Recursos para la predicación

28 Mar 2023
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Recursos para la predicación 09 AbrilAbr 2023

Blanco


Juan 20.1-18 – Presentación de René Krüger

Introducción – Dos relatos entretejidos

El capítulo 20 del EvJn tiene un doble movimiento. Por un lado, el “aumento” de la presencia del Resucitado hacia dentro de la corporalidad glorificada:

– Pedro y el Discípulo Amado ven sólo los lienzos.

– El Resucitado se le aparece a María Magdalena, pero no le permite retenerlo.

– El Resucitado les muestra sus heridas a los discípulos.

– Tomás puede tocar las heridas para palpar la identidad del Crucificado con el Resucitado (pero no lo hace).

Por el otro lado y contrariamente, hay altibajos en la certeza de la fe:

– El Discípulo Amado cree sin ver al Resucitado.

– María Magdalena recién comprende cree cuando Jesús la llama por su nombre.

– Los discípulos se regocijan.

– Tomás duda; y esta duda es superada por la presencia, la palabra y corporalidad del Resucitado.

Mediante estos dos movimientos opuestos, el Discípulo Amado representa de manera ideal el principio que ahora vale para la comunidad de oyentes y lectores del texto: Bienaventurados los que no ven y creen, Jn 20.29b.

En Juan 20.1-18, el evangelista entretejió dos relatos: la aparición del Resucitado ante María Magdalena (Jn 20.1 y 11-18) y la corrida de los dos discípulos a la tumba (20.2-10). Evidencia de ello son los siguientes detalles: según el v. 11, María está delante de la tumba, de la cual se había retirado según el v. 2, sin que se indicara su regreso; María ve dos ángeles en la tumba, no vistos por los discípulos; lo visto y creído por los discípulos no significan nada para ella; la orden del v. 17 viene con retraso si se considera que el Discípulo Amado ya creyó según el v. 8.

Cabe la pregunta de por qué el evangelista no contó ordenadamente primero la aparición ante María Magdalena y luego la corrida de los dos discípulos. Es probable que haya querido respetar el descubrimiento por María Magdalena, pero asignar la “primicia de la fe” al Discípulo Amado.

Dada la enorme densidad de Jn 20.1-18 y la combinación de dos relatos, propongo para esta Pascua una concentración en la primera parte.

Comentario de Jn 20,1-10. Pedro y el Discípulo Amado en la tumba

V. 1: La caminata de María Magdalena es paralela al informe de los Sinópticos. Pero en Jn María Magdalena aparentemente va sola. Ello corresponde al interés del evangelista en individuos, cuyos comportamientos y conocimientos tienen carácter ejemplar para la comunidad. María Magdalena fue discípula de Jesús, vinculada estrechamente con el relato de la tumba.

Jn 20.1 dice siendo aún oscuro. El término oscuridad tiene significado teológico en el EvJn: de los 7 empleos anteriores, 6 tienen sentido metafórico. En Jn 20, María aún se halla en el ámbito de las tinieblas, el duelo y la duda (Jn 20.11), ya que aún no sabe nada de la resurrección.

V.2: Sin mirar dentro de la tumba, María Magdalena corre e informa a Pedro y al Discípulo Amado que se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Este versículo es redaccional, con el cual Jn vincula un relato sobre Pedro con el relato de la aparición ante María Magdalena y combina todo esto con la fe del Discípulo Amado.

El Discípulo Amado se menciona en Jn 13.23; (18.15-16); 19.26.

El plural no sabemos es indicio de que eran varias mujeres, como en los Sinópticos.

V. 3: La ida (provisoria) a la tumba tiene su paralelo en Lc 24.12.

V. 4: El relato inicia de nuevo, esta vez con una corrida, que corresponde a la corrida de María Magdalena.

Se menciona expresamente que el Discípulo Amado llegó antes que Pedro a la tumba. El texto marca doblemente la rivalidad entre ambos discípulos y la preeminencia del Discípulo Amado: corrió delante más aprisa que Pedro y llegó primero.

V. 5: Curiosamente el Discípulo Amado no entra a la tumba. Sólo mira y ve los lienzos. Esto se explica por lo que sigue.

V. 6: Pedro llega y entra y también ve los lienzos. Evidentemente el evangelista tenía información sobre la aparición del Resucitado ante Pedro, y prepara esa escena con esta indicación sobre los lienzos y el sudario. Frente a la tradición original de la primacía de la aparición ante Pedro (1 Cor 15.5; Mc 16.7; Mt 28.7; Lc 24.34), el Discípulo Amado no podía entrar como primero a la tumba. Este privilegio le correspondía a Pedro, como lo refuerza también el empleo del verbo theoréô (ver, observar, percibir), mientras que para el ver del Discípulo Amado el evangelista emplea el verbo blépô (un ver algo más simple que el anterior). Pedro ve más, pero ve menos.

