Recursos para la predicación

23 May 2023
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 28 MayoMay 2023

Rojo


Juan 20.19-23 – Presentación de Néstor Míguez

Introducción

Los textos de este domingo apuntan al hecho de Pentecostés. Nos hablan de la presencia del Espíritu Santo como aquel que nos sostiene, guía e impulsa al testimonio de la fe. El hecho histórico de Pentecostés y su significación para la tarea misionera cristiana es un hito destacado para la vida de la Iglesia. Pero como vemos por los diversos textos, hay muchas formas de experimentar esta fuerza que nos viene de Dios. Cada uno de nosotros puede experimentar el Pentecostés que Dios quiera darnos, de distintas maneras. Haremos un estudio más cuidadoso del texto de Juan 20:19-23, y en el comentario señalaremos esta pluralidad de experiencias del Espíritu.

Análisis

Los discípulos están encerrados, con las puertas atrancadas. El miedo los aísla. No pueden entrar las autoridades judías, cuya represalia temían, pero ellos tampoco pueden salir. El temor predomina sobre la esperanza, ese gran enemigo del amor (1 Jn 4.18). Venciendo esa traba que el temor de los discípulos había puesto, se hace presente Jesús, cumpliendo su promesa (Jn 14.19; 16.22). Más allá de las especulaciones sobre la naturaleza corpórea del Resucitado, esta presencia nos muestra cómo Jesús rompe las barreras impuestas por el temor para hacer realidad en medio de los suyos la certeza de su victoria sobre la muerte y el cumplimiento de la Promesa.

Jesús anuncia una vez más su paz. Era el saludo judío habitual, pero en sus labios adquiere una nueva significación (14.27; 17.33). La paz aparece como una certeza que permite sobrellevar la adversidad sin perder la confianza en la presencia continua del Señor que vence al mundo. Por eso es una paz que el mundo no puede dar (Las tropas romanas eran la “garantía” de la Pax Augusta). Como Jesús ya sabía acerca del miedo de sus discípulos (6.19-20), les dio pruebas de su presencia: las heridas que lo identifican como el crucificado. Es la continuidad de un ministerio que subsiste tras la muerte. No es un “alma en tránsito”. Es el mismo Jesús del ministerio terreno, con sus llagas, el que ahora se muestra resucitado. Son las mismas manos que lavaron sus pies tres días antes las que ahora los discípulos contemplan heridas. Esas heridas son el “ayudante” de Jesús para transmitir la seguridad de su presencia. Jesús derrota el miedo mostrando el triunfo de su amor (15.12-14) y de su paz (16.33).

El segundo saludo de Jesús (20.21-23) introduce tres temas: el envío, el poder del Espíritu y el perdón de los pecados. Los tres concretan en los discípulos las promesas de Jesús. En primer lugar, él había recibido de Dios una misión que ahora ellos deberán hacer propia (15.16; 17.18). La noticia y presencia del Resucitado modifica el lugar de la comunidad. Él ahora estará presente en ellos (14.23; 17.21) para que cumplan con su misión. Por el envío, la comunidad de fe pasa a ser Jesús mismo en el mundo (1 Jn 4.17). Si las heridas eran la marca de identidad del crucificado, la misión será ahora la marca de identidad de los discípulos y discípulas de Jesús.

Pero para cumplir esta misión es necesaria una “capacidad”, que Jesús ahora les confiere: El Espíritu Santo. El Pentecostés joanino ocurre la misma tarde del domingo de Resurrección. También en esto se cumple la promesa de Jesús durante la Pascua (14.16-17, 26; 16.13-15). El poder del Espíritu, el mismo que ha guiado a Jesús (1.32-34) y que le acompañara hasta su muerte en la cruz (19.30) pasa a los discípulos para fortalecerlos y guiarlos en la misión. Así como Dios en la creación sopló su aliento para que el ser humano tuviera vida (Gen 2.7), Jesús sopla sobre sus discípulos el Espíritu de esta nueva creación para darle vida a esta comunidad.

