Recursos para la predicación

26 Dic 2022
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Recursos para la predicación 08 EneroEne 2023

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Mateo 3.13-17. El bautismo de Jesús

El clamor de Juan en el desierto encontró un amplio eco, y el mismo Jesús se sumó la multitud que acudía al Jordán parta hacerse bautizar. Esto quiere decir que él reconoció en el Bautista a un enviado de Dios, como lo confirman las palabras que ponen a Juan por encima de los demás profetas.

Todos los evangelistas han advertido el aspecto paradójico de este gesto de Jesús al someterse al bautismo. Sin embargo, solo Mt lo hace notar expresamente en una ampliación del relato original (v 14-15) que tiene como trasfondo la siguiente pregunta: si Jesús es el hijo de Dios, ¿por qué se sometió a un rito bautismal al que todos acudían confesando sus pecados?

A esta pregunta trata de responder el breve diálogo entre Juan y Jesús. Este diálogo, por un lado, atestigua la dificultad que experimentó la comunidad de Mt al tener que interpretar el bautismo de Jesús; y por otra, asigna a Jesús y a Juan el lugar que le corresponde a cada uno en la historia de la salvación, especialmente mirando la escena desde el designio salvífico que va a cumplirse por medio de Jesús.

Realmente es Juan, y no Jesús, el que necesita ser bautizado, y bautizado no con agua, sino con el Espíritu Santo. A esta objeción responde Jesús una frase que a primera vista resulta enigmática: nos conviene cumplir con toda justicia (3.15).

La justicia en Mt. La palabra justicia (un término clave del primer evangelio) aparece siete veces en Mt con un sentido preciso: la justicia consiste en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios (3.15; 5.6,10,20; 6.1,33; 21.32). Por eso Jesús, en el Sermón de la montaña, invita a sus seguidores a buscar la justicia mediante la obediencia a la voluntad de Dios y promete la felicidad escatológica a los que emprenden el camino de la justicia.

Jesús es el modelo perfecto de esta perfecta conformidad a la voluntad divina. Él no solo llama a una “nueva justicia” (5.20), sino que la realiza con sus obras y palabras (5.17). Cuando dice a Juan nos conviene cumplir con toda justicia, Jesús declara que uno y otro deben someterse a la voluntad de Dios. El valor programático de esta declaración se  verá confirmado luego, en el desarrollo ulterior del evangelio, en primer lugar en el relato de la prueba a la que Jesús se ve sometido en el desierto (4.1-11); manifestando cómo el Hijo de Dios obedece absolutamente a las Escrituras y cómo esa fidelidad ejemplar le asegura la victoria sobre Satanás.

Pero la palabra “justicia” en Mt tiene un campo de aplicación más amplio y abarca mucho más que el concepto clásico de justicia (“dar a cada uno lo suyo”). Así como la voluntad de Dios se extiende a todas las esferas de la vida, tanto individual como social, así también la justicia tiene una dimensión tan extensa como la vida. Por eso Jesús, al mismo tiempo que inaugura una nueva alianza (26.28), también invita a una justicia nueva.

Jesús es bautizado por Juan. Cuando Jesús sale del agua,

  1. se abren los cielos,
  2. desciende sobre él el Espíritu en forma de paloma,
  3. se escucha una voz celestial.

 