V. 7: Pedro ve algo más: el sudario para la cabeza. Con el informe sobre el sudario, de formulación muy precisa y compleja (no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte), el relato subraya enfáticamente la realidad de la resurrección de Jesús y rechaza a la vez la sospecha de un robo del cadáver. A diferencia de Lázaro (Jn 11.44), el Resucitado se había quitado cuidadosamente el sudario de la cabeza. Los lienzos y el sudario ya no son más símbolos de la muerte, sino de la resurrección. En el caso de Lázaro, la permanencia de los lienzos que lo atan y el sudario que le cubre el rostro remiten a la muerte que Lázaro aún tenía por delante.

V. 8: Ahora el Discípulo Amado también entra a la tumba. Con un solo vistazo capta la situación y cree plenamente en la resurrección de Jesús. Ahora se emplea la forma griega más sencilla de ver (horáô) para su ver, con el matiz de percibir, entender, reconocer. Él no necesita ni siquiera la aparición del Resucitado y menos las pruebas que solicitará luego Tomás. Esta fe es ejemplar; y evidencia el rol destacado de este discípulo en el EvJn y su relación especial con Jesús. Con esta afirmación, el evangelista convirtió al Discípulo Amado en el primer testigo pleno de la Resurrección. Pedro apenas atestigua con su observación cuidadosa el hecho insólito; María Magdalena será la primera en encontrarse con el Resucitado; pero el Discípulo Amado es el primero que cree en Jesucristo resucitado, reconociendo con ello el núcleo de la filiación divina de Jesús.

En la comprobación de la realidad de la muerte real mediante los lienzos y el sudario, se nota una tendencia antidocetista, que emerge por aquí y por allá en varios relatos pascuales y que hace frente a una postura que iba a desarrollarse plenamente en algunas corrientes en el siglo II. Los docetas, como parte del amplio movimiento gnóstico, negaban la plena encarnación, y por ende también la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios; y al negar la realidad de su muerte, también negaban su resurrección real. Convirtieron la figura de Jesucristo en un ente volátil y etéreo, puramente espiritual, desvinculado de la realidad histórica de la encarnación, la muerte y la resurrección; desvinculado del dolor, la tragedia, el pecado y la culpa; y también desvinculado del amor, el perdón, la vida nueva y el compromiso con el prójimo sufriente. La apología de la plena encarnación ya comenzó en pleno siglo I; y Juan es uno de los grandes maestros que dio una estocada mortal a la postura que diluía el mensaje cristiano en un “conocimiento” sin vinculación con la realidad de la carne, el cuerpo, la sangre, el dolor, el pecado, el amor; en fin, con la realidad de la vida. Su afirmación capital en Jn 1.14 de que la Palabra que se hizo (o se convirtió) en carne es su punto de partida y a la vez su punto final que no admite discusión alguna en este largo debate que haría correr muchísima tinta en el siglo II.

V. 9: Este v. es un “residuo” de la tradición, como lo muestra la evidente tensión con respecto al v. anterior. Proviene de la tradición que está detrás de Lc 24,12. El era necesario remite a los tres empleos de este verbo en Lc 24.

Quizá Jn haya querido remitir con esta frase a la situación de los lectores de su texto, que ya no pueden ver directamente, pero que pueden deducir, comprender, ver en las Escrituras que Jesús debía resucitar. Al mismo tiempo, la frase insinúa que no se pueden comprender las Escrituras sin intervención del Resucitado.

V. 10: Sin ninguna información adicional sobre reacciones o acciones de los dos discípulos, simplemente se dice que volvieron a su casa.

La carrera a la tumba vive de la relación algo conflictiva y antitética entre Pedro y el Discípulo Amado. Con mucho cuidado histórico el evangelista no olvida la información histórica sobre María Magdalena como primera testigo de la tumba abierta y también del Resucitado mismo, ni sobre Pedro como testigo de la aparición del Resucitado. Pero el testimonio sobre Pedro queda vinculado y ciertamente subordinado al del Discípulo Amado, que es el primero de los dos varones que llega al sepulcro y sobre todo el primero que comprende lo que pasó y que cree plenamente en la resurrección de Jesucristo. Con esta arquitectura narrativa sumamente delicada y bien pensada, Juan indica que él y su comunidad o escuela han reconocido, creído y testimoniado auténtica y fehacientemente el hecho de Jesucristo en todas sus dimensiones.

