Recursos para la predicación

10 Abr 2023
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 21 MayoMay 2023

Blanco


Evangelio de Juan 17 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

Contenido y división

Terminada su instrucción a los discípulos, en la que ha establecido el fundamento de su comunidad (caps 13-14) y ha determinado su misión (caps 15-16), Jesús se dirige al Padre. Su oración se compone de un prefacio (17.1-5), un cuerpo que comprende dos oraciones, por su comunidad presente y futura (17.6-23), y una conclusión que resume su obra con los discípulos y expresa su propósito de llevarla a acabo (17.24-26).

En el prefacio (17.1-5), sin usar verbos que signifiquen ruego, pide Jesús al Padre la manifestación de la gloria y el don a los suyos de la vida definitiva, es decir, que su muerte manifieste su amor y el del Padre por la comunicación del Espíritu a quienes creen. En la oración de las comunidades posteriores, esta petición se transformará en acción de gracias (eucaristía) por la obra realizada.

El cuerpo de la oración se divide en dos partes: una por los discípulos presentes (17.6-19) y la segunda por los del futuro (17.20-23). Cada una comienza por una introducción que enuncia en ambos casos el  mismo presupuesto: la fe o adhesión a Jesús, como efecto de la obra de Jesús mismo (176-8) o del mensaje de sus discípulos (17.20):

A) Tras la introducción, la oración por la comunidad presente expresa la circunstancia que la motiva (17.9-11a): la marcha de Jesús con el Padre, después de haber comunicado a sus discípulos “la gloria” (17.10). Sigue la petición propiamente dicha (17.11b-19), cuya idea central es que el Padre los guarde en la unidad (17.11b) y los proteja, consagrándolos con la verdad, para que ejerzan su misión en el mundo (17.17-19) sin ceder a sus presiones (17.15-16).

B) La oración por la comunidad del futuro, más breve, pide para ella, después de la introducción (17.20), la unidad perfecta, efecto de la comunicación de la gloria (17.22) y garantía de eficacia en la misma (17.21b, 23b).

La conclusión (17.24-26) presenta varios paralelos con la introducción: “lo que me has entregado” (17.2,24), la alusión a la creación del mundo (17.5, 24); la futura manifestación (17.26: se la daré a conocer) corresponde al conocimiento que es la vida definitiva (17.2-3); “el amor” que ha de estar en los discípulos (17.26) procede de la manifestación de la gloria del Padre (= don del Espíritu = vida definitiva, 17.1-3).

Expresa la voluntad de Jesús de que el Padre conceda a los suyos la calidad de hijos e hijas (estar donde está él), por haberlo reconocido siguiéndolo a él, en contraste con el mundo; anuncia el propósito de llevar a cabo la obra salvadora, con la manifestación final de la persona del Padre y el don del amor-vida a los suyos.

Conviene tener presentes las equivalencias entre varios términos que aparecen en este capítulo y de éstos con otros del resto del evangelio. “La gloria” (17.10, 22, 24), como en el prólogo, se identifica con el amor leal (1.14) y ambos, a su vez, con el Espíritu (1.32) dador de vida (4.14; 6.63). El Espíritu recibido da la experiencia del amor gratuito del Padre presente en Jesús; esa experiencia, en cuanto formulada, es “la verdad” (17.17); en cuanto proclamada, es “mensaje” (17.6, 8, 17, 20); en cuanto se hace norma de vida, se convierte en “mandamiento” de amor a los hermanos (13.33; 15.12, 17) y en “mandamientos” o “exigencias” (17.8) del amor a toda persona.

Síntesis del comentario (que aquí no pudimos resumir)

El acontecimiento salvador es la muerte de Jesús, un hecho que sucede en la historia y que revela en primer lugar lo que es Dios, amor total y gratuito al ser humano; a esta realidad de Dios corresponde el nuevo nombre de “Padre” (17.1, 24).

