Recursos para la predicación

08 Abr 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 14 AbrilAbr 2024

Blanco


Introducción al Evangelio de Lucas -  Presentación de César Mora Paz y Armando J Levoratti

Según la antigua tradición, el autor del tercer evangelio es Lucas, un colaborador de Pablo que se menciona en la carta a Filemón (v 24 y en la 2 Tim 4.11. la carta a los Colosenses lo describe como “el médico amado” (Col 4.14).

Por su lenguaje, como también por sus ideas teológicas, era una persona con buenos conocimientos de griego, como lengua materna, con raíces en la cultura greco-helenística del Mediterráneo. Su familiaridad con el AT y la centralidad que en su obra tiene Jerusalén no parecen contradecir lo que hemos dicho, si suponemos que Lucas pertenecía a los así llamados “temerosos de Dios”, gente que creía en Dios, y que vivía, sin tener contacto directo con la sinagoga, en el mundo de habla griega.

Suponemos que el evangelio de Lucas se escribió después del año 70, fecha de la ruina de Jerusalén. A favor de esta opinión está la forma como Lucas describe la caída de la ciudad. Por eso se piensa que debió haber pasado un período suficiente de años entre estos sucesos y la última redacción de su evangelio. Por otra parte, los Hechos de los Apóstoles supone ya el tercer evangelio (cfHch 1.1); y, como el libro de los Hechos se escribió probablemente antes de la persecución de Domiciano, a partir del año 90 dC, el evangelio de Lucas tiene que haber surgido a más tardar a principios de los años 80 de nuestra era.

Puntos básicos de la teología de Lucas

  • La oración. Lucas da comienzo y termina su relato llevando a sus lectores a Jerusalén, lugar de oración. Así como Israel se reúne en el templo para la oración, así también lo hace el nuevo Pueblo de Dios. Estos dos pasajes forman una inclusión literaria significativa, presentando un elemento común a Israel y a la Iglesia: la oración (1.5-24; 24.52).Jesús enseña también a orar a sus discípulos: Lc 11.2-13; 18.1-14. La oración es el centro de la vida de Jesús y de sus discípulos, pero también de la comunidad cristiana.
  • Obrar con la fuerza del Espíritu. En la presentación que Lucashace de la persona y obra de Jesús existe la convicción de que con ellos actúan el Espíritu y la fuerza de Dios. Durante el bautismo de Jesús, el Espíritu desciende sobre él y lo lleva al desierto, y luego predica en la sinagoga de Nazaret donde lee el texto: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado. Me ha enviado a dar a los pobres la Buena Nueva” (Lc 4.18-19). Jesús es el Salvador mesiánico enviado por Dios con la fuerza del Espíritu a los pobres, los oprimidos, los enfermos y los económicamente arruinados. Esta predicación de Jesús en Nazaret se convierte en el programa de Jesús en toda su obra. Al mismo tiempo, los lectores de Lucas se tiene que confrontar con el hecho de que la obra de Jesús no es exitosa en todas partes: aceptación y rechazo.
  • El reino de Dios en la obra de Jesús. En esta actividad de Jesús a favor de los pobres y oprimidos y socialmente débiles, se hace operante el reino o señorío de Dios. Por eso, en su encuentro con Jesús la gente experimenta lo que significa el reino de Dios y cómo este cambia sus vidas. Así, toda la obra de Jesús se convierte en el anuncio del reino de Dios. Si el reino está presente en la tierra (17.21), lo está en la persona del Hijo del Hombre (17.22); así se explicaría que, si bien todavía tiene que venir el reino (11.2), sin embargo ha llegado ya a nosotros en cierta forma (10.9,11; 11.20).
  • Pobreza material y económica.La cuestión de la pobreza es central en el evangelio de Lucas. Expresiones programáticas se encuentran sobre todo en las bienaventuranzas (Lc 6.20-22), o en la respuesta de Jesús a una pregunta del Bautista (7.22). Los pobres y necesitados son para Lucas los beneficiarios del reino de Dios; no porque ellos lomerezcan, sino por lalibre voluntad y misericordia de Dios. Lucas es muy desconfiado en cuanto a la riqueza: es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios (Lc 18.18-27). El rico que de veras es bueno, se decide a compartir sus bienes. Es el caso de Zaqueo (Lc 19.1-10).
  • Aislamiento cultural y político. Lucas conoce también otra forma de “pobreza”, que nace de las características y procesos culturales de esa época. Una parte de estos pobres son para Lucas los publicanos y los pecadores, como así también las mujeres y los niños. Su pobreza puede no ser material. De Zaqueo, Lucas dice que tenía una considerable fortuna (19.8). y había mujeres que apoyaban económicamente a Jesús (8.3). Su “pobreza” se basaba más bien en el hecho de que, sociorreligiosamente hablando, no tenían un lugar, o solo lo tenían muy bajo, en la jerarquía de la sociedad antigua. Jesús da a la vida de estas personas un nuevo sentido. Mujeres discípulas de Jesús: 8.1-3; 10.38-42. Y en cuanto a los niños, ver 9.47s; 18.16-17.
  • Ser discípulo de Jesús. Seguir a Jesús no significa solamente dejarlo todo, sino que incluye un camino al lado de Jesús. Este camino lleva a Jesús a Jerusalén y al final de él está la cruz. Pero a esto va unida íntimamente la invitación a seguirlo (9.23). Lucas señalará después en los Hechos de los Apóstoles cómo la comunidad cristiana estaba viviendo este camino del seguimiento en solidaridad con los pobres y excluidos.
  • Lucas, evangelio del gozo. Las expresiones “gozo”, “alegra”, júbilo”. “dicha”, “paz” ocurren más a menudo en Lucas que en Mateo y Marcos. Lucas presenta al Maestro y a sus discípulos y discípulas como personas del gozo y de la paz. Se menciona el gozo en todos los acontecimientos relativos al nacimiento de Juan, en la anunciación, en la visita a Isabel, el anuncio a los pastores (1.44-58; 1.18; etc.). Los discípulos regresan de su tarea apostólica llenos de gozo (10.17) y Jesús les enseña sobre el sobre el verdadero motivo del gozo (10.20). Jesús mismo se llena de alegría (10.21). A la vista de las maravillas obradas por Jesús, la multitud se llena de gozo (13.17), etc.
  • La muerte de Jesús, final y principio. La obra terrenal de Jesús termina con su muerte en la cruz: “¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto para llegar a sí a su gloria?” (24.26). El reino de Dios ha comenzado con la obra de Jesús. La predicación del Evangelio no es simplemente la difusión y el desarrollo de una doctrina, sino fundamentación y propuesta para el compromiso cristiano.