Rumbo a la predicación

1. Jesucristo resucitó, Jesucristo vive, Jesucristo está presente: nadie, nada, ninguna situación, ninguna vergüenza, ninguna duda, ninguna interpretación, ninguna tergiversación del milagro pascual hará callar este mensaje. Este anuncio debe ser dicho en voz alta, afirmado, asegurado, proclamado, aceptado, creído, confesado, compartido, orado y cantado.

2. El Señor Resucitado transforma, convierte, cambia. Jesús actúa no solo en un momento puntual, cuando alguien se siente tocado por él y entiende y siente que su vida le puede y le debe pertenecer al Señor; sino que actúa también en las conversiones de cada día, en todos los pasos del seguimiento. Transformó a un Pedro desconsolado por su negación, cambió a un discípulo desorientado en creyente; luego reemplazó el llanto angustiado de una María Magdalena por adhesión entusiasta, el miedo de los discípulos encerrados, en paz, la duda de un Tomás en certeza y confesión absolutamente única (Mi Señor y mi Dios)…

3. ¿En qué nos parecemos a aquellos primeros testigos del Resucitado? ¿Cuál es la transformación que necesitas, deseas, esperas? ¿Cómo llegamos al culto de Pascua, con qué problemas o conflictos, culpas o dudas? ¿Qué esperas del Resucitado?

Pues nuestras historias de vida están entretejidas con las de María Magdalena, Pedro, el Discípulo Amado, los encerrados por miedo, Tomás y tantas otras personas, que se cruzaron con el Resucitado y que fueron transformadas para vivir una certeza nueva: Jesucristo resucitó, Jesucristo vive, Jesucristo está presente.

René Krüger, biblista luterano-reformado (IERP) argentino, en Estudio Exegético-Homilético 157, marzo 2014, ISEDET, Bs Aires.


Hechos 10.34-48 – Pedro en casa de Cornelio – Presentación de Pablo Richard

Pedro comienza su discurso dando testimonio de su cambio de actitud: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato” (v 34-35). Esta declaración de Pedro es lo que Lucas comunica a su comunidad (a Teófilo) y lo que el Espíritu comunica a la Iglesia de todos los tiempos. El discurso de Pedro es un bello resumen del kerigma apostólico primitivo, un evangelio completo, anterior a nuestros cuatro evangelios.

El Espíritu interrumpe el anuncio de Pedro al “caer sobre todos los que escuchaban la Palabra” (v 44). Pedro y los seis circuncisos que lo acompañan desde Jope quedan atónitos al ver que los gentiles han recibido el Espíritu Santo como lo recibió la comunidad apostólica en Pentecostés. Pedro hace que todos se bauticen y nace así la primera comunidad cristiana gentil. Pedro se queda algunos días con ellos.

Reflexión pastoral sobre Hechos 9.32–11.18

  1. Los Hechos de Pedro confirman lo que ya ha aparecido a lo largo de Hch, a saber, que la misión es imposible sin un cambio estructural en la Iglesia. La conversión de Pedro apunta hoy a una conversión de la jerarquía de la Iglesia en función de la misión. La misión exige obediencia al Espíritu y conversión.
  2. La misión es obra del Espíritu Santo. El Espíritu actuó en Pedro y en Cornelio simultáneamente. Así hoy el Espíritu actúa no solo en la Iglesia misionera, sino también y simultáneamente en los pueblos y personas misionados o evangelizados. El Espíritu Santo está en acción en la Iglesia, pero también, independientemente de la Iglesia, en los pueblos culturas y personas que la Iglesia busca evangelizar.
  3. La evangelización no es solo de personas, sino de comunidades, pueblos y culturas. Es paradigmático cómo Cornelio recibe el evangelio con toda su casa, parientes y amigos íntimos.
  4. La casa de un centurión romano era el último lugar que Pedro se hubiera imaginado en su estrategia misionera. Él estaba ocupado visitando las comunidades judeocristianas de Lida y Jope, cuando el Espíritu le cambio el programa y lo llevó adonde él menos se imaginaba. ¿Estamos atentos hoy en la Iglesia a la estrategia misionera del Espíritu, tal como se revela paradigmáticamente en el libro de los Hechos? ¿Dónde y cómo se revela hoy el Espíritu Santo para empujar a la Iglesia a la acción misionera?
  5. Lo que impedía a Pedro y a los de la circuncisión ir a los gentiles era un problema más cultural que teológico (una cierta interpretación de la ley más que la ley misma). También hoy la Iglesia está encerrada en su propia cultura, lo que le impide ir a otros pueblos y “entrar en su casa”. La evangelización desde las culturas exige a la Iglesia tomar conciencia de sus limitaciones culturales y abrirse a la presencia del Espíritu en los pueblos y personas.
Pablo Richard, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


