Recursos para la predicación

18 Mar 2022
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Recursos para la predicación 17 AbrilAbr 2022

Blanco


Pascua es la fiesta de la libertad

Pascua es la fiesta de la libertad, en la cual Cristo resucitado se sienta a la mesa con los suyos. Las epifanías de Pascua y la celebración de la cena pertenecían originariamente a la misma categoría. Es el comer y beber en el reino de Dios, en el Resucitado, anticipo para todos sus amigos… Si ocurre algo así como la resurrección de un muerto, hay que festejarlo; y esta libertad no puede ser solamente anunciada y oída, también hay que gustarla… La fiesta de la resurrección y de la eucaristía no es una evasión religiosa al cielo, sino que está en medio de la historia y une de manera singular pasado y futuro, recuerdo y esperanza. La representación de la pasión y muerte de Cristo es una esperanza que toma forma de recuerdo; la representación del reino de Dios que ha de venir es un recuerdo que toma forma de esperanza.

Jürgen Moltmann, Temas para una teología de la esperanza, La Aurora, Bs. Aires, 1978, p.118ss.


Juan 20.1-18 – Dos relatos entretejidos

Introducción

El capítulo 20 del EvJn tiene un doble movimiento. Por un lado, el “aumento” de la presencia del Resucitado hacia dentro de la corporalidad glorificada:

– Pedro y el Discípulo Amado ven sólo los lienzos.

– El Resucitado se le aparece a María Magdalena, pero no le permite retenerlo.

– El Resucitado les muestra sus heridas a los discípulos.

– Tomás puede tocar las heridas para palpar la identidad del Crucificado con el Resucitado (pero no lo hace). Por el otro lado y contrariamente, hay altibajos en la certeza de la fe:

– El Discípulo Amado cree sin ver al Resucitado.

– María Magdalena recién comprende cree cuando Jesús la llama por su nombre.

– Los discípulos se regocijan.

– Tomás duda; y esta duda es superada por la presencia, la palabra y corporalidad del Resucitado.

Mediante estos dos movimientos opuestos, el Discípulo Amado representa de manera ideal el principio que ahora vale para la comunidad de oyentes y lectores del texto: Bienaventurados los que no ven y creen, Jn 20.29b.

En Juan 20.1-18, el evangelista entretejió dos relatos: la aparición del Resucitado ante María Magdalena (Jn 20.1+11-18) y la corrida de los dos discípulos a la tumba (20.2-10). Evidencia de ello son los siguientes detalles: según el v. 11, María está delante de la tumba, de la cual se había retirado según el v. 2, sin que se indicara su regreso; María ve dos ángeles en la tumba, no vistos por los discípulos; lo visto y creído por los discípulos no significan nada para ella; la orden del v. 17 viene con retraso si se considera que el Discípulo Amado ya creyó según el v. 8.

Cabe la pregunta por qué el evangelista no contó ordenadamente primero la aparición ante María Magdalena y luego la corrida de los dos discípulos. Es probable que haya querido respetar el descubrimiento por María Magdalena, pero asignar la “primicia de la fe” al Discípulo Amado.

Dada la enorme densidad de Jn 20.1-18 y la combinación de dos relatos, propongo para esta Pascua una concentración en la primera parte.

Comentario de Jn 20,1-10 - Pedro y el Discípulo Amado en la tumba

V. 1: La caminata de María Magdalena es paralela al informe de los Sinópticos. Pero en Jn María Magdalena aparentemente va sola. Ello corresponde al interés del evangelista en individuos, cuyos comportamientos y conocimientos tienen carácter ejemplar para la comunidad. María Magdalena fue discípula de Jesús, vinculada estrechamente con el relato de la tumba.

Jn 20.1 dice siendo aún oscuro. El término oscuridad tiene significado teológico en el EvJn: de los 7 empleos anteriores, 6 tienen sentido metafórico. En Jn 20, María aún se halla en el ámbito de las tinieblas, el duelo y la duda (Jn 20.11), ya que aún no sabe nada de la resurrección.