 Evangelio de Lucas 24.36-49 - Presentación de César Mora Paz y Armando J Levoratti

Según el relato de Lc, Jesús se había aparecido a Simón (24.34) y a los discípulos de Emaús (24.13-35). Ahora se aparece a un grupo más numeroso y no quiere dejar ninguna duda sobre la realidad de su resurrección. Este relato presenta algunas semejanzas con el de Jn 20.19-29.

La súbita aparición deja asombrados a los discípulos y discípulas y, lo mismo que en el relato de Emaús, se requiere un gesto o una palabra de Jesús antes que alguien del grupo reconozca a Jesús resucitado. El Maestro les reprocha amablemente sus dudas y vacilaciones y los invita a tocar sus manos y sus pies: Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo (v 30).

El vs 41 resulta sorprendente: Era tal la alegría y la admiración que se resistían a creer. El gozo que producen ciertas experiencias es tan intenso que parece increíble estarlas viviendo, Este relato, como el correspondiente del cuarto evangelio, pretende probar que la resurrección es un hecho real, quizá como respuesta a los que decían que los discípulos se habían dejado alucinar por falsas impresiones o por su imaginación.

Al final de su evangelio, Lc resume los últimos encargos de Jesús a sus enviados y enviadas. En estas últimas instrucciones pueden reconocerse tres temas característicos de Lc: 1) Jesús, que ya había entrado en su gloria, les recuerda lo que les había dicho cuando aún estaba con ellos (v 44); 2) una frasede capital importancia para el desarrollo ulterior de la Iglesia: les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras; y en particular, les dice que el Mesías tenía que sufrir y resucitar y que en su nombre debía proclamarse a todos los pueblos la conversión para el perdón de los pecados. Y 3) Jesús les revela algo nuevo acerca de ellos mismos y ellas mismas: que darán testimonio del plan de salvación que Dios ha realizado por medio de él y promete enviarles el don del Espíritu para la misión que habrían de realizar entre los pueblos (cfHch 1.4-5).

