Recursos para la predicación

27 Mar 2023
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Recursos para la predicación 02 AbrilAbr 2023

Morado


Análisis del texto de Mateo 21.1-11 – Presentación de Néstor Míguez

Nuevamente quiero usar el método del acercamiento desde los personajes. Vamos a entrevistar a uno de algunos de los peregrinos que gritan ¡Sálvanos ya! (Hosanna) a ese Jesús que entra montado en un borrico.

- Venimos para la fiesta. De una pequeña aldea al sur de Cafernaún, cerca del Mar de Galilea.

- Ahora se llama Lago Tiberíades.

- Así lo nombran los romanos, no nosotros. Ese nombre nos recuerda al Emperador Tiberio, que nos aumentó impuestos y fraccionó el territorio. Nuestra familia tenía allí una pequeña parcela de tierra, herencia de mis antepasados. Cuántas veces la perdimos a lo largo de la historia: asirios, babilonios, griegos, nos fueron empobreciendo. Conquistaban, arrasaban, y nos dejaban a nosotros para seguir trabajando para ellos, como siervos.

Los romanos fueron más sutiles. No siempre arrancaron la tierra por la fuerza. Poco a poco nos fueron aumentando los impuestos. Impuestos para ellos, tributos para Herodes, los diezmos para el Templo... la mitad de mi cosecha se iba en impuestos... no nos pudimos mantener. Un prestamista de la ciudad, se quedó con nuestro campo y los de otros varios vecinos también. Nos echó a todos y compró esclavos porque le resultaba más conveniente.

Dos hijos míos fueron rematados como esclavos por mis deudas y los compró él. Al más chico lo mataron porque trató de escapar. Lo crucificaron. Murió ante nuestros ojos... tres días de horribles sufrimientos. Yo, la verdad, ardía de bronca, de coraje. Estaba pensando en irme a la montaña con uno de mis vecinos, que se juntó con otros desalojados y andan asaltando a las caravanas.

Estaba pensando eso cuando en la reunión del sábado en la aldea, apareció este Jesús. Si, este mismo que entra ahora... [Interrumpe un grito: ¡Hijo de David...sálvanos!]. Este viene en nombre de Dios, estoy seguro... Pidió el libro del profeta Isaías... leyó. Sus palabras parecían correr en mis oídos. Se acercó a mi esposa. Ella lloraba. Le aseguró que nuestro hijo vivía. Que Dios pronto intervendría para establecer su justicia (Creo que hablaba de este momento ahora). Un vecino rengo empezó a saltar. Parecía que todos los demonios que nos azotaron salían corriendo. Lo seguimos un par de días.

Habla con sencillez, desde las cosas de todos los días, pero con una fuerza, con una autoridad... no como esos maestros sabihondos que vienen de la ciudad y no entienden nada... que estas leyes de allá, que estos rituales de acá. Qué saben ellos de nuestra miseria... Pero este sí que sabe, es uno de los nuestros, pero elegido de Dios. Ese día, te decía, ya se hacía noche... no habíamos comido nada, nada teníamos. De repente, un muchacho le dio unos pancitos y algo de pescado que había traído. Jesús se puso a orar... no sé qué pasó, pero la cuestión es que comimos todos todo lo que quisimos y hasta sobró. ¿Cómo no querer que este sea nuestro Rey?

Hacía un tiempo que no lo veía. Escuché que andaba por otros pueblos, que había hecho un viaje con sus discípulos... Con mi esposa vinimos a Jerusalén para la fiesta. La verdad es que no les tengo ninguna simpatía a estos sacerdotes... son unos ladrones y explotadores. Pero a pesar de todo; queremos celebrar la Pascua, pedir que el Señor libere a nuestro pueblo como en época de Moisés.

Y me encuentro con que está él también en la peregrinación, que está viniendo con nosotros. Mira, sobre ese burrito... Está sereno, sabe lo que hace... ¡Es un príncipe...Gloria a Dios en el cielo! ¿No será este el nuevo Moisés que manda Dios? El nuevo David que nos dice la promesa... ¡Hijo de David, bendito seas!¡Sálvanos ahora!

¡Mirá, mirá! Va al Templo... Mirá, ¿qué hace? Está enojado..., está tirando las mesas, deja escapar a los corderos y las palomas... Nadie se atreve con él. ¡Tiene que ser el enviado de Dios! Le hace frente a los sacerdotes y escribas... les dice ladrones, se los dice en la cara. Este sí que es valiente... Es Jesús el profeta... Es de los nuestros, de Nazaret de Galilea... Es nuestra esperanza, es nuestro Salvador...