El Espíritu les permitirá realizar la tarea del perdón que Jesús mismo encarnó (Jn 1.29). El llamado a la fe que la comunidad creyente debe realizar no puede ser eficaz si no está acompañado por la capacidad de liberar del dolor cotidiano y de las estructuras internalizadas del poder opresor. El dejar atrás el mundo de pecado, o decidir permanecer aferrado a la cautividad de su poder, es una decisión donde se juega la vida del ser humano (9.40-41). Hay quienes deciden permanecer en el pecado ya que no están dispuestos a reconocer su esclavitud de los mecanismos perversos de la anti-vida. Tales no pueden encontrar lugar en la comunidad creyente. Hay quienes buscan liberarse y liberar a otros de esta carga, y deben ser recibidos en la comunidad que hoy hace presente a Cristo. Ello solo es posible en el poder del Espíritu. si no, se transforma en poder arbitrario, y por lo tanto en el mismo pecado que dice combatir.

Comentario

Las otras lecturas de la fecha muestran distintas facetas de la obra del Espíritu. El Salmo destaca su labor en la creación y su subsistencia. Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos recuerda la importancia del Espíritu en las distintas maneras de servicio. El relato de Hechos señala la manifestación del Espíritu sobre la comunidad de Jerusalén y su fuerza comunicativa que rompe las barreras de las lenguas. En Juan la presencia de Jesús resucitado rompe las barreras del miedo. Pentecostés no es una fecha y una experiencia: son muchas experiencias, son el envío cotidiano. Otros textos nos mostrarán otras manifestaciones del múltiple Espíritu Santo. Más que recordar un “hecho”, en Pentecostés reconocemos una actitud de Dios hacia nosotros, que nos regala con su presencia en nuestras vidas, nos da una misión, y nos renueva mediante el perdón.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Estudio Exegético-Homilético 15, ISEDET, Buenos Aires, 2001.


Evangelio de Juan 7.37-39 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

Ante la ruina que amenaza, por la situación de injusticia y opresión existente, Jesús propone su alternativa: la nueva comunidad en la que él será el centro como dador del Espíritu. No se puede reformar una sociedad cuyos principios básicos son injustos y se oponen a la plenitud humana.

El único principio para construir la sociedad humana según el designio de Dios es el amor leal. Para ello hace falta un hombre nuevo, el que ha sido completado con la capacidad de amar que solo Jesús comunica.

Jesús se ha presentado como la Sabiduría que invita a acercarse a ella. Pero lo que él comunica no es un saber teórico, sino el Espíritu, fuerza del amor del Padre. La corriente sapiencial del AT había desarrollado la reflexión sobre el ser humano, buscando una norma de conducta moral que lo llevase a la perfección. Jesús da el saber con el don del amor, el único que realmente permite penetrar el significado del hombre, objeto del amor del Padre. El conocimiento que da el amor saca de la ambigüedad a toda sabiduría, impidiéndole convertirse en culto de sí mismo y en instrumento de opresión.

Ante el ofrecimiento, los representantes del poder se endurecen, no toleran este mensaje, que haría cesar las situaciones de privilegio. Su única respuesta es la violencia, usando la Ley como  arma represiva.

Juan Mateos y Juan Barreto, El evangelio de Juan, Cristiandad, Madrid, 1979, en “Síntesis”, pp. 390-391.


Hechos 2.1-41 – Presentación Pablo Richard

La irrupción del Espíritu en Pentecostés es la consecuencia directa, histórica y visible en la tierra de la resurrección y exaltación de Jesús: “exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que ustedes ven y oyen” (v 33). Es el Espíritu el que constituye realmente el movimiento de Jesús: su primera comunidad en Jerusalén y la misión a todos los pueblos. Lo que Lucas narró anteriormente en 1.12-26 está más bien orientado al pasado: regreso a Jerusalén y al Templo y constitución de los doce apóstoles (restauración del nuevo pueblo de Israel); ahora Lucas retoma el inicio de su relato en 1.6-11 (esp. 1-8) y proyecta el movimiento de Jesús hacia el futuro y la misión a todos los pueblos de la tierra.

