Recursos para la predicación

25 Oct 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 30 OctubreOct 2022

Verde


Evangelio de Lucas 19.1-19. Zaqueo.

Vs 1-4. Jesús va por la ciudad. Hay gran aglomeración. Un hombre de estatura pequeña, al que nadie hace sitio, se abre paso por entre la multitud. Echa a correr delante de la gente. Trepa a un sicómoro que se halla junto al camino. El hombrecillo se llama Zaqueo (“Dios se ha acordado” – Zacarías). El hombre era jefe de publicanos. Tiene arrendado los impuestos de la aduana y del mercado y los recaudaba por medio de ayudantes. Jericó era ciudad aduanera lindante con la provincia de Arabia, era ciudad exportadora de bálsamo. En su calidad de publicano Zaqueo era, para los judíos, pecador; como rico   que era, presentaba también un “caso difícil” para el mensaje de Jesús (18.24).

En este hombre, que aparentemente sólo vive para el dinero, que ha prostituido su fidelidad al pueblo de Dios y su honor de pertenecerle, arde el deseo de ver a Jesús. El ciego quiere oír, el publicano quiere ver. Por la vista y por el oído llega la salvación al ser humano. Los mensajeros del Bautista recibieron de Jesús el encargo: “Id a contar a Juan lo que habéis visto y oído” (7.22). Como el ciego tiene que superar el obstáculo de la multitud que acompaña a Jesús, así también el jefe de publicanos. El ciego grita, el publicano trepa al árbol, que tiene sus ramas extendidas. Zaqueo no se cuida de su dignidad, no teme el ridículo de su parapeto ni las miradas sarcásticas y hostiles de los que lo conocen. Entrar en contacto con Jesús le importa ante todo.

Vs 5-6. Jesús, como profeta que es, conoce los corazones. Conoce también el deseo de Zaqueo. Mientras Jesús le mira hacia arriba, alborea para él el gran hoy de la historia de la salvación. Hoy se cumple para él la Escritura que promete la buena nueva a los pobres y a los indigentes (4.18), hoy se le ha acercado el Salvador (2.11), hoy se encuentra en Jesús con la acción paradójica de Dios, que obtiene resultados allí donde humanamente no se esperaba (5.26).

El publicano es llamado por su nombre, ahora se cumple en él lo que este nombre significa: Dios se acuerda de él y se compadece. Ha tomado bajo su amparo a su siervo, acordándose de su misericordia (1.55). En él se realiza lo que conviene, lo que ha sido decretado por la voluntad salvífica de Dios, que Jesús tiene que cumplir. Todo acontece con rapidez: la visita de Dios tiene que realizarse a su tiempo (1.39). La prisa. Jesús como huésped, la buena hospitalidad dispensada en casa del pecador, la alegría, la inesperada elección de Dios, el hacerse pequeño el grande… todo esto es indicio de lo que va a aportar la subida a Jerusalén. Cuando Jesús sea “elevado”, exaltado, se multiplicará lo que ahora tiene lugar en Jericó. Los apóstoles lo experimentarán constantemente en sus marchas apostólicas.

Vs 7-8: El judío piadoso no se sienta a la mesa con publicanos y pecadores públicos (15.2). Todos se escandalizan y murmuran (5.30; 15.2). Israel murmura en el desierto cuando Dios no responde a sus exigencias. La voluntad salvífica de Dios tropieza con incomprensiones y murmuración. Jesús cumple la voluntad de Dios y pasa por encima de las murmuraciones de los hombres. “Bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo” (7.23); conviene recordarlo, cuando él no procede como se había esperado.

El publicano captó el “hoy” del tiempo de la salvación, con su oferta divina (Dt 30.15-20), y se convirtió. Su sinceridad se manifiesta en su voluntad de cumplir radicalmente las prescripciones de la ley. No solo restituyó el 120% del valor que ha adquirido injustamente (Lev5.20-26), sino que además piensa dar una compensación del cuádruplo (cf Ex 21.37). Los doctores de la ley exigen que se dé también cierta suma de dinero a los pobres si el arrepentimiento ha de mostrarse sincero. Ellos proponían un quinto del capital como primera prestación y la misma proporción de los ingresos anuales como prestación sucesiva (cf Núm 5.6s). También esto tiene intención de cumplir el publicano. Esto ante todo, pues no consta si ha perjudicado a alguien con extorsión, que era el pecado de los publicanos. Como él ha oído interiormente el mensaje de la salvación, pone en práctica lo que exige la ley y todavía más. Como el amor de Dios le ha alcanzado en Jesús, rebasa él lo que exige la ley y lo que quiere la exposición de la ley. Dios santifica a su pueblo cuando Jesús se interesa por los pecadores.

