Recursos para la predicación

04 Jul 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 10 JulioJul 2022

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Lucas 10.25-37

Un sabio le pregunta a Jesús –llamándole con ironía “maestro”- qué debe hacer para heredar la vida eterna. Una pregunta profunda y seria si no fuera porque se la hacen con la intención de probarlo, es decir, de obligarlo a contestar sobre algo difícil y embarazoso, y hacerlo caer en contradicciones. En 18.18 un joven rico le manifestará la misma inquietud. Jesús contesta con otra pregunta, remitiendo al escriba a las Escrituras que tan bien conocía.

Jesús reafirma la Ley

La relación que Jesús establece con las Escrituras es de dos tipos: en uno las modifica y supera (“Oísteis que fue dicho, mas yo os digo...”). La actitud de hacer ciertas cosas prohibidas por la costumbre en el día sábado va también en esa línea. El otro tipo es el de afirmar las Escrituras señalando que no es necesario cambiarlas sino cumplirlas. Ambas actitudes se complementan y aplican según el caso en distintos momentos de los evangelios. Este pasaje que nos ocupa ahora va en la línea del segundo tipo.

El escriba conoce muy bien las escrituras y sabe que la vida eterna se adquiere por el cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero también es cierto que la maraña de preceptos y normativas que se había desarrollado complicaba de tal manera la comprensión simple de esa voluntad que por momentos no se sabía con certeza qué era lo que Dios pedía de sus hijos e hijas. De modo que la pregunta de Jesús tiene por un lado la intención de poner en evidencia lo esencial del mensaje de Dios. No es casual que el escriba responda citando dos mandamientos que no van juntos en las Escrituras sino que han sido seleccionados por él de textos muy distintos. Queremos destacar también que no está recitando mecánicamente una oración ya repetida. “Amarás a Dios...” (Deuteronomio 6.5) es parte de ese pasaje central a la fe de Israel que incluye el Shemá (“Oye Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es”). Es un texto querido como pocos y recitado regularmente. El otro mandamiento (“Amarás a tu prójimo...”) lo toma de Levítico 19.18 donde es parte de toda una sección dedicada a los deberes hacia el prójimo.

Si la pregunta fue originalmente capciosa, la respuesta del escriba fue seria y meditada. Quizá porque luego de iniciar el diálogo con una intención aviesa se dio cuenta que lo que estaba en juego era algo muy superior a su mezquino interés de probar a Jesús. El vuelco de la acción lo había sacado de la vida eterna como excusa para colocarlo en verdad frente a una pregunta esencial para su vida. En el diálogo con Jesús se había dado cuenta que él ya sabía la respuesta correcta pero que le faltaba obrar en su vida aquello que de palabra conocía tan bien.

¿Quién es mi prójimo?

Puesto en evidencia que conocía la respuesta, quiere justificarse por no vivir en acuerdo a ella preguntando quién es el prójimo. Esto también era tema de debate entre los escribas y sabios de Israel. Largas elucubraciones oscurecían el mandamiento simple y directo posibilitando entonces su violación o al menos su reducción a prácticas mecánicas que pretendían asegurar el cumplimiento sin un compromiso real con la situación.

Jesús recurre a su costumbre de no dar definiciones sino de contar una parábola, en este caso con la intención de clarificar sobre quién es el prójimo. Lo que está detrás de este relato es encontrar el criterio para identificar al prójimo. Notemos que no estaba marcado por una definición neutral del tipo “toda persona es mi prójimo”, pues los samaritanos no eran considerados prójimos merecedores de los derechos dados por las Escrituras a ellos. Tampoco los considerados impuros merecían el trato de prójimos: así ciertas enfermedades o deformaciones congénitas inhabilitaban para recibir el trato de prójimo. Aunque es difícil precisarlo, tampoco eran considerados prójimos las personas que ejercían ciertos oficios devaluados socialmente como sepulturero (por el contacto con los muertos), prostitutas, y probablemente los publicanos que eran los recaudadores de impuestos.

De la lectura de la parábola surge que Jesús traslada el criterio del ámbito de quién es la persona (samaritana, sepulturero, etc.) a enfatizar el lado nuestro. Prójimo se define ahora por la actitud de vida del que se acerca al necesitado y no por lo que el necesitado es. El sacerdote y el levita –dos religiosos de primera línea– habrían reconocido a aquel hombre como su prójimo en una discusión teórica pero no se acercaron a él cuando en la realidad estaba necesitando su ayuda. Conocían las Escrituras y sus deberes, pero no sintieron compasión por una persona abandonada y moribunda. El samaritano –que también compartía las mismas Escrituras y costumbres religiosas– pero con cuyo pueblo estaban duramente distanciados (ver 9.52-53) hubiera tenido argumentos para pasar de largo: ellos no se hablaban ni tenían relaciones con los judíos. Además, al hablarle Jesús a un judío está poniendo como ejemplo a un enemigo, a una persona despreciada. Pero este ser despreciado en Israel tuvo misericordia y se detuvo a ayudar al judío caído.