César Mora Paz y Armando J Levoratti, en Evangelio según san Lucas, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


Hechos de los apóstoles 3.11-26 – Presentación de Pablo Richard

Pedro habla en el templo, prescindiendo de los jefes de Israel; habla con extraordinaria autoridad como maestro, como profeta, como jefe del pueblo. Se insiste en la participación de “todo elpueblo” (vs 9 y 11) y es a ese pueblo a quien habla. Pedro invoca al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, interpreta a Moisés y a todos los profetas. Da la impresión de que Pedro se ha apoderado del pueblo y del templo, y como jefe lo orienta en la tradición profética de Israel. Los que creen en Jesús son el verdadero Israel, fiel a Abraham, Moisés y todos los profetas. El tullido convertido en sujeto que camina, salta y alaba a Dios, anuncia a Cristo muerto y resucitado.

Pedro comienza deshaciendo un malentendido: el tullido ha sido sanado, no por el poder mágico de Pedro, sino por la fe en el nombre de Jesús. Y Pedro recuerda que el pueblo entregó a Jesús, renegó de él ante Pilato y avaló su ejecución, pero Dios lo resucitó. La resurrección necesita el testimonio de los apóstoles; es el testimonio el que da fuerza histórica a la resurrección. Jesús es designado como el siervo, el santo y el justo, el jefe que lleva a la vida, lo que representa una cristología antigua.

Todavía no aparece la reflexión teológica sobre el sentido salvífico de la muerte de Jesús. Lucas disculpa a Pilato, no para congraciarse con el Imperio romano, sino para darle un sentido a la muerte de Jesús en el contexto histórico del pueblo de Israel.

La segunda parte del discurso (vv 17-26) agrega motivos nuevos y más elaborados. Se insiste mucho en los profetas (seis veces aparece la palabra “profeta”). Los profetas han anunciado un Mesías sufriente, que por su resurrección ha instaurado “tiempos de consolación” y “tiempos de restauración” de todas las cosas.

Pedro presenta la conversión a Jesús, el Mesías muerto y resucitado, como la opción más coherente con toda la tradición profética de Israel. La comunidad que sigue a Jesús es el verdadero pueblo de Israel, el auténtico pueblo de Dios fiel a sus promesas. Pedro habla al pueblo que ha sido testigo del levantarse del tullido y que escucha ahora el testimonio de Pedro sobre la resurrección de Jesús. Su testimonio será interrumpido por las autoridades del Templo.

  • Reflexión pastoral sobre Hechos 3
  1. Tenemos aquí, presentado en forma narrativa, un paradigma para la acción y el testimonio de la Iglesia. Es una eclesiología narrativa. Los cuatro elementos (liberación, anuncio, confrontación, comunidad) son importantes y no deben faltar hoy en el testimonio de las comunidades y de la Iglesia. Mirémosnos como Iglesia en este texto y preguntémosnos si respondemos al modelo de Iglesia que Lucas aquí nos presenta.
  2. Lo que desencadena el testimonio es el encuentro de Pedro y Juan con el tullido, que representa al pobre y al pueblo que está reducido a la condición de objeto por la ley y el templo, es el que cambia el programa de Pedro y Juan. ¿Cómo se da en la actualidad el encuentro entre la Iglesia y el pobre? ¿Cuáles son las consecuencias?
  3. Pedro y Juan no tiene oro y plata. ¿Qué es lo que tienen? La Iglesia hoy en día ¿actúa con la fuerza del Espíritu o con el poder del oro y la plata? ¿Dónde y cómo manifiesta la Iglesia el poder liberador de la resurrección de Cristo?
  4. Pedro, pescador pobre de Galilea, habla con poder y autoridad y da un testimonio claro e irresistible, porque está “lleno del Espíritu Santo”. ¿Dónde y cómo vive la Iglesia hoy este testimonio?
Pablo Richard, biblista católico chileno, Hechos de los Apóstoles, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003. Resumen.


Salmo 4 – Presentación de Pablo Ferrer

El Salmo 4 tiene dos destinatarios: Dios y los Hijos de los Hombres. Veremos entonces qué dice a cada uno de ellos. Proponemos la siguiente estructura literaria:

A - Dios como destinatario-marco del salmo

1¡Cuando clamo respóndeme, Dios, justicia mía! Cuando estaba en angustia, tú me diste alivio. Ten misericordia de mí y oye mi oración.

B- Humanidad como destinatario

B1- Marco-Preguntas

2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad y buscaréis la mentira? Selah

B2- Cuerpo-Imperativos

3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clame.

