Recursos para la predicación

10 Abr 2023
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Recursos para la predicación 07 MayoMay 2023

Blanco


Evangelio de Juan 14.1-14 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

La comunidad de Jesús tiene que recorrer un camino. La metáfora del camino expresa el dinamismo de la vida, que es progresión. Es un vivir que va terminando al hombre. Pero su término puede ser éxito o fracaso. El éxito es la madurez, el pleno desarrollo de las potencialidades. El fracaso, la decadencia, la ruina. Jesús marca la dirección en que el hombre se realiza: es el camino que él mismo ha abierto y trazado, el de la solidaridad con el hombre y la entrega, el del amor creciente. Ahí se encuentra el éxito de la vida, la vida definitiva. Todo otro camino lleva a la nada, a la muerte. La meta es la máxima solidaridad con el hombre, dándose enteramente por él. En ese amor se encuentra al Padre.

Pero Jesús no es solamente el camino como modelo; al mismo tiempo, la energía que él comunica (el Espíritu) impulsa y desarrolla en su misma dirección. Con el Espíritu, Jesús crea una onda de solidaridad con el hombre, de amor desinteresado que sigue sus pasos y lleva a la humanidad al encuentro final con el Padre. Así se constituirá el reino definitivo (3.3,5).

Jesús acompaña siempre a los suyos en ese camino. No es solamente individualismo comunitario. Su muerte no interrumpe el contacto. Él los acompaña, su amor se asocia al itinerario.

Juan Mateos y Juan Barreto, El evangelio de Juan, Edic. Cristiandad, Madrid, 1979, Síntesis del comentario del texto aludido, pp. 634-635.


Juan 14.1-14 – Presentación de Pablo Manuel Ferrer

En el Evangelio de Juan se puede observar un énfasis en el tema del lugar donde Dios habita. Podemos encontrar en el comienzo mismo del Evangelio una afirmación que pareciera estar destacando la habitación del Logos entre los hombres: Juan 1.14. De la misma forma otros textos trabajan este tema de “lugares” que, simbólicamente, son explicados como lugar donde mora la divinidad. Algunos ejemplos: el hecho de la “purificación” del Templo, Juan 2.14-22, finaliza con el comentario sobre el cuerpo de Jesús como el nuevo Templo. Recordando aquí que la idea que se tenía del Templo es que tenía dentro de sí la presencia divina. En este pasaje, 2.16 y 17 la “casa del Padre” es el Templo.

En 4.20 leemos la reflexión de la mujer: “vosotros decís que en Jerusalén está el lugar (topos) donde deben adorar”. En 11.48 el “lugar” (topos) que puede ser destruido por los romanos pareciera referirse al Templo.

Para algunos la idea de las moradas eternas, para los justos que han triunfado, se origina en las creencias persas y penetra en el judaísmo tardío. La apocalíptica judía tiene mucho de esta “vida después de la muerte” con sus moradas:

Allí tuve otra visión: la morada de los santos  y el lecho de los justos. Allí vieron mis ojos su morada con los ángeles justos y su lecho con los santos. […] Vi su morada bajo la égida del Señor de los espíritus, y todos los justos y escogidos resplandecían ante él como luz de fuego […] Allí quise morar, y deseó mi espíritu tal mansión, donde ya tenía parte, pues así me fue asignada ante el Señor de los Espíritus. (Libro de las Parábolas. 1 Henoc 39.4-8)

Sin embargo en el evangelio de Juan no pareciera hacer referencia a este ideario apocalíptico ya que no hay en él figuras o una cosmovisión apocalíptica explícita.

Tendremos que ver literariamente cómo Juan va elaborando a lo largo de su escrito algunas ideas sobre el lugar (topos) o la casa de Dios (oikia) o diferentes espacios donde puede vivir la divinidad. En Juan la primera noticia sobre una habitación es el anuncio de la venida del Logos a habitar entre los seres humanos. Hay que tomar noticia de este primer movimiento. El énfasis primero juanino es que la divinidad decide instalar su tienda entre los seres humanos.

