Pablo Richard

Ubicamos la lectura sobre el movimiento de Jesús en Jerusalén, o sea la comunidad de los Hebreos, conducidos por los doce apóstoles (años 30-32 dC), leyendo un sumario sobre la comunidad antes de Pentecostés (1.12-14) y la constitución de los Doce (1.15-26). La sección completa comprende la narración de Pentecostés (2.1-41), y un nuevo sumario (2.42-47), sobre la comunidad después de Pentecostés.

1.12-14 – La comunidad antes de Pentecostés

El texto ubica el lugar donde está el grupo de los “Galileos”: “volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los olivos… y cuando llegaron subieron a la estancia superior donde vivían”. Primera noticia en los Hch de que el grupo estaba fuera de Jerusalén y que la ascensión se dio en el monte de los olivos. El único dato anterior lo tenemos en Lc 24.50-52, que es un agregado posterior cuando el evangelio se separó de Hch. Allí se dice que la ascensión fue cerca de Betania. Este pueblo está un poco más de tres kilómetros al este de Jerusalén.

Se nos informa que el Monte de los olivos está a menos de un kilómetro: “un camino sabático”. Se usa el término sacro “Ierousalem” y no la designación neutra de “Ierosólima”. El nombre sacro refiere a Jerusalén como ciudad santa, lugar del Templo y de la institucionalidad judía; la designación neutra de “Ierosólima” es puramente geográfica. En Lc 24.50 Jesús “los sacó” fuera de Jerusalén (nombre sacro), dando a entender que los liberó de la institucionalidad judía. Si leemos 1.12-13 quedamos con la impresión de que el grupo de los galileos regresa al Templo, a la Ley y a la institucionalidad judía. En este contexto es una impresión negativa. Pero es ahí el primer lugar donde tiene que dar testimonio (“serán mis testigos en Jerusalén”, 1.8).

¿Quiénes están reunidos? Ya habíamos dicho que en Lc 24 y Hch 1-2 se trata de un grupo grande: “los 11 y todos los demás” (Lc 24.9,33), lo que incluye al grupo de las mujeres, los dos discípulos de Emaús y otros. Solo el texto de Hch 1.1-5) es restrictivo, donde aparecen solo los apóstoles. Ahora es el grupo grande, “unos 120” (1.15), los mismos de 1.6 que son llamados “Galileos” en 1.11. en esta comunidad de 120 galileos Lucas destaca a los 11 apóstoles (enumerados por sus nombres) que aparecen “en compañía de algunas mujeres , María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Estos hermanos de Jesús aparecen el Lc 8.19-20, donde Lucas conscientemente corrige el texto de Marcos, que hace una presentación negativa de estos hermanos, como no discípulos, los que están fuera, los que lo consideran loco (Mt 3.20-21, 31-35); en la misma línea negativa está Jn 7.1-10 (“ni siquiera sus hermanos creían en él…” En Hch no aparecen más estos hermanos de Jesús, mencionados aquí como grupo, pero sí aparece uno de ellos, Jacobo, que desempeñará un papel importante en la iglesia de Jerusalén (Hch 12.17; 15.13; 21.18). Es posible que estos tres grupos, ahora reunidos, tuvieran teologías y estrategias diferentes, pero por el momento Lc insiste en que “perseveraban en la oración con un mismo espíritu”.

1.15-26. Constitución de los doce apóstoles

El relato comienza definiendo el tiempo y los actores (v 15). Tiempo: “uno de aquellos días”, es decir, después de la ascensión/(exaltación de Jesús y antes de la venida del Espíritu en Pentecostés. Pedro se levanta y pronuncia su discurso en medio de una asamblea constituida por 120 miembros, reunida allí “con un mismo propósito”. El número legal para elegir un consejo o sanedrín que representara a Israel era justamente 120.