[Una semana después] Ah, es Ud. otra vez...Qué quiere que le diga. Lo mataron... No pudimos hacer nada... El viernes, cuando abrieron las puertas de la ciudad (los peregrinos acampamos afuera, Ud. sabe), ya lo llevaban a crucificar rodeado de soldados romanos. Los sacerdotes y sus secuaces del templo lo buscaron de noche, mientras dormíamos. No pudieron tolerarlo, sabían que les iba a quitar el poder.

Su palabra sola ya los acusaba, el pueblo sentía que decía verdad. Todos lo escuchábamos y los acusaba con palabras muy certeras. Claro, como les iba a hacer frente un campesino... Mi esposa lloraba al pie de la cruz..., es como si hubieron vuelto a matar a mi hijo...Le escuchó gritar: “Dios mío, porqué me abandonaste...” ¿Se habrá olvidado Dios de su promesa...?

Aunque María, nuestra vecina, dice que fueron al sepulcro y que no estaba el cuerpo... que un ángel les dijo que Dios lo había resucitado... no sé, ella está esperanzada, pero a mí me parece cuento, ilusiones del dolor... Ahora nos vamos a Emaús a visitar unos amigos y después volveremos a Magdala...

Sugerencias homiléticas

Dejamos volar la imaginación. Cambiando circunstancias y algunos detalles, podrían ser palabras de un desplazado colombiano, un piquetero de Argentina, un pescador borinqueño de Vieques, de la familia de un cocalero boliviano o un favelado de Brasil. ¿Cómo hacemos que este mensaje vuelva a resonar con esperanza en estas duras realidades nuestras?

Quizás sea bueno reflexionar sobre la continuidad entre el Jesús de Galilea y el resucitado. El Jesús del ministerio terreno desafía a la Iglesia en la continuidad de su misión, y a la vez la fortalece y llena de esperanza para ello. Es a la vez consuelo y promesa. Los humildes aldeanos de Galilea, con sus confusiones y límites, reconocían a Jesús y le aclamaban. Como esos testimonios brindados a los gritos, con palmas y ropas en las manos, resultaron más ciertos que los prejuicios sacerdotales y el ritualismo interesado de los mercaderes.

Jesús no hacía milagros para que lo aclamaran. Los hacía por amor a sufrientes y necesitados, a los postergados y abandonados habitantes de su Galilea, así como de otros lugares. Pero llegado el momento, aceptó este clamor levantado frente a la soberbia del Templo. Fue su manera de mostrar donde reside el verdadero amor de Dios. Sigue siendo el mensaje a anunciar.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Encuentro Exegético-Homilético 24 del ISEDET, Bs As, marzo de 2002.


Isaías 50.4-9 – Presentación de Samuel Almada

Los poemas del Siervo de Yavé en el Segundo Isaías

El Segundo Isaías (Is 40-55) es conocido también como el Libro de la Consolación de Israel (ver 40.1ss) y su mensaje central está orientado a reconstruir la esperanza del pueblo luego de la destrucción de Judá y del Templo, el destierro y la dispersión. Esta obra contiene cuatro notables poemas que hablan sobre el Siervo de Yavé y se encuentran en 42.1-4 (5-7); 49.1-6 (7-9a); 50.4-9a (10-11); 52.13–53.12 (señalamos entre paréntesis los versículos cuya pertenencia al poema se discute). Estos poemas destacan diferentes perfiles del Siervo y en parte aportan una voz crítica al tono optimista y esperanzador de la obra en su conjunto.

En el primer poema (42.1-7), el Señor presenta a su Siervo impartiendo su enseñanza y la justicia entre las naciones; el Siervo es llamado a ser “alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas” (vv. 6-7).

En el segundo poema (49.1-6) el que habla no es el Señor sino el Siervo que interpela a su audiencia, defiende su causa al estilo de los profetas y se presenta como cono­cido por Yavé desde antes de su nacimiento. Aquí se invoca el oráculo de Yavé para la presentación del Siervo y su misión: “Me dijo: tú eres mi siervo, Israel, en quien me gloriaré” (v. 3), “... para levantar las tribus de Jacob y hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (v. 6).

El tercer poema (50.4-9) es una expresión reflexiva de un profeta o sabio de la comunidad que reclama autoridad sobre la base de su experiencia de sufrimientos y paciencia. Aquí el sujeto no aparece como instrumento de Yavé de la misma manera que el Siervo de los otros tres pasajes y no alude al sufrimiento como medio para su misión.