Luego, en el evento del Templo podemos ver la concepción típica del judaísmo por la cual se circunscribe la presencia de Dios al Templo. Podríamos afirmar que hay concepciones encontradas entre el capítulo 1 de Juan donde el Logos habita en medio de su pueblo y el capítulo 2 donde el Templo tiene la exclusividad de la presencia de Dios. La tensión se resuelve transponiendo el concepto de Templo al cuerpo de Jesús. De esta forma se une la idea del capítulo 1 con la idea del capítulo 2.

El cuestionamiento de la mujer del capítulo 4 sobre el lugar donde adorar a Dios puede estar reflejando este camino literario que está realizando Juan. Muestra la preocupación por establecer la presencia divina en ese tiempo. En 4.23-24 Juan “desterritorializa” la presencia de Dios. Si Dios es Espíritu cualquiera que lo adore (encuentre) lo hará en Espíritu sin importar la localización geográfica.

Es bueno tener en cuenta la posible comunidad detrás del evangelio. ¿No habría una fuerte pregunta por la territorialidad de la salvación, de la presencia de Dios? Y en aquellos tiempos debemos recordar que territorio implicaba cultura, nación. Y poder. Si el evangelio fue un testimonio de una comunidad primeramente judía y luego con incorporaciones de griegos, ¿no está evidenciando este tema de la habitación, de la casa, del lugar de Dios un problema de la comunidad juanina? Posiblemente. Entonces surgen al menos dos respuestas de Juan a esta inquietud. Dos respuestas que dejan en tensión el tema de la presencia de Dios.

  1. La presencia de Dios en el mundo es algo inmanente y trascendente a la vez.

Dios habita en la historia de la humanidad y Dios habita en cada ser humano que lo adora espiritualmente. Esto es una decisión de Dios. Pero a la vez ese Dios que hace su morada entre los seres humanos es algo totalmente trascendente. Aquí es donde debemos ubicar el pasaje que tenemos para este día. Jesús prepara un lugar trascendente, un lugar totalmente otro. Jesús aquí da un nuevo significado al concepto de “casa de mi padre”. Si antes lo había definido como el Templo ahora “casa de mi padre” es un lugar totalmente trascendente. A la vez, dentro de ese nuevo espacio trascendente hay otros espacios que Jesús denomina “moradas” (moné). Jesús habla de preparar ese otro lugar. Nuevamente es decisión de la divinidad (Jesús en este caso) que otros puedan habitar un determinado espacio.

  1. La presencia de Jesús es algo aceptado y rechazado a la vez

Las palabras de Jesús sobre su ida a preparar un lugar se encuentran en el comienzo de los discursos de despedida. A lo largo de estos discursos se va manifestando la dificultad de los seguidores de Jesús para vivir en este mundo. Jesús es alguien aceptado por los suyos pero fuertemente rechazado por los poderes de este mundo. Esto plantea una tensión en relación a varias cosas. Una de ellas es la instalación en el mundo como algo momentáneo, en conflicto.

Este mundo está dominado por el gobernante (arjon) de este mundo y la posibilidad de construir moradas de descanso y paz se vuelven sumamente difíciles. El cielo trascendente no es en Juan un lugar donde escapar sino una meta que queda a salvo de la injusticia humana. Se convierte en una meta que fortalecerá a todos los que en este mundo transitan caminos de verdad y vida. Es esto lo que expresa la pregunta puesta en boca de Tomás, 14.5.

Vivimos en tiempos en donde la globalización ha dado una especie de no-territorio para muchas ideas, muchas creencias. Aún la denominación de empresas transnacionales o multinacionales da esta “sensación” de no tener un territorio donde se genera, o dirige. Del mismo modo el fenómeno Internet muestra esta ausencia de territorio necesario para existir. ¿Dónde está la central de Internet? El problema es que esta desterritorialización se traspone a las personas concretas que pierden lugar para vivir, para sembrar, para establecerse. Se traspone igualmente a bosques, a espacios verdes que son arrasados. Se traspone hacia los ríos y otras fuentes de agua. En las ciudades el problema habitacional no es menor.