El argumento de Pedro en su discurso es el cumplimiento de dos citas bíblicas, que Lucas reconstruye para interpretar la realidad de la elección de un sucesor de Judas. La primera cita está tomada del Salmo 69.24-25, donde una maldición contra los enemigos del justo pide que la habitación de ellos quede desierta, lo cual no permite autorizar la elección de un sustituto. Por eso Lucas cita otro texto, el Salmo 109.8, donde la maldición contra el impío consiste en que sus días sean pocos y otro ocupe su “oficio” (traduciendo el gr episcopé, quizás aludiendo a la realidad posterior de los epíscopos = obispos. Los textos que cita Pedro no hacen alusión a la traición y muerte de Judas, sino a la necesidad de elegir a alguien que lo sustituya. Además la información que transmite Pedro sobre la muerte de Judas difiere de la de Mateo (27.3-10). Aquí Judas no muere ahorcado, sino cayendo de cabeza: Judas compra un campo con el precio de su iniquidad y se estrella allí, donde revienta cuando cae de cabeza, y por eso se llama “campo de sangre”.

En la segunda parte del discurso (vs 21-22) Pedro pone las condiciones que debe tener el candidato para sustituir a Judas. Pedro llama al puesto que debe ser ocupado: “parte de este ministerio”, vs 17; o “parte de este ministerio y apostolado”, vs 25.

Las condiciones que pone Pedro son dos: 1) Debe ser un varón. Pedro dice literalmente “uno de los varones que anduvieron con nosotros”, usando aner y no anthropos, que podría ser inclusivo. Pedro así excluye a las mujeres, que estaban presentes en la asamblea. 2) debe ser uno de los discípulos que estuvieron con Jesús desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión. Con esto Pedro también excluye, hacia atrás, a los hermanos de Jesús (y entre ellos a Jacobo), que también estaban presentes en la asamblea. Estos no fueron discípulos de la primera hora; todo lo contrario, al comienzo no creyeron en él. Pero también excluye, hacia delante, a todos los que después tendrán una experiencia de Jesús resucitado (como Esteban, Pablo y tantos otros).

Solo quien cumpla estas dos condiciones puede ser agregado al número de los doce apóstoles y ser constituido “testigo con nosotros de su resurrección”. La asamblea presentó a dos que cumplían con las condiciones estipuladas: José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías. El modo de elección fue la oración en común y mecánicamente “echando suertes”, la cual recayó sobre Matías.

Hagamos ahora una lectura crítica de Hch 1.15-26. En primer lugar, llama la atención que ^Pedro no esperara la venida del Espíritu. La orden de Jesús antes de su ascensión fue “permanezcan quietos (literalmente: sentados) hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24.49, semejante en Hch 1.4). Pedro actúa aquí al margen de la agenda marcada por Jesús de no hacer otra cosa que esperar y aguardar. ¿Por qué el apuro de Pedro de elegir al sustituto de Judas ya antes de Pentecostés?

Se argumenta que son Doce los que representan legítimamente a Israel y que son ellos los que que, como nuevo Israel, recibirán el Espíritu Santo. Pero, ¿por qué no lo hizo Jesús directamente después de su resurrección o por lo menos ordenó dicha elección? Quienes reciben el Espíritu Santo no son solo los Doce sino todos los reunidos en la casa (los 120 hermanos: María, las mujeres, los hermanos de Jesús y otros). Algunos piensan que la elección fue para reconstruir la autoridad de los apóstoles, dañada seriamente por la traición de uno de ellos, Judas.

Es motivo de crítica la definición excluyente que se hace del apóstol en 1.21-22. Y especialmente llamativa es la exclusión de las discípulas de Jesús, que estuvieron con él desde Galilea y fueron las primeras testigos de la resurrección, como Pablo de Tarso. Lucas no considera a Pable como apóstol, lo que Pablo en sus cartas defiende con insistencia y fuerza. Además Pablo incluye explícitamente a una mujer en el rango de apóstol: “Saluden a Andrónico y Junia (nombre de mujer) …ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo ante que yo (Rom 16.7).

Los doce apóstoles aseguran, en la comprensión de Pedro, la continuidad con Israel y el proyecto de Jesús de restaurar Israel. Así como la continuidad con la primera comunidad de Jerusalén. En los Hch los Doce cumplen un papel solo en la comunidad de Jerusalén de los primeros tiempos. Y otra cosa que llama la atención es la forma como fue elegido Matías: no hay un discernimiento de la asamblea, como será en Hch 6.1-6 o en 15.22. Tampoco es una elección guiada directamente por el Espíritu, como en 13.1-3. La elección es simplemente echando suertes, forma arcaica de discernimiento de la voluntad de Dios (cf Éx 33.7; 1 Sam 14.41; Lc 1.9).