La diferencia no es teórica, es vital. Quien tuvo misericordia es el prójimo del otro. El criterio de Jesús no es quién eres, o quién fuiste, sino qué hay en tu corazón.

¿Qué hacer?

“Ve y haz tú lo mismo” le dice Jesús. Primero le dijo que amar a Dios y al prójimo era lo que Dios exigía. Luego que el prójimo se definía por la actitud de misericordia hacia el otro y no por lo que este pudiera ser. ¿Qué más queda? Queda ponerse a la obra. La vida eterna no se juega en contestar correctamente a algunas preguntas que nos harán en el día final. Tampoco en que podamos dar cuenta de que cumplimos ordenadamente con nuestras obligaciones (el samaritano no estaba obligado a hacer lo que hizo). Es en el presente que el Señor nos confronta con la realidad del hermano o la hermana caída y en ese acto de misericordia o rechazo se pondrá a prueba la integridad de nuestra fe.

Pablo Andiñach, biblista metodista argentino, en Estudios Exegético-Homiléticos 16, ISEDET, julio 2001, Bs As.


Amós 7.7-15

Introducción

Amós es uno de los libros proféticos más antiguos, que se remonta, al menos en su núcleo original, al tiempo anterior al exilio. El profeta Amós (el nombre probablemente viene de ãmõs: "robusto", o "el que lleva la carga") era, según su propia descripción, boyero y recolector de higos silvestres, es decir, de claro origen rural y de Judea (Tecoa, al sur de Jerusalén). Sin embargo, desarrolla su ministerio mayormente en el norte y en el ámbito urbano, en la capital, Samaria y en el santuario de Bet-el. Según el introito (1.1) su mensaje es brindado en tiempos de Uzías y Jeroboam (Jeroboam II), lo que nos pone en torno de la mitad del S. VIII aC (aprox. 750 aC).

El texto que hoy tenemos seguramente tiene expresiones de esa época, aun cuando, como en otros textos bíblicos, se puede ver alguna adición editorial posterior, pero que no cambia el núcleo del mensaje que nos presenta. Este es un fuerte mensaje crítico, donde se destaca la corrupción, la inequidad y el maltrato del pobre como ofensa a Dios. Como otros profetas del mismo tiempo (la primera parte de Isaías, por ejemplo) esa inequidad es la fuente del enojo de Dios, que es recordado como un Dios de justicia, el Dios creador y liberador. Él ve la justicia divina que reclama (“corra la justicia como las aguas y el juicio como impetuoso arroyo” 5.24) no en el cumplimiento de la ley, y menos aún de leyes y ritos cultuales (5.21-22; cf Is 1.12-15), sino en el trato equitativo para con el más débil (2.6-8; 5.12; 8.4, entre otros muchos).

Tomado en su integridad, ha sido llamado “el campeón de la justicia social” por este particular énfasis de sus profecías. Para ello se vale, como otros profetas, de oráculos y metáforas, así como del relato de visiones que proponen, a través de figuras poéticas sus críticas al orden social impuesto por la monarquía y la élite gobernante. Como vimos, su mensaje de alguna manera también contiene una fuerte diatriba contra la religión oficial y los santuarios (“no me busquen en Bet-el, ni entren en Gilgal, ni pasen por Beer-Seba” (5. 5), ya que la misma creación es el verdadero santuario de Dios, donde se lo encuentra: “Buscad al que hace las Pléyades y el Orión, vuelve las tinieblas en mañana y hace oscurecer el día como noche; el que llama a las aguas del mar y las derrama sobre la faz de la tierra: Jehová es su nombre” (5.8). Esto se verá claramente en el texto que nos toca analizar, que refleja el conflicto con el sacerdote Amasías de Bet-el.

Elementos exegéticos

El texto propuesto por el leccionario puede dividirse en dos partes: en la primera se incluye una serie de visiones que inician el cap 7 (que luego continuarán en el cap 8). Esas visiones se interrumpen con el relato de un incidente con el sacerdote Amasías de Bet-el. O sea, que se pasa a una sección narrativa. Esta inserción de la disputa con Amasías en medio de las visiones es una muestra del proceso editorial que sufrió el libro. Al decir que es una inserción no estamos disminuyendo la validez ni eventual veracidad del relato, sino indicando que el lugar que ahora ocupa es probablemente producto de un reacomodamiento del material profético, que ha circulado como un simple agregado de dichos, episodios sueltos y oráculos hasta su posterior redacción canónica.