4 ¡Temblad y no pequéis! Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah

5 Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Jehová.

B’1- Marco –Preguntas

6 Muchos son los que dicen: "¿Quién nos mostrará el bien?".

A’ Dios como destinatario-marco del salmo

Alza sobre nosotros, Jehová, la luz de tu rostro.

7 Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.

8 En paz me acostaré y asimismo dormiré, porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado.

Dios como destinatario (vs. 1 y 6b-8)

Este es el marco del Salmo, el comienzo y el final. Es una oración de súplica (“Cuando llamo, respóndeme”) en donde la petición se hace en imperativo.

Luego el orante nombra a Dios como su Justicia, y recuerda una acción pasada en la cual Dios ya lo ayudó. Es interesante traducir ese recuerdo de la siguiente manera:

En el sufrimiento me ensanchaste/expandiste/dilataste. En relación al verbo rahab, está mostrando que el sufrimiento había comprimido, aplastado, al salmista y él sintió que la ayuda de Dios lo expandía. Esta idea se refiere también a la distensión simbólica del alivio luego de pasar una pena. Poéticamente podemos “sentir” que el autor logró respirar ampliamente, expandió sus horizontes, etc… El binomio ahogo/expansión se ve también en Job 36.16.

Luego vuelve a pedir misericordia y que se escuche su oración.

En el final, los vs. 6b al 8 cierran el salmo y vuelven a dirigirse a Dios. La primera petición está hecha en primera persona plural, 6b:

Alza sobre nosotros, Jehová, la luz de tu rostro.

La idea es pedir sabiduría, claridad sobre un pueblo que no la tiene. Ahora el salmista necesita pedir por un pueblo que se pregunta “¿Quién nos mostrará el bien?” (6a). Enseguida repite el esquema anterior (en el v. 1: pedido-recuerdo de una respuesta anterior-pedido) y vuelve al pasado en donde encuentra una situación en que fue socorrido (v. 7):

Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.

Tenemos en cuenta que el corazón en la antropología hebrea no se refiere sólo a los sentimientos sino al centro desde el cual emanan las acciones inmateriales: pensamiento, voluntad, etc. Posiblemente el autor está diciendo que comprendió que la alegría dada por Dios fue mayor que la recibida por otros a través de sus ganancias (abundancia de grano y mosto). ¿Estaremos aquí ante una situación de pobreza del autor? ¿O bien de “pobreza-justicia-claridad” opuesta a la “riqueza-injusticia-vanidad”? Tendremos que ver más adelante la sección dirigida a los Hijos de los Hombres.

El v.8 cierra el salmo así como el marco del mismo que se dirige a Dios. Ya vimos que el versículo 1 y la sección 6b-8 tenían un esquema en común en donde se repetía la petición inicial y la memoria, mientras que surgía como novedad la reflexión sobre la confianza en Dios en el v.8:

v.1 Petición a Dios para ser oído – Recuerdo de la acción de Dios – Petición a Dios.

V6b-8 Petición plural a Dios – Recuerdo de la acción de Dios – Confianza en Dios, reflexión

La idea del sueño, el dormir en tranquilidad, tiene que ver en la concepción bíblica con una seguridad respecto al destino y quién es el que lo dirige. El sueño es ese espacio-tiempo desde el cual se puede no volver y también es el tiempo en donde las acciones éticas del día pueden juzgarnos, algunos ejemplos:

Job 11.17-19: La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscurezca, será como la mañana. Tendrás confianza, porque hay esperanza; mirarás alrededor y dormirás seguro. Te acostarás y no habrá quien te espante; y muchos suplicarán tu favor.

Proverbios 3.21-24: "Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos: guarda la Ley y el consejo, que serán vida para tu alma y gracia para tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás y tu sueño será grato.

Isaías 14.30: Los primogénitos de los pobres serán apacentados y los necesitados se acostarán confiados; mas yo haré morir de hambre tu raíz y destruiré lo que quede de ti.

Salmo 3.5: Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba.

Eclesiastés 5.12: Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.

También la parábola sobre el rico necio en Lucas 12.16-20 en donde la noche es el momento en que se reclama la vida por parte de Dios.

De modo que el final del salmo está afirmando la presencia de Dios aún dentro del misterio de la noche, el sueño. Esta tranquilidad y confianza se pueden relacionar con la situación de recuerdo anterior (v.7) donde otros creían tener alegría en sus riquezas mientras el salmista la tenía en Dios. Situación que se parece mucho a la parábola recién citada de Lucas.