Colosenses 3.1-11 – Presentado por Darío Barolín 

La carta a los Colosenses. Autor y Narrador

¿Es la carta a los colosenses paulina? Desde el punto de vista narrativo es importante distinguir entre el autor y el narrador. Pablo y Timoteo aparecen como narradores de la carta (1.1) sin embargo el, la, los o las autores no parece tan claro. En la opinión crítica hay un cierto consenso en que esta carta no es de mano de Pablo pero sí que proviene de seguidores del apóstol, tal vez una o dos generaciones posteriores y que se trata de una apropiación particular de la teología del apóstol (tal vez en disputa con otras).

Una comparación profunda de la carta a los Colosenses y a los Efesios con el material indiscutidamente paulino puede ver en qué medida hay continuidades y rupturas. Esta distinción entre autor y narrador no permite resolver el conflicto de la autoría pero sí ayuda al lector a entender que más allá de esto, la carta misma invita a hacer un puente con el resto de la literatura paulina. Pablo como narrador es por cierto una apelación a su autoridad pero también una apelación a hacer un nexo entre ésta y el resto de la literatura “paulina”. Así estamos invitados a llenar los “huecos” de Colosenses con la teología paulina así como a poner en diálogo elementos en tensión como por ejemplo Gal. 3.28 y Col. 3.11.

Finalmente, es una carta escrita desde la cárcel. Pablo, como narrador, está preso y otros con él (1.24; 4.10ss). Entonces, si la carta, como veremos expresa explícitamente un conflicto con corriente “judaizantes” no hay que dejar de lado que Colosenses pretende ser una propuesta de vida para una comunidad en el imperio romano, el cual ha puesto en prisión a varios de sus líderes (ver también 1.16 como una inclusión de lo político). Un conflicto que si aquí asoma más tarde será cada vez más profundo y sangriento para las comunidades cristianas.

Destinatario(s)

El principal destinatario es la comunidad de Colosas (1.2). Sin embargo, de acuerdo a 4.16, también hay un segundo destinatario: la comunidad de Laodicea. Dos comunidades que aparecen cerca geográficamente y seguramente con situaciones similares. Al mismo tiempo se invita a la comunidad de Colosas a leer la carta (desconocida) escrita a Laodicea. De acuerdo al texto mismo podemos inferir la situación por la que estaba atravesando la comunidad colosense.

Nosotros, lectores posteriores de la carta, desearíamos mayor información y datos que el autor ahorra pues su destinatario original lo conoce y lo vive. No obstante parece claro que existen algunos riesgos. Hay algunos/as que con atractivos pero falsos argumentos pretenden engañar a la comunidad (2.4), esclavizándolos con filosofía y vanas falacias (2.8). Sus prácticas de dietas, rituales, culto a los ángeles, visiones y demás no sólo son innecesarias ante la liberación efectuada por Cristo destruyendo todo principado y potestades (2.15) sino que además no tiene ningún valor (2.23).

Colosenses 3:1-11

La porción que corresponde a este domingo es de Colosenses 3.1-11. El “por lo tanto”, “pues” (v.1) o similares muestra claramente que estamos en un punto importante de la carta. Por un lado redondea lo señalada hasta ahora en relación a la polémica iniciada en 2.6. Por otro lado, se apresta ahora a despuntar algunas consecuencias de lo que significa andar en Cristo Jesús (2.6), especialmente a partir del v. 5.

Los vs. 1-4 constituyen una mínima unidad argumentativa. En primer lugar, la frase inicial: “pues si han resucitado con Cristo” retoma varios aspectos señalados anteriormente, especialmente 2.12,20. Los verbos en imperativo buscad y pensar (v.1 y 2) marcan la línea del pensamiento mientras que los vs. 3 y 4 proveen la argumentación para dicha sugerencia. El primero (v.3) mira hacia atrás (“Porque han muerto con Cristo”) y el segundo hacia delante, cuando aparezca Cristo (v.4). En estos versículos la oposición es topográfica “cosas de arriba” y “cosas de abajo.”