  1. Según una creencia común en el judaísmo tardío, después de la muerte de los últimos profetas (Hageo, Zacarías y Malaquías), “se habrían cerrado los cielos”, es decir, el Espíritu había dejado de inspirar a los mensajeros de la palabra divina. En conexión con esta creencia, también se creía que los cielos volverían a abrirse con la llegada del Mesías, para que él, como profeta de los tiempos escatológicos, pudiera ser investido del Espíritu. De ahí que esta apertura aluda simbólicamente a la comunicación directa entre Dios y la tierra, propia de los tiempos mesiánicos.
  2. La mención del Espíritu que desciende sobre Jesús supone una referencia implícita a los textos proféticos, que no solo prometían una efusión universal del Espíritu sobre el pueblo de Dios (Ez 36.26-27) o sobre toda carne (Joel 3.1),sino que ponían al Espíritu en relación directa con la persona elegida: el rey davídico (Is 11.2), el Servidor de Yahvé (Is 42.2), y el profeta escatológico (Is 61.1). Todos los evangelistas hacen notar que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de paloma (Mt 3.16; Mc 1.10; Lc 3.22; Jn 1.33). Entre las explicaciones que se han propuesto para el significado de este simbolismo, destacamos la que asocia la paloma con la interpretación rabínica de Gn 1.2: la obra del Espíritu consiste en inaugurar la nueva creación. Aquí, como en los relatos del nacimiento, el Espíritu es la acción creadora de Dios.
  3. La declaración de la voz celestial (Este es mi Hijo amado, en quien me complazco) tiene su fuente inspiración en Is 42.1: Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Sin embargo la voz celestial no dice Este es mi Servidor, sino Este es mi Hijo. Tales palabras orientan la atención hacia el Salmo 2: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (v 7).Mt formula la declaración del Padre en tercera persona, pareciendo asignar a la frase el carácter de una declaración pública, que cualquiera de los allí presentes pudo escuchar. Pero la voz que se escucha desde el cielo se dirige también al lector, hasta el momento presente, la filiación divina de Jesús estaba implicada en su concepción por obra del Espíritu Santo (1.18-20), en el nombre Emmanuel (1.23) y en la cita de la Escritura donde aparece la expresión “mi Hijo” referida a Jesús (2.15). Ahora tenemos una declaración que viene directamente del cielo. Jesús es el Hijo de Dios y está lleno del Espíritu de Dios. Lam plegaria de Is 63.19: ¡Si rasgaras el cielo y descendieras…! Ha hallado una respuesta en la venicda de Jesús.
Armando Levoratti, sacerdote y biblista católico y ecuménico, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, España, 2003, pp 288-290. Extracto y resumen de GB.


Isaías 42.1-9

Introducción y relaciones intertextuales

El Salmo 29 exalta la poderosa manifestación de Yavé en medio de la tormenta. Implícitamente confronta a Yavé con las pretensiones de la suprema divinidad cananea. Lo que en otros pasajes aparece como la “palabra de Yavé” que se dirige a los seres humanos y les manifiesta su ser, aquí se presenta como la “voz de Yavé” que retumba en el cielo como un trueno, hace estremecer la tierra y los animales.

Hechos 10.34-40 es un resumen de la proclamación del evangelio (cf. 1.21ss y 2.22ss) que hace Pedro en la casa de Cornelio, un gentil simpatizante del judaísmo que vivía en Cesarea. Los capítulos 10 y 11 relatan la conversión de Cornelio como el comienzo de la predicación a los gentiles que es uno de los temas principales de todo el libro. El discurso de Pedro está encabezado por la afirmación que refleja el punto de inflexión a partir del evangelio de Jesús: “Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia” (10.34-35).

Mateo 3.13-17 relata el Bautismo de Jesús al comienzo de su ministerio. Juan considera inoportuno que él bautice al Señor, pero finalmente accede para “cumplir con toda justicia el propósito de Dios”. Luego el espíritu de Dios desciende de los cielos sobre Jesús en forma de paloma, evocando al “espíritu de Dios” que aleteaba sobre las aguas en el relato de Génesis 1.2; y de esta manera Jesús representa el comienzo de una nueva creación.  Finalmente, se escucha una voz desde el cielo que presenta a Jesús: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco” (v. 17); haciendo una conexión entre el término “hijo” y el término “siervo” (gracias al doble sentido del griego pais = siervo, niño / hijo.

Comentario sobre Isaías 42.1-7

Isaías 42.1-7 es el primero de los cuatro poemas que son conocidos como poemas del siervo de Yavé (segundo: 49.1-9a; tercero: 50.4-11; cuarto: 52.13 – 53.12), que se encuentran finamente engarzados en la obra del Segundo Isaías (caps. 40-55).