Hijos de los Hombres como destinatarios (vs.2-6a)

El texto dirigido a los Hijos de los Hombres está dividido en dos partes:

Un marco compuesto por dos preguntas (vs.2 y 6a):

2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad y buscaréis la mentira?
6 Muchos son los que dicen: "¿Quién nos mostrará el bien?".

Un cuerpo compuesto por seis verbos en imperativo (vs.3-5):

3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clame.
4 ¡Temblad y no pequéis! Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad.
5 Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Jehová.

El marco que propone dos preguntas actúa en el comienzo, v.2, analizando la actuación de aquellos que perjudican al salmista. Las acciones de estos personajes son tres:

Transformar la honra del salmista en infamia
Amar la vanidad
Buscar la mentira

La pregunta de este comienzo es la de aquel que se siente agobiado por el pecado, el dolor: ¿Hasta cuándo?

Este marco es completado al final, v.6a, cuando el autor descubre la pregunta hipócrita de “muchos” (posiblemente los mismos que actuaban de determinada forma en el comienzo del marco): Muchos son los que dicen: "¿Quién nos mostrará el bien?"

Este marco está armado en base a preguntas, cuestionamientos, hacia la sociedad (Hijos de los Hombres) que transforma la honra de una persona en vergüenza, ama lo vacío y busca la mentira. Y luego de actuar así oculta las consecuencias y se ve a sí misma preguntándose por alguien que pueda mostrar el bien.

En cuanto al cuerpo del texto dirigido a los Hijos de los Hombres vemos que establece la acción posible y urgente para revertir la situación planteada en el marco. Son seis verbos que se encuentran en imperativo, en tres series:

1 Conozcan
2 Tiemblen, mediten, callen
3 Sacrifiquen, confíen.

El primero es un llamado a reconocer, a entender la elección de Dios: el jasid, el piadoso, el creyente, el santo. En base a esta opción de Dios el autor se siente protegido puesto que se entiende a sí mismo como un elegido por Dios. Se puede unir la acción, en el marco, de los Hijos de los Hombres que cambian la gloria en vergüenza con esta acción de Dios que devuelve la honra al elegir al piadoso. Por otra parte se une también esta parte central al pedido a Dios para que escuche la plegaria.

El segundo grupo de imperativos tiene que ver con una postura del ser humano hacia lo divino, hacia lo trascendente: Tiemblen, mediten, callen. Tener una actitud de fascinación, de respeto y ante ese estupor declinar en el intento por pecar: ¡Temblad y no pequéis!; a la vez propone la meditación en la cama (recordemos lo visto anteriormente sobre el sueño y el dormir tranquilo); y finalmente, como un fruto del asombro ante la omnipresencia de Dios y también de la meditación, el callar. En este caso el silencio es igual a sabiduría, contra el hablar que manifiesta ignorancia o desprecio del prójimo o de Dios (Proverbios 11.12; 17.27-28; Eclesiastés 5.2-3). Este segundo grupo de imperativos bien puede ser relacionado con las acciones de los Hijos de los Hombres, en el marco v.2, que aman la vanidad (el vacío) y buscan la mentira con lo cual se descubren incapaces del temblor reverencial ante la inmensidad divina, se descubren ignorantes en busca de la mentira en lugar de meditar en la cama.

El tercer grupo de imperativos es el v. 5:

Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Jehová.

El concepto de sacrificios “éticos” es propio de la tradición profética: Oseas 6.6 en donde se pide misericordia y conocimiento de Dios en lugar de sacrificios; pero también en la tradición poética: salmo 51.17-19, Proverbios 21.3. En este caso el sacrificio que pide el salmista a los Hijos de los Hombres es Justicia. Y esto podemos relacionarlo con la pregunta del marco “¿Quién nos mostrará el bien?”.

Finalmente el ofrecimiento de sacrificios de justicia está conjuntamente con la confianza en Dios. En el mundo de los Hijos de los Hombres sólo la confianza en Dios puede ayudar a realizar esta tarea de búsqueda de justicia.

El salmo en su conjunto…un resumen

Hasta aquí vimos las partes del salmo y qué mensaje tienen por separado, ahora es preciso recomponer el mensaje integral del salmo.