Vs 9-10: Hoy ha llegado la salvación a la casa de Zaqueo. Lo que en el nacimiento de Jesús fue anunciado a los pastores, que entre la gente piadosa eran tenidos por pecadores, se realiza en el el jefe de los publicanos por la palabra de Jesús. En efecto, allí se dijo: “Hoy os ha nacido un Salvador” (2.11). En el camino hacia Jerusalén se lleva a cabo lo que se había anunciado en el comienzo del tiempo de salvación. Al publicano no se le reconocía ya que era hijo de Abraham, pero su fe y acogida por Jesús lo ha acreditado como verdadero hijo de Abraham. Él “espera contra toda esperanza” cuando le alcanza la oferta salvadora de Dios (Rm 4.18ss). La descendencia de Abraham es ampliada, de modo que tengan participación en la promesa de Abraham incluso los que no son de su sangre.

La misión de Jesús se cumple mediante la acogida de los pecadores. Dios lo envió para que aportara salvación, no perdición; salud, no condenación; vida, no muerte, “Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Tim 1.15). Por él se cumple lo que el profeta había anunciado acerca del tiempo de salvación: “Buscaré a la oveja perdida, traeré la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré y apacentaré con justicia las justas y robustas” (Ez 34.16). En Jesús sale Dios al encuentro a su pueblo como buen pastor: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré” (Ez 34.11). Lo que significó en las parábolas relativas al amor a los pecadores, se efectúa en la realidad de la vida. Jesús es el salvador de los que estaban perdidos.

En el relato de la conversión de Zaqueo están reunidas todas las palabras y conceptos preferidos del Evangelio de los pobres: hoy, salvación; para salvar lo que estaba perdido; pequeño, pecador, publicano; el “convenía” de la voluntad salvadora de Dios, la prisa, la acogida en la casa, la alegría. Gracia rebosante de Dios y buena voluntad rebosante del hombre se manifiestan en Jericó, ciudad sobre la que pesada una antigua maldición (Jos 6.26), en casa del jefe de los publicanos y pecador, que es rico, Jericó es la ciudad de donde Jesús emprende la subida a Jerusalén, es como la puerta para la ciudad en la que aguarda la consumación de la historia de la salud, de la que proviene la salvación.

Alois Stöger, biblista católico alemán, en El Evangelio según san Lucas, Tomo 2, Herder, Barcelona, pp 142-146


Presentación de Habacuc

Habacuc es un nombre propio único en la Biblia. La hipótesis más comúnmente aceptada es que alude al nombre de una planta: albahaca. Nade se sabe de su genealogía ni de su entorno familiar y social.

Desde el punto de vista literario, hay que indicar, en primer lugar, que los tres capítulos de su libro no son fáciles de traducir y de entender. La crítica textual es complicada y el texto puede ser leído  muchas veces de distintas formas sin que se imponga definitivamente ni el texto masorético ni las diferentes variantes de las traducciones griegas, siríacas, latinas, etc. Lo cual proporciona un texto “móvil” con ecos y resonancias variadas en función de la lectura adoptada.

El título de la obra, 1.1, “profecía y visión del profeta Habacuc”, además del nombre del profeta, señala algunas indicaciones literarias. Se trata de una proclamación recibida en el  marco de una visión.

El vocabulario referente a la visión no es raro en la literatura profética. El libro de Amós contiene una serie de siete visiones (Am 7-9.4). El marco de los relatos de vocación de Isaías (Is 6) y Ezequiel (Ez 1-3) están articulados como visiones; en el de Jeremías hay igualmente dos visiones. Los títulos de los libros de Amós (Am 1.1) e Isaías (Is 1.1, cf 2.1) conciben ambas obras como visiones.

