Recursos para la acción pastoral

09 Ene 2023
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Recursos para la acción pastoral
Recursos para la acción pastoral 05 FebreroFeb 2023

Verde


Valoremos la luz y la sal, agradezcamos por la luz y la sal

Siguen las felicitaciones, que eso son las bienaventuranzas. No es un mensaje moralista, como que “traten de ser luz, hagan esfuerzos por ser sal”. Jesús nos anuncia que en el espíritu del reino somos luz, que somos sal del mundo. Es gracia de Dios, es la buena noticia de que Dios nos ha hecho luz y sal de este mundo. Que no la escondamos, sí. Que no dejemos que perdamos el sabor, sí. Que la pongamos en alto, con gratitud y valentía, también. Pero que somos, somos. Pequeñas luces, tal vez, pero en medio de la oscuridad… aleluya, gracias a Dios!


“Si te das a ti mismo en servicio del hambriento”…

No solo dar, sino darte a ti mismo. Qué hermosa traducción de la Biblia DHH, solamente en esta Biblia, entre las que conocemos, pero avalada por Schökel y Sicré Díaz en su comentario: “¿Qué significa hpyq nps? Hacer salir el aliento, entregarse; siendo un caso único en el AT, no sabemos si es expresión común o acuñación del autor. El ser humano no debe “cerrarse a su propia carne” (tit’lm mbsr), debe darse y no reservarse”.

L. Alonso Schökel y J. L. Sicré Díaz en Profetas, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1980.


La celebración del compromiso en el reino de Dios

2) LA SENDA DE LA CELEBRACIÓN

Todo acto de culto solemne, toda celebración, es momento dinámico, activo, entusiasmador y alegre. Con mayor razón si pensamos en celebrar el reinado de Dios en la vida de la gente.

La reunión cúltica nos presenta un ambiente, en su calidad de senda, en donde se va desenvolviendo el señorío de Cristo como actividad libre y alegre entre las comunidades que reconocen sus lazos de hermandad. En este sentido se debe precisar y promover lo festivo en el seno de las comunidades cristianas. La senda como metáfora de creatividad y actividad representa todo lo contrario de lo pasivo, lo estático, lo muerto; en suma, representa la vida en todo su esplendor.

¿Acaso Jesús mismo no disfrutó de lo festivo como expresión de vida? Comparemos Jn 2.1s; Lc 11.37s. Su vida es manifestación de alegría y agrado (Lc 10.21) y era el sentir mismo del apóstol de los gentiles (Fil 4.1,4). Examinemos cómo nuestras iglesias celebran sus cultos. Notemos cuán poco énfasis se da a la importancia del reino de Dios en la celebración litúrgica. Y muchas iglesias ubican su vida celebrante entre dos extremos como lo formal y lo informal, lo organizado y lo improvisado, lo reprimido y lo escandaloso, lo bíblico y lo secular, lo mágico y lo racional.

Algunos cristianos intentan hacer que la celebración sea una continuidad de la vida diaria, pero en la generalidad de las iglesias lo que se experimenta es una ruptura entre el servicio a Dios (actividad en el culto) y el servicio con Dios (actividad por las personas). Por esta razón la celebración nuca debe llevarnos a separar/confrontar nuestro quehacer como iglesia de las responsabilidades cotidianas.

¿Cómo debemos, entonces, reorientar nuestra vida cúltica en la iglesia? ¿Qué exige celebrar el reino de Dios? ¿Cómo debemos los cristianos celebrar a Cristo hoy? Para ayudarnos a responder estas preguntas se debe precisar cómo entendemos la celebración. Para ello veamos la celebración desde cuatro puntos: 1, la celebración como encuentro; 2, como compromiso; 3, como solidaridad y 4, como señal del reino.

  1. La celebración como encuentro

En cualquier culto hay una marcada intención d encuentro. Entonces surge la pregunta, ¿encuentro con quién o con quiénes? Siguiendo con el marco de referencia del reino de Dios podemos detectar tres clases de encuentros.

A) El encuentro con Dios. ¡Celebramos nuestro compromiso con el reino de Dios porque nos encontramos con Dios. El Cristo Dios nos ha salido al camino. Él es ese camino. En toda celebración buscamos la presencia de Dios. Intentamos oír su voz (dedicación y llamamiento) y hablarle aún en el silencio de la oración (adoración y reconciliación). Así podemos cantar: Dios está aquí,/ qué precioso es./ Él lo prometió/ donde están dos o tres.

B) El encuentro con el hermano. La esencia misma de toda celebración, de toda festividad es reclamar la presencia de otras personas. Nadie hace una fiesta para sí. Nadie organiza una celebración para estar en soledad. Ninguna celebración, menos si pretendemos celebrar el reino de Dios, es individualista ni privada. Dios nos encuentra y se nos revela en Cristo y éste a su vez se da a conocer en nuestros vecinos, en los necesitados, en el pueblo a quien Dios le obsequia el reino (Mt 11.5).

C) El encuentro con la historia. De los dos aspectos anteriores se desprende que tanto la celebración del compromiso como el reino de Dios alumbran nuestro encuentro con las realidades del pueblo. El pueblo cristiano vive entre ilusión y realidad, entre nuestras preocupaciones interiores y nuestros compromisos exteriores, entre realidades presentes y proyecciones futuras. Por eso nuestra celebración no debe divorciarse de los retos que la historia nos presenta. Vivimos tiempos duros en América Latina para que nuestros cultos no expresen ese encuentro con Dios y con las gentes en las luchas y conflictos concretos de nuestra historia.

Este elemento de encuentro nos muestra una vez más que la fiesta del reino no es para espectadores, no para contempladores. Dicho encuentro exige, por una parte, comunicación antes, durante y después de la celebración. No es tanto mirar hacia dentro con una actitud llorona, “pobrecito yo”, o, a veces, “soy un gusano”. Más bien es saber que somos “templos del Espíritu Santo”, llamados a ser canales de bendición para otros. Es presentarnos como somos y comunicarlo así, dejando a un lado toda artificialidad, toda  postura tiesa para impresionar a los demás.

Por otra parte, la celebración como encuentro pide entrega. Recién vimos que el culto no es para espectadores. Efectivamente, al asumir la celebración como encuentro no podemos ser pasivos, ciegos e indiferentes al prójimo. Esto nos lleva a darnos a los demás, a regalar y, aún más, a regalarnos a nosotros mismos. Si hay entrega es porque nos hemos encontrado con Dios y con  el hermano.

Hugo Zorrilla en Jesucristo, vocación comprometida con el reino, CLAI, San José, Costa Rica, 1982, pp. 75-78. Resumen y adaptación de GBH, segunda parte del texto.


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