El salmista implora a Dios como su Justicia. Este clamor del salmista tiene una certeza de ser respondido en base a la contestación de Dios en tiempos pasados. El pedido de ayuda no es sólo para el salmista sino que éste entiende que el pueblo en general necesita de la luz de Dios. Parece ser que el problema por el cual el salmista recurre a Dios tiene que ver con la injusticia y con la pobreza-riqueza que ésta generó.

Cuando el salmista se dirige a los Hijos de los Hombres les cuestiona sus acciones de deshonra, de amor a la vanidad y búsqueda de la mentira, para luego ponerlos frente a sus propias angustias en la pregunta “¿Quién nos mostrará el bien?”.

Finalmente debemos reconocer en el salmista la actitud profética por la cual aparte de denunciar exhorta a un cambio de vida: reconocer a Dios y su grandeza, reconocer la elección de Dios hacia el piadoso y con esto hacer justicia y confiar ya no en sus granos y mostos (riqueza) sino en Dios.

Reflexión sobre el texto

Sería oportuno considerar el sentir del salmista como alguien que buscó la justicia y se sintió abatido al estar solo en esta búsqueda. Y más, dejado de lado, deshonrado. En estos tiempos es bueno que se busque el aliento para aquellos y aquellas que trabajan por la justicia en este mundo. Posiblemente podrían escribir un salmo parecido a éste.

También es oportuno buscar las hipocresías de nuestra sociedad cuando se pregunta ¿quién nos mostrará lo bueno? Cuando en realidad sus propias acciones no son una construcción de lo bueno sino una búsqueda de la mentira y un amor al vacío.

Pablo Ferrer, biblista metodista argentino en Estudios Exegético–Homiléticos 73, Abril de 2006, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


1 Juan 3.1-7 – Presentación de Néstor Míguez

La Primera Carta de Juan

Esta misiva que hoy conocemos como la Primera de Juan fue probablemente escrita para acompañar la interpretación del Evangelio que se transmitió bajo el mismo nombre. La afinidad de temas, lenguaje y estilo muestran que surgió junto con aquél. Sin entrar ahora en todos los argumentos que hacen a este tema, lo más probable es que la carta haya sido compuesta hacia el 90, por el redactor del Evangelio o, aún más probable, por su círculo inmediato. La carta no indica autor, sino un nosotros abierto (1.1-4), que podría coincidir con el nosotros de Jn 21.24. Ciertas interpretaciones tendenciosas (docetas o gnósticas) del Evangelio habrían llevado a incluir “notas editoriales” agregadas al evangelio, provenientes del mismo círculo.

Si bien por asimilación a otros escritos a 1ª Jn se la ha llamado “carta”, en realidad carece de los elementos típicos de una carta. Su estilo se asemeja más al de una homilía, una predicación, con una apelación constante a los receptores (oyentes), mediante recursos tales como el uso del “nosotros” en forma inclusiva (p. ej., todo el cap. 1, especialmente vs. 5-10), o la reiteración de vocativos como “hijitos míos”, “amados”, etc. Sin embargo, aunque uno pueda pensar en una versión oral detrás del texto (que se ve en las muchas repeticiones), queda claro que más que una transcripción es un escrito intencional distribuido a receptores determinados (p. ej., 2.12-17).

La “carta” muestra que la comunidad a la que concierne se encuentra en una situación difícil. La situación externa parece ser opresiva, y es muy posible que haya persecuciones. Estas persecuciones provendrían de las comunidades judías, que estarían expulsando a quienes reconocieran a Jesús como el Cristo (ver Jn 9.22). Esto no sólo tiene consecuencias religiosas, sino fundamentalmente sociales y políticas. En las aldeas y barrios judíos, ser expulsado de la sinagoga equivalía a una exclusión social. Era un paria alejado de familia, amigos, imposibilitado de comprar y vender, un impuro. Para el Imperio, uno dejaba de ser aceptado como parte de una “religión lícita” y caía en la sospechosa categoría de superstición, pasible de persecución oficial. Hay, además, conflictos internos que podrían estar parcialmente originados en las diversas actitudes frente a esta situación, según respuestas de detracción, ocultamiento, o resistencia. Por otro lado aparecen distintas corrientes de pensamiento, doceta o gnóstico, que aumenta las tensiones, y es evidente que algunos ya han abandonado la comunidad, y otros están muy propensos a hacerlo (2.19 y 2 y 3 Jn).

