Recursos para la predicación

06 Mar 2023
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 12 MarzoMar 2023

Morado


Introducción a los relatos del Evangelio de Juan – Presentación de Néstor Míguez

  1. A este Evangelio no le preocupan los hechos y dichos de Jesús en cuanto precisiones históricas, sino en cuanto señales de que es el Hijo de Dios. Mientras Lucas intenta comunicar los datos que hacen a una historia (Lc 1.1-4), Juan quiere dar testimonio de señales que inducen a la fe.
  2. Juan ama los grandes relatos. Todo ello con una gran economía de vocabulario, y en torno de ciertos temas y palabras recurrentes a lo largo de todo el escrito: luz, vida, testimonio, verdad, fe (confianza hacia). Mientras los otros evangelistas buscan profundidad cavando con pala (abarcando mucho para poder ir más hondo), Juan lo hace con barreno. Gira una y otra vez con los mismos conceptos básicos, pero en cada vuelta logra penetrar más en las insondables riquezas del mensaje de Jesús.
  3. El lenguaje del Evangelio de Juan nos muestra una mayor elaboración de parte de la comunidad. A veces resulta imposible distinguir cuando termina el discurso de Jesús y comienza el comentario del evangelista, o la comunidad que el evangelista representa. El conocido texto de Jn 3.16 y siguientes es un claro ejemplo.
  4. El evangelio de Juan supone una gran continuidad entre Jesús y sus seguidores. A diferencia de Lucas, que usa un segundo tratado para contar la historia de la Iglesia tras la Ascensión, Juan va contando las características de la comunidad de fe entre líneas de la narrativa de Jesús. Esa comunidad hace presente a Jesús en el mundo (1 Jn 4.17).

Estas características del Evangelio de Juan lo hacen particularmente apto para el tiempo de Cuaresma, donde nos nutrimos en la fe para afirmar nuestro posterior testimonio del resucitado. Acompañamos a la comunidad del Discípulo amado en este repaso de su historia como parte de nuestra propia historia.

Como lo que tenemos son relatos, en lugar de intentar analizarlos conceptualmente, procuraremos interpretarlos narrativamente, mediante la recreación del texto cambiando la óptica del narrador. Es una práctica a la que solemos recurrir en la Lectura Popular de la Biblia, ya que permite descubrir temas y perspectivas del texto que a veces otros métodos olvidan. Y si bien en el relato procuramos incluir algunas explicaciones textuales y de contexto, la finalidad es, sobre todo, alentar la posibilidad de nuevas miradas sobre el texto, de abrir otras perspectivas de lectura, estimular diversas comprensiones de la Palabra.


Análisis del texto de Juan 4.1-44 – Presentación de Néstor Míguez

De acuerdo al método propuesto, lo que haremos es destacar algunos elementos narrativos poniéndolos en la perspectiva de alguno de sus personajes. En este caso lo haremos desde la óptica de la mujer samaritana.

La mujer va al pozo a buscar agua. Esto ya define la posición social: es una tarea de pobres o de siervas. Es una tarea pesada, especialmente si hay que hacerla bajo el sol del mediodía. También probablemente define su escaso humor, su deseo de terminar y volver cuanto antes. En camino al pozo se cruza con unos judíos de Galilea que van a la aldea a buscar comida (los discípulos), y que ni le hablan. Al llegar se encuentra con otro judío, a orillas del pozo. Se sorprende porque este otro sí le habla y le pide agua. “¡Cómo, un judío pidiéndole agua a una mujer samaritana!.. si ni siquiera quieren usar los utensilios que nosotros tocamos...

La respuesta de Jesús aparece como un acertijo... “Si conocieras el don de Dios... (v.10)”. Jesús le habla en tercera persona, como si no estuviera involucrado en la conversación. “Ajá, ahora me quiere confundir para no dar el brazo a torcer”, reacciona la mujer. –Vamos, con qué vas a sacarla... esto no es una fuente... (y luego, para sí): Voy a poner en su lugar a este judío presuntuoso que se cree un “don de Dios”... (y nuevamente en voz alta) ¿Acaso eres mayor que nuestro padre Jacob...? (v. 12).

