Recursos para la predicación
Evangelio de Juan 20.19-31 – Presentación de Ricardo Pietrantonio
Jesús se aparece a los discípulos (20.19-23)
La ocasión está estrechamente vinculada a Lucas 24.36-42, también colocada en la tarde de Pascua después de la llegada de la pareja de Emaús para informar que ellos habían visto al Señor. El rasgo de las puertas cerradas con llave mencionada al principio muestra,más que la habilidad de Jesús de presentarse en cualquier lugar, el hecho de que el Señor se revela donde quiere, de un modo más allá de nuestra comprensión.
El saludo de Jesús: “¡Paz a ustedes!” es el común de los judíos en Palestina, “¡Shalom!” Pero éste no era ningún día ordinario. Nunca una “palabra común” estuvo tan llena de tanto significado como cuando Jesús la profirió en la tarde de Pascua. Los profetas habían resumido en el shalomtodas las bendiciones del reino de Dios que ahora se habían realizado en los hechos redentores del Hijo encarnado de Dios “resucitado” para la salvación del mundo. Su “Shalom” en Pascua complementa ahora el “todo se ha cumplido” en la cruz, para la paz y reconciliación y vida desde Dios. No sorprende que Pablo la incluya junto con “gracia” en el saludo en cada epístola.
Jesús les muestra sus manos –en realidad deben haber sido sus muñecas, lugar donde se clavaban los clavos para que soportara el peso del cuerpo– (¡y sus pies! –realmente sus tobillos–) a los discípulos, para que comprendan que era él, su Señor crucificado que estaba de pie ante ellos. Esa identificación clara era extremamente importante para la Iglesia; el Crucificado era el Señor resucitado.
Los discípulos, por consiguiente “se llenaron de alegría” cuando se dieron cuenta que quién estaba de pie ante ellos era su propio Señor muerto aunque vivo. La promesa que Jesús hizo a ellos en el Aposento Alto de que él habría de “venir” a ellos (14.18) para convertir su pesar en alegría (16.20-22) se cumple ahora. La alegría es una bendición fundamental del reino de Dios (ej. Is 25.6-9; 54.1-5; 61.1-3), y es el sentir básico de la Pascua.
Cada Evangelio finaliza con una comisión del Señor resucitado cuya forma está dada por los evangelistas para poner algún énfasis de acuerdo con su propia perspicacia o situación. La misión del Hijo no ha finalizado con el “haber sido elevado” porque los asistirá en el tiempo de la misión (14.12-14). Esta asistencia había sido prometida antes a través del Espíritu (15.26; 16.8-11) y ahora la impone (22) soplando (cf. Gen 2.7; Ez. 37.9-10) para transmitirla a toda la iglesia. Pascua unida con Pentecostés (cf. Hch 2.32-33 = el derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés es un acto del Señor resucitado).
Jesús se aparece a Tomás (20.24-29)
Tomás ha actuado ya antes en el Evangelio en 11.16 y 14.5. Allí se lo ve no tanto como un escéptico sino como un seguidor de Jesús fiel pero pesimista, preparado para morir con él si fuera menester, pero tardo en comprender y dispuesto a decirlo (14.5).
Su contestación a sus compañeros discípulos acerca de la resurrección de Jesús es una expresión exagerada de la actitud que ellos mismos manifestaron a las mujeres que dijeron que ellas habían visto a Jesús. Pero las condiciones que pone para creer suenan irrazonables, un ejemplo de la actitud condenada por Jesús en 4.48.
“Después de ocho días” el Señor aparece de la misma manera que antes, según el modo judío de calcular, contando el primero y el último día en el período. El lenguaje habrá recordado a los lectores primitivos de sus propias reuniones para el culto en el primer día de la semana, marcando el día cuando Jesús resucitó de los muertos.
Recuerda la costumbre en el Medio Oriente, Asia Menor y aún Egipto de nominar algún día en honor de un gobernante. Ese es el día del Kyrios, del Señor cuando resucitó para ser soberano del Universo que llevó a los cristianos primitivos a que el primer día, el domingo, y no ya más el sábado, como el acceso de Jesús, como el Señor resucitado, al Trono de Dios.
El Señor, cuyo cuidado por su pueblo se extiende por todos los tiempos, ha oído la declaración de Tomás, y asume el desafío. Cuando extiende sus manos, con la invitación de tocarlas y de poner su mano en su costado, agrega un refrán que es un poco un reproche para Tomás y un poco una apelación: “no seas incrédulo sino creyente”. ¿Habrá Tomás extendido sus dedos cuando fue invitado? La escena en la que Tomás extiende su mano para tocar al Señor se volvió un tema favorito para los artistas más tarde. No obstante es improbable que Tomás haya hecho tal cosa; el v 29 sólo dice que Tomás ve al Señor. La impresión dada por la narración es que Tomás quedó sobrecogido por la aparición del Señor cuyas palabras a él dirigidas, alcanzan para que explote su confesión sin ninguna otra demostración.