V. 2: Sin mirar dentro de la tumba, María Magdalena corre e informa a Pedro y al Discípulo Amado que se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Este versículo es redaccional, con el cual Jn vincula un relato sobre Pedro con el relato de la aparición ante María Magdalena y combina todo esto con la fe del Discípulo Amado.

El Discípulo Amado se menciona en Jn 13.23; (18.15-16); 19.26.

El plural no sabemos es indicio de que eran varias mujeres, como en los Sinópticos.

V. 3: La ida (provisoria) a la tumba tiene su paralelo en Lc 24.12.

V. 4: El relato inicia de nuevo, esta vez con una corrida, que corresponde a la corrida de María Magdalena.

Se menciona expresamente que el Discípulo Amado llegó antes que Pedro a la tumba. El texto marca doblemente la rivalidad entre ambos discípulos y la preeminencia del Discípulo Amado: corrió delante más aprisa que Pedro y llegó primero.

Este detalle no se deriva de la lógica inmanente del texto, pues según el v. 3 ambos discípulos ya estaban yendo al sepulcro, de manera que una carrera es algo superflua. La formulación concreta del v. 4 debe deberse por tanto a una razón redaccional del evangelista, a saber, su interés en la preeminencia del Discípulo Amado.

V. 5: Curiosamente el Discípulo Amado no entra a la tumba. Sólo mira y ve los lienzos. Esto se explica por lo que sigue.

V. 6: Pedro llega y entra y también ve los lienzos. Evidentemente el evangelista tenía información sobre la aparición del Resucitado ante Pedro, y prepara esa escena con esta indicación sobre los lienzos y el sudario. Frente a la tradición original de la primacía de la aparición ante Pedro (1 Cor 15.5; Mc 16.7; Mt 28.7; Lc 24.34), el Discípulo Amado no podía entrar como primero a la tumba. Este privilegio le correspondía a Pedro, como lo refuerza también el empleo del verbo theoréô (ver, observar, percibir), mientras que para el ver Discípulo Amado el evangelista emplea el verbo blépô (un ver algo más simple que el anterior). Pedro ve más, pero ve menos.

V. 7: Pedro ve algo más: el sudario para la cabeza. Con el informe sobre el sudario, de formulación muy precisa y compleja (no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte), el relato subraya enfáticamente la realidad de la resurrección de Jesús y rechaza a la vez la sospecha de un robo del cadáver. A diferencia de Lázaro (Jn 11.44), el Resucitado se había quitado cuidadosamente el sudario de la cabeza. Los lienzos y el sudario ya no son más símbolos de la muerte, sino de la resurrección. En el caso de Lázaro, la permanencia de los lienzos que lo atan y el sudario que le cubre el rostro remiten a la muerte que Lázaro aún tenía por delante.

V. 8: Ahora el Discípulo Amado también entra a la tumba. Con un solo vistazo capta la situación y cree plenamente en la resurrección de Jesús. Ahora se emplea la forma griega más sencilla de ver (horáô) para su ver, con el matiz de percibir, entender, reconocer. Él no necesita ni siquiera la aparición del Resucitado y menos las pruebas que solicitará luego Tomás. Esta fe es ejemplar; y evidencia el rol destacado de este discípulo en el EvJn y su relación especial con Jesús. Con esta afirmación, el evangelista convirtió al Discípulo Amado en el primer testigo pleno de la Resurrección. Pedro apenas atestigua con su observación cuidadosa el hecho insólito; María Magdalena será la primera en encontrarse con el Resucitado; pero el Discípulo Amado es el primero que cree en Jesucristo resucitado, reconociendo con ello el núcleo de la filiación divina de Jesús.

En la comprobación de la realidad de la muerte real mediante los lienzos y el sudario, se nota una tendencia antidocetista, que emerge por aquí y por allá en varios relatos pascuales y que hace frente a una postura que iba a desarrollarse plenamente en algunas corrientes en el siglo II. Los docetas, como parte del amplio movimiento gnóstico, negaban la plena encarnación, y por ende también la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios; y al negar la realidad de su muerte, también negaban su resurrección real. Convirtieron la figura de Jesucristo en un ente volátil y etéreo, puramente espiritual, desvinculado de la realidad histórica de la encarnación, la muerte y la resurrección; desvinculado del dolor, la tragedia, el pecado y la culpa; y también desvinculado del amor, el perdón, la vida nueva y el compromiso con el prójimo sufriente.