Jesús le responde con nuevos enigmas (v. 13-14). La mujer: (Ahhh... si éste es el juego, sigámoslo en la misma línea...) “Bueno, dame de esa agua, así no tengo que venir más acá...” (A ver si ahora me respondes. Que siga con sus enigmas y frases, que yo seguiré con la realidad cotidiana...).

Pero la mujer muestra su inteligencia y perspicacia al mantener el juego de tensiones entre enigmas y realidad. Ella entiende desde su propio mundo vital. Si no pueden cambiar su realidad del pesado trabajo de cada día, esos enigmas no sirven. Son las elucubraciones que pueden proponer los que no tienen la dura tarea de buscar agua todos los días.

El diálogo continúa. Ahora sí, Jesús vuelve al lenguaje de las cosas llanas... “busca a tu marido”. La mujer siente una pequeña victoria... “No tengo marido”, contestó. “Esto se está terminando, no vamos a seguir con este diálogo inútil. Ya va siendo hora de volver”, seguramente pensó.

¿Qué quiso decir Jesús con eso de los cinco maridos? Ella se dio cuenta que el juego de enigmas comenzaba a tocar la realidad de su vida. Cinco varones la habían buscado para después deshacerse de ella. Si cinco maridos la habían repudiado, cinco veces había sido acusada, desamparada, privada de una relación necesaria para la subsistencia.

Ahora otro hombre, que no es su marido, le estaba dando protección. Ahora sí el forastero comienza a descorrer el velo de la realidad, a mostrar la injusticia que ha debido soportar, el lugar en el que ha sido puesta. Ahora este forastero toma esto en serio: eso lo hace profeta. La cosa comienza a cambiar.

Allí muestra que no era nada tonta. Conoce las condiciones y discusiones de su pueblo. “Ya que has podido mostrar la injusticia que afecta mi vida, dice, mira la que afecta a mi pueblo, privado de un lugar de culto (v. 20 –notar el tiempo pasado del verbo adorar: el Templo samaritano del Garizim había sido destruido por los judíos en época de los macabeos. Si querían celebrar el culto debían hacerlo en tierra enemiga y bajo sacerdotes hostiles).

Ella ha llevado a Jesús a su terreno: debe aclarar sus dichos a partir de tomar en cuenta las realidades de vida. La realidad del duro trabajo de las mujeres aldeanas, de la exclusión de la repudiada, de la discriminación religiosa a la que ha sido sometido su pueblo. Las respuestas de Jesús tendrán que ver con esto para tener sentido.

La respuesta de Jesús comienza a hacer sentido de los enigmas anteriores. Estamos hablando de la realidad, pero de una realidad en sus dimensiones más profundas. Lo espiritual que Dios busca, y de los que buscan a Dios, está a su alcance. Se hace persona: es el que habla con ella. Entonces sí, ella, dejando el cántaro, va a mostrar ante la aldea que hay quien le ha dicho verdaderamente quién es, que la ha reconocido como persona, que le ha confrontado con el significado profundo de sus hechos (v. 28).

Sugerencias homiléticas

Tenemos la posibilidad de mostrar, si se sigue la pauta exegética anterior, cómo las distintas perspectivas y miradas abren otras significaciones para el mensaje. La fe es necesariamente diálogo, donde la respuesta humana es fundamental. Y la respuesta humana es también de sentimientos, condiciones, vivencias, de situaciones que van permitiendo y modelando el sí de Dios en Jesús, como el sí humano desde espacios y esperanzas concretas, desde lugares de dolor y exclusión que esperan justicia.

También es posible enfocar este texto desde la perspectiva de los prejuicios. La discriminación que Jesús logra vencer se ha reinstalado en los discursos teológicos.

Ella ha sido víctima de leyes machistas, de una sociedad patriarcal

y de formas de exclusión muy dramáticas. No son los cinco casamientos de Elizabeth Taylor u otra diva de Hollywood. Es la historia de una mujer trabajadora aldeana, que supera la limitación cultural que le es impuesta para reconocerse a si misma en la misionera de una humanidad más plena, y la persona digna que dejando el cántaro anuncia la venida del Mesías.