Hechos 1.12–2.17. Reflexión pastoral

En el texto de Hch aparece la tensión entre la tendencia institucionalizadora (la reconstitución de los doce apóstoles para dar identidad y continuidad al movimiento de Jesús) y la “violencia” del Espíritu (huracán y fuego) que empuja al movimiento de Jesús como movimiento misionero hacia todas las naciones. ¿Cómo vivimos esta tensión en la actualidad? La institucionalización normalmente es restrictiva (véase las condiciones de Pedro para ser apóstol), el Espíritu es universal (todas las naciones, toda carne: hijos/hijas, jóvenes/ancianos, siervos/siervas y v. 39: para ustedes y para los que están lejos). ¿Cómo vivimos hoy el universalismo del Espíritu?

  1. La dimensión profética de Pentecostés consistió en que todas las naciones de la tierra escucharon el evangelio en su propia lengua. Hoy hablamos de inculturación del evangelio o evangelización desde las culturas. ¿Cómo vivimos hoy en la Iglesia la dimensión profética de Pentecostés en la inculturación del evangelio?
  2. Hagamos una reflexión sistemática sobre las cuatro dimensiones constitutivas de las primeras comunidades después de Pentecostés: la didajé (memoria histórica de Jesús), la koinonía, la Eucaristía y oraciones por las casas y la práctica poderosa de los apóstoles. ¿Cómo vivimos todas estas dimensiones hoy, en las comunidades y en la iglesia global?
Pablo Richard, Hechos de los Apóstoles, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Edit. Verbo Divino, España, 2003. Extracto


Salmo 1- Presentación de Mercedes García Bachmann

Estudio textual

Se trata de una meditación sapiencial, que pone a quien lee frente a dos opciones opuestas: la vida o la muerte, el bien o el mal. A sus propios méritos se une su posición abriendo el Salterio entero.

v.1 yrva ‘asre, “(¡oh!) la felicidad de”. Un término ubicado estratégicamente a lo largo de los Salmos (ver más abajo). Además, es un término feliz (si se me permite la broma) porque tiene una doble connotación que permite un juego de palabras: tiene “felicidad” o “bendiciones” (yrva) quien no va tras las huellas (raíz rva) del malvado.

rdbw ubederek. Dahood propone traducir “trono” a partir de su cognado ugarítico drkt y no en el sentido usual de “camino, modo”. Así se acentúa el paralelismo con ba’asat, “en la asamblea, consejo” y se elimina la incoherencia de sentarse en el camino. Prefiero la propuesta de Dahood, aun cuando los verbos de la isotopía del andar se puedan interpretar tanto literal como figuradamente (permitiendo así mantener también el sentido tradicional de la frase):

Bendito el varón que no entra a la asamblea de (los) malvados
ni se paró en el consejo de los pecadores
y en trono / camino de pecadores no se sienta.

La palabra traducida como “consejo o asamblea” es importante, tanto en este salmo como en otros textos. Indica un ámbito donde se toman decisiones importantes para la comunidad, a veces de vida o muerte. La función de consejero o consejera era muy importante, como muestran textos tales como 2 Sam 15-17, 2 Sam 14.2 o 2 Sam 20.16. (Como con casi todos los oficios, el de consejera está menos reconocido en la Biblia, pero está presente, sin duda).

v.2 La palabra hrwt torá se suele traducir por “ley” pero tiene el significado primario de “enseñanza”. Surge de “la historia de las acciones de Dios para crear un pueblo y guiarlo hacia el futuro...” y a partir de allí, las obligaciones que Israel ha contraído para con Dios y por eso preceptos, leyes, instrucciones, etc. Como señala Schaefer, “ley” tiene una connotación restrictiva que no condice con el plan divino para su pueblo.

El verbo hagah (hghy) tiene el sentido primario de murmurar en voz baja (a veces usamos “rumear” en este sentido), ver por ej. Jos 1.8.

v.5: la mejor interpretación es la que tiene que ver con un espacio de justicia; espacio en sentido locativo: “el lugar de juicio”, las cortes judiciales, en paralelismo sinonímico con “asamblea de los justos” en 5b; o espacio en sentido de posibilidad, “la esfera donde hay ‘justicia, derecho, orden’, quiere decir, la esfera de la comunidad”.

v.6 El verbo dy yada‘ tiene el sentido de “proteger, guardar”, como se percibe en Sal 31.8.

