Recursos para la predicación

04 Mar 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 13 MarzoMar 2022

Morado


  • De la tentación a la rebelión, desde los textos del domingo pasado pasamos desde la debilidad humana al rechazo de Dios y al rechazo de la vida. Hay una progresión desde la indiferencia a Dios y a la vida plena, luego a la aceptación acrítica del pecado y finalmente a querer matar la palabra de Dios y a sus mensajeros, pasando de víctimas del mal a victimarios. Una cosa es la escena de Pedro escondido entre los acusadores de Jesús (Mt 26.60s) y otra cosa son los “enemigos de la cruz de Cristo”.
  • “Díganle a ese zorro que yo voy a seguir mi camino” –“o díganle a esa zorra” (RV)–… Respuesta irónica y despectiva de Jesús al gobernador romano sobre Galilea: yo sigo con mis tareas, yo voy a terminar con mi obra, le manda a decir Jesús. Poderes astutos y calculadores como zorros. Jesús se va a comparar con una gallina cuidando sus pollitos. Prepotencia y astucia del poder. Cuidado protector de la vida más débil.
  • “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!” Ciudades que concentran odios y crímenes sobre su propia gente, especialmente contra las conciencias críticas que les avisan y les advierten sobre sus indiferencias y sus violencias, porque “no conociste el tiempo de tu visitación” (Lc 19.44). Nosotros seguimos anunciando el evangelio sobre nuestras ciudades: sobre Jerusalén o Nínive, Buenos Aires o Nueva York…
  • “Como la gallina junta sus pollitos”… Figura femenina del amor cuidadoso y atento de Dios sobre los más pequeños y débiles, frente a los zorros amenazantes. Advertencia del “que viene en nombre del Señor”, en un tiempo que puede ser demasiado tarde. Los profetas y profetisas deben ser atendidos hoy, hoy cuando están abiertas y extendidas las alas inclusivas del amor de Dios.


Lucas 13.31-35

El texto de Lucas 13.31-35 se puede dividir en dos partes principales. Los versos 31-33 dan cuenta de un episodio de la vida pública de Jesús en su camino hacia Jerusalén, en el que se encuentra con algunos fariseos que lo previenen sobre la voluntad de Herodes de matarlo. La segunda parte (vv 34-35) es una lamentación de Jesús sobre Jerusalén que se reproduce casi literalmente también en Mateo 23.37-39 (comparar con Lucas 19.41-44).

En el vs 31 se presentan algunos fariseos que le sugieren a Jesús que se vaya del lugar pues Herodes quiere matarlo. En este caso Jesús se encontraría todavía en el territorio de Herodes Antipas (4 a.C. – 39 d.C.) tetrarca de Galilea y Perea (al este del Jordán). En primer lugar llama la atención que sean los fariseos, muchos de los cuales no simpatizaban con Jesús y su movimiento, que le avisen del peligro que corre su vida. En segundo lugar no es muy probable que Herodes haya querido efectivamente matarlo; la ejecución del Juan el Bautista hubo que obtenerla de él con astucia (Mc 6.24-26) y no pudo olvidarlo por mucho tiempo (Lc 9.9); y tampoco aprovechó la oportunidad que tuvo de mandar a matar a Jesús (Lc 23.15). Lo que sí parece más verosímil, y en esto podrían coincidir las intenciones del gobierno (Herodes) y sectores religiosos (algunos fariseos), es de lograr que Jesús se vaya de su territorio pues temían que la actividad de Jesús causara alboroto y confusión en el pueblo (Lc 9.7-9).

Los fariseos estaban divididos y al menos algunos de ellos estaban identificados con Jesús (v.14.1ss), lo que haría posible que algunos de ellos dieran la alarma a Jesús, con buena intención y lealtad hacia él. En este caso, la falsa alarma de la intención de matar a Jesús sería un rumor lanzado por el propio Herodes como ardid para atemorizar y disuadir a Jesús para que se fuera.

La respuesta de Jesús (vs 32-33) pareciera sugerir este sentido al mandarle un mensaje al rey y tratándolo de zorro. Este epíteto alude seguramente a su actitud astuta y cobarde con la que trata de deshacerse de Jesús sin usar la fuerza y sin enfrentarlo directamente.