Con este contexto tengamos mucho cuidado con descontextualizar esta afirmación de Jesús acerca de las moradas eternas. Las moradas eternas pueden servir como paradigmas de las moradas de este mundo. El ideario apocalíptico muchas veces entendió de esta manera cómo debería ser el mundo presente a la luz de un mundo ideal. La imagen de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis bien puede haber tenido una función de confrontación con la realidad imperial que creaba una ciudad de muerte. De la misma forma las moradas eternas, con las formas y características que les demos pueden ser fuertes modelos para construir en estos tiempos, en este mundo.

Pablo Manuel Ferrer, biblista metodista argentino en Estudio Exegético-Homilético 97, ISEDET, Buenos Aires, abril de 2008.


Hechos de los Apóstoles 7.54-60 – Presentación de Charles Yrigoyen

La tercera parte de la historia de Esteban describe las consecuencias de su discurso. La reacción del concilio era fácil de predecir, y fue similar a su reacción ante el discurso de Pedro y los apóstoles (5.33). El sanedrín estaba furioso y deseaba ver a Esteban castigado cuanto antes por sus palabras ofensivas. Lucas escribe que en ese momento Esteban tuvo una visión del cielo en la cual contempló a Jesús a la diestra de Dios, el lugar de la autoridad exaltada. Mientras el concilio continuaba expresando su ira contra Esteban, éste les refirió su visión del Cristo exaltado, quien ahora ocupaba el lugar de mayor privilegio delante de Dios. Estas palabras sobre la exaltación de Jesús sencillamente acrecentaron la ira del concilio. Rehusaron escuchar más blasfemias. Lo arrestaron y arrastraron fuera de la ciudad para ajusticiarlo por blasfemo, según lo estipulaba la ley (Deut 13.6-11; Lev 24.10-16). La ley prescribía que el blasfemo debía ser apedreado hasta morir no solo como castigo por supuestas ofensas contra Dios, sino como advertencia para que otros no se animaran a hacer lo mismo. Hechos no dice nada sobre si las autoridades romanas consintieron a la muerte de Esteban, aunque su aprobación era generalmente requerida en tales casos.

Los apedreamientos casi siempre ocurrían fuera de la ciudad. Se desnudaba al acusado y a menudo se lo arrojaba en un foso. Los que habían testificado arrojaban las primeras piedras, casi siempre las más grandes. Luego el resto de los presentes era incitado a participar en la ejecución. Se apedreaba al acusado hasta matarlo.

Tal fue el destino de Esteban, uno de los siete, alguien lleno del Espíritu Santo. Las palabras tribuidas a Jesús en Lc 21.16 se habían cumplido: “…y matarán a algunos de ustedes”. Las últimas acciones de Esteban ciertamente eran recordatorias de la muerte del propio Jesús: Esteban oró por sus verdugos (Lc 23.34 y Hch 7.60) y encomendó su espíritu en manos de los poderes celestiales (Lc 23.46 y Hch 7.59).

En el relato de la muerte de Esteban, Lucas nos presenta un nuevo personaje de su relato. Es Saulo, que aparece custodiando la ropa que se habían quitado los apedreadores, y se cuenta que Saulo aprobó la muerte de Esteban. No se dice nada todavía de que este cómplice de la muerte de Esteban pronto iba a experimentar una profunda transformación y llegar  ser el más célebre misionero de la iglesia primitiva y acaso del cristianismo.

Charles Yrigoyen, Jr., Hechos para nuestro tiempo, Div. de Mujeres de la Jta. Gral de Ministerios Globales de la Iglesia Metodista Unida, USA, 1986.


1 Pedro 2.2-10 – Presentación de Samuel Almada

Este texto pertenece a la sección que hemos denominado “la nueva vida en Cristo” (1.13–2.10), que tiene un fuerte énfasis en aspectos éticos y en el fortalecimiento de la comunidad de creyentes. La perícopa (vv. 4-10) se compone con varias imágenes y metáforas tomadas de la tradición judía (la piedra, la construcción de una casa, el sacerdocio, el culto y los sacrificios, la memoria de la Alianza en el monte Sinaí) que se superponen y se orientan hacia dos categorías bíblicas de relieve: la elección y la santidad (vv. 9-10).

