Recursos para la acción pastoral

Ricos

El marido: “¿Sabes, querida? Voy a trabajar duro y algún día seremos ricos”.

La mujer: “Ya somos ricos, querido. Nos tenemos el uno al otro. Tal vez algún día también tengamos dinero”.

Anthony de Mello, s.j., El canto del pájaro, Sal Terrae, España, 30ª ed., 2004.

Wesley fue dando en la práctica…

Wesley no llegó a elaborar la teoría de los alcances sociales de su doctrina de la justificación. Pero en la práctica fue dando forma a actitudes concretas que la encarnaban. Así mostró pronto preocupación por el contrabando que se efectuaba en las costas, la cuestión de las bebidas alcohólicas y el efecto que ellas tenían sobre la población en general y los pobres en particular. Reclamaba que los ciudadanos no vendieran sus votos y votaran a conciencia. Salió a la defensa de los pobres, especialmente durante la crisis provocada por la Guerra de los Siete Años.

Se manifestó abiertamente contra el lujo. Se pronunció con claridad y valentía contra el sistema de esclavitud entonces imperante. Reclamó justicia para los pobres, víctimas de la incipiente circunstancia social e industrial de la época. Luchó contra una Ley de las Colonias, que establecía que el testimonio de un negro contra un blanco era totalmente inválido. Se pronunció netamente contra la guerra y la discriminación racial. Fue Juan Wesley el que primero acuñó la frase popularizada en nuestra época de “Ciudadano del Mundo”.

La práctica de este amor conlleva sus propias consecuencias ético-sociales y da espacioso sitio a la creatividad y a la iniciativa de la imaginación para su realización. Los pavorosos problemas del mundo colocan en nuestras agendas ítems que no podemos dejar de considerar. Veámoslos:

• El hambre creciente en el mundo, que causa la muerte de niños en escala que suma millones.
• Los desplazados de sus hogares por diversos factores.
• Los refugiados en tierra extraña.
• Las víctimas del terrorismo y la violencia desalmada.
• Los problemas de la salud física y atención médica, especialmente entre los desprovistos de medios materiales.
• Los múltiples problemas derivados de nuestra inconducta en relación al ambiente terrestre que es nuestro hogar ye están tornando cada vez más in-habitable.
• Los derechos humanos tan ignorados por las opuestas y diversas ideologías, que campean por todas partes.
• Las discriminaciones raciales que de pronto nos brindan –para todos vergonzoso– reproche cual fue el holocausto del pueblo judío, y tantas otras formas de genocidio que se practican hacia otros pueblos o grupos sociales.
• La guerra que no nos antevemos a desterrar, y la consecuente carrera armamentista que hunde a masas enteras en la pobreza.
• El comercio inicuo del tráfico de mujeres, hombres y niños, y drogas.
• La corrupción en altas esferas, y la inmoralidad de diversas especies que anda suelta y libre en el mundo para degradación del cuerpo social.

La lista es interminable, y esta nutrida agenda en que cada renglón puede descomponerse en sus elementos constitutivos indefinidamente, puede llenarnos de desaliento y de pecaminosa resignación. La santidad a la cual nos llama Dios es una que ha de tener el coraje de encarar el mal cualquiera sea el disfraz bajo el cual se presente, y librarle batalla en el nombre y en el poder de Aquel que venció al mundo por la dádiva de su vida.

El meollo de todo este asunto ese condensa en esta palabra clave:

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Carlos T. Gattinoni, Principios del Movimiento Metodista, Edic. Servir, Bs. Aires, 1982, p. 160-1262.