Revela al mismo tiempo lo que es el hombre, es decir, el proyecto de Dios sobre él: que sea, como es el Padre, don gratuito y total de sí a los demás (17.1, 26), haciéndose así “hijo”.

La unidad

Del hecho de la muerte por amor al ser humano, que identifica a Jesús con el Padre, nace la petición principal de su oración, a la que todas las otras se subordinan, la unidad perfecta entre los suyos, que todos sean uno (17.11, 21, 23). Esa unidad realiza a los discípulos (17.23).

Las otras afirmaciones o peticiones de Jesús expresan los presupuestos que permiten alcanzar esa unidad; tales son la entrega del mensaje (17.14), la consagración con la verdad (17.17) y la comunicación de la gloria-amor (17.1), tiene por objetivo dar vida definitiva, que se identifica con el conocimiento propio de los hijos, efecto del Espíritu (= amor, gloria) comunicado (17.2-3). Todas estas formulaciones describen una misma realidad: la capacitación de los discípulos para hacerse hijos de Dios (1.12) por la comunicación del Espíritu (1.13: nacer de nuevo; cf 1.14,32; 3.5s; 7.37-39), que es la gloria (1.14, 32), el amor leal (1.14, 16, 17), el mensaje (17.17) y el principio de vida (6.63).

Juan Mateos y Juan Barreto, El evangelio de Juan, Edic. Cristiandad, Madrid, 1979, en las “Síntesis” del comentario del texto aludido, pp. 728-729.


Hechos 1.1-11 – Presentación de Samuel Almada

Introducción

La ascensión de Jesús al cielo forma parte del credo básico de la fe cristiana primitiva: Jesús murió, resucitó y ascendió a los cielos. Posteriormente devino una celebración importante en el calendario cristiano, cuyos primeros testimonios datan de fines del siglo IV. La ascensión se sitúa tradicionalmente cuarenta días después de Pascua.

La antigüedad clásica conocía la exaltación de héroes legendarios elevados al cielo después de su muerte, como Hércules, Rómulo y otros. En el Antiguo Testamento y en la literatura judía hay varios ejemplos de este motivo: Enoc (Gn 5.24), Elías (2 R 2.9-10), y la Asunción de Moisés (ver obras de Flavio Josefo); y también en la fe islámica sobre Mahoma. En el contexto religioso contemporáneo la ascensión era un acontecimiento hasta esperado cuando se trataba de personas muy importantes revestidas de una misión salvadora.

Hay matices de lenguaje para referirse a la ascensión. A veces se habla de ascensión y otras veces de asunción, ser elevado o arrebatado, utilizando la voz pasiva. La ascensión es un acontecimiento a la vez para Jesús, como exaltación y triunfo, y también para los discípulos, como un nuevo modo de experimentar la presencia de Jesús el Cristo. Jesús resucitado va al Padre, revelando el destino final del género humano y preparando para la misión del Espíritu Santo.

Análisis del texto

Hechos 1.1-11 es el prólogo del libro de los Hechos. Aquí se hace la conexión con el relato del Evangelio aludiendo a las obras y enseñanzas de Jesús, y se le da continuidad introduciendo los Hechos de los Apóstoles y discípulos, impulsados y dirigidos por el Espíritu Santo. Se recuerdan los diferentes testimonios y encuentros con Jesús resucitado, y sus enseñanzas; se anuncia el bautismo en el Espíritu Santo y se narra el acontecimiento de la ascensión. Estos versículos, al igual que los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas, tratan de mostrar la continuidad entre la esperanza de Israel y la fe en Jesús.

En los versículos 3 y 6 se hace referencia a uno de los temas principales, tanto para los Hechos (en especial la primera parte centrada en Jerusalén, capítulos 1-15) como para el Evangelio: el Reino de Dios, que para algunos significaba el restablecimiento del Reino de Israel. Este Reino se establecería en dos etapas; con la venida de Jesús hasta su ascensión al cielo (relato del Evangelio), y con la venida del Espíritu Santo y el testimonio de los Apóstoles y discípulos hasta lo último de la tierra (relato de los Hechos). Dos bautismos inauguran sendas etapas: el bautismo en agua de Juan y luego el bautismo en el Espíritu Santo. La expectativa sobre el Reino de Dios era algo arraigado en el judaísmo, tanto en Palestina como en la diáspora.

