Domingo de Pentecostés

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Salmo 104:24-34, 35b; Números 11:24-30; Hechos 2:1-21; Juan 20:19-23

Evangelio de Juan 20.19-23: Aquella noche de ese primer día de la semana, Jesús entra donde están los discípulos con las puertas cerradas por miedo autoridades, saluda a los discípulos deseándoles la paz, les sopla dándoles el Espíritu Santo, y los envía a su misión en el mundo.

O Evangelio de Juan 7.37-39: En el último día de la gran fiesta de las enramadas Jesús se pone en pie y dice con voz alta que si alguien tiene sed que venga a él y beba, porque de su interior correrán ríos de agua viva. Y lo dice refiriéndose al Espíritu que recibirían quienes creyeran en él, cuando fuera glorificado.

Hechos de los Apóstoles 2.1-18: El día de la fiesta de Pentecostés todos los creyentes estaban reunidos y todos fueron llenos del Espíritu Santo con señales de fuego, y los creyentes hablaban en distintas lenguas. Es que derramaré mi espíritu sobre toda la humanidad, anuncia el Señor.

Salmo 104.24-34, 35c: Cuántas cosas hiciste, Señor, todo con sabiduría, y todas tus criaturas esperan su comida de ti. La gloria del Señor es eterna, sólo en ti encuentro mi alegría!

1a Carta a los Corintios 12.3b-7, 12-13: En la iglesia hay diferentes dones, distintas maneras de servir, todas vienen del mismo Espíritu, para provecho de todos. El cuerpo humano está formado por muchos miembros: así nosotros formamos un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu.

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