Es preferible hablar de “poemas” más que de “cánticos” porque no son precisamente expresiones de alegría o de acción de gracias. Estos poemas han tenido una influencia significativa en la relectura neotestamentaria, especialmente aplicados a la vida y ministerio de Jesús.

La presentación e investidura del siervo recuerda la instalación de un rey dotado del espíritu de Yavé (cf. 1 Samuel 16.13; 2 Crónicas 23.2), que es encargado de producir / promulgar la “justicia” = mishpat (cf. 1 Samuel 8.5.20; Isaías 9.6; Jeremías 21.12; 22.3.15; 23.5; Salmo 72.1.2.4) y de liberar a los cautivos.

Pero no conviene quedarse solo con esta imagen. Probablemente el poeta también se inspiró en la vida de Jeremías, un profeta sufrido que nunca bajó la cabeza frente a sus opresores y que hizo mucho para mantener la esperanza en el pueblo. Este perfil del siervo sufriente se puede apreciar principalmente en el tercero (Is 50.4-11) y cuarto poema (Is 52.13 – 53.12), y nos muestra la necesidad de una lectura de conjunto que nos evite interpretaciones sesgadas o triunfalistas con relación al siervo y su misión.

Pero ¿quién es el siervo de Yavé en el contexto de Is 40-55? La preocupación del autor fue presentar al pueblo cautivo y desterrado en Babilonia, un modelo que le ayudara a descubrir en la figura del siervo, su propia misión como pueblo de Dios. Así aparece que el pueblo elegido por Dios para realizar su gran misión no era un pueblo organizado, bien preparado, lleno de fe y esperanza, dispuesto a aceptar el llamado de Dios; sino que se trata de un pueblo sufrido y oprimido, casi sin fe ni esperanza.

En el retrato de los versículos 2 a 4, el siervo aparece como alguien “que no grita, no levanta la voz, ni apaga la mecha que arde débilmente”. Esto apunta al modo de vivir del pueblo que se encuentra oprimido en el exilio, llamando la atención hacia el derecho y la justicia en un contexto totalmente adverso. Este retrato quiere mostrar que aquel pueblo, a pesar de estar oprimido, no oprime a los más débiles; a pesar de sufrir injusticias, no responde con injusticias; a pesar del sufrimiento y el desánimo, resiste sin dejarse contaminar con la manera de vivir de sus opresores.

La misión que Yavé le encarga al siervo es la liberación de los oprimidos y de la unión de los mismos  (vv. 6-7), que en el contexto de Isaías 40-55 serían todos los desterrados y exiliados del pueblo de Israel entre todas las naciones.

Este siervo elegido recibe su misión de Dios mismo (vs. 1 y 6) y ello le da libertad para afrontar a quienes, en nombre de una autoridad humana, lo oprimen y explotan; también recibe una serie de recursos valiosos que lo capacita para el cumplimiento de su misión. Así el siervo puede contar con el don del espíritu (v. 1), el poder del Dios que creó los cielos y la tierra (v. 5), el sostén y la fuerza del Dios de la liberación que se revela en el nombre de Yavé (vv. 6-7).

Orientación homilética

El primer poema del siervo de Yavé será un primer paso en la revelación del valor escondido y el potencial del pueblo oprimido: la simiente de resistencia contra la opresión (vv. 2-4), que es la base escogida por Dios para una nueva sociedad sin opresores ni oprimidos. Es el comienzo de un futuro mejor, pues significa una oposición radical a la opresión del hermano. Quienes dan este paso ya se han convertido en siervos de Dios, y ya están cumpliendo con su misión.