Su mensaje central es que en el bautismo el creyente ha sepultado no sólo sus delitos (2.13) sino también el poder que lo esclavizaba (2.15). De hecho, en la literatura indiscutidamente de Pablo el pecado (en singular) no es un delito sino un poder esclavizante (ver Romanos 5.12; Gálatas 3.22). Buscar y pensar en las cosas de arriba no es más que la consecuencia lógica y necesaria para permanecer en comunión con aquel que lo ha liberado de su esclavitud. Y “arriba” está Cristo, sentado a la diestra de Dios, para brindar el pleno conocimiento del misterio de Dios (2.2).

Es importante dejar claro que arriba y abajo no es alma y cuerpo. No se trata, como bien lo indican los versículos siguientes de una separación del ser humano en alma y cuerpo (o lo que es peor alma versus cuerpo) como la influencia griega lo ha hecho, sino más bien un ser humano que es alma y cuerpo y que está invitado a que su ser entero, su vida entera sea iluminada por la vida de Jesucristo.

La segunda parte (vs. 5-11) se entraba con la anterior y como hemos dicho más arriba empieza a señalar las consecuencias de lo ya mencionado (3.1-4). La conjunción “por tanto” cumple esta función y además “las cosas de la tierra” (3.2) son ahora señaladas o al menos ejemplificadas con una primera lista de 5 elementos a los cuales debe “hacer morir” (v.5b). Más adelante aparecen otros 5 elementos a los cuales debe “desechar” (v.8). Ambas listas están unidas por un antes (v.7) y ahora (v.8). La primera parte del v. 9 añade una nueva exhortación “No mientan”. Luego se proporcionan la justificación de estas series de exhortaciones. Y finalmente se deja claro que esta nueva vida a la que han sido llamados hay divisiones que ya no existen (v.11). Listas similares encontramos en Romanos 1.29-32; 1 Corintios 5.9-11; 6.9, 10; Gálatas 5.19-23, etc.

Ya se ha señalado en 2.20-23 algunas formas de ascetismo que no tienen ningún valor, no obstante estos versículos apuntan a señalar prácticas que deben evitarse. Éstas alcanzan tanto a las conductas exteriores como interiores y son así una propuesta de cómo relacionarse con uno mismo, con otras personas y con los bienes. La vida cristiana, no obstante, es un camino (el verbo “renovar” está en participio y da entonces la sensación de algo en proceso) en el que se va transformado la persona de acuerdo a la imagen del Creador (cf. 1.9). Finalmente aparece una lista de oposiciones en el v. 11 que seguramente muestra los campos de conflicto por los cuales está atravesando la comunidad. Es de notar que el tema de género, varón y mujer, que aparecía en Gal 3.28 está aquí ausente. A juzgar por 3.18ss la comunidad cristiana en su proceso de adaptación a la sociedad ha “sacrificado” esta igualdad vital en el movimiento de Jesús.

Pensando en la predicación

  • Seguir la línea marcada por los imperativos puede ser una forma apropiada para estructurar el mensaje. Busquen, piensen, hagan morir lo terrenal, dejen, no mientan con el fundamento dado por la segunda mitad del v. 9 y el comienzo del v. 10 (despojo y revestirse).
  • Es muy importante también dialogar con la comunidad sobre las oposiciones arriba y abajo de la carta. No debemos dar por sentado que la comprensión paulina y postpaulina coincide con la visión que predomina en nuestra sociedad de arriba=espiritual, abajo=cuerpo.
  • La interpretación de las listas de los v.5 y 8-9 no puede ser una repetición de éstos para nuestra sociedad del siglo 21. Se podría pensar en qué formas de relacionamiento con nosotros mismos, con las demás personas y con los bienes proponen nuestras sociedades. Una sociedad marcada por el consumo ¿qué propuestas tiene? ¿Cómo estas propuestas dignifican o desvalorizan a la persona? ¿Cómo se retroalimenta lo macro y lo micro?
  • Finalmente estos cambios de conductas propuestos en los vs. 5 y 8-9 dejan ver una determinada comprensión de lo que es el ser humano y su relación con los demás y con los bienes. Ésta comprensión está en conflicto con la que su sociedad ofrece y que propone a su vez un determinado tipo de conducta. En consecuencia, las exhortaciones de Colosenses no desean quedarse “entrecasa”, en lo individual y privado sino que tienen ansias de ser una propuesta de comunidad, de sociedad.
Darío Barolín, biblista valdense argentino en Estudios Exegético-Homiléticos 89, ISEDET. Buenos Aires, agosto de 2007.


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