El cuarto poema (52.13–53.12) es uno de los más conocidos y utilizados; tiene características distintivas de los anteriores y representa con mayor probabilidad una elabora­ción más tardía. En éste se introducen novedades en cuanto a la expectativa mesiánica, y principalmente sobre la interpretación del sufrimiento y su sentido expiatorio y vicario; refleja una revisión de la teología tradicional a partir de la experiencia traumática del destierro.

El tercero y cuarto poema son los que más coinciden en la imagen del sufriente y la reflexión sobre el sufrimiento, algo que está casi ausente en los poemas anteriores; y es por esta razón que son utilizados en la preparación de la semana de Pascua. Estos dos últimos poemas neutralizan el tono más triunfalista de los dos primeros, y por eso conviene tener en cuenta el conjunto.

La identidad del Siervo de Yavé en el Segundo Isaías y en los poemas citados apunta al pueblo de Israel o a una parte del mismo, y a las críticas circunstancias que estaban viviendo. Éste es el sentido básico del texto en su contexto y sobre el cual las diferentes tradiciones, tanto judías como cristianas, fueron construyendo nuevas interpretaciones.

En la semana de Pascua con estos poemas también se recuerda a Jesús como el Siervo que encarna los sufrimientos y miserias del pueblo, y a través de quien esperamos la victoria.

Isaías 50.4-9

El capítulo 50 comienza con una disputa de Yavé con los desterrados y dispersos acerca de su capacidad y voluntad de salvar (vv. 1-3). Así se afirma que no fue Yavé quien quiso divorciarse de su pueblo o venderlos para desentenderse de ellos, sino que siempre los buscó aunque muchas veces no encontraba respuesta; y ahora sigue estando dispuesto a tender nuevamente su mano para rescatarlos y restaurar la comunidad.

Allí se inserta el tercer poema (vv. 4-9) que empieza a esbozar una respuesta con más detalles sobre esta salvación tan deseada, estableciendo un perfil del sujeto (“Siervo de Yavé”), su misión y sus medios.

El sujeto aparece como uno de los profetas cuya vocación lo había llevado a ser resistido y rechazado por su pueblo, teniendo que endurecer su rostro frente a los ultrajes y burlas (vv. 5-7). También recuerda a un discípulo que se transforma en maestro y que reclama su autoridad sobre la base de sus sufrimientos y paciencia (vv. 4-6).

Tanto el profeta como el discípulo que se transforma en maestro, transmiten una palabra recibida (oráculo o enseñanza), y por tanto la condición fundamental del Siervo es saber escuchar la “palabra despertadora” (literal, v. 4) que cada mañana abre el oído del profeta / discípulo y lo transforma en sujeto y agente de la acción divina.

La misión del profeta o maestro se resume en saber reconfortar al cansado (v. 4); y su propia experiencia le da autoridad para transmitir un mensaje alentador. En el v. 6 el locutor describe con mucha crudeza su martirio y sufrimiento, pero no como actitudes de sometimiento pasivo si tenemos en cuenta los versículos siguientes. Los tres versículos siguientes (7, 8 y 9), de manera recurrente, comienzan con una expresión de confianza en la ayuda de Yavé y en la reivindicación del sufrido mensajero.

En los vv. 8-9, el discurso de confianza en la ayuda de Yavé se sitúa en el plano jurídico. La escena es la de un tribunal donde Yavé defiende a su Siervo frente a un querellante. Por el contexto del Segundo Isaías se entiende que el enfrentamiento u oposición principal es entre un poder político poderoso y sus Dioses (Babilonia) y el Dios de los desterrados y cautivos (los israelitas).

La ubicación del poema en este contexto también lo transforma en un discurso de Israel, o parte del mismo (por ejemplo, el representado por las comunidades desterradas en Babilonia), que habla de sí mismo, su sufrimiento y su misión respecto de las otras diásporas (toda la nación). Es una invitación a la confianza en el poder salvador de Yavé frente a la incredulidad de muchos israelitas y su simpatía hacia otros cultos.

Para la reflexión

¿De qué manera hoy una comunidad puede reconfortar al cansado? ¿Cuál es la palabra despertadora?

¿Cómo el sufrimiento y la humillación podrían llegar a motivar la confianza y cambios promisorios?

¿Cuál es nuestra actitud frente a los poderosos, y qué papel juega nuestra confianza en Dios en relación con la opresión que aquellos producen?

Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Estudio Exegético-Homilético 37, ISEDET, Buenos Aires, 2003.