El término, en la Biblia, no implica necesariamente una experiencia fisiológica visual. En 1 Sm 3.15 se dice que Samuel “tenía miedo de contar la visión a Elí”, pero en ningún momento del relato se habla de una experiencia física visual. Se trata de un mensaje oral, de una palabra que Dios le comunica. Hay que entender, pues, visión como una manera de designar una experiencia personal, que puede ser visual pero que no lo es obligatoriamente.

1.2-4 presenta una oración-súplica del profeta a Dios a partir de su realidad social.

En 1.5-11 llega la respuesta de Dios con el programa de su próxima acción.

Pero el profeta no se siente satisfecho y en 1.12–2.1 vuelve a la carga emplazando a Dios a que responda.

En 2.2-6a Dios responde de nuevo e introduce la serie de cinco “¡Ay!” contra Babilonia, 2.6b-20, cuyo último verso es una aclamación litúrgica.

El cap 3 es un salmo al que el v 1 da el título de “oración”. La alabanza se centra sobre todo en la descripción de la teofanía cósmica de Dios, aunque la dimensión histórica queda ciertamente incluida.

El enraizamiento histórico del libro es fundamental para situar y entender su mensaje. Pero el único elemento concreto e indiscutible que puede ser tomado como punto de partida para enmarcar el libro de Habacuc en la historia es la mención en 1.6 de los caldeos, otro nombre clásico de los babilonios. Los egipcios habían intentado impedir la supremacía del poder babilonio echando una mano a las últimas tropas asirias. Carquemis, al norte de Siria, se había convertido en su punto de apoyo más importante, pero en 605 Nabucodonosor conquista la ciudad y asesta un duro golpe a los egipcios. Nacucodonosor se hace con el poder supremo en la región.

No es extraño que Habacuc, como Jeremías y Ezequiel, consideren a Babilonia como el instrumento de la política divina, aunque lo vean cada uno con diferentes perspectivas. El punto central para nosotros es que Habacuc va a enfrentarse con uno de los problemas teológicos más difíciles: la acción de Dios en la historia, como lo veremos al tratar de ubicar las “pistas hermenéuticas” en el siguiente título de esta presentación de Habacuc.

Digamos antes que el libro de Habacuc es poéticamente importante conteniendo además una gran relevancia teológica. Su estructura en forma de diálogo es un cuerpo a cuerpo entre el profeta y Dios. Es una cascada de imágenes y metáforas poniendo en evidencia la urgencia de los problemas.

El NT utiliza la respuesta divina de Hab 2.2-4 a partir de la experiencia y la perspectiva de la fe basada en la muerte y resurrección de Cristo. Pablo lo emplea dos veces en su reflexión dialéctica Ley-Fe (Gál 3.11; Rom 1.17). Hebreos (10.37-38) y Hechos (13.41) van por otros derroteros.

Pistas hermenéuticas. La mano de Dios, los signos de los tiempos

En la teología latinoamericana estuvo muy de moda la expresión “los signos de los tiempos”. Es una manera de hablar de la acción de Dios en la historia, de su presencia. Pero tenemos el problema pendiente de aclarar el sentido, la determinación de esa acción divina en la historia.

El problema atraviesa todo el AT y se aborda de formas muy variadas en el NT. En la casi toda la totalidad de los libros del AT se comparte la creencia en una intervención directa e inmediata de Dios en la historia. Pero algunos libros se salen de la opinión clásica. Los libros de Job y de Habacuc son los más representativos de esta tendencia.

Antes de entrar en el comentario, exponemos en grandes líneas un punto de partida para la reflexión. El profeta comienza su libro quejándose ante Dios por la situación de violencia e injusticia de la que es testigo y víctima todos los días. A la querella del profeta responde Dios anunciando que el castigo es inminente y que ya tiene todo listo para ejecutarlo. Nueva oración de Habacuc replicando que la acción de Dios es incomprensible, pues para castigar a un culpable Dios se sirve de un instrumento más culpable todavía que el primero…

La respuesta de Dios viene sobre todo en la famosa frase: “El justo por su fe vivirá” (2.4). Como en el caso de Job y su encuentro con Dios (Job 38–42.6, cf sobre todo 42.5), el salmo final pretende expresar la superación de la problemática estableciendo la relación del profeta con Dios en otro nivel y, como consecuencia, el profeta alaba y bendice a su Dios. Pero el conjunto del libro de Habacuc no proporciona la clave de interpretación de la acción de Dios en la historia.