En este primer paso hemos escuchado a Dios diciendo a su pueblo: “Yo, el Señor, te llamé” (v. 6a), pero habrá que esperar hasta el segundo poema (49.1-7) para descubrir la nueva conciencia que la llamada de Dios produjo en su pueblo; porque entre la llamada de Dios y el despertar o respuesta de la conciencia hay un largo y muchas veces penoso camino. Así, de la simiente de resistencia escondida en la tierra del sufrimiento, esperamos que nazca un brotecito verde de esperanza.

Podríamos agregar que Jesús mismo se inspiró en estos poemas del siervo de Yavé para explicar y realizar su misión histórica, y así lo entendió la comunidad del Nuevo Testamento (Mt 12.18-21 cita la unidad entera de Is 42.1-4 en el contexto de las curaciones y la predicación de Jesús, y su polémica con los fariseos); de ahí que Jesús también sea considerado como siervo de Yavé. Así también muchas comunidades cristianas se vieron reflejadas en estos poemas, en tanto se identificaban con los oprimidos y sufrientes, y se comprometían con la justicia y la liberación.

Samuel Almada, en el Encuentro Exegético-Homilético 57, ISEDET, diciembre de 2004.


Hechos 10.34-48 – Pedro en casa de Cornelio

Pedro comienza su discurso dando testimonio de su cambio de actitud: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato” (v 34-35). Esta declaración de Pedro es lo que Lucas comunica a su comunidad (a Teófilo) y lo que el Espíritu comunica a la Iglesia de todos los tiempos. El discurso de Pedro es un bello resumen del kerigma apostólico primitivo, un evangelio completo, anterior a nuestros cuatro evangelios.

El Espíritu interrumpe el anuncio de Pedro al “caer sobre todos los que escuchaban la Palabra” (v 44). Pedro y los seis circuncisos que lo acompañan desde Jope quedan atónitos al ver que los gentiles han recibido el Espíritu Santo como lo recibió la comunidad apostólica en Pentecostés. Pedro hace que todos se bauticen y nace así la primera comunidad cristiana gentil. Pedro se queda algunos días con ellos.


Reflexión pastoral sobre Hechos 9.32–11.18

  1. Los Hechos de Pedro confirman lo que ya ha aparecido a lo largo de Hch, a saber, que la misión es imposible sin un cambio estructural en la Iglesia. La conversión de Pedro apunta hoy a una conversión de la jerarquía de la Iglesia en función de la misión. La misión exige obediencia al Espíritu y conversión.
  2. La misión es obra del Espíritu Santo. El Espíritu actuó en Pedro y en Cornelio simultáneamente. Así hoy el Espíritu actúa no solo en la Iglesia misionera, sino también y simultáneamente en los pueblos y personas misionados o evangelizados. El Espíritu Santo está en acción en la Iglesia, pero también, independientemente de la Iglesia, en los pueblos culturas y personas que la Iglesia busca evangelizar.
  3. La evangelización no es solo de personas, sino de comunidades, pueblos y culturas. Es paradigmático cómo Cornelio recibe el evangelio con toda su casa, parientes y amigos íntimos.
  4. La casa de un centurión romano era el último lugar que Pedro se hubiera imaginado en su estrategia misionera. Él estaba ocupado visitando las comunidades judeocristianas de Lida y Jope, cuando el Espíritu le cambio el programa y lo llevó adonde él menos se imaginaba. ¿Estamos atentos hoy en la Iglesia a la estrategia misionera del Espíritu, tal como se revela paradigmáticamente en el libro de los Hechos? ¿Dónde y cómo se revela hoy el Espíritu Santo para empujar a la Iglesia a la acción misionera?
  5. Lo que impedía a Pedro y a los de la circuncisión ir a los gentiles era un problema más cultural que teológico (una cierta interpretación de la ley más que la ley misma). También hoy la Iglesia está encerrada en su propia cultura, lo que le impide ir a otros pueblos y “entrar en su casa”. La evangelización desde las culturas exige a la Iglesia tomar conciencia de sus limitaciones culturales y abrirse a la presencia del Espíritu en los pueblos y personas.
Pablo Richard, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


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