La estrecha dependencia de la tradición también se manifiesta en varias citas de la Biblia hebrea que se concentran principalmente en los vv. 6-8, y que versan sobre la cuestión de la “piedra”. Los vv. 4-5 son como una aplicación anticipada de dichas citas, y los vv. 9-10 una interpretación en torno a la idea de pueblo elegido de Dios. La cita y sus interpretaciones refuerzan el paralelismo entre Cristo y la comunidad de creyentes. La idea de la “elección de los creyentes” también se apoya en la comparación con Cristo, pues así como Cristo fue “elegido” (v. 4b), ellos también lo son en unión con él, y de esta manera la metáfora cristológica pasa a ser significativamente una metáfora comunitaria.

El texto también presenta un esquema de confrontación entre fe e incredulidad, creyentes e incrédulos (cf. vv. 8b-10), que refleja la situación conflictiva de los cristianos con su entorno y sirve de alguna manera para confortar a la comunidad y alentarlos a la perseverancia; pero conviene tener cuidado con este tipo de lenguaje dualista porque frecuentemente se lo utiliza con un sentido exclusivista y de discriminación negativa hacia los demás.

La interpretación de la metáfora de la “piedra viva” transfiere a Cristo la esperanza mesiánica que contiene la tradición judía de la “piedra”, evocada a través de las citas bíblicas de los vv. 6-8.

En todo el pasaje (vv. 4-10) se aprecia el recuerdo de la Alianza en el monte Sinaí (cf. Éxodo 19). En el v. 4 el nuevo pueblo se acerca y se constituye en torno a la “piedra” / “roca” (comparar con Éxodo 19.23 donde aparece el pueblo reunido en torno al monte Sinaí, aunque allí no podía acercarse a él); en el v. 5b los “sacrificios espirituales” de los cristianos remiten a los sacrificios que habían sellado la antigua Alianza (cf. Éxodo 24.5-8); los vv. 5 y 9 evocan la noción del “sacerdocio” (cf. Éxodo 19.5-6).

El v. 5 aplica la metáfora de la “construcción de la casa” (vv. 6-7) a la comunidad, donde los creyentes vienen a ser los ladrillos o piedras, y Cristo cimiento o piedra principal (comparar con Isaías 28.16). El ofrecimiento de “sacrificios espirituales” por parte de la comunidad ciertamente se orienta hacia el horizonte ético, hacia una conducta y forma de vida de acuerdo a la fe (comparar con la idea de “santidad” en 1.15ss y 2.9b).

Los vv. 6-8 reúnen tres textos de la Biblia hebrea que versan sobre el tema de la “piedra” (ver Isaías 28.16; Salmo 118.22; Isaías 8.14 y ss). También encontramos aproximaciones semejantes en otros textos de la literatura cristiana primitiva (cf. Mt 21.42; Mc 12.10; Hch 4.11; Rm 9.32-33; Ef 2.20-22), aunque solo coinciden en su aplicación cristológica y no en las formas de exposición. El tema de la “piedra” recoge la esperanza escatológica que estaba presente en la lectura judía de esta metáfora, y la aplica a Cristo como nueva garantía de su cumplimiento.

El texto analiza el tema de la “piedra” y establece un fuerte contraste alrededor del asunto; entre “piedra escogida y valiosa” y “piedra rechazada”, entre “piedra fundamental” y “piedra de escándalo o tropiezo”, entre los “edificadores” que la rechazan y las “piedras vivas” que se acercan a ella para formar parte del edificio; entre los “creyentes” que serán honrados y los “incrédulos” que tropezarán por su desobediencia. Esto apunta a explicitar teológicamente el carácter crítico de la situación con respecto a la fe en Jesucristo; o bien se asume el valor de la piedra o bien se tropieza con ella. De esta manera la confrontación parece inevitable.