En esta línea es también posible destacar la idea de la importancia del contacto con el mundo real, la necesidad de que el mensaje del Evangelio pueda tocar los mundos vitales de nuestras condiciones humanas. La conversación aparece errática mientras Jesús habla en el plano simbólico, pero apela y se hace revelación para aquella mujer cuando toca su vida cotidiana. Los misterios hacen sentido cuando no se muestran separados de la vida de todos los días, sino en su base y fundamento, en la orientación que es capaz de darle a los actos dispersos de la vida en una conexión más profunda.

Néstor Míguez, en Encuentro Exegético-Homiléticos 24, ISEDET, Encuentro marzo de 2002.


Éxodo 17.1-7.1-7. El agua de la roca – Presentación de José Loza Vera

El breve relato es complejo. El signo más evidente está en la doble indicación de que el pueblo, por falta de agua para beber, se querella contra Moisés (v 2) o murmura contra él (v 3). El problema se complica porque Nm 20.2-13 relata algo semejante. Es difícil precisar las relaciones entre ambos textos o las etapas de composición del pasaje del Éx.

Refidim es una etapa entre el desierto de Sin y el Sinaí. El texto final identifica la montaña de donde brota el agua con el Horeb (v 6). Por carecer de agua para beber, el pueblo la emprende contra Moisés: exige que le dé el agua necesaria. El recurso de Moisés es dirigirse al Señor. Él también tiene una queja que expresar, pues en esa situación teme lo peor: que los israelitas lo lapiden. El Señor le manda que, con los ancianos y el pueblo, se dirija a una roca del monte con el bastón con que realizó prodigios en Egipto; él irá delante y, cuando Moisés golpee la roca con el bastón, hará brotar el agua y el pueblo tendrá qué beber.

El doble nombre del lugar está relacionado con los elementos del relato, aunque lo más evidente está en el nombre de Meribá, “Querellla”, por la del pueblo contra Moisés; Massá, “Rebelión”, implica una valoración moral de la actitud del pueblo frente a Yahvé.

1 Cor 10.4 (“Todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía, y esa roca era Cristo”) muestra la riqueza simbólica del agua de la roca. El episodio de la samaritana y del agua viva (Jn 4.1-12) desarrolla el simbolismo sin alusión inmediata a Ex 17.1-7 y Nm 20.1-13.

José Loza Vera, Éxodo, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005, pp 453-454.


¿Cómo entender la carta a los Romanos? – Presentación de Elsa Tamez - Continuación

2.2.2 La ley y la fe en el contexto de exclusión

Había algunos sectores judeo-cristianos que exigían la circuncisión y el cumplimiento de varias observaciones de la ley, para toda persona que quisiera tener acceso a las promesas de Dios (dadas a Abraham y su descendencia) y pertenecer a su pueblo. Pablo, por su misión con los no judíos, descubre y afirma que la ley es incapaz de justificar al ser humano delante de Dios.

Dios, gracias a la vida y entrega de fe de Jesucristo, y desde su resurrección, había acogido por gracia a todos los seres humanos como sus hijos. Y quienes viven ahora en esta fe, en esta entrega y en este espíritu de la resurrección, son renovados, resucitados, con la capacidad de hacer justicia. Al hablar de justificación por fe y no por las obras de la ley, el Apóstol coloca en un plano de iguales a todos los pueblos. Con esta nueva realidad y con esta propuesta teológica, se resuelve felizmente esta división de mundos (judíos y no judíos) y universaliza la fe cristiana para que otros tengan la posibilidad de acceso a las promesas hechas a Abraham.

Esto es en cuanto a la disputa teológica muy concreta que surgió de las comunidades cristianas primitivas. Pero esta lógica de la inclusión del excluido al ser justificado por fe, lleva a otros niveles, además del religioso. Ya desde el punto de partida está presente la dimensión cultural (cultura judía/otras culturas). Pablo mismo cruzó, de manera espontánea, la barrera de lo propiamente judío para llegar a lo social y sexual, por eso tendrá que afirmar que en Cristo no hay ni amo ni esclavo, ni mujer ni varón (Gá 3.28), otras dos desigualdades entre los seres humanos.