El relato de Pentecostés, admirablemente construido, tiene una fuerza fundante y transformadora, eficaz a lo largo de toda la historia del cristianismo. Toda reforma de la Iglesia comienza siempre con Pentecostés. Una mirada crítica del relato descubre la actividad redaccional y creadora de Lucas. El discurso que compone Lucas corresponde históricamente a lo que en ese entonces en Jerusalén pensaba y decía la primera comunidad apostólica. Lucas recoge los hechos históricos y las tradiciones, pero también a Lucas le interesa el efecto creador y fundante de estos hechos y tradiciones en la historia de la Iglesia de su tiempo y de la Iglesia de todos los tiempos.

Los hechos de Pentecostés (vs 1.13): En la narrativa de Pentecostés podemos distinguir dos relatos: uno más primitivo y tradicional en los vs 1-4 y 12-13, y otro más evolucionado en los vs 5-11. El relato antiguo tiene un carácter carismático y apocalíptico: hay viento impetuoso y lenguas como de fuego; los presentes hablan en lenguas (vs 1-4) y por eso aparecen ante los demás como borrachos; los hechos suceden en una casa (v 2). El segundo relato es profético y misionero: ya no se trata de hablar en lenguas (glosolalia), sino de un don profético; los presentes hablan en galileo (arameo) y cada cual los entiende en su propia lengua nativa. El milagro no está en el hablar (como en la glosolalia) sino en el escuchar (sobre esto se insiste en tres lugares: vs 6, 8 y 11). Los que están  reunidos para escuchar son un grupo grande. Si el evento primitivo se da en una casa, ahora, en el segundo relato, tenemos la impresión de estar más bien  en el Templo. Posiblemente Lucas unió aquí, en un solo relato, dos tradiciones históricas, cada cual con un sentido diferente. Este recurso literario lo descubriremos en varios lugares en los Hch.

En 2.1 se nos dice que “estaban todos reunidos”. No se trata solamente de los doce apóstoles, sino de la asamblea de los 120 (1.15), entre los cuales está María, la madre de Jesús, el grupo de las mujeres y el grupo de los hermanos de Jesús, entre ellos con certeza también Jacobo, el hermano del Señor (1.14). El don del Espíritu se da a esta primera comunidad, si bien es Pedro, junto con los Once, el que va a pronunciar el discurso (vs 14-36). Se añade también que están reunidos “con un mismo propósito.

Este mismo propósito es posiblemente la estrategia restauracionista implícita en la elección de Matías en 1.15-26. La irrupción del Espíritu viene a romper con ese propósito de restauración, que mira más al pasado que al futuro. El Espíritu viene de repente, con ruido como de viento impetuoso y en lenguas como de fuego: estos símbolos (huracán y fuego) muestran la “violencia” necesaria del Espíritu para transformar al grupo presente  y reorientar la primera comunidad, desde una posición restauracionista hacia una posición profética y misionera. Esta tensión entre restauración (pasado) y misión (futuro) es la que vimos en 1.6-11.

Pentecostés es el bautismo en el Espíritu Santo anunciado en 1.5. El bautismo de Juan Bautista era de agua, un símbolo judío de conversión personal; ahora se trata del bautismo en el Espíritu, que es el símbolo característico del movimiento profético de Jesús, ya no solo de conversión personal, sino de transformación de la comunidad de los discípulos en auténtica comunidad profética, para dar testimonio de Jesús hasta los confines de la tierra.

Los que se reúnen, atraídos por los sucesos de Pentecostés, son “hombres piadosos, que habitaban en Jerusalén, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”. Tenemos aquí una ficción literaria de Lucas, pues es un hecho extraordinario que estén reunidos en Jerusalén gente piadosa de todas las naciones del mundo. El hecho es tan extraordinario, que manuscritos posteriores (tradición occidental) agregan la palabra “judíos”: los reunidos serían judíos de todas las naciones que habitaban en Jerusalén”.

Lucas tiene una clara intención teológica: reúne simbólicamente en Jerusalén a gente piadosa de todas las naciones del mundo, que en Jerusalén van a recibir el testimonio profético de la primera comunidad apostólica. El Espíritu es derramado en función de todos los pueblos y culturas del mundo. Eso ya se da para Lucas en el hecho fundante de Pentecostés.