Al comenzar el escrito, el autor destaca el sentido testimonial del mismo, testimonio que es la fuente de una fe comunitaria y gozosa (1.1-4). Pero al progresar el texto se hace cada vez más claro que la comunidad está atravesada de conflictos, que ha habido fuertes “anti-testimonios” y que el autor se esfuerza por echar luz sobre ciertos temas doctrinales para fortalecer al grupo que le es afín:

  • En lo que hace a la persona de Cristo, que se encarnó en Jesús (2.22, 4:2), que tuvo un cuerpo real, visible, palpable, audible (1.1-3), que realiza un ministerio de perdón (2.1-3), que nos da vida eterna (2.25; 3.16; 4.9; 5.12), y nos constituye en hijos e hijas de Dios (3.1; 5.1).
  • Se refiere a nuestra percepción de Dios: Dios es luz (1.5), Dios es fiel y justo (1.9), Dios es amor (4.8, 16), sabe todas las cosas (3.20) y destaca nuestra relación con Dios como Padre (3.1 et passim).
  • Señala la obra del Espíritu en nosotros (3.24; 4.1-3; 4.6; 4.13; 5.6-8)

Pero también destaca temas eclesiales (la constitución de la comunidad, sus conflictos y separaciones) para señalar el valor testimonial de los fieles como presencia de Cristo en el mundo (4.17) e insiste en el sentido ético del amor al hermano (hermana) como manifestación y cumplimiento de la fe (3.10-24; 4.18-21 et passim).

Pero su objetivo no es solamente doctrinal: busca fundamentalmente reforzar la ética comunitaria y alentar a los creyentes a mantener vivo su testimonio pese a los conflictos internos y las persecuciones externas. En ese sentido es también un escrito de consuelo, exhortación y aliento.

Notas exegéticas a 1 Juan 3.1-7

Si bien el leccionario nos indica los primeros 7 vs, en realidad una lectura adecuada nos obliga a ir por lo menos hasta el 10 (algunos comentaristas proponen extenderse hasta el 11 y otros hasta el 12). Los temas centrales de esta perícopa, que se expresan en el verbo “manifestar(se)” y en el concepto de filiación divina (o del Diablo) son los que organizan el discurso en estos versos. La expresión “hijos de Dios” en los vs. 1 y 10 forma lo que se llama una inclusión, y la tomaremos como indicador de la unidad temática que recorre estos versos Al final del v 10 se introduce la expresión “amar al hermano”, que actuará como nexo con la siguiente sección, que desarrolla ese tema, y que se extenderá del v 11 al 23 (ver comentario al próximo domingo).

El texto comienza con el reconocimiento de que el amor del Padre nos permite constituirnos en hijos (hijas) de Dios. Esto retoma el nudo central del prólogo del Evangelio joanino, Jn 1.12 “Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios...”. Esa posibilidad se ha concretado. Por eso el autor pone un enfático “¡y lo somos!”. Pero, ¿qué significa ser hijos e hijas de Dios? Aparecerán en su reflexión las dificultades, las ambigüedades y las responsabilidades que nos impone tal condición.

La filiación, en el mundo antiguo más que en el moderno, era decisiva. Notemos, por ejemplo, que en los evangelios las personas son conocidas por su filiación. Jesús, hijo de José; Simón, hijo de Jonás; los hijos de Zebedeo, etc. En el Imperio romano el tema era de suma importancia, y ser reconocido o adoptado como hijo establecía derechos sucesorios en cargos públicos, oficios, etc. En el Evangelio de Juan la discusión sobre “ser o no ser hijo de Abrahán” toma un lugar importante (cap. 8). El reclamo de Jesús de ser “hijo de Dios” ocupa un lugar central en las afirmaciones de fe del Evangelio de Juan. Es motivo de su condena (Jn 19.7). Juan registra el temor que se apodera de Pilato al oír esta acusación: es que en el Imperio el título de Hijo de Dios (Hijo de Júpiter en la versión latina; de Zeus, en la griega) era privativo del César. Decir de alguien, o decir de sí mismo, que es hijo de Dios es una afirmación osada, no sólo por su dimensión espiritual, sino también política.

Y ahora el autor afirma que somos “hijos (hijas) de Dios”. Por eso el mundo desconoce esa realidad (v. 2a), porque sólo reconoce el título de “hijo de Dios” a quien ostenta el poder imperial, poder de violencia y muerte. Por eso el mundo (representado en el orgullo de los sacerdotes judíos y en el poder despótico de Pilato como representante del César) le desconoce, y en consecuencia, nos desconoce como hijas de Dios. Una primera consecuencia de esta filiación divina es, paradójicamente, no un honor sino el desconocimiento.