Estructura

Un vistazo a diferentes traducciones bíblicas y a comentarios, mostrará la gran diversidad de propuestas de estructuración del Salmo 1. Watson, especialista en poesía hebrea antigua, considera que el Salmo 1 no es un poema, sino una reflexión sapiencial en prosa. Posiblemente esto explique las dificultades de encontrar un consenso en cuanto a la estructura del texto. Aquí sigo a Collins, quien divide el Salmo en las siguientes tres estrofas, cada una operando un contraste interno:

1-2: de dónde proviene la guía del hombre “feliz”
3-4: dos imágenes agrícolas para hablar de lo que cada uno trae a su alrededor
5-6: el futuro de cada uno de estos tipos de persona.

Por otro lado, Schaefer encuentra que el Salmo tiene una estructura simétrica (p.5):

(positivo) “Felices quienes no” (+ tres negaciones, v.1)
“sino que su deleite está en ...” (v.2)
imagen del árbol para la persona buena (v.3a)
resultado: “prosperarán” (v.3b)
(negativo) “No así los pecadores”; negación de lo precedente (v.4a)
“sino” seguido de imagen de la paja (v.4b)
resultado: recompensa del malvado (v. 5)
(resumen) principio sobre el cual se enseña (v.6)

Reflexión

El lugar privilegiado del Salmo 1 no es casual, sino que es consecuencia de la decisión canónica de colocarlo como encabezamiento de todo el Salterio. “Feliz” no es un sentimiento relacionado con la alegría o el amor, menos aún con el consumismo, las adicciones y otras ofertas en cuya propaganda suele estar presente. Una persona “feliz” es una persona bien establecida, cuya vida está centrada en el eje correcto, aquella persona que “eligió la mejor parte, que no le será quitada”, parafraseando a Jesús. Nótese que el v.1 usa tres verbos para indicar toda la vida del ser humano: caminar-pararse o estar parado-sentarse; o, como traduce Gerstenberger, vivir-seguir el ejemplo-conversar. En oposición están los grupos de malhechores, ateos-pecadores-blasfemos (Gerstenberger).

¿Es nuestra la elección para vida o para muerte? En la concepción bíblica que permea este Salmo, así como otros escritos sapienciales, efectivamente el ser humano adulto tiene la facultad de elegir si camina en la senda del pecado o en la de la justicia. Tiene la facultad de abstenerse de la asamblea de malvados/as aunque no sea popular por eso: las burlas a que alude el v.1, la individualización del justo (y la justa) contra la masa de pecadores/as, indican que el camino con Dios nos pone en la senda feliz pero no fácil. Como expresó una de mis estudiantes cuando discutimos este Salmo en la clase de Sapienciales, el texto no da la impresión de algo pasivo, invita a tomar decisiones, empuja. En términos de retórica, exhorta y sabe cómo hacerlo. El ejemplo que toma es el del varón, pero aplicable a cualquier miembro del pueblo de Dios, varón o mujer –excepto, quizás, en algunas de las instancias sociales o religiosas a las que no tenían acceso las mujeres.

En cuanto al castigo anunciado a los malvados y burlones, ¿es una purificación para que puedan entrar a la asamblea o es su perdición (v.6)? Y este juicio ¿lo veremos o será en el éscaton? Las opiniones están divididas sobre este punto.

Pistas para la prédica

Como reflexiona Schaefer, en la corte de justicia no hay términos medios ni grises: culpable o inocente; en términos religiosos, justo o pecador, justa o pecadora: “En la teología del Salmo 1, se está en la relación correcta o equivocada con Dios”. ¿Dónde nos ubicaremos?

Pero, ¿es posible seguir pensando de este modo a la luz de nuestras experiencias cotidianas, donde los medios de comunicación nos muestran que ya no se sabe quién es quién en este mundo? ¿En una época cuando la física cuántica y otras teorías ponen en duda la física tradicional y la cosmología bíblica? Aquí debemos evitar dos peligros. Por una parte, el de una lectura dualista facilista que (¿casualmente?) nos ubica siempre del lado de los buenos, justos y rectos y nunca del de los malvados o pecadores. La vida a menudo no se presenta en blanco y negro, sino en grises (además de colores varios). Pero tampoco caer en el otro extremo, el total relativismo: como la realidad no se puede aprehender tan fácilmente, todo es válido. ¿Cómo salir del péndulo?