La apología de la plena encarnación ya comenzó en pleno siglo I; y Juan es uno de los grandes maestros que dio una estocada mortal a la postura que diluía el mensaje cristiano en un “conocimiento” sin vinculación con la realidad de la carne, el cuerpo, la sangre, el dolor, el pecado, el amor; en fin, con la realidad de la vida. Su afirmación capital en Jn 1.14 que la Palabra que se hizo (o se convirtió) en carne es su punto de partida y a la vez su punto final que no admite discusión alguna en este largo debate que haría correr muchísima tinta en el siglo II.

V. 9: Este v. es un “residuo” de la tradición, como lo muestra la evidente tensión con respecto al v. anterior. Proviene de la tradición que está detrás de Lc 24,12. El era necesario remite a los tres empleos de este verbo en Lc 24.

Quizá Jn haya querido remitir con esta frase a la situación de los lectores de su texto, que ya no pueden ver directamente, pero que pueden deducir, comprender, ver en las Escrituras que Jesús debía resucitar. Al mismo tiempo, la frase insinúa que no se pueden comprender las Escrituras sin intervención del Resucitado.

V. 10: No agrega ninguna información adicional.

La carrera a la tumba vive de la relación algo conflictiva y antitética entre Pedro y el Discípulo Amado. Con mucho cuidado histórico el evangelista no olvida la información histórica sobre María Magdalena como primera testigo de la tumba abierta y también del Resucitado mismo, ni sobre Pedro como testigo de la aparición del Resucitado. Pero el testimonio sobre Pedro queda vinculado y ciertamente subordinado al Discípulo Amado, que es el primero de los dos varones que llega al sepulcro y sobre todo el primero que comprende lo que pasó y que cree plenamente en la resurrección de Jesucristo. Con esta arquitectura narrativa sumamente delicada y bien pensada, Juan indica que él y su comunidad o escuela han reconocido, creído y testimoniado auténtica y fehacientemente el hecho de Jesucristo en todas sus dimensiones.

Rumbo a la predicación

  1. Jesucristo resucitó, Jesucristo vive, Jesucristo está presente: nadie, nada, ninguna situación, ninguna vergüenza, ninguna duda, ninguna interpretación, ninguna tergiversación del milagro pascual hará callar este mensaje. Este anuncio debe ser dicho en voz alta, afirmado, asegurado, proclamado, aceptado, creído, confesado, compartido, orado y cantado.
  2. El Señor Resucitado transforma, convierte, cambia. Jesús actúa no solo en un momento puntual, cuando alguien se siente tocado por él y entiende y siente que su vida le puede y le debe pertenecer al Señor; sino que actúa también en las conversiones de cada día, en todos los pasos del seguimiento. Transformó a un Pedro desconsolado por su negación, cambió a un discípulo desorientado en creyente; luego reemplazó el llanto angustiado de una María Magdalena por adhesión entusiasta, el miedo de los discípulos encerrados en paz, la duda de un Tomás en certeza y confesión absolutamente única (Mi Señor y mi Dios)…
  3. ¿En qué nos parecemos a aquellos primeros testigos del Resucitado? ¿Cuál es la transformación que necesitas, deseas, esperas? ¿Cómo llegamos al culto de Pascua, con qué problemas o conflictos, culpas o dudas? ¿Qué esperas del Resucitado?

Pues nuestras historias de vida están entretejidas con las de María Magdalena, Pedro, el Discípulo Amado, los encerrados por miedo, Tomás y tantas otras personas, que se cruzaron con el Resucitado y que fueron transformadas para vivir una certeza nueva: Jesucristo resucitó, Jesucristo vive, Jesucristo está presente.

René Krüger, biblista luterano-reformado argentino, IERP, en Estudio Exegético-Homilético 157, ISEDET, Buenos Aires, abril 2014.