Pero, ¿cómo puede ser que, siendo hijos de Dios, seamos desconocidos en tanto tales? La respuesta se da a través de la otra palabra clave de este pasaje: la manifestación. Nuestra filiación “es” (somos hijas de Dios) pero lo es en oculto, sólo visible a los ojos de la fe, como lo es la gloria de Cristo. Quienes “vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre” (Jn 1.14), sabemos que, cuando ella se manifieste plenamente, será también nuestra gloria (v. 2b), porque al verle, le reflejaremos. Pero en este tiempo esa gloria permanece oculta a los ojos del mundo; sólo es posible vivirla en esperanza (v. 3), siendo purificados por su pureza.

La consecuencia de esta “asimilación” a Cristo en su filiación divina rápidamente se traslada al terreno ético. Ser hija/o de Dios es vivir como tal, es decir, evitando el pecado (v. 4). Porque la misión de Cristo fue liberarnos del pecado y la muerte (v. 5), quien se entiende a sí misma en esa condición no puede vivir en el pecado. Esta expresión ha generado muchas discusiones sobre el tema de la “impecabilidad de los creyentes”. El hijo de Dios no peca y quienes a él se orientan son librados de pecado, ¿cómo pues pueden pecar? Se han propuesto distintas soluciones al hecho evidente de que los creyentes, por fieles que seamos, seguimos pecando.

No pretendiendo ninguna sabiduría superior a otros que lo han intentado, yo propongo leer este pasaje contra el trasfondo de lo que hemos enunciado, el contraste entre la fe en Cristo y la política del Imperio. No se trataría, entonces, de si el creyente no comete ningún error o acto pecaminoso en su vida cotidiana, sino sobre la orientación fundamental de la vida: o estamos con el poder del amor que se manifiesta en la Cruz, o estamos con el poder de muerte que mostró el crucificador. El tema es “permanecer” (v. 6), es decir, tomar como guía y camino al hijo de Dios, afirmarse en la referencia a su justicia. Quien no le ve ni le reconoce no puede diferenciar esta justicia de la que da el mundo, y por lo tanto no puede sino pecar. El tema pasa porque quien es hijo o hija de Dios, muestra esta filiación en su modo de obrar: ha aprendido de Cristo el obrar con justicia, ya que Jesucristo es “el justo” (2.1).

En cambio, alejarse de la verdadera justicia, la de Dios, es someterse al poder del falso hijo del falso Dios, es decir, del Diablo (v. 8). Esta oposición es fundamental: quien ostenta el poder de este mundo para cometer iniquidad, sembrar muerte, generar odio, peca y es del Diablo, el destructor que desde el principio se opone a la voluntad vivificadora de Dios. Ser de Dios es, por el contrario, vivir de la justicia que trae vida, porque es portador de la vida misma sembrada en nosotros por el Padre (v. 9). Esta es la distinción fundamental, y tiene que ver con obras de justicia, con mostrar en la conducta hacia los demás, “manifestar” el ser hija e hijo de Dios en el amor a los hermanos, hermanas (v. 10).

Líneas homiléticas

¿Qué significa para nosotros ser hijos, hijas de Dios? ¿Qué aprendemos de Dios como Padre/Madre? ¿Significa un honor que nos diferencia de los demás seres humanos? ¿Es una responsabilidad que nos obliga frente a otros? ¿Somos todos y todas hijos e hijas de Dios aunque no lo reconozcamos... y si es así, quiénes son los homicidas, la estirpe de Caín? La predicación puede ser, desde este texto, un espacio para reflexionar (y eventualmente dialogar) sobre estos temas.

Dios nos acepta como hijos e hijas, pero eso no significa que nosotros lo aceptemos, ni que aceptemos a Cristo. Reconocer en Jesús al Hijo de Dios que es y que nosotros podemos ser implica una decisión de nuestra parte. Hay también un sentido de apelación evangelizadora posible en este texto. Ser hijos e hijas de Dios es un llamado a la esperanza, a la justicia, a la integridad. A una vida que “no peca”, no porque se convierte en un ejemplo moral, sino porque ha descubierto el sentido y orientación fundamental que podemos recibir de Dios.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Estudio Exegético-Homilético 38, Mayo 2003, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


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