La realidad de la injusticia convertida en pecado, que describe en Rm 1-2 y que se deja ver también en su crueldad concreta en 8.18-38, obliga a ampliar la categoría de exclusión a las dimensiones económicas, políticas, sociales y culturales.

Una palabra en cuanto a la ley mosaica. El interés de Pablo no es desautorizar solo la ley. Esta, cuando no va unida al pecado, es buena, justa y santa. El problema surge cuando es absorbida por el pecado, y el pecado cobra vida. Esto es porque la unión entre el pecado y la ley causa la alienación de los sujetos (Rm 7). Estos pierden la conciencia y se vuelven esclavos de la ley.

Creemos que Pablo no se refiere solo a la ley judaica, en su pensamiento incluye lo que significa la lógica de toda ley cuando se impone al sujeto. Por eso tiene en mente la ley romana, la lógica de aquella civilización y las tendencias impuestas por los usos y costumbres. La ley recobra su función original de justicia cuando está orientada por la fuerza del espíritu o de la fe. En este sentido, la fe consolida la ley (3.312). Lo que Pablo intenta recalcar es lo que Jesús había enseñado: el sábado debe estar al servicio del ser humano y no a la inversa.

2.2.3 La justicia y la justificación es para transformar el mundo invertido por el pecado

El término “justicia de Dios” posee distintas connotaciones, trata de la justicia forense, de la manera justa como Dios siempre ha actuado en la historia, y de una justicia que espera que el ser humano practique. A pesar de estas distintas connotaciones, todas apuntan a la diferencia entre esta justicia y la justicia que los cristianos del primer siglo experimentaban, sea la justicia forense o la justicia social: la una era discriminatoria, la otra representaba su mentira: la injusticia.

Ya que no había posibilidad objetiva ni subjetiva de hacer justicia por los propios medios en un  mundo injusto dominado por el pecado, el anuncio de la justicia de Dios aparece como una gran noticia. Pablo no hace más que recordarla porque esa justicia llegó con Jesús, su vida, muerte y resurrección.

Pablo llega a la conclusión de que, frente a la precariedad de la vida y la imposibilidad humana de sobreponerse a la injusticia de la que es víctima y responsable, la justica de Dios capacita a los seres humanos para que sean hacedores de justicia verdadera. Jesús fue el primero y por él todos y todas tienen acceso a esa gracia, aun los agentes victimarios, si son capaces de creer al Dios que resucita a los muertos (Rm 4.24s). Esta fe en lo imposible (Rm 4.19) le fortalece en su existencia cotidiana, luchas y peligros (1 Co 15.31s).

Tradicionalmente se ha creído que se es justificado por la fe en Jesucristo, por su m,uerte en la cruz. Una mejor traducción posible de dia pisteos Iesou Xristou (3.22), es que se es justificado por la fe de Jesucristo. Es decir, su vida de fe manifestada en sus obras en Palestina, no se guió por la obediencia a la ley manipuladora, sino por Dios. Dios le justificó por su ministerio de justicia. El hecho de que fue resucitado evidencia que fue justificado por Dios, que su juicio fue contrario a las leyes romanas y judías.

Si por la desobediencia del primer Adán se introdujo la muerte en la humanidad, por la obediencia de Jesús, figura del segundo Adán, estos fueron constituidos justos (5.19); fueron recreados para la vida, fueron hechos sujetos capaces de hacer justicia al orientarse por la dinámica y la fuerza del espíritu que lleva a la vida.

2.2.4 La dinámica de la fe triunfa sobre la dinámica de la ley

Con la llegada de Jesucristo, quien inaugura el camino de la fe, se vive en los tiempos de gracia y no de la obediencia a las leyes. Los humanos que acogen el don de la justicia de Dios se orientan por la dinámica de la fe, que es una manera diferente de conducirse en la vida, llenos de esperanza, al servicio de la justicia. Estos son los llamados, “los que están en Cristo” y tratan de actuar como Jesús, se orientan por la dinámica del espíritu, que es la dinámica de la vida, la justicia y la paz.