El versículo 3 es un resumen de Lucas 24 sobre la actividad de Jesús después de su resurrección, enfatizando los testimonios concretos de que Jesús estaba realmente vivo. Los cuarenta días entre la resurrección y la ascensión constituyen una suerte de tiempo de preparación e instrucción que precede la misión de los discípulos; y se corresponde con el tiempo de preparación de Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio.

La referencia a la ciudad de Jerusalén en los versículos 4 y 8 marca un punto central en la teología de Lucas. Allí culmina la misión de Jesús y desde allí comienza la misión universal de sus discípulos; y esta perspectiva se nutre de las expectativas mesiánicas del judaísmo que localizaban la manifestación del Reino de Dios en Jerusalén.

La pregunta del versículo 6 sobre el momento del restablecimiento del Reino y sus características, nos orienta y prepara para uno de los puntos culminantes de la perícopa que es el versículo 8. Aquel Reino parece que no vendrá únicamente para Israel, sino que alcanzará hasta lo último de la tierra. El tema relevante aquí no es el cuándo, sino la inserción del proyecto de salvación en la historia humana a través del testimonio de los apóstoles y discípulos. La parusía (segunda venida) queda diferida para dejar espacio a la historia, el tiempo de la responsabilidad humana. Para esto se recibirá la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los discípulos y los asistirá en todo tiempo, especialmente en las situaciones difíciles y adversas.

El Espíritu prolonga la acción de Jesús guiando la misión de testimonio, el cual involucra las obras y dichos de Jesús, así como su muerte, resurrección y ascensión al cielo.

La ascensión de Jesús al cielo (vs 9-11) marca entonces el fin del ministerio de Jesús y el comienzo de la misión de testimonio de los Apóstoles y discípulos. Esta ascensión implica de cierta manera la parusía (segunda venida) futura (v 11), y ya es una señal de esperanza para la comunidad. La nube del versículo 9 pone un marco conocido a través de otras manifestaciones de la divinidad (ver las teofanías de Ex 13.22 y Lc 9.35-36).

Para la reflexión

La ascensión de Jesús nos eleva y nos acerca al Padre. Por tanto nos estimula a la participación y responsabilidad en la historia y en el advenimiento del Reino de Dios. Es un llamado a una espera activa hasta la manifestación plena del Reino con la segunda venida de Jesús.

Samuel Almada, biblista bautista argentino en Estudio Exegético-Homilético 26, ISEDET, Buenos Aires, mayo de 2022


1 Pedro 4.12-19. La alegría en comunión con la pasión y la gloria de Cristo - Presentación de José Cervantes Gabarrón

Esta sección, constituye una exhortación a la alegría en la prueba del sufrimiento. Lo específico sobre el sufrimiento en esta sección de 1 Pe 4.12-19 es la llamada a la alegría cuando existe la solidaridad con Cristo en su pasión. Las consideraciones sobre el sufrimiento invitan con insistencia a vivirlo como auténticos cristianos (4.15-16) según la voluntad de Dios, confiando en él y haciendo el bien (4.19). Solo desde esta clave es posible entender la paradoja del misterio: la alegría a pesar del sufrimiento, la alegría en el sufrimiento y la alegría por el sufrimiento. En esto consiste realmente participar en la pasión de Cristo, es decir, en la transformación de todo sufrimiento en pasión, en virtud de la acción del Espíritu, afrontando todo dolor como Cristo y desde Cristo.