Filipenses 2.5-11 – Presentación de René Krüger

Introducción

En la ciudad de Filipos, Pablo fundó su primera iglesia cristiana en suelo europeo. Filipos era un puente cultural y comercial entre Europa y Oriente, y tenía una considerable vida política, económica y religiosa. El apóstol tuvo una relación muy especial con la comunidad filipense. Escribió esta carta para responder a varios problemas de la iglesia en Filipos y también para agradecerles por la ofrenda que le habían enviado. En este contexto, los anima a vivir en Cristo, señalando su camino de humildad y obediencia a Dios que lo llevó a la cruz y a través de ella, a la posición suprema de Señor de toda la humanidad.

Repaso exegético

El v. 5 contiene una exhortación, siguiendo luego la fundamentación mediante una unidad conocida como “himno cristológico” (vs. 6-11). Esta unidad es material prepaulino incorporado y ligeramente ampliado por el Apóstol. Para una mejor consideración del texto, debe tenerse en cuenta que el v. 5 no es una exhortación aislada, sino que relaciona las diversas exhortaciones de los vs. 1-4 con el himno.

En forma de Dios: en el lenguaje antiguo, el término empleado (morfé) significa los atributos esenciales tal como aparecen en la forma o modalidad de algo o alguien, no su simple apariencia exterior. Indicando que antes de su encarnación, Cristo poseía los atributos de Dios, el texto afirma la plena divinidad de Cristo. En la siguiente línea, el texto habla de la encarnación, estableciendo la plena humanidad de Cristo.

Hay una gran controversia sobre la fórmula “se despojó a sí mismo”. No puede referirse a su naturaleza divina en sí. El testimonio del NT es unánime en este punto: en todo momento, Jesucristo fue y es el Hijo de Dios. No hubo “vacíos” o “lagunas” en su camino, como lo sostuvo, p. ej., el docetismo (del griego dokeo, parecer), afirmando que el sufrimiento sólo fue “aparente”. (Para el gnosticismo, es inconcebible la idea de un Dios que sufre).

Cualquier idea de una “limitación humana” de Jesús puede ser peligrosa. Resulta complicado referir la fórmula de Filipenses al conocimiento de Jesús o a su conducta. Estaríamos en mejor camino si pensamos en la limitación natural de toda existencia humana, p. e., en cuanto al espacio y al poder. Quizá la historia de la tentación de Jesús nos ayude a comprender la diferencia entre su “vaciamiento” (kenosis) y nuestras limitaciones: Jesús fue tentado como nosotros, pero no pecó.

La expresión forma de siervo remite a la obediencia total de Jesús. Su humanidad fue tan real como su divinidad.

Muerte de cruz es una explicación paulina, que marca el momento más bajo y a la vez el punto de inflexión del descenso de Cristo: se trata de la muerte más despreciada que se podía aplicar a un condenado. El siguiente versículo cambia drásticamente el cuadro, pues Dios rescata precisamente a este caído.

El acto de humildad voluntaria y suprema es la causa para la exaltación suprema. Aquí no se cierra simplemente un “círculo” de descenso y ascenso, sino que llega a su meta la primera parte del proceso histórico-salvífico, precisamente la que se refiere a Jesucristo. La segunda parte nos corresponde a nosotros/as: confesarlo como Señor.

Hay más. El estado final del Cristo tiene un “plus” –si se permite esta expresión– por sobre la preexistencia: precisamente, la humanidad de Cristo. El Hijo de Dios es a la vez el Hijo del Hombre.

Un nombre sobre todo nombre: ¿De qué nombre se trata? Las especulaciones no aportan mucho. ¿Jesús el Cristo? ¿Salvador? ¿Señor? Todos los nombres son válidos, pero quizá alcance con remitir al significado de nombre para la religiosidad judía: equivale directamente a Dios y con ello, a la dignidad y el honor divinos.

Finalmente el texto pinta un cuadro de adoración universal que es una puesta en escena final de la afirmación de Mateo 28.18: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. No se trata de una mera caída al suelo cada vez que se mencione el nombre de Jesús, sino del reconocimiento universal de su poder y del sometimiento a su voluntad. Hay varios textos más en el NT que hablan de este reconocimiento: Romanos 8.19.21; Efesios 1.20-22; Apocalipsis 5.13.

Es una pena que el concepto de Señor se haya convertido en una de las palabras más flacas de todo el vocabulario cristiano, a pesar de expresar el verdadero carácter y la dignidad de Jesucristo, de ser la base y el objeto del culto, y de poseer un contenido altamente contrahegemónico.