La creencia básica del AT, Dios actúa directa e inmediatamente en la historia, tiene también hoy sus partidarios. Todos aquellos que, en situación de lucha, incluyen a Dios en su bando y atribuyen a la mano divina éxitos y victorias y, menos frecuentemente, fracasos. Caudillos de las últimas décadas de izquierda y derechas, terroristas mortíferos a lo Ben Liden, dirigentes simplistas que camuflan sus intereses en nieblas religiosas como G W Busch, sin olvidar los que apelan directamente a la Biblia para justificar ensangrentadas opresiones… El panorama es desolador. Estas opciones y lecturas llevan inevitablemente a un callejón sin salida.

Lo que sí está claro es que no se pueden leer los hechos en su inmediatez. Leer los hechos, hacer justicia, supone interpretarlos, quien dice interpretación dice pluralidad. No hay una sola interpretación. Ver la mano de Dios en los hechos e historia humanos supone una interpretación, una opción. Es mucho más difícil discernir la acción de Dios en la historia que contemplar la mano de los seres humanos en ella.

Hay que decir, desde el punto de vista bíblico puesto de manifiesto sobre todo por el NT, que Dios no actúa directa e inmediatamente en la historia. Dicho de otra forma, los acontecimientos no son  el fruto directo de la voluntad de Dios. La historia humana es la historia de los seres humanos en la que Dios está presente, pero no de manera inmediata. Dios deja a los seres humanos hacer la historia humana.

La acción de Dios debe ser descubierta, discernida en la historia y es objeto de fe. Lo que supone incertidumbres, nieblas y brumas. Hay que poner tierra por medio, es necesaria una distancia real para poder discernir la presencia de Dios en la historia a partir de la fe. Lo que no quiere decir que el compromiso sea imposible, y que deba ser congelado hasta poder leer la historia, pues entonces será tarde, el tren habrá pasado, la historia será ya “ayer”. Se puede, se debe tomar partido, comprometerse en la historia, pero sin pretender que el compromiso adquirido sea equivalente al de Dios en la historia.

Jesús María Asurmendi Ruiz, sacerdote y biblista católico español (Navarra), suspendido por su obispo como docente, Habacuc, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, 2007.


Introducción a la 2a carta a los Tesalonicenses

En la llamada “Segunda carta a los tesalonicenses” los temas de autoría, ocasión, integridad, relación con 1 Tes, etc., son bastante complejos. Si el mismo grupo que compuso la primera carta redactó la segunda es uno de los puntos que suscitan más dudas en los estudios del Nuevo Testamento.

Si se afirma la autoría paulina (o de su grupo misionero), como podría desprenderse del encabezamiento de la carta y ciertas cuestiones de estilo y tema, los problemas de integridad, ocasión, receptores y relación con 1 Tes encuentran fácil solución. En ese caso 2 Tes habría sido remitida poco tiempo después de la primera, probablemente todavía durante la estadía de Pablo en Corinto (fines del 51), para aclarar y reforzar el mensaje de la anterior correspondencia frente al recrudecimiento de la persecución, y corregir ciertas interpretaciones erróneas que algunos habrían hecho de la misma. El objeto de la carta es también recomponer la situación de las relaciones internas y advertir frente a la difusión de ideas relativas a una escatología realizada, o cierto entusiasmo apocalíptico, u otros problemas doctrinales.

Pero si bien esto parecería obvio, se abren algunos interrogantes significativos. Ciertos cambios teológicos y en el tono general de la carta se vuelven difíciles de explicar. Por ejemplo, la convicción de Pablo sobre la inminente parusía del Señor habría cambiado en unos pocos meses, para reaparecer en la correspondencia posterior (Pablo sigue pensando que estará vivo cuando se produzca la parusía al escribir 1 Cor 15.51-52). Además ya circularían cartas de Pablo, tanto auténticas (2 Tes 2.15) como falsas (2.2). Ciertas repeticiones aparecen inexplicables y fuera de contexto, y la salutación final insiste en la autoría paulina en una forma que no es propia de otras cartas de Pablo, sino también de la también dudosa “a los Colosenses”. Tampoco resulta fácil de entender cómo Pablo deja de mencionar sus planes personales de volver a visitarlos, ni cómo en una comunidad tan nueva del mundo gentil recién evangelizada ya se han difundido conflictos doctrinales que reflejan situaciones de otros contextos. Recordemos que Pablo recién está fundando su comunidad en Corinto…