La respuesta de Jesús a Herodes tiene dos connotaciones principales. Por un lado, una afirmación más dura de que su obra y ministerio (expulsar demonios y curaciones) no lo determinan los poderes de este mundo, y que no se va a dejar ahuyentar y estorbar con ardides y falsas alarmas. Por otro lado, le manda un mensaje de alivio al rey comunicándole que en poco tiempo (pasado mañana) se verá librado de su presencia, pues debe continuar su camino cuyo destino final es Jerusalén donde debe completar su obra, ya que si tiene que morir, deberá hacerlo en Jerusalén como muchos profetas del pasado (es probable que la referencia a hoy, mañana y al tercer día sea una alusión velada a su pasión, muerte y resurrección en Jerusalén; comparar con Oseas 6.2). Jesús se reconoce como profeta y sabe que le espera el final de aquellos.

La lamentación sobre Jerusalén (vs 34-35) enlaza, en el aspecto literario, con la referencia a esta ciudad en el vs 33, aunque probablemente sea una profecía conminatoria pronunciada en la ciudad misma o en sus alrededores. Jerusalén aparece como una ciudad de muerte, particularmente cruel con los enviados de Dios que le traen invitaciones al arrepentimiento y le ofrecen salvación. La endecha de Jesús se corresponde con la de los profetas que le precedieron y recuerda el lenguaje de muchos pasajes del Antiguo Testamento que aluden a los cuidados y protección divina (ver Sal 17.8; 57.2; 61.5; 63.8; 91.4), aunque aquí se presenta un cuadro más rico y completo de la gallina tratando de juntar a los pollitos bajo sus alas.

Pero esta bella metáfora de la gallina y los pollitos, parece que no funciona de la misma manera para las relaciones del pueblo y su Dios, a pesar de los reiterados intentos de parte de Yavé y sus enviados. De ahí la paradoja y lo lamentable de la situación. Esta realidad recuerda más bien la anécdota del granjero que le puso huevos de pato a una gallina que los empolló y adoptó como propios, y cuando los patitos empezaron a crecer se metían a la laguna dejando a la gallina cacareando y llamándolos desde la orilla.

La cláusula del verso 35a: ‘se os va a dejar vuestra casa’ no es muy clara y conviene interpretarla en correspondencia con los oráculos proféticos de castigo que evoca (ver Sal 69.26; Jr 12.7; 22:5; Mt 23.38). La idea es que las casas quedarán abandonadas y desiertas porque sus habitantes serán quitados. Es un anuncio de castigo.

El verso 35b remite a una expresión significativa del Salmo 118.26, aunque en el presente contexto su sentido parece algo ambiguo. Podría ser una referencia a la aclamación que recibió Jesús a la entrada de Jerusalén antes de la pasión (v.19.38); pero si tomamos la expresión no me volveréis a ver hasta... como una alusión a su muerte, la aclamación del Salmo debería referirse a la segunda venida.

Para la reflexión teológica

El texto de Lc 13.31-35 brinda una buena oportunidad para la reflexión sobre el ministerio de la iglesia y de los cristianos, particularmente su papel profético en medio de la sociedad donde nos encontramos y frente a los poderes constituidos del Estado y la ley. En muchas ocasiones los profetas y los cristianos han sido perseguidos porque su mensaje irritaba a gobiernos o sectores influyentes de la sociedad; muchas veces se han visto forzados a una vida clandestina y al margen de la ley cuando las implicaciones de su mensaje atentaban contra los intereses de los poderosos.

Las palabras de Jesús y fundamentalmente su actitud frente a los gobernantes de turno nos recuerda un pasado que nos compromete a la compasión y a la lucha contra todo tipo de injusticia, nos da confianza y seguridad en la palabra que portamos, y nos estimula a actuar con la mayor libertad. En muchos casos como cristianos evangélicos no tenemos clara conciencia de los alcances e implicaciones de principios fundamentales de un sistema democrático como la libertad de conciencia y de expresión, y en consecuencia no los aprovechamos plenamente para el cumplimiento de nuestra misión. ¿Tenemos conciencia de cuáles son los principales males e injusticias que nos aquejan como sociedad? ¿Cuáles son las causas que generan dicha situación? ¿Qué responsabilidad nos cabe a los diferentes sectores de la sociedad? ¿Qué proyectos o alternativas podemos aportar como iglesia?