A su vez, la confrontación con el sacerdote tiene dos partes: 10-13, que contiene la acción acusadora de este, y 14-17, con la respuesta oracular del profeta. El leccionario recorta los últimos dos versículos de esta réplica, posiblemente para evitar la escabrosidad que ofrece la maldición que pesará sobre Amasías. Nuestro estudio se hará siguiendo este esquema de tres partes: la visión profética, la acusación, y la respuesta.

Vv. 7-9 La lección comienza con el relato de una visión. En ella el profeta percibe la justicia divina como una plomada de albañil puesta sobre Israel. O sea, un instrumento para medir su derechura, si se ha edificado en rectitud. Pero Israel se ha construida torcida. Sobre el fundamento fuerte que ha puesto el Señor, se ha ido inclinando, desalineando, y ahora está irremisiblemente desviada. Esto complementa el mensaje de la primera mitad del libro, donde el énfasis en la explotación de los pobres y humildes es visto como rebeldía a la voluntad divina. Por eso los santuarios han devenido en falsos altares. Por ello los altares han de ser destruidos, porque aunque ostenten el nombre de Dios y hayan formado parte de la tradición de Israel (son los santuarios de Isaac y de Israel), hoy se han vaciado de contenido al albergar una religión que se ha establecido como “santuario del rey” (7.13), es decir religión oficial y extensión de la capital del reino.

Vv. 10-13 Estos vs nos dan el pasaje de la perícopa de la visión y mensaje del profeta al breve relato inserto entre ellas. Probablemente la inserción quiera mostrar en un hecho concreto el motivo de las acusaciones. Si bien desde un punto de vista de la continuidad literaria puede ser una interrupción del relato de las visiones, desde el punto de vista narrativo le pone “sustancia” al texto. El sacerdote aparece como un cómplice del Rey, un correveidile, un espía al servicio de la corona. Le otorga a las palabras de Amós un sentido político fuerte al calificar el mensaje profético como un levantamiento contra la casa de Israel, es decir, como una revuelta destituyente. Al hacerlo identifica al gobierno del rey con el país. Allí ‘eretz (v. 10c) debe traducirse como “país, nación” y no como “tierra”, como hacen algunas de nuestras versiones. El país no debe tolerar al profeta porque habla contra la corrupción del monarca. Por eso Amasías le pedirá que deje Israel.

El propio recado de Amasías a Jeroboam (v. 11) muestra que la palabra del profeta no convoca a ninguna facción a alzarse contra el rey, sino que predice su suerte. De alguna manera la destitución del rey y su muerte no provendrá de un alzamiento social promovido por el profeta, sino que es el resultado de su propia política, al haber debilitado la nación, haciéndole perder su fuerza, que es el Dios de justicia. Sin embargo esto no lo ve ni lo quiere ver el sacerdote. Le manda marcharse (verbo en imperativo) y a profetizar en otro lado (v. 12). No importa la verdad del mensaje (lo llama “vidente”, con un sentido despectivo), sino su conveniencia para el rey. Finalmente el v. 13 muestra la otra verdad: es santuario del Rey. Inconscientemente –o no–, las palabras del sacerdote confirman lo que dice Amós: ya no se puede buscar a Dios en los santuarios, porque no son santuarios de Dios sino del Rey. Es una extensión de la capital: tiene una función política, no es ya un lugar de la manifestación soberana de Dios, sino de otra soberanía, la del rey, que en la tradición profética deuteronomista (con la que Amós ha sido identificado en algunas interpretaciones) es un usurpador del poder divino (cf 1 Sam 8.7).

Vv. 14-15 La respuesta de Amós busca desmarcarse de una lucha por el poder, de las intrigas políticas que podrían entenderse como sublevación: se declara fuera del “partido profético” con la expresión “no soy profeta ni hijo de profeta” (en contraste, por ejemplo, con la escuela de Elías y Eliseo, que sí protagonizaron acciones políticas en el Reino del Norte, ver los Recursos para el domingo 26/6). En cambio, reivindica su origen humilde y reclama solo una cosa: su profecía descansa en la revelación divina. En los versos siguientes se despachará, invocando la misma autoridad, con una maldición al sacerdote y su familia por haberse negado a escuchar su voz.