Esto no quiere decir que se vive fuera del mundo. La dinámica de la gracia o de la fe se vive dentro del mundo en donde también está la lógica de la ley, opuesta a la del espíritu. Pablo la llama también la dinámica de la carne[1]. Aquí se da una lucha histórica entre la vida y la muerte, la dinámica del espíritu y la dinámica de la ley y también dentro de las personas, que quieren hacer el bien y no lo pueden ejecutar. En esta lucha en tiempos de gracia, Pablo asegura que la gracia sobreabunda aunque el pecado abunde, y que la vida triunfa sobre la muerte.

Las comunidades necesitaban de esta fe. Pablo interpela la fuerza de lo divino en lo humano, ya que cuando los seres humanos acogen el don de la justicia por fe, la divinidad forma parte de ellos, viven en Cristo, están en Cristo. Pablo llega a afirmar que tales creyentes son hijos de Dios, herederos o coherederos de Cristo. Parece que es importante para Pablo que el creyente reconozca la fuerza de su espíritu y del Espíritu que se une a él para testimoniar que tiene el poder de Dios, porque es un hijo libre (8.15-16). Al ser hijo libre, ha dejado de ser esclavo de la ley y del pecado. Pasa a ser señor de la historia, sigue la ley solo cuando está al servicio de la vida y la justicia (5.17).

2.2.5 Dios elige en su gracia a los excluidos para que no haya exclusión

En los cap. 9-11 Pablo se replantea el rol de Israel como pueblo elegido en la historia de la salvación. Si Dios acoge a todos incluyendo los no-judíos, ¿cuál es el sentido de que haya elegido a un pueblo? Para comprender esta sección habría que considerar lo siguiente: 1) la elección debe ubicarse bajo el designio misericordioso de Dios, cuya voluntad es que todos formen parte de su pueblo. Antes de que Dios elija existe ese proyecto de vida para todos. 2) Para que se cumpla el designio de misericordia de Dios para todos, Dios elige al menor, al excluido, al pueblo oprimido, para que dé testimonio del amor y del poder de Dios. La opción de Dios –elección– por el excluido se da para incluirlos como herederos del Reino. Elegir al excluido es la garantía de que todos formen parte del pueblo de Dios. El excluido-elegido debe recordar que ha sido elegido por gracia y no por méritos propios. Por tal razón la elección está ligada a la promesa y no a la descendencia según la carne (Rm 9.8).

2.3 Sabiduría en la vida cotidiana

En la vida cotidiana hay que actuar con discernimiento, orientados por la lógica del amor.

Los postulados teológicos anteriores son fundamentos para orientarse en las acciones de la vida diaria. Sin embargo, Pablo pide una constante renovación de la mente y los cuerpos para tratar de dilucidar la voluntad de Dios en cada momento (12.1-2). Aquí, el discernimiento es fundamental. Saber conducirse en la dinámica del espíritu o la fe implica actuar con mucha sabiduría. A veces implica someterse a la ley coyunturalmente para sobre vivir, a veces implica limitar nuestra libertad para no ser escándalo para el hermano o hermana débil (Rm 14). La renovación constante, el discernimiento sabio y la dinámica del amor son la garantía que nos indica que estamos bajo la lógica del espíritu y la fe, cuyas aspiraciones son hacia la vida, la justicia y la paz.

En este sentido hay que comprender Rm 13.1-7, texto aparentemente ambiguo y contradictorio frente a las claras líneas liberadoras de Pablo. El texto es circunstancial, no es fundante[2].

[1] Carne tiene distintas connotaciones en el NT. 1) se refiere a toda persona: “toda carne alabe a Dios”, sin connotación peyorativa. 2) se refiere a relaciones familiares o de raza: “los de mi carne”, “la promesa según la carne”; se refiere también a la debilidad y fragilidad humana, que tiende a hacer aquello que va contra lo bueno. Son los deseos egoístas y avaros que quieren imponerse como una ley interior a la conciencia de quien ha acogido la dinámica de la vida.
[2] Recomendamos la lectura de Uwe Wegner, “Romanos 13.1-7: Los cristianos y las autoridades” en RIBLA 4, 1989.

 

Elsa Tamez, ¿Cómo entender la Carta a los Romanos? Revista de interpretación bíblica latinoamericana, RIBLA 20, Quito, Ecuador, 1995. Resumido y adaptado por GBH, especialmente en el reemplazo del término “lógica” por “dinámica” en varias ocasiones.