Introducción al libro de los Hechos de los Apóstoles

Como vamos a continuar por varios domingos más la lectura de los Hechos de los Apóstoles, les ofrecemos una introducción bíblica y pastoral sobre este libro, siguiendo especialmente el Comentario Bíblico Latinoamericano.

Algunas claves de interpretación

El libro de los Hechos de los Apóstoles fue escrito entre los años 80 y 90 dC, posiblemente en Éfeso. La tradición reconoce como autor del tercer evangelio y de Hch a Lucas. El contenido del libro cubre casi completamente el período llamado apostólico (30-70 dC); comienza con la resurrección de Jesús (año 30 dC) y termina con la actividad durante dos años de Pablo en Roma (años 58-60 dC). El período en el cual Lucas escribe Hch es llamado período sub-apostólico (70-135 dC).

Lucas reconstruye el movimiento de Jesús antes de la institucionalizan de las Iglesias (realizada después  del 70 dC). Este movimiento tiene según Hch tres características fundamentales: es un movimiento animado por el Espíritu Santo, es un movimiento misionero, cuya estructura básica son las pequeñas comunidades domésticas. El tiempo después de la Resurrección de Jesús es así el tiempo privilegiado del Espíritu y es justamente eso lo que rescata Hch. Por eso muchos lo llaman el “Evangelio del Espíritu Santo”.

El movimiento de Jesús es también en Hch un movimiento esencialmente misionero. En Hch 1.8 tenemos resumidas estas dos características fundamentales: “Recibirán las fuerza del Espíritu Santo y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra”. El movimiento de Jesús, por lo tanto antes de institucionalizarse como Iglesia, fue un movimiento del Espíritu y un movimiento misionero. Primero es el Espíritu y la Misión, luego viene la institucionalización de las Iglesias.

Este movimiento de Jesús después de su Resurrección tiene además como estructura fundamental las pequeñas comunidades domésticas. Los momentos decisivos de Hch se realizan en estas pequeñas comunidades que se reúnen por la casas: la primera comunidad apostólica se reúne en una casa (1.12-14) y es en esa casa donde se vive Pentecostés (2.1-14); la comunidad ideal después de de Pentecostés tiene su centro en las casas, donde se celebra la comunión fraternal y eucarística (2.42-47); es la pequeña comunidad la que permite resistir la persecución (4.23-31); la diakonía se organiza en las casas (6.1-6); la persecución del movimiento de Jesús es por las casas (8.3); la primera comunidad gentil convertida es la casa de Cornelio (10.1-48); existe una comunidad que se reúne en la casa de María, la madre de Juan Marcos (12.12-17); Pablo funda  pequeñas comunidades en las casas: en Filipo (16.11-40), en Tesalónica (17.1-9); en Cesarea encontramos en la casa de Felipe una comunidad de mujeres profetas (21.8-14); Pablo llega en Jerusalén a la casa-comunidad de Mnasón (21.16-20) y la última comunidad de Pablo en Roma es en una casa (28.30-31).

Resumiendo,

  1. Daremos entonces a nuestra interpretación la misma intencionalidad que da Lucas a su libro: reconstruir el movimiento de Jesús como movimiento del Espíritu Santo, como una perspectiva específica para la construcción posterior de la Iglesia.
  2. Todo el libro de Hch es un movimiento misionero, cuyo contenido fundamental es la Palabra de Dios. El crecimiento del movimiento de Jesús se identifica con el crecimiento de la Palabra (6.7; 12.24; 19.29) y es la Palabra de Dios la que tiene poder para construir la Iglesia.
  3. La formación de pequeñas comunidades es lo que permite que la Palabra se haga presente en las ciudades y en las culturas. La pequeña comunidad es el lugar donde se mantiene viva la enseñanza de los apóstoles (la memoria de Jesús) y donde se vive la koinonía (tenían todo en común), la diakonía (no había pobres entre ellos) y la Eucaristía (2.42-47).

Otras claves para nuestra interpretación de Hch:

  • La participación de la mujer en el movimiento de Jesús.
  • La dimensión de las culturas y de la inculturación del evangelio.
  • La pluralidad de ministerios, carismas y funciones en la misión.
  • La dimensión política: el movimiento de Jesús y el Imperio romano.