Una posibilidad interesante es la que ofrece McCann cuando estudia la incidencia del término yrvaasre en los salmos. Si, como suponemos, el Salmo 1 fue colocado con toda intención al comienzo del salterio, su primera palabra debe indicar importancia. Además, este es un término para el que nos ayuda hacer un rastreo, ya que suponemos que sabemos qué significa. ¿Pero es verdaderamente así? Según muestra este autor, en el libro I del salterio este término aparece en 7 Salmos, ubicados estratégicamente al comienzo, en el centro y al final: 1.1, 2:12, 32.1.12, 33.12, 34.9, 40.5, 41.2. Una lectura a estos versículos mostrará que no se trata de la felicidad que pregonan el consumismo, las drogas o las tarjetas del día de los enamorados. Se trata de opciones por llevar una vida coherente, en la alianza con el Señor y en sintonía con el prójimo, especialmente el más necesitado. De este modo, tampoco la prosperidad prometida en el símil del árbol que da abundante fruto (en contraposición a la cáscara que se lleva el viento) es la prosperidad sin solidaridad y de crítica social ofrecida por algunas iglesias.

La sabiduría en Israel siempre tuvo mucho que ver con la identidad y la manera correcta de vivir a diario. En el post-exilio esta identidad se tuvo que re–construir sin un componente nacional como el rey. Muchos/as se fueron tras otras Divinidades, aparentemente más poderosas. Nuestra construcción cristiana también es una tarea continua y ninguna de las dos puede hacerse sin considerar al prójimo, que es el ser humano que tenemos al lado, próximo a nosotros. Y especialmente si este recibe de la sociedad el mensaje de que no sirve, no vale, no cuenta. Nuestra identidad como seres “felices” se construye cuando nuestra alianza con el Señor nos lleva a ser solidarios/as, luchar por la justicia, llorar por la injusticia, ser perseguidas/os por causa del Nombre que anunciamos.

Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina (IELU) en Estudio Exegético–Homilético 103, Octubre 2008, ISEDET, Buenos Aires, Argentina. Adaptación de GBH.


Temas principales de las Cartas de Juan – Presentación de Cláudio Vianney Malzoni

Después de la primera generación apostólica, y a punto de pasar a la segunda, comienzan a surgir algunos problemas en las comunidades cristianas. Por supuesto, nunca faltan problemas en cualquier época. El propio Jesús se confrontó con la tarea de formar a sus discípulos y estos tuvieron que confrontarse con el desafío de anunciar el evangelio y formar comunidades. Todo el NT nos habla de los retos en que se vio comprometida la primera generación cristiana.

Estos problemas-desafíos aparecen con más nitidez en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas paulinas. Uno de los mayores que Pablo deja vislumbrar en sus escritos es cómo superar las barreras que todavía persistían dentro de una comunidad cristiana formada por personas procedentes del judaísmo y de otras religiones. De forma semejante pero no idéntica, el conflicto con el judaísmo oficial también está latente en el evangelio de Juan. En las cartas joánicas, sin embargo, esa confrontación no existe.

Se podría decir que el problema que aparece en las cartas joánicas es cristológico y de ámbito intraeclesial. Es tan serio que la comunidad experimenta algunas rupturas por su causa: algunos abandonan la comunidad (1 Jn 2.19). Una situación semejante aparece en el evangelio de Juan (Jn 6.66-69). El punto crucial es la forma de entender la encarnación. Formado en la esencia joánica, el autor repite hasta la saciedad, en diversas formulaciones, el estribillo del prólogo de Juan: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1.14).

A quienes niegan la realidad de la encarnación se los denomina “anticristos” y “seductores”. Anticristo se refiere a quien es contrario a Cristo. Para que no haya dudas, el propio autor explica lo que quiere decir cuando utiliza este término: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Mesías? Ese es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo” (1 Jn 2.22; cf 4.3). En otro pasaje dice: “Ahora han irrumpido en el mundo muchos seductores, los cuales no reconocen que Jesucristo es verdaderamente hombre. Entre ellos se encuentra el seductor y el anticristo” (2 Jn 7).