En cambio, si, mirando estas dificultades, se piensa en la posibilidad de que este sea uno de los textos llamados “déuteropaulinos”, es decir, de la escuela de Pablo tras su desaparición física, como forma de elaborar y afirmar su herencia, surgen otras preguntas: ¿quién o quiénes la escriben, cuándo, por qué, para quiénes, con qué propósito? Lo más lógico es pensar que la carta se originaría en círculos paulinos en alguno de los momentos en que efectivamente hubo un incremento en la persecución a los cristianos. Esto podría ser sobre el final del imperio de Nerón, donde es probable que se haya producido el martirio del propio Pablo, o en la época de Domiciano, sobre las postrimerías del primer siglo…

Hay una solución intermedia: Dado que los autores son tres (Pablo, Silvano y Timoteo – 2 Tes 1.1 = 1 Tes 1.1), el autor concreto de este texto sería otro miembro del grupo. En 1 Tes el autor material parece ser Pablo, pues así lo señala en los pasajes en primera persona singular; en cambio, en 2 Tes el autor material podría ser otro de los miembros del grupo apostólico, probablemente Silvano (Silas), y Pablo confirmaría el texto con su firma al final (3.17). De hecho, Silvano es también conocido como autor de cartas (1 Pe 5.12), y tenemos el testimonio de Pablo de su permanencia a su lado en la misión en Corinto (2 Co 1.19). Esta teoría tiene el valor agregado de mostrar a la vez unidad y diversidad en el grupo apostólico: el hecho de ser coautores de la carta y de misionar conjuntamente no impide que haya matices en su manera de pensar y de expresarse que se reflejarían en las distintas formas de enseñar y en particulares énfasis en el contenido del mensaje. Esta solución, con ser ingeniosa y eliminar buena parte de los problemas, no da respuestas a todos los interrogantes. Pues en este caso la carta seguiría siendo temprana, y el tema de cartas apócrifas y de conflictos doctrinales propios de tiempos posteriores no encuentra total satisfacción.

Personalmente. Me inclino a considerar la carta como un texto “déuteropaulino”, aunque la posibilidad de que sea de Silvano (o quizás Timoteo, que ha visitado la congregación recientemente y conoce la situación) también me parece viable. En nuestro comentario dejaremos la cuestión abierta, y procuraremos atenernos lo más posible al texto, indicando distintas interpretaciones contextuales cuando sea pertinente. Si bien el comentario puede hacerse a partir de comparar ambas cartas, hemos preferido por tomar 2 Tes como un texto en sí mismo, y aunque es necesario remitirse a 1 Tes en muchos puntos, trataremos de seguir la lógica interna de esta epístola en cuanto sea posible. Después de todo, para nosotros el texto es canónico más allá de los detalles de autoría, y nos interesa cómo su interpretación nos guía en cuestiones de fe, en actitudes fraternales, y en la edificación comunitaria en el cumplimiento de nuestra misión y compromiso cristiano.

En cuanto a su contenido, la carta puede organizarse de la siguiente manera:

Salutación (1,1-2)
Entre la gratitud y la ira (1,3-12)
La acción de gracias (1,3-4)
Persecución y retribución (6-10)
Oración por firmeza (11-12)
La parusía de Cristo y la manifestación del mal (cap. 2)
Confirmación de la enseñanza recibida (2,1-2)
Manifestación del Señor y presencia del mal (v. 3-12)
Gratitud y exhortación por la firmeza en la fe (13-17)
En cuanto a la vida comunitaria (cap. 3)
Oración y confianza (3,1-5)
Una conducta ordenada y la disciplina comunitaria (6-15)
Oración final y despedida (16-18)

Como se ve, es notable su coincidencia con 1 Tes, aun cuando se puede apreciar la falta de las porciones relativas a las relaciones personales entre la comunidad y el grupo apostólico, que tan fuertemente marcan la primera parte de 1 Tes.

¿Inquietud apocalíptica o negación de la parusía?