Samuel Almada, bautista, asesor de la traducción de la Biblia al Qom, en Encuentros Exegético-Homiléticos 12, marzo 2001.


Introducción al Deuteronomio

El Deuteronomio es el quinto libro del AT y el último del Pentateuco. En la Biblia hebrea, los libros del Pentateuco se nombran con las palabras iniciales de cada uno. Nuestro libro lleva, por eso, el nombre ‘elleh haddebarîm (“estas son las palabras”). El nombre “deuteronomio” se deriva de la traducción griega de los LXX en Dt 17.18, donde se habla de un déuteros nomos (“segunda ley”) que el rey debía escribir para su propio uso, copiándolo del libro de los sacerdotes levitas.

La expresión hebrea que fue traducida al griego en esa forma significa más estrictamente una copia de la ley. Lo cual es adecuado, ya que en él se presenta la ley dada por Moisés en la llanura de Moab, inmediatamente antes de que los israelitas cruzaran el río Jordán para entrar en la Tierra prometida. Y puede decirse que se trata de una “segunda ley” o, mejor, de una segunda entrega de la ley que ya anteriormente había sido dada, como estatuto de la alianza pactada entre Dios y el pueblo con la mediación de Moisés, en el monte Sinaí.

La descripción más concisa y expresiva de lo que es el Dt se la debemos quizá a Gerard von Rad, que lo describe como “una ley predicada”. Esta descripción hace justicia a los dos elementos principales contenidos en el libro. Por un lado, los códigos legales, que ocupan más de las dos terceras partes del texto: el decálogo, en Dt 5.6-21, y el Código deuteronómico propiamente dicho, en los caps 12-25, y por otra, las secciones exhortatorias e históricas, en los capítulos de marco a las secciones legales.

Hemos dicho al principio que el Dt es el último de los cinco libros que forman el Pentateuco. Pero no parece haber estado siempre en esa posición. Es muy probable que el Dt, o al menos una buena parte de él, haya existido primero como una obra independiente, y que solo más tarde haya sido unido a otros escritos, junto a los esos libros “históricos” que van del libro de los Jueces al segundo libro de los Reyes. Se formó así la llamada “Historia deuteronomista”, que tenía como prólogo precisamente el libro del Dt. En él se contienen las leyes dadas por Dios, según las cuales son presentados a lo largo de la historia narrada en los libros siguientes.

Carlos Soltero, biblista católico, jesuita, Deuteronomio, en el Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005.


Génesis 15.1-21: 

La promesa de un hijo

Este capítulo está compuesto por dos narraciones unidas por el redactor y elaboradas en ambos casos luego de un largo proceso literario, lo que se muestra en repeticiones e incongruencias que este proceso. Por ejemplo, el v 5 sucede de noche, mientras que el v 123 sucede a la caída del sol; el v 6 afirma la fe de Abraham, mientras que el v 8 muestra su duda.

Vs 1-6. Esta unidad bien puede considerarse un nuevo comienzo de la historia de Abraham, y podría reemplazar a Gn 12.1-9 y comenzar desde aquí la narración  patriarcal. Así, la queja de Abraham tendría que ver con la dudas de partir de su tierra sin tener asegurada la descendencia prometida. De modo que el texto, ubicado donde hoy está, actúa retomando los temas actuales ya presentados –la promesa de descendencia y la fe de Abraham– y orientando al lector hacia el pacto de la siguiente unidad y la concreción de la descendencia en los capítulos posteriores.

A la promesa del v 1 Abraham presenta sui reclamo en los vs 2-3. La práctica de que un esclavo heredera a su señor sin hijos no está atestada en la tradición bíblica, pero sí en fuentes antiguas donde le esclavo heredaba a condición de asegurar una sepultura digna para su dueño.