Su declaración es una confesión emitida desde las profundidades del alma de Tomás: “Mi Señor y mi Dios”. El incrédulo más ultrajante de la resurrección de Jesús profiere la más grande confesión del Señor resucitado, que expresa su último significado, la revelación de quién es Jesús (cf. 5.33).
El énfasis en el v. 29 no es Tomás sino aquellos que no han “visto”. Su encomendación toma la forma de una bienaventuranza (cf. Sermón del Monte, Mt. 11.6; 13.16; 24.46; sólo una más en EvJn 13.17 y ambas tienen una nota de amonestación) que no se aplicará a todos los lectores del evangelio. Si la experiencia directa de Tomás se cree se es bienaventurado.
Conclusión (20.30-31). Los que arguyen que el EvJn incorporó una fuente de signos piensan que este pasaje es parte de la conclusión de esa fuente. Pero, los “signos” que hay en los primeros 12 capítulos del EvJn son acciones del Mesías que se expanden en discursos de interpretación. “Para que ustedes crean” expresa propósito: a fin de que, para que. El Evangelio es un testamento sobre la fe para despertar la fe y edificar a los creyentes en la fe.
Breve reflexión teológica
Es muy interesante que la semana posterior a Pascua de resurrección, con toda la alegría que ello implica en la comunidad, en el siguiente aparezca este texto sobre Tomás y sus dudas racionales. La gran bienaventuranza viene hacia todos los creyentes que no vieron y que creyeron por el testimonio de los que vieron. Y siempre se podría dudar de esos testimonios como se duda de la resurrección del Señor.
Pista para la predicación
La confianza en los testigos.
Ricardo Pietrantonio (pastor de la Iglesia Evangélica Luterana Unida, argentino), Estudios Exegético-Homiléticos 13, ISEDET, abril 2001. Resumen.
Hechos 4.32-35 – Presentación de Pablo Richard
Todos pensaban y sentían de la misma manera
El primer sumario de esta sección esta sección (4.32-35) está en continuidad con el sumario de 2.42-47. El v 4.32 prolonga 2.44: se afirma la koinonía como unidad subjetiva de alma y corazón y la unidad subjetiva de tener todo materialmente en común. Los vs 34-35 del cap 4 prolongan 2.45: se vendían los bienes y el dinero se repartía según la necesidad de cada uno. En el primer sumario lo que se vende son posesiones y bienes en general; ahora se dice más concretamente que venden campos o casas. No se trata solo de gente rica que se desprende de sus bienes, sino de discípulos que dejan todo aquello que los ata a un lugar (tierra y casa).
Hay dos novedades importantes en 4.34-35: “no había entre ellos ningún necesitado” y el precio de la venta ”lo ponían a los pies de los apóstoles”. Estas dos expresiones muestran una comunidad con un organización interna más desarrollada. Ya no se trata solo de satisfacción de necesidades, sino de eliminación de la pobreza en la comunidad. Esto exige a los apóstoles cumplir el papel de administradores. Poner algo a los pies de alguien significa reconocer la autoridad de alguien, a quien se le encomienda la administración de algo. Esta expresión se repite tres veces: 4.35, 37 y 5.2. Es la administración de la koinonía.
En el centro del sumario está lo fundamental: “Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección de Jesús” (v 33). Este versículo retoma el eje central de los Hechos, que ya apareció en 1.8; 2.32 y 3.15 y es el punto culminante del testimonio de Pedro y Juan ante el Sanedrín.
Reflexión pastoral sobre Hechos 4.32–5.16
- En la construcción de un nuevo modelo de Iglesia –como es en Hch la Iglesia apostólica frente a la “iglesia” judía de la ley y el templo– los aspectos económico-institucionales tienen mucha importancia. No lo económico en sí, sino el espíritu de las instituciones económicas y el valor religioso-simbólico de estas. En Hch aparece la importancia religiosa de comprar o vender un campo. Fue una acción positiva para Bernabé, pero una opción de muerte, primero para Judas y luego aquí para Ananías y Safira. ¿Cómo pensar hoy una eclesiología que incluya la dimensión económica e institucional?
- La consolidación de la comunidad se dio cuando nadie llamaba suyos a sus bienes y cuando no había entre ellos ningún necesitado. Porque todos los que poseían campos o casa los vendían. ¿En qué medida hoy en día la opción por el pobre provoca cambios económicos e institucionales en la Iglesia?
- Pensemos nuevamente en el testimonio de Bernabé y reflexionemos sobre cómo vivir su ejemplo y espíritu hoy en la Iglesia.
- El caso de Judas y de Ananías ¿sería pensable hoy en la Iglesia? ¿Tomamos hoy en serio el carácter mortal para nosotros mismos de ciertas actitudes y opciones nuestras en el campo económico-religioso?
- Ananías invirtió parte de su dinero en la comunidad y se guardó otra parte, porque no tenía confianza en el proyecto apostólico y misionero de los apóstoles. ¿No tenemos nosotros también esta misma actitud cuando confiamos en la comunidad y en la fuerza del Espíritu, pero mantenemos al mismo tiempo nuestra confianza en el dinero y en las viejas estructuras?