Breve reflexión teológica

El Domingo de Ramos marca el comienzo de la Semana Santa. Desde hace muchos siglos, los/as cristianos/as meditan en esta semana sobre la pasión y resurrección de Jesús. La semana comienza con una entrada mesiánica, pasa por momentos de despedida y por la traición, llega a su punto más bajo al morir Jesús en la cruz, y concluye con la victoria sobre la muerte y el pecado y la constitución de Jesucristo como Señor del mundo.

Este Rey y Señor invita a mujeres y hombres a formar parte de su reino. ¿Qué caracteriza la vida en este reino? Una de sus marcas es la humildad, pero no una humildad forzada y por consiguiente, falsa; sino una humildad que se desprende del vivir en Cristo. Como en todo el NT, el imperativo de la vida nueva tiene su fundamentación en el indicativo de la obra salvífica. Teniendo en claro esto, se evita la tentación moralizante de la mera imitación de un buen ejemplo. Jesús no es un molde o prototipo de buena conducta, sino el fundamento de la nueva vida. La diferencia puede parecer sutil, pero es fundamental. Lo que está en juego es estar en Cristo. Por ello, conviene traducir: Haya, pues, en vosotros este sentir como corresponde a la vida en Cristo Jesús (o también: como corresponde a la comunión en Cristo Jesús).

Ese patrón de vida es radicalmente opuesto a las formas de trato y convivencia que caracterizan la vida “común y corriente” en este mundo. Jesús se identificó con los que no tenían poder, tomó forma de siervo (en realidad, esclavo), se solidarizó con los/as “de abajo”, y practicó una nueva forma de convivencia entre las personas como también entre las personas y Dios.

Al contrario de lo que afirman algunos, la humildad no es una actitud dañina para la personalidad. Es sí una renuncia voluntaria al poder que desprecia, destruye y anula al prójimo. Vivir en Cristo implica esta práctica de la humildad, no por falta de autoestima, sino por amor a los/as hermanos/as más pequeños/as de Jesús. Esta actitud engendra un poder especial que subvierte los valores y las estructuras de este mundo, y anuncia el reino de Dios.

Posible esquema para la predicación

  1. El poder y la gloria son tentaciones sumamente fuertes para toda persona. ¿Delante de qué “señores” se doblan nuestras rodillas? ¿Qué poderes nos quieren dominar? ¿Qué fuerzas determinan nuestra vida?
  2. Jesucristo está por encima de todo señor, autoridad, poder de este mundo. Su autoridad se deriva de su camino de humildad, servicio, entrega, pasión. Esto lo recordamos especialmente en Semana Santa.
  3. La fe en Jesucristo es una fe antihegemónica. Se opone a toda prepotencia humana, a toda autoridad que destruye, a todo poder que avasalla. Vivir en Cristo implica humildad, obediencia a Dios y servicio al prójimo.

Comentarios hechos en el grupo:

  • En muchos grupos evangélicos se observa un énfasis no en la persona y las demandas de Jesús, sino en el “nombre”. Parece que el “nombre” te va a curar, hacerte prosperar, darte la victoria, etc. El texto bíblico es mucho más rico. Debemos enamorar a nuestra comunidad no del nombre, sino de la persona de Jesús.
  • La ética tiene su base en la relación de fe con Jesús. Pero la ética tampoco es algo automático, como que la fe produjera de por sí todos los cambios necesarios. Si fuera así, ya no necesitaríamos a Jesucristo para una vida ética. Si en cambio relacionamos la ética con Jesucristo, entonces es posible hablar del perdón y de nuevas posibilidades.
René Krüger, pastor de la Iglesia Evangélica del Rio de la Plata, en Encuentro Exegético-Homilético 1, marzo 2000, ISEDET, Bs As.


El Salmo 118

es una liturgia de acción de gracias por la salvación recibida de Yavé. Los vv. 19ss representan el momento cuando la procesión se encuentra a las puertas del templo, aquí llamadas puertas de justicia, por donde sólo los que practican lo que es justo están en condiciones de entrar (comparar con los Salmos 15 y 24). Destacamos el v. 22 que hace referencia a la piedra que fue desechada por los constructores y que se transformó en piedra fundamental del edificio; este tema será retomado en el NT para referirlo al rechazo que recibió Jesús de los líderes de su tiempo. La aclamación ritual de los vv. 25-26 se utiliza para evocar la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén el domingo de Ramos: “Salva Yavé” (hoshi‘ah na’ = Hosanna); “Bendito el que viene en el nombre de Yavé” (ver Mt 21.9; Mc 11.9; Lc 13.35; Jn 12.13).

Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Estudio Exegético-Homilético 37, ISEDET, Buenos Aires, 2003.


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