En los vs 9-11 tenemos la lista de las naciones. Lucas enumera doce pueblos y tres regiones. En síntesis, los representantes de los pueblos vienen de todas las regiones de la tierra, de las culturas antiguas de oriente, de los pueblos establecidos en torno a Judea y de las poblaciones que se desplazan hacia oriente y occidente, cuyo centro es Roma. Lucas combina criterios culturales, geográficos y sociales, y construye así históricamente el paradigma misionero del Espíritu.

Lucas insiste tres veces (vs 6,8,11) en que los presentes, que vienen de todos los pueblos, entienden el discurso de Pedro, cada uno en su propia lengua. Pedro y los Once son galileos (v 7) y hablan por lo tanto en arameo, que era una lengua bastante conocida en Siria y oriente. El milagro de Pentecostés es que cada uno entiende a los apóstoles en su propia lengua nativa. No se trata de la glosolalia, pues cada pueblo escucha en su propia lengua y, podríamos agregar, en su propia cultura. Por eso consideramos hoy en día a Pentecostés como la fiesta cristiana de la Inculturación del evangelio.

Muchos comentarios oponen erróneamente Pentecostés a la confusión de lenguas en Babel (Gn 11.1-9). En Babel, la unidad original de lenguas fue lo que permitió las construcción de la ciudad con una torre militar, que es el proyecto de dominación (Gn 11.2-4); la recuperación liberadora de las lenguas nativas hizo posible detener la construcción opresora de la ciudad, lo que se identifica con el proyecto de Yahvé (Gn 11.5-8). Una lectura del relato del Génesis, desde la perspectiva dominante y colonial, siempre vio la pluralidad de lenguas y culturas como una maldición y un castigo. Desde la perspectiva liberadora de la inculturación del evangelio, la diversidad de lenguas es el hecho liberador que permitió la huida de los trabajadores y la paralización de la construcción de la ciudad. En Pentecostés cada pueblo conserva su lengua y cultura. Lo nuevo en Pentecostés es la unidad en la comprensión del evangelio, manteniendo la diversidad de lenguas y culturas. El proyecto original de Dios, recuperado en Pentecostés, es una humanidad plurilingüe y multicultural.

En la primera parte de su discurso Pedro cita Jl 3.1-5, pero cambia el comienzo del texto de Joel: en vez de “sucederá después de esto” Pedro dice como palabra de Joel; “sucederá en los últimos días”. Es un texto claramente apocalíptico: “los últimos días” (v 17) y “el día grande del Señor” (v 20), no es el día del juicio final, sino el día inaugurado por la resurrección de Jesús y que se prolonga por su exaltación (ascensión) y la efusión del Espíritu a lo largo de la historia. Las transformaciones cósmicas de los vs 19-20: prodigios en el cielo y señales en la tierra, sol en tinieblas y luna en sangre, es el lenguaje típico de la apocalíptica cristiana para interpretar transformaciones históricas del tiempo presente (cf con el mismo sentido Ap 6.12-18). Lo fundamental de este tiempo apocalíptico del Espíritu es que el Espíritu es derramado “sobre toda carne”: hijos e hijas, jóvenes y ancianos, esclavos y esclavas. En este tiempo del Espíritu todos y todas son profetas.

Pablo Richard, Hechos de los Apóstoles, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Edit. Verbo Divino, España, 2003.


1 Corintios 12.3-13 – Presentación de Néstor Míguez y ampliación de Ricardo Pietrantonio

Introducción General

1 Co es tomada por auténticamente paulina (aprox. 53-54) y pocos disputan su integridad (salvo algunos vss. discutidos). Aparece como respuesta de Pablo a ciertas informaciones orales y consultas por escrito provenientes de la comunidad corintia. Su ordenamiento parece más o menos arbitrario, según se van dando las cuestiones, aunque una mirada más cuidadosa puede ver un crescendo que parte de las cuestiones más “carnales” (disputas de poder, ética sexual, situaciones de propiedad, condición social) hasta las más “espirituales” (conducta frente a la idolatría, conducta en el culto, Cena del Señor, dones espirituales y Resurrección). Todas, sin embargo, son atravesadas por un eje teológico central: el señorío de Cristo concebido desde una teología de la Cruz y Resurrección; y por una convicción envolvente: la dimensión escatológica de todo acto humano, desde una escatología de juicio inminente.