Un recurso literario de Lucas en Hechos: el uso de sumarios

Un recurso literario típico de Lucas es el uso de sumario. Estos son utilizados para generalizar hechos concretos y representar una situación global y permanente. Lucas no puede con los pocos hechos que conoce reconstruir la vida total, cotidiana y permanente de la comunidad de Jerusalén de los primeros años. Para reconstruirla debe usar otro género literario; no el relato de hechos particulares, sino un sumario de hechos repetidos y constitutivos. Un sumario es un resumen generalizador de hechos concretos. En la primera parte de Hechos (caps. 1-5) tenemos tres sumarios sobre la vida de las primeras  comunidades de Jerusalén: 2.42-47; 4.32-35 y 5.12-16.

Describiendo la etapa de la consolidación de la comunidad a Dios antes que a los hombres; no pueden dejar de hablar de lo que han visto y oído (cf 4.19). La comunidad se reúne para orar y reflexionar. La decisión de la comunidad es unánime: los apóstoles deben seguir predicando la Palabra con toda valentía.


Hechos 10.34-48 – Pedro en casa de Cornelio

Pedro comienza su discurso dando testimonio de su cambio de actitud: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato” (v 34-35). Esta declaración de Pedro es lo que Lucas comunica a su comunidad (a Teófilo) y lo que el Espíritu comunica a la Iglesia de todos los tiempos. El discurso de Pedro es un bello resumen del kerigma apostólico primitivo, un evangelio completo, anterior a nuestros cuatro evangelios.

El Espíritu interrumpe el anuncio de Pedro al “caer sobre todos los que escuchaban la Palabra” (v 44). Pedro y los seis circuncisos que lo acompañan desde Jope quedan atónitos al ver que los gentiles han recibido el Espíritu Santo como lo recibió la comunidad apostólica en Pentecostés. Pedro hace que todos se bauticen y nace así la primera comunidad cristiana gentil. Pedro se queda algunos días con ellos.


Reflexión pastoral sobre Hechos 9.32–11.18

  1. Los Hechos de Pedro confirman lo que ya ha aparecido a lo largo de Hch, a saber, que la misión es imposible sin un cambio estructural en la Iglesia. La conversión de Pedro apunta hoy a una conversión de la jerarquía de la Iglesia en función de la misión. La misión exige obediencia al Espíritu y conversión.
  2. La misión es obra del Espíritu Santo. El Espíritu actuó en Pedro y en Cornelio simultáneamente. Así hoy el Espíritu actúa no solo en la Iglesia misionera, sino también y simultáneamente en los pueblos y personas misionados o evangelizados. El Espíritu Santo está en acción en la Iglesia, pero también, independientemente de la Iglesia, en los pueblos culturas y personas que la Iglesia busca evangelizar.
  3. La evangelización no es solo de personas, sino de comunidades, pueblos y culturas. Es paradigmático cómo Cornelio recibe el evangelio con toda su casa, parientes y amigos íntimos.
  4. La casa de un centurión romano era el último lugar que Pedro se hubiera imaginado en su estrategia misionera. Él estaba ocupado visitando las comunidades judeocristianas de Lida y Jope, cuando el Espíritu le cambio el programa y lo llevó adonde él menos se imaginaba. ¿Estamos atentos hoy en la Iglesia a la estrategia misionera del Espíritu, tal como se revela paradigmáticamente en el libro de los Hechos? ¿Dónde y cómo se revela hoy el Espíritu Santo para empujar a la Iglesia a la acción misionera?
  5. Lo que impedía a Pedro y a los de la circuncisión ir a los gentiles era un problema más cultural que teológico (una cierta interpretación de la ley más que la ley misma). También hoy la Iglesia está encerrada en su propia cultura, lo que le impide ir a otros pueblos y “entrar en su casa”. La evangelización desde las culturas exige a la Iglesia tomar conciencia de sus limitaciones culturales y abrirse a la presencia del Espíritu en los pueblos y personas.
Pablo Richard, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


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