Pautas hermenéuticas, pistas homiléticas

Una nación que no hace justicia a sus propios súbditos se divide y se vuelve fácil presa del enemigo. Como la plomada sirve al albañil para construir una pared, o para darse cuenta de que se ha inclinado, así la vida y la dignidad de los más humildes son la medida de la rectitud y justicia de un pueblo. Cuando se ignora al humilde o se lo explota, la voz de Dios es desechada, y no es posible reconocer al profeta, sino que se lo quiere expulsar.

Pero también es para destacar la expresión “santuario del rey”. Para que pensemos cuántos santuarios de Dios se han transformado en “santuarios del rey”, de los poderes políticos o de los poderes económicos, en defensores de un poder que resulta injusto para con el necesitado, aunque tenga apariencia de legalidad. Como nosotros mismos, quizás sin percatarnos, terminamos ayudando a construir esos santuarios, a endiosar a ciertas figuras o dirigentes que después nos explotarán o se burlarán de nuestra ingenuidad.

Amós habló en nombre de Dios, pero sin invocar ningún rango especial, ni siquiera el de profeta, sino como un humilde miembro del pueblo, un trabajador rural al que Dios toma de su lugar de boyero para que ponga en evidencia la injusticia y sus consecuencias. Una iglesia, o una persona, no es profética porque se declare como tal, sino porque es capaz de distinguir, desde la fe, los santuarios del Dios verdadero, sus manifestaciones en la vida cotidiana así como en la grandeza de la creación, de los paganos santuarios de los reyes que se imponen por la fuerza de sus armas o de sus cuentas bancarias, o de los supuestos sacerdotes que se endiosan a sí mismos.

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Estudios Exegéticos Homiléticos 111, ISEDET, Buenos Aires, Julio de 2009.


La Carta a los Colosenses

La tradición antigua nunca tuvo dudas en atribuir la Epístola a Pablo. Con todo, en la época contemporánea, la aplicación de los métodos de crítica literaria hizo que se levantaran dudas.

Todos aceptan que, si la Epístola no es del propio Pablo, por lo menos es de una persona muy ligada a él, muy conocedora de su pensamiento y muy fiel a su inspiración, pues las semejanzas entre esta epístola y aquellas de las cuales nadie discute la autenticidad son muy grandes. El vocabulario es paulino. (…) Las doctrinas contenidas en esta epístola se hallan también en las epístolas de indudable autoría paulina…

Los autores que opinan que Pablo fue quien compuso la carta explican la diferencia en las doctrinas por la evolución del pensamiento del Apóstol. Pablo habría escrito esta carta en Roma durante su cautiverio, por consiguiente unos 5 o 6 años después de la Carta a los Romanos, Gálatas y 1 y 2 de Corintios. Este lapso sería suficiente para explicar un desarrollo de su pensamiento.

A pesar de las grandes semejanzas entre Colosenses y las epístolas ciertamente paulinas, hay también diferencias que preocupan. La principal se refiere al estilo. El estilo paulino típico se caracteriza por la crítica áspera o la discusión. Es un discurso nervioso, polémico, adaptado a una discusión permanente (…) En cambio aquí el estilo es diferente. Varios autores lo describen con el nombre de estilo litúrgico hímnico. Las frases son largas e interminables. Están hechas en base a muchas repeticiones, como si el autor estuviera vacilando y buscando pacientemente un camino…

Algunos autores explican las diferencias de Colosenses por la intervención del secretario. Pablo no escribía personalmente sus cartas. De su propia mano escribía los saludos finales o algunos saludos en particular (Col 4.18)…

Aquí se da lugar a otra posibilidad: ¿por qué no podría ser Timoteo el autor de la carta? El propio texto dice que la carta es de Pablo y de Timoteo (1.1). También interviene Timoteo como co-autor en otras epístolas: 2 Corintios, Filipenses, Filemón… Aquí, sin embargo, ya que el estilo es diferente, ¿no podríamos imaginar una iniciativa mayor de parte de Timoteo? Tratándose de una carta escrita a un público de origen griego, pagano, con el cual Timoteo estaba más familiarizado que Pablo, ¿sería imposible una redacción hecha por Timoteo bajo la orientación del Apóstol?

El motivo de la carta

Esta carta es circunstancial. Responde a un problema concreto… ¿Cuál es el problema? La comunidad entró en contacto con una “filosofía” y esta “filosofía” amenaza desestabilizar toda la vida de esos nuevos cristianos… La “filosofía” se refería principalmente a varios “potestades” o varios tipos de “potestades”… ¿Qué son las potestades? En primer lugar, parece que son seres celestiales, es decir, del mundo que está en las alturas sobre el mundo material de la tierra y el mar… En segundo lugar, (se cree que) las potestades ejercen un cierto papel en nuestro mundo, en esta tierra.