Mayoritariamente, especialmente a partir de los métodos histórico-críticos, la carta ha sido leída pensando que procura calmar los ánimos de quienes han entrado en una exaltación apocalíptica, a causa de la persecución, y esperan el fin de los tiempos de un momento para otro. Estos han dejado las tareas cotidianas y de dedican a esperar la manifestación final del Señor. El autor debe, en este caso, decirles que la venida en gloria del Cristo supone ciertos eventos previos, que hay una cierta justificación del retraso de la parusía y que es necesario mantener la disciplina comunitaria. En este sentido, 2 Tes corregiría cierta lectura de 1 Tes guiada por la ansiedad acerca del fin.

Sin embargo, otra interpretación totalmente distinta es posible: ante la demora de la parusía de Cristo, y quizás el martirio de algunos hermanos (o del propio Pablo, si fuera deuteropaulina) algunos empiezan a insinuar que no habrá tal día del Señor, en todo caso ya ha ocurrido con la Resurrección de Jesús, y ahora solo podemos esperar un Reino espiritual más allá de la muerte, la felicidad de las almas sin cuerpo. La prueba es que el mal sigue existiendo y ejerce su poder sin que se pueda evitar. Por lo tanto, no está tan mal “negociar” con los gobiernos humanos modos de convivencia que eviten la persecución, disminuir las exigencias de exclusividad de los cristianos y admitir ciertas conductas más permisivas en cuanto a cuestiones económicas, relaciones sociales, etc.  Esto resultaría especialmente atractivo para sectores un poco más acomodados que podrían seguir con sus prácticas comerciales y sociales sin tantos conflictos.

Frente a esto el autor quiere reforzar la certeza de que el Día del Señor y su presencia gloriosa es una realidad que habrá de manifestarse con toda su fuerza y justicia. Si bien el mal sigue existiendo, hay restricciones y alguna ver dejará de ser, y hay un juicio divino sobre la realidad humana que no puede anularse. Y que, por lo tanto, el trabajo honesto y las sanas relaciones fraternales siguen siendo el modo de vida propio de quienes se mantienen firmes en la fe.

Si es así, entonces esta carta confirma el mensaje central de 1 Tes, aunque introduzca ciertos matices propios de un nuevo contexto, o de una personalidad distinta. En nuestro comentario nos inclinamos más por esta segunda opción, pues vemos en ella una mayor continuidad histórica con la teología paulina, y con nuestra propia situación.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo divino, Navarra, España, 2003.


Segunda Carta a los Tesalonicenses 1.1-4, 11-12

Salutación (1.1-2)

El texto del saludo es muy similar a 1 Tes El autor nuevamente aparece como un autor colectivo, salvo en 2.5 y en 3.17. El dato de que Dios es llamado nuestro Padre no es un hecho menor: Dios no es solo el Padre de Jesús, sino que, en Jesús, lo es de todos los creyentes. Este dato es propio de la teología paulina y se desarrollará en otros escritos posteriores (cf Ro 8.12-17,23,28-30; Gál 3.23–4.7). La extensión del ser “hijos de Dios”, ahora pasa de la exclusividad al pueblo judío a la totalidad de los creyentes, sin otro requisito que la fe.

Entre la gratitud y la ira (1.3-12)

El capítulo primero de esta carta muestra una fuerte tensión entre la vida de la comunidad de fe y la situación externa que soporta. Si la carta es del tiempo de Pablo, esto significaría que el grupo apostólico tiene información de que la situación de asedio a la nueva comunidad ha recrudecido, y si bien la iglesia se mantiene firme, sus detractores están creando un clima de hostilidad que suscita la ira divina y humana. El capítulo se abre con una acción de gracias por la fidelidad presente de la comunidad de fe, en un lenguaje muy próximo a 1 Tes, aun cuando ya aparece en el v. 4 una mención a la persecución. Esta mención se incrementa a partir del v. 6, con un lenguaje muy fuerte hacia los agresores externos. Los vs 11 y 12 vuelven al tono de la oración, ahora en intercesión para que el Señor siga sosteniendo la vocación de los creyentes. Esto genera esquema simple, que podemos diagramar así:

A: Acción de Gracias y testimonio comunitario (3-4)

B: Persecución y retribución (5-10)

A’: Oración por firmeza en el testimonio (11-12)

El leccionario toma las partes de oración y saltea la referencia a la persecución. Veamos ahora estos puntos.