Romanos 5.1-8 – Presentación de René Krüger

Comentario exegético

Luego de haber hecho de la fe el centro focal de sus explicaciones en los capítulos anteriores y habiendo desarrollado de manera bíblico-teológica en el cap. 4 sus tesis sobre la justificación presentadas en Ro 3.27-30, Pablo presenta ahora en 5.1-11 el desarrollo positivo del evangelio, describiendo el resultado de la justificación. Focaliza la vida, iniciando en Ro 5.1 una nueva sección de la epístola, tal como señala la frase de transición Justificados, pues, por la fe. El núcleo de sus aclaraciones lo constituye la relación entre la justificación por la fe y el proceso que esta justificación despliega en la vida de las personas creyentes, incluyendo el momento del juicio escatológico. La justificación tiene plena validez, no como una experiencia estática, sino como transformación total que incluye la salvación eterna.

V. 1: En este v. el texto griego ofrece una variante de singular importancia. Una serie de excelentes manuscritos (entre ellos, los dos más importantes de las cartas de Pablo) tiene el subjuntivo éjômen (tengamos), mientras otros no menos excelentes tienen el indicativo éjomen (tenemos). El indicativo es una afirmación inequívoca, mientras que el subjuntivo implica un llamado o apelación a disfrutar la paz con Dios. Diversas ediciones del NT griego ofrecían como texto original el subjuntivo, mientras que el NT de Nestle-Aland sostiene el indicativo. Ante el equilibrio aproximado de los testigos griegos, la exégesis suele recurrir a los llamados criterios internos de la crítica textual, sosteniendo en este caso que por el contexto de Ro 5 y toda la teología paulina ha de mantenerse el indicativo.

Lejos de significar mera tranquilidad individual o la ausencia de guerra (así en el pensamiento griego), en términos bíblicos paz implica un conjunto de relaciones coherentes y concordantes entre dos o más personas. Es un estar lado a lado, vivir y actuar en concordancia o correlación, mantener reciprocidad que favorece a ambas partes. Es reconciliación vivida. Por ello el término no debe ser espiritualizado, ni reducido a un sentimiento subjetivo, ni divorciado de su matriz veterotestamentaria del Shalom.

Con la introducción del concepto de paz como resultado del proceso de justificación Pablo retoma un término que poseía un singular valor en el mundo romano. El imperio reclamaba haber producido la paz para los pueblos conquistados (pax Romana), y el emperador Augusto se ufana de haber terminado con las guerras civiles y dado paz al inmenso imperio (pax Augusta). En el año 9 aC Augusto hizo erigir en el Campo Marte en Roma su Altar de la Paz (Ara Pacis Augustae), como materialización monumental y artística visible de su afirmación de creador y paladín de la paz. Pero para los empobrecidos de los pueblos sometidos –entre ellos, las capas humildes en Israel y la mayoría de los miembros de la joven iglesia cristiana– este monumento habrá tenido un significado totalmente distinto que para los habitantes de Roma y para aquellos miserables colaboradores (en el caso de Israel, los saduceos, latifundistas, cobradores de impuestos y reyes vasallos), que trabajaban a favor del poder imperial enemigo y en contra de los intereses de sus propios compatriotas y correligionarios.

La preocupación por la paz también vibraba en la religión romana. Sobre todo cuando venían tiempos difíciles, se buscaba la paz con los dioses a través de prácticas religiosas y sacrificios.

Ahora Pablo acapara, por así decirlo, el término “romano”, poniéndolo al servicio de la proclamación del evangelio. La paz no es el resultado de las acciones bélicas del señor romano, cuyo delirio de grandeza le llevó a aceptar y adoptar términos divinos: Sebastos / Augustos (el sublime), Divi filius (Hijo del divinizado) (como hijo adoptivo de Julio César, que recibió el título de Divus Iulius [Julio divino] después de haber sido asesinado), Princeps (Primer ciudadano), Pontifex Maximus (Sumo Sacerdote), Pater patriae (Padre de la patria), Soter (Salvador).