El “conocimiento” parece haber sido el elemento principal del sistema religioso denominado “filosofía”. Este sistema no tenía un contenido preponderantemente ético como el cristianismo... Finalmente, esta “filosofía” incluía también ritos y prácticas que conducían hacia el conocimiento superior. Podían ser ritos de purificación o de pasaje, constituyendo una iniciación: un equivalente a la circuncisión de los judíos y del bautismo de los cristianos…

El comienzo de la carta

Encabezamiento y saludo. 1.1-2. Los antiguos eran más prácticos que nosotros: nosotros colocamos el nombre del autor al final dela carta. Ellos comenzaban la carta con el nombre del autor. Sus autores son dos: Pablo y Timoteo. Después vienen los destinatarios. Por fin, un saludo… En rigor, no era necesario agregar “por la voluntad de Dios”. Pues nadie es Apóstol por voluntad propia. Consta, por consiguiente, que Pablo insiste en la reivindicación del título.

Agradecimiento. Vs 3-8. El centro de la oración parece estar en la tríada fe-amor-esperanza, y el término sobre el cual se insiste más es el último. La esperanza son los bienes celestiales reservados a los cristianos en la vida futura (pero que ellos ya disfrutan)… “El mensaje de la verdad contenido en el evangelio”: los tres términos son sinónimos: el mensaje que es la verdad que es el evangelio. El evangelio es la verdad (v 6, de nuevo)… Todo indica que aquí verdad se opone a error o mentira: hay una sola palabra de verdadque es la palabra del evangelio, que es el anuncio de la esperanza.

Oración. Vs 9-12. Esta oración consta de nuevo de una sola frase, larga, interminable, complicada y de interpretación difícil. En primer lugar hay muchas palabras que significan el conocimiento superior: “super-conocimiento”, sabiduría, inteligencia espiritual, conocimiento de Dios… En segundo lugar, el autor agrega a los bienes del conocimiento los bienes éticos o morales que caracterizan a los cristianos: voluntad de Dios, digna del Señor, agrado del Señor, frutos, buenas obras, emergía, paciencia, constancia. Se trata de dejar bien claro desde el inicio que para los cristianos el valor fundamental no es el conocimiento, sino el seguimiento de la voluntad de Dios… Ahora, el conocimiento de Cristo es de tipo práctico: no satisface la curiosidad sino que orienta un actuar.

Ustedes, Colosenses… Vs. 13-14. ¿Quiénes son ellos? ¿Quién es él? Ahora, los colosenses son ex-paganos reconciliados por Cristo e integrados en su cuerpo. Pablo es el servidor de todo ese ministerio de la reconciliación y del cuerpo de Cristo. Por consiguiente, él interviene con autoridad y sabe de lo que esta hablando; es la persona indicada para tratar el problema de los colosenses. Ahora, Pablo aprovecha este momento para introducir ya aquello que va a ser el gran argumento en la discusión contra las filosofías paganas: el himno que celebra a Jesucristo como Señor de toda la creación, particularmente de la creación celestial, tan interesante para las personas de aquel tiempo.

José Comblin. Colosenses y Filemón. Comentario Bíblico Ecuménico. Edic. La Aurora, Buenos Aires, 1989, pp. 12-39. Hacemos una selección-resumen de este texto.


Distinción entre Ley y Evangelio

Jesús de Nazaret distingue con precisión entre aquello que está escrito en la Ley, es decir el aspecto literal de la hermenéutica con la cual se la interpreta. No es lo mismo. Tenemos aquí una selección de textos que piden el mismo amor y de la misma calidad tanto para con Dios como para con nuestros hermanos y hermanas de todas las condiciones.

Esos textos estaban desde siempre en las Escrituras y en ellas siguen estando, pero el unirlos y darles una prioridad sobre otros textos es lo sorprendente y lo renovador. No se buscan textos para atemorizar, juzgar o condenar sino se citan y unen textos que nos hablan de un amor incondicional, sin barreras y sin exclusiones. He aquí el núcleo del debate.

Con claridad este académico diálogo teológico descubre que el problema no está en el nivel del amor a Dios siempre teóricamente gratuito e inmerecido sino en el amor al prójimo que es problemático y difícil. El maestro en teología y Jesús de Nazaret han utilizado los mismos textos pero con comprensión y aplicación diferentes.

Pastor Lisandro Orlov, Pastoral Ecuménica VIH-SIDA, en la reflexión para los textos del Dgo.14 de julio de 2013.


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