Los vv. 9-10 abandonan la metáfora y vuelven a dirigirse a los creyentes a través de la noción de comunidad y pueblo (comparar con el v. 5). Aquí se realiza una fusión de diversas fórmulas e imágenes bíblicas (comparar con Éx 19.5-6ss; Is 43.20-21; Os 1.6-9; 2.3,25) que apunta a comprender la comunidad de fe como un pueblo especial de Dios y heredero de las tradiciones bíblicas del judaísmo. El lenguaje utilizado: “linaje escogido”, “nación especial” (lit. “santa”), “pueblo adquirido”, refuerza las categorías de elección y santidad, en el sentido que ofrece más argumentos para el compromiso ético que impulsa todo el pasaje.

En lo que concierne al “sacerdocio real” (comparar con “reino de sacerdotes” en Éx 19.6), cabe recordar que la tradición cristiana siempre se ha interesado de manera especial en la transferencia de la categoría bíblica de “sacerdocio” a la comunidad de fe y a todos los creyentes. Pero queda claro que en 1 Pedro la idea de “sacerdocio” tiene un sentido metafórico análogo a Éx 19.6ss, y por tanto no está haciendo referencia a una cualidad, clase o función en sentido literal. Inclusive en la tradición judía, este texto de Éxodo nunca se aplicó al sacerdocio cultual levítico, sino a Israel como pueblo escogido y especial para Dios. La exhortación a los “ancianos” en 1 Pe 5.1-5 puede ayudar a comprender mejor este aspecto.

Los vv. 9-10 ofrecen nuevos contrastes para caracterizar la nueva situación y forma de vida de los cristianos de acuerdo a la fe. Al final del v 9 la salvación o conversión aparece ilustrada como un paso de las tinieblas a la luz. El v 10 recurre a un juego de palabras tomado del profeta Oseas (cf. 1.6-9; 2.3,25) en el que se destaca la diferencia entre el “antes” y el “después”: “no ser pueblo” y “ser pueblo de Dios”; “no haber sido compadecidos” y “ser objeto de compasión”.

Esta idea de llegar a ser objeto de la misericordia de Dios y ser un pueblo especial para él, tuvo un profundo significado para las primeras comunidades cristianas, pues interpretaba la experiencia de socialización que acontecía en grupos relativamente pequeños que accedían a la nueva fe y que provenían de diferentes sectores sociales y étnicos; antes no se conocían ni tenían relación alguna, y ahora conforman una comunidad que se reconoce como un pueblo y pueblo de Dios.

Sugerencias homiléticas

* Aplicación cristológica y comunitaria de la metáfora de la piedra (vv. 4-5)

* Citas y exposición en torno a la metáfora de la piedra (vv. 6-8)

* Interpretación en base a la idea de pueblo elegido de Dios (vv. 9-10)

Temas para la reflexión

* ¿Qué implicaciones podría tener la lectura de este texto para la construcción o    fortalecimiento de la comunidad?

* ¿Qué significa ser sacerdotes en nuestra práctica cotidiana?

* ¿Cómo entendemos y aplicamos la idea de la elección y de santos en nuestro contexto religioso y social?

Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Encuentros Exegético-Homiléticos 61, abril 2005, ISEDET, Bs Aires


El Salmo 31

El Salmo 31 es una oración donde se encuentran mezcladas las expresiones de lamentación, confianza y acción de gracias. Se destaca el aspecto de la súplica y de la confianza en la liberación de Yavé en un contexto donde el orante se encuentra en situaciones de aflicción o adversidad. También se enfatiza el acto de entregarse plenamente en las manos de Yavé; lo cual alcanza un punto culminante en la afirmación del versículo 5: “En tu mano encomiendo mi espíritu, tú me rescatas, Yavé Dios fiel”. Asimismo, estas palabras son las últimas de Jesús (cf. Lucas 23.46) y del discípulo Esteban antes de morir (cf. Hechos 7.59).

Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Encuentro Exegético-Homilético 61, abril 2005, ISEDET, Bs Aires


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