La paz tampoco es el resultado de acciones cúlticas, sacrificios, imploraciones u otros esfuerzos humanos. Pablo deja bien claro que proclama la paz como efecto o fruto de la muerte y resurrección de Jesucristo. El tema de esta paz se vincula con el de la gracia, tematizado en el siguiente versículo.

V. 2: Paz y gracia son los dos conceptos con los cuales Pablo suele saludar a sus destinatarios y destinatarias. Ambos conceptos ocupan un lugar muy destacado en el cuerpo paulino, tanto cuantitativa como cualitativamente por su carga teológica.

La gracia constituye un espacio de vida al que ahora podemos entrar. La imagen subyacente es la del espacio sagrado del templo, con accesos restringidos y cuidadosamente establecidos sobre la base de condiciones, entre las que figuraba la pureza y la justicia personal. Todo ello quedó atrás. El acceso al nuevo espacio vital quedó abierto por la obra de Jesucristo.

También puede resonar aquí la imagen de una corte con un acceso a través de un portal especial para llegar a la presencia del rey. En efecto, el culto al emperador romano nos recuerda que la religión y la corte efectivamente se fusionaron formando una nueva imagen.

La vinculación explícita de este acceso con la esperanza de la gloria de Dios remite a la tradición veterotestamentaria del santuario, pues Israel vinculaba la experiencia de la presencia especial de Dios con el culto. Sólo que en Pablo el ámbito de esta experiencia no es un recinto de piedras, sino la vida entera y la comunidad creyente. Hay, pues, una noción nueva que dinamiza la relación con Dios, independizándola de ritos, ceremonias, tiempos y lugares sagrados, y vinculándola directamente con Cristo y la comunidad.

Pero de ninguna manera se trata de una “teología de la gloria” y del poder sobre otras personas. Pablo relaciona la gloria con las tribulaciones y pruebas, es decir, con los procesos difíciles, pesados, dolorosos de la existencia cristiana en el mundo; con la opresión (thlípsis suele traducirse por tribulación, pero contiene la idea de “presión”). Pero debe insistirse que el apóstol tampoco propaga una idolatrización del dolor o una búsqueda del martirio como “obra meritoria”. No es ni asceta, ni flagelante, ni ermitaño aislado sobre una columna que busca la santificación y la salvación mediante la martirización de su cuerpo. Es una persona que vive los problemas de la vida, da testimonio del evangelio y enfrenta con valor los poderes de la muerte que se oponen a la obra de Dios en este mundo. Está metido de lleno en la sociedad; comprometido con los humildes, marginados, despreciados, desesperados, pecadores, “bajos”. Y todo esto lo asume, vive y resiste porque recibe fuerza de ese Señor que se entregó a la muerte en la cruz. La grandeza de su resurrección alimenta la esperanza, y ésta es motivo más que suficiente para resistir las situaciones trágicas del presente. Si no fuera por esta visión de la esperanza en el presente y el futuro de Dios, la ética del seguimiento podría malinterpretarse como negación de la vida, del cuerpo y de la existencia misma.

V. 3-6: Pablo desarrolla aquí una llamada argumentación en cadena, cuyos eslabones deben ser considerados como conjunto y no individualmente, ni –específicamente en este caso– como descripción de etapas claramente distinguibles de la vida cristiana. Los miembros implican sí un proceso de maduración y crecimiento. Las cadenas constituyen una forma literaria y retórica frecuentemente usada en aquella época. En estas cadenas tienen singular importancia el comienzo y el final. También había cadenas de argumentación elaboradas por filósofos, con los eslabones típicos de su área, como, p. ej., adversidad, búsqueda, tranquilidad, sabiduría, etc. En la tradición judía se hablaba de las pruebas que realiza Dios.

Pablo establece que acepta las cargas de la vida cristiana, pues nos conducen a la esperanza que no nos frustrará. La existencia cristiana es un caminar hacia la plena realización de la gran meta de Dios.

El término traducido comúnmente como paciencia, hypomonê, significa mucho más que ello. Implica aguante, fortaleza, perseverancia, resistencia. Era un término altamente apreciado en el judaísmo contemporáneo y por los estoicos. Pablo le otorga un lugar muy significativo entre las virtudes cristianas, de lo cual dan testimonio numerosos textos.