Ubicación estructural

El texto seleccionado (por la festividad) se encuentra dentro de la sección litúrgica de la carta. 1 Co 12.1-2 conforman una transición para salir del tema de la Santa Cena: marca el pasaje de la espiritualidad de los dones materiales a la materialidad de los dones espirituales. 12.3-31 introducirá el tema de la diversidad y complementariedad de los dones espirituales, que se retoma, en un marco cultual, en 14. Forma, pues, una inclusión con el cap. 14, que deja al himno de 1 Co 13 como centro quiásmico de la sección. Por eso el texto ha de leerse a la luz de 1 Co 13. La sección de 12.3-11 introduce el tema del Espíritu, y 12-13 conforman una bisagra para dar lugar al símil del cuerpo. 14-26 desarrollará ese símil, para que 27-31 le dé entidad eclesiológica. Pero esa entidad eclesiológica quedará sometida al criterio del servicio y el amor (cap. 13). Ese es el marco de lectura que debe señalarse.

Comentario

El don superior del amor permite entender la diversidad de dones que emanan del mismo Espíritu. El primer don, anterior a cualquiera de los dones “concretos” es el don mismo de la fe. Sin ese primer don del Espíritu, que es el que nos lleva a afirmar el señorío de Jesús, cualquier otro don no es sino maldición (anatema). Es ese único Espíritu que nos conduce a la fe, el que luego se manifiesta multiforme en la vida concreta de la comunidad de los creyentes. Es por el amor que esa multiplicidad adquiere sentido, y que cada uno de los dones particulares lo adquiere, porque solo el amor puede manifestar el Espíritu.

Esta unidad del Espíritu hace un don de la complementariedad y no una maldición de las diferencias. Es éste el Pentecostés de Pablo (que no tuvo el otro). Una salvedad que conviene señalar es la fe entendida como don diferenciado (v. 9). En ese caso hay que ver que acá fe/confianza está señalada entre los dones que hacen a las distintas formas de conocer, de manera que a la vez que Pablo reconoce la sabiduría y la ciencia como don, reconoce también la posibilidad de tener confianza en la palabra de la comunidad como un don. La fe no debe interpretarse aquí como fe en Dios, sino como confianza en los hermanos.

Este Espíritu que crea diferencias por la operación diversa de los dones que libremente reparte, es el mismo espíritu que elimina las diferencias (judíos y griegos) que pudieran alzarse como barreras para la igualdad fraterna. El Pentecostés paulino, el Espíritu que reúne a la Iglesia y la hace una, es un Pentecostés que iguala apóstoles y predicadores, maestros y sanadores, sabios y creyentes simples en la operación del cuerpo constituido uno.

Comentarios hechos en el grupo

  • Por lo general, hay confusión sobre lo que es el amor y de dónde éste procede. Esta palabra no representa lo que se intentaba significar, ya que, hoy en día, ‘amor’ tiene una significación con carácter erótico. En 1 Corintios 13, el amor trasciende este universo, y no ‘pasa’ nunca. Amar representa eros, mas no agápe. Amar está relacionado con la alianza con Dios, y ésta tiene un código: los diez mandamientos, por ejemplo. En estos textos, amar “involucra” a Dios. Pietrantonio está convencido de que la palabra amor debe ser sustituida por otra, y lo haría por lealtad. Por otra parte, recordemos que en el Evangelio de Juan se usa una terminología “fuerte”: permanecer en la vid, en Cristo mismo. El mandamiento es la permanencia, la unión con la vid.
  • El amor es, en realidad, una consecuencia. En otros términos, la comunidad permanece unida si permanece en la vid, en Cristo; no separada. Por otro lado, nuestros sentimientos son inestables. La alianza posee un orden racional: se da una posibilidad de poder cumplir con sus preceptos. Otra cuestión es la Torá: es un tema paulino; también se podía cumplir con ella, “quedarse” con Dios o “no quedarse”. Los mandamientos son comunitarios, no se dan en forma individual. En el texto de 1 Corintios, se da la riqueza en la diversidad, por excelencia.
Néstor Míguez y ampliación de Ricardo Pietrantonio, en Encuentro Exegético-Homilético 3, ISEDET, Buenos Aires, junio 2000.


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