La comunidad debe estar alerta para no dejarse influenciar. Por supuesto, el discurso seductor se hace con palabras bonitas. Por tanto, no es por el discurso como se distingue el espíritu de la verdad y el espíritu de la mentira, sino por el compromiso con el amor. El amor no se manifiesta en puro palabrerío, sino en el amor mutuo y en el amor con el hermano necesitado. El propio amor a Dios solamente se reconoce en el amor a los hermanos. “Porque el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios al que no ve” (1 Jn 4.20). Este es el amor encarnado que debe orientar la conducta de cristianos y cristianas.

De esta forma, la comunidad debe permanecer firme en lo que ha oído desde el principio. Andar vagando tras las novedades es un mal negocio para el cristiano, que puede terminar perdiendo el rumbo. Si alguien insiste es querer algo nuevo, no hay nada más nuevo que el mandamiento del amor. Este mandamiento es nuevo yes antiguo porque nunca envejece.


Primera carta de Juan 5.6-13 – Presentación de Cláudio Vianney Malzoni

Estos versículos presentan los mayores problemas de crítica textual de 1 Jn. No cabe duda de que representan un texto que ha sido glosado. En 1 Jn 5.6, el texto base habla de Jesucristo: “el que vino por el agua y sangre”. Este texto evoca Jn 19.34: un soldado traspasa el constado de Jesús, del cual sale “sangre y agua”. La lectura variante más importante para este vs trae “el que vino por el agua y el Espíritu”. En el evangelio de Juan, el binomio “agua y Espíritu” aparece en 3.5: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Y en este evangelio el agua es signo del bautismo y del Espíritu, que se nos da por Jesús en la cruz (cf 7.37-39; 19.30). La sangre recuerda la muerte de Jesús y nos remite a la eucaristía (cf Jn 6.53-56).

Los vs siguientes dice que “son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen en uno (5.7-8). Las lecturas variantes para estos vs ciertamente nacieron de una glosa que acabó incorporándose al texto en diversos manuscritos. En general, estas lecturas dicen que “son tres los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre –y estos tres son uno en Cristo Jesús–, y son tres los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu”. El trío que da testimonio en la tierra corresponde al trío que da testimonio en el cielo, teniendo en cuenta que el Espíritu participa de los dos.

Las palabras que más se repiten en los versículos 5.6-11 son el verbo testimoniar y el sustantivo testimonio. La finalidad del testimonio es llevar a la fe. El testimonio que aquí se evoca es el testimonio que se refiere a Jesús, a quien hay que dar crédito. Agua y sangre, el Espíritu y el propio Dios (5.6-9) dan testimonio de Jesús. La mención al agua y a la sangre nos trae a la mente el episodio del soldado con la lanza (Jn 19.34) y nos remite al testimonio que da Jesús en el momento de su muerte: él es el Hijo, a pesar de que la propia muerte parecía desacreditar su misión. A su vez, la referencia a la muerte de Jesús no deja de ser importante en este momento en que la carta se aproxima a su final. Muestra la cercanía que tiene el autor de 1 Jn con la estructura del evangelio de Juan.

Si comparamos 1 Jn 5.6b: “el Espíritu es el que da testimonio porque el Espíritu es la verdad”, con Jn 19.35: “El que vio da testimonio y su testimonio es verdadero”, advertimos algo interesante. En el evangelio, el testimonio verdadero es “de aquel que vio”, es decir, el testimonio del discípulo amado. En 1 Jn, el testimonio verdadero es del Espíritu. Lo más probable es que debamos entender estos dos textos en dos perspectivas diferentes. Jn 19.35 se refiere al testimonio de alguien que atestigua cómo sucedieron las cosas: que vino el soldado con una lanza, etc. En 1 Jn 5.6 se refiere al significado del agua y sangre que es testimoniado por el Espíritu. Un testimonio del Espíritu aparece también en Jn 15.26.

Tenemos, en fin, el testimonio de Dios, que es mayor que el testimonio de las personas (5.9). Es posible, en este contexto, que “el testimonio de Dios” sea una referencia a la victoria de Jesús sobre la muerte, su resurrección. Los vs finales de esta sección irían también en esta línea al relacionar el testimonio de Dios y la vida eterna que él nos ha dado, “y esta vida está en su Hijo” (5.11). La consecuencia es que quien “tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida” (5.12).

Cláudio Vianney Malzoni, biblista católico brasileño, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, Navarra, 2003.


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