En esta carta no se exhorta simplemente a la alegría, sino a la alegría inherente al misterio de la pasión. La razón de la alegría no es aquí la recompensa del cielo futuro, ni la participación en el destino de los profetas (cf Mt 5.12); Lc 6.23), ni tampoco el sufrimiento en sí mismo, sino la vinculación personal a Cristo mediante la identificación con él, en comunión de vida y de destino con la realización histórico-escatológica de su mesianismo. La gracia de encontrar esa dicha en medio del sufrimiento se debe a la presencia en los creyentes del Espíritu vivificante de Dios, el Espíritu de la gloria (cf 1 Pe 4.14).

El sufrimiento en cuanto prueba de fuego no supone necesariamente una agudización de la tribulación, sino más bien una teologización de la misma, es decir, una comprensión de cualquier aflicción como prueba de la fe y de la perseverancia en la fe al experimentar un sufrimiento inmerecido e injustamente provocado por otras personas. Igual que en 1 Pe 1.7-6, prueba y fuego están vinculados.

No se trata de ninguna persecución oficial por parte del poder imperial, sino de un sufrimiento en general (4.15,19; 5.9,10), que cuando se hace más explícito se refiere sobre todo a malos tratos de tipo verbal, como ultrajes, insultos y maledicencias (cf 1 Pe 2.13; 3.16; 4.4), propios de la hostilidad ambiental en que viven las comunidades petrinas, por lo cual no deben extrañarse de que todo esto suceda.

La exhortación se centra sobre todo en dar una orientación concreta a los sufrimientos que tienen que afrontar los creyentes en Cristo. En 1 Pe 4.13 está lo fundamental de la consideración petrina: “Al contrario, estad alegres en la medida que tenéis parte en el sufrimiento de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de la alegría desbordante”. Este versículo tiene tres partes. Su núcleo es el imperativo estad alegres, del cual dependen las dos consideraciones relacionadas con el sufrimiento y la gloria de Cristo. El verbo compartir trata de la comunión propiamente dicha con la persona de Cristo, entendida como la posibilidad de vivir los sufrimientos concretos de la vida humana, especialmente los experimentados ahora por las comunidades petrinas, estando íntimamente unidos a la persona de Cristo resucitado, a quien los cristianos amamos de todo corazón, en quien creemos firmemente y por quien nuestra alegría resulta en todo momento desbordante y exultante (cf 1 Pe 1.8).

De los sufrimientos se especifica, en 1 Pe 4.14, que son en nombre de Cristo y, en 4.16, por ser cristianos. La adhesión a la persona de Cristo es lo que capacita a los creyentes como él y según él. Por tanto, gracias a esa comunión en el amor también el sufrimiento de los cristianos y cristianas se puede transformar en pasión de Cristo, es decir, en sufrimiento trascendido por las características que definen la pasión de Cristo en esta carta: haciendo el bien, como personas justas y confiando siempre en Dios (cf 1 Pe 4.18,19; 2.23; 3.17-18).

La proclamación de la dicha cristiana en medio del sufrimiento, según la bienaventuranza de 1 Pe 4.14, se fundamenta en que el Espíritu de la gloria reposa sobre las y los creyentes. Por eso la alegría es una seña de identidad fundamental en la vida cristiana, pues desde el presente, desde el aquí y ahora de la salvación revelada en Cristo, en su pasión, muerte y resurrección, se abre a la revelación plena de su gloria cuando alcancemos la alegría sin fin.

En 1 Pe 4.17-18 se presenta un argumento de tipo escatológico  que contribuye a fundamentar la exhortación precedente. El tiempo presente es valorado como el momento oportuno (gr. kairos) y decisivo para los miembros de la casa de Dios. Se trata de un tiempo propicio porque a partir del sufrimiento de los justos se empieza a manifestar el juicio definitivo de Dios en la historia humana y su sentencia es un anuncio de salvación para todos los que, no sin sacrificios y dificultades, viven la fe cristiana.

José Cervantes Gabarrón, Primera carta de Pedro, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, España, 2003.


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