- Reflexionemos sobre la situación de Safira y de cómo la mató el carácter patriarcal de su matrimonio con Ananías. ¿Podemos imaginar otra forma de matrimonio que hubiera salvado a Safira? ¿Cómo se reproduce hoy la situación de muerte de Safira?
Pablo Richard, 1939-2021, biblista católico chileno, “Hechos de los Apóstoles” en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, España, 2003.
Salmo 133 – Presentación de Samuel Almada
El Salmo 133 es un canto al amor fraternal y pertenece a la colección de “canciones de las subidas” (Salmos 120-134), pues eran salmos que cantaban los peregrinos cuando “subían” a Jerusalén en ocasión de las grandes fiestas. El tema central de la comunión sintoniza con los textos citados anteriormente (Hch 4.32-35 y 1 Jn 1.1–2.2) y podríamos considerarlo como un fruto de nuestra pascua que es Cristo, que celebramos recientemente.
Por la forma literaria, el poema pertenece a la categoría de salmos sapienciales, donde aparece un solo proverbio o sentencia (v. 1) acompañado por dos comparaciones ilustrativas (vv. 2 y 3), según el estilo del mashal hebreo.
El salmo describe experiencias de la vida cotidiana y proviene seguramente de un contexto secular. Para muchos la alusión relacionada con los sacerdotes y el culto (v. 2b) es una inserción añadida al sentido básico de la sentencia sapiencial con la intención de llevarla al terreno cúltico y religioso.
El proverbio alaba la convivencia armoniosa entre hermanos y familiares en un contexto donde el núcleo social básico era la familia extendida o clan. Hoy se podría pensar también en la familia, una comunidad específica o incluso en la sociedad abierta como comunidad humana. El verbo de la sentencia principal (v. 1) se puede traducir como habitar, sentarse o estar.
Las comparaciones ilustrativas posteriores (vv. 2 y 3) son tomadas naturalmente del contexto contemporáneo regional. El aceite fino (v. 2a), probablemente mezclado con hierbas aromáticas, era un valioso bálsamo suavizante y refrescante que se utilizaba principalmente para el cuidado del cabello y de la piel (la alusión a esta práctica seguramente sirvió de pie para luego introducir la glosa referida a la unción de los sacerdotes del templo). La segunda ilustración análoga (v. 3a) se refiere al abundante rocío del verano que humedece y refresca la tierra, sobre todo si se tiene en cuenta que no llueve en la región durante la larga temporada estival.
El salmo concluye que allí adonde existe unión y convivencia armónica entre hermanos y vecinos, el Señor se hace presente y manda su bendición a todos los ámbitos de la vida humana (v. 3b), propiciando así una vida sustentable y permanente, efectos benéficos para el medio ambiente y descendencia saludable.
Es oportuno recordar el concepto bíblico veterotestamentario de “bendición” (del hebreo beraká). En su origen, tanto la bendición como la maldición estaban relacionadas con prácticas de tipo mágico y religioso, lo cual se ve confirmado por el parentesco histórico y lingüístico del término hebreo con la raíz ugarítica brk y el acádico karabu. El significado básico de la palabra se podría definir como la adjudicación y la comunicación de una fuerza salutífera, curativa o vivificante, que se opone al poder destructivo del mal y la maldición. Esta fuerza vital y curativa se puede manifestar concretamente de diferentes maneras; por ejemplo en la fecundidad de los seres humanos y animales, o en el estado de bienestar, felicidad y salud (shalom) de una comunidad.
Los diferentes gestos que acompañan la bendición corresponden por analogía al acto mágico de la transferencia de fuerza curativa: imposición de manos o elevación de los brazos, el beso y el abrazo, tocar los vestidos, etc. El contexto original de la bendición se encuentra principalmente en las relaciones familiares; y a este ámbito corresponden los principales actos relacionados con esta práctica. La expresión más corriente de la bendición se da en el saludo, al encontrarse y al despedirse; también se otorga en momentos decisivos de la vida como el nacimiento, el casamiento y la muerte.
Bibliografía: Hans-Joachim Kraus, Los Salmos, Salamanca, Sígueme, 1995.
Samuel Almada, biblista bautista argentino en Estudios Exegético-homiléticos 37 – Abril 2003, ISEDET, Buenos Aires, Argentina
1 Juan 1.1–2.2 – Presentación de Samuel Almada
Esta parte de la carta nos presenta a Jesucristo como el Verbo o Palabra de vida (1.1-2). La perícopa pone énfasis en la comunión entre los cristianos, que está basada en la unión de los creyentes con el Padre y su hijo Jesucristo (1.3); éste es uno de los temas principales de los escritos joaninos (ver Jn 15.1-6 y 17.20-26) y de la comunidad cristiana primitiva. También se afirma que Dios es luz (símbolo de verdad y santidad); y para andar en la luz de Dios hay que reconocer y confesar nuestros pecados, y vivir en comunión unos con otros (1.5-10). Finalmente, se presenta a Jesús como nuestro defensor ante el Padre y como propiciación por los pecados de toda la humanidad (2.1-2).
Samuel Almada, biblista bautista argentino en Estudios Exegético-homiléticos 37 – Abril 2003, ISEDET, Buenos Aires, Argentina
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