V. 5: La certeza de que al final no nos espera una gran frustración surge para Pablo del amor de Dios. El derramamiento del amor de Dios (no se trata de nuestro amor a Dios) no remite a un sentimiento de felicidad individualista, a un wellness religioso que se compra en un retiro caro ofrecido vía mercadotecnia por alguna empresa, a un sentirse bien pase lo que pase. Remite sí a la fortaleza para resistir. Los corazones son imagen del sí a ese amor de Dios hacia nosotros; recuérdese que en términos bíblicos el corazón representa la voluntad y el centro de decisión de la persona, y no el sentimiento romántico como siglos después.

En el judaísmo de la época, el Espíritu Santo era concebido como el Espíritu que capacitaba a los profetas para oír y hablar en nombre de Dios. Pablo lo vincula con la fe en el Crucificado y Resucitado y con la existencia cristiana en general. Su vinculación con el amor de Dios indica claramente que todo el proceso de la fe y la vida no se basa en los propios esfuerzos, sino que es respuesta a la obra de Dios. Lutero vio esto con total claridad al explicar el Tercer Artículo del Credo Cristiano en su Catecismo Menor: “Creo que ni por propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, y arrimarme a Él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el Evangelio, me ha iluminado con sus dones y me ha santificado y guardado en la verdadera fe”.

Breve reflexión

Hay una relación vital y esencial entre la justificación por la fe y el seguimiento de Jesucristo. Ambos se vinculan entre sí como las dos caras de una moneda, yes imposible disociarlos. La puesta en práctica de la justificación en una vida en el amor ha recibido diversos nombres en las tradiciones cristianas, cada cual con énfasis peculiares: obras de amor, santificación, seguimiento, cristianismo práctico, compromiso, etc. No importa qué calificativo le demos, lo decisivo es que se trata de la “puesta en marcha” y la “traducción” de la justificación a la vida concreta.

En este texto Pablo describe este proceso mediante un término muy apreciado en la tradición bíblica: paz, remitiendo a relaciones coherentes, reciprocas, reconciliadas. Esta paz que proviene de la obra de Jesucristo para desplegarse en la vida de seguimiento. No tiene nada que ver con la “paz” impuesta por la violencia del imperio; y tampoco proviene de esfuerzos religiosos propios, por más bienintencionados que éstos fueren. Es una paz activa que construye relaciones sanas.

La gracia no es un sentimiento de autosatisfacción religiosa, sino un espacio liberador. Libera de las culpas, capacita para amar, crea reconciliación, lleva al compromiso. Pablo agrega un acento en la certeza del futuro, fundada en la confianza en la obra salvífica de Cristo (vs. 2.5 y 9-11). Hay que leer esta certeza debe leerse sobre contraste formado por el pasado (vivir bajo el pecado, vs. 6.8.10) y el presente lleno de tensiones (v. 1-3: gracia y paz, pero bajo tribulaciones y opresiones).

El conjunto de paz, gracia, esperanza y gloria constituye un “estilo” de vida, un proyecto diferente de los muchos proyectos que pululan en la sociedad, pero que se oponen a la vida. Este proyecto alternativo no libera de los problemas y las cargas, pero suministra fuerza para resistir y llevar adelante precisamente una vida diferente y contracultural, si se quiere, en obediencia a Dios.

Rumbo a la predicación

  1. La existencia nueva – la justificación – es un regalo de Dios, cuya aceptación por nuestra parte consiste en una vida que busca construir relaciones sanas.
  2. Esa construcción es un movimiento dentro de un espacio “liberado” por la gracia de Dios; un espacio en el que el Señor nos da fuerzas para llevar adelante una vida diferente del resto de la sociedad, resistiendo contra todo lo que destruye la vida, y comprometiéndonos por la paz traducida a actitudes y acciones en la vida cotidiana.
  3. La fe no es garantía de quedar liberado de todo problema o mal, sino que es adhesión y fidelidad a Aquel que nos acompaña en nuestro testimonio de su amor.

 

René Krüger, biblista luterano-reformado argentino, en Estudio Exegético–Homilético 63, ISEDET, BuenosAires, Junio de 2005


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