La acción de gracias (1.3-4)

En su expresión y lenguaje el texto sigue de cerca a 1 Tes también en este punto. Se destaca nuevamente el uso de “hermanos”, que caracteriza a la correspondencia paulina, y que será usado en el texto de la carta 9 veces. El grupo apostólico “debe” dar gracias a Dios por ellos, como es digno. La expresión encierra cierta ambigüedad, pues “como es digno” se puede referir a Dios (Dar gracias a Dios como es digno – de Dios), pero también a los creyentes de Tesalónica (es digno, que en este caso se podría traducir como “de valor”, dar gracias – a Dios – por ellos, pues la fe crece…). La expresión se repetirá en 2.13, pero en ningún otro lugar de las cartas paulinas. En este contexto aparecerá la idea de que hay un cierto orgullo del grupo misionero frente a las demás iglesias por la fidelidad de esta comunidad (v. 4, cf. 1 Tes 1.8 y 2.19).

El agradecimiento tiene motivos: la fe crece abundantemente (recordemos que Pablo en 1 Tes se habría propuesto “completar lo que falta a vuestra fe, 1 Tes 3.10), como también el amor fraterno. Aquí se destaca que este amor es personal, toma en cuenta a cada uno. Pero cabe notar que no aparece la tríada completa de virtudes, pues si bien se hace referencia a la fe y al amor, no así a la esperanza. Siendo que 1 Tes se escribió “para que no queden sin esperanza” (1 Tes 4.13) y que el tema central de la carta versa sobre la dimensión escatológica de la fe, este es un dato llamativo, pues la palabra esperanza aparece una sola vez (2 Tes 2.16) en una expresión formal.

En el v. 4 aparece la primera mención a persecuciones y tribulaciones. La palabra “persecución” no se encuentra en 1 Tes, y solo dos veces en toda la correspondencia paulina mayormente considerada auténtica (Ro 8.35 y 2 Co 12.10, las dos veces en listas de padecimientos). También en 2 Tim 3.11. Pablo opta generalmente por la palabra tribulación, para mostrar el efecto de la persecución en la persona. Aquí aparecen ambas juntas. Es una ocasión para que esta congregación muestre su perseverancia. Las situaciones creadas por un entorno hostil solo encuentran una mayor firmeza, resistencia, por parte de los creyentes.

Oración por firmeza (11-12)

Esto lleva a que la oración sea continua. Como continua es la gratitud (v. 3), también lo es la intercesión. Si ellos son dignos y han sido dignificados para el Reino, esto no significa que el grupo misionero pueda dejar la oración, pues debe afianzarse esa vocación. La obra iniciada debe ser llevada a su fin, y en ello la comunidad creyente tiene una tarea: manifestar continuamente su fe y bondad. Esa es la forma en que es glorificado en el presente el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Es interesante que este “nuestro”, asume una nueva entidad: ahora reúne al grupo apostólico con la comunidad de fe. El texto juega con los pronombres personales “nuestro” y “vuestro”, mostrando que la gracia es lo que permite que en Dios y Cristo estos se fusionen.

Comentario homilético

Una línea de predicación puede ser el tema de la oración. En nuestros cultos y en la vida cotidiana dedicamos tiempo a la oración (seguramente menos del que deberíamos). Pero, estos textos nos ayudan a entender qué es orar, y por qué y quiénes oramos. Podemos usar estos pasajes para destacar el sentido de la oración como participación solidaria en la vida y testimonio de los demás. La oración es causa y motivo de gozo, y acompaña a los creyentes en los momentos duros, así como expresa el reconocimiento de unos por otros. También la oración afirma el sentido comunitario en la intercesión, y en ella se borra el “ustedes” y “nosotros”, porque nos reúne delante de Dios. Estos textos pueden ser usados como invitación a la oración, y también como ayudas para enseñarnos las formas de acompañamiento mutuo a los que la oración nos convoca.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino, en Estudio Exegético-homilético 20, ISEDET, Buenos Aires, noviembre 2001


Jesús da el primer paso hacia el reencuentro, al “invitarse” a la casa del despreciado y despreciable Zaqueo. Los “precursores” en la historia de la fe han dado “primeros pasos” en su tiempo: Martín Lutero al atreverse a desafiar el comercio de las indulgencias con el mensaje de la justificación por la fe; Juan Wesley al enfrentar los nuevos tiempos de la revolución industrial, con la actitud de que el mundo era su parroquia; Martin Luther King al desafiar la discriminación racial con un mensaje evangélico liberador…


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