La respuesta de Dios confirma su promesa y recurre a una nueva imagen de un belleza sin par: las estrellas del cielo. Antes en 13.16 había recurrido a la imagen del polvo de la tierra, lo que se pisa y da sustento a la vida. Ahora el autor busca el otro extremo de la realidad: las estrellas que están por encima de nuestras cabezas y de todo. Ambas inmensidades expresan lo inconmensurable de la descendencia prometida.

La unidad se cierra con una afirmación de la fe de Abraham dirigida al lector. Es una declaración teológica que será retomada por el NT (Rom 4; Gál 3.6-9). Dice sobre el patriarca que a pesar de sus dudas creyó en la promesa de Dios y que esto le fue tenido en cuenta.

Vs 7-21. Esta segunda unidad versa sobre la promesa de la posesión de la tierra, lo que se sella con un pacto donde Yavé se compromete unilateralmente a cumplir su palabra. La narración está cortada por los vs 13-16, que hacen un resumen de la historia de Israel con mención especial del éxodo y la muerte de Abraham.

Ante la afirmación de que la salida de Ur tenía como meta recibir la nueva tierra, Abraham pide una señal que le asegure ese destino. Por respuesta encuentra un pedido de ciertos animales, revelando que el relato supone que tanto Abraham como el lector conocen el rito de la alianza que se está preparando. Luego Abraham los parte y separa las partes poniéndolas en el suelo. Este rito consistía en que los participantes pasaban caminando entre los animales destrozados y se llamaban a sí mismos a cumplir con lo pactado o a aceptar como castigo lo mismo que recibe los animales expuestos. Es entonces un  pacto sellado con la promesa de entregar la vida en caso de incumplimiento. Hay otro caso similar en Jr 34.18-19, aunque allí caminan  solo a través de un becerro partido.

En el v 11 Abraham cuida los animales muertos de las aves de rapiña, quizá como símbolo de que comprendía la importancia de lo que estos cadáveres significaban. También deja entrever que la acción de Dios se demora y que debe esperar. Cuando el lector espera la presencia de Yavé certificando el pacto, la narración da un giro y cuenta de un sopor que sumerge a Abraham en una oscuridad: esto lo prepara para lo que va a escuchar.

Los vs 13-16 son una interpolación que anuncia que la posesión de la tierra no será inmediata y que deberán pasar por una esclavitud de cuatrocientos años y la posterior liberación que culminará después de cuatro generaciones con el reencuentro con la tierra que hoy Abraham pisa. Y aunque él no verá la entrega de la tierra, se le anuncia que descansará con sus padres y en paz, una promesa muy valiosa para la concepción semita de los Patriarcas.

Hay que llegar al v 17 para que se concrete el pacto preparado. Una antorcha y un horno con fuego expresan la presencia de Dios que atraviesa los animales partidos y confirma su pacto. A diferencia de los pactos entre personas donde ambos participantes pasaban entre los animales, en este caso es solo Yavé quien pasa, pues Abraham recibe la promesa de Dios sin que se le reclame nada a cambio.

Las palabras del v 18 clarifican la zona prometida detallándose que irá desde el “río de Egipto” hasta el “río grande”. El primero es conocido como el “torrente de Egipto” a mitad de camino entre el Nilo y Canaán. El segundo refiere al Éufrates, la frontera sur y occidental de Mesopotamia. Son límites ideales a los que nunca Israel llegó a dominar en plenitud.

Y los vs 19-21 son una lista de diez pueblos que habitaban Canaán cuya intención es afirmar aún más lo concreto de las promesas. Sabemos de algunos de ellos que habitaban en la región: los ceneos eran descendientes de Caín que habitaban el sur de Judá; los hititas eran descendientes inmigrantes de Asia Menor; los amorreos eran una designación genérica para los habitantes dispersos de Canaán; los cananeos eran los habitantes de las ciudades de las costas del Mediterráneo; los jebuseos habitaban Jerusalén.

Pablo Andiñach, biblista metodista argentino, Génesis, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005.


Presentación de la carta a los Filipenses

La Epístola a los Filipenses es muy vecina de la Epístola a los Gálatas y la Segunda a los Corintios. Las tres son eminentemente “personales” y su objeto es el evangelio, es decir, lo que constituye la autenticidad del Evangelio. Cómo identificar el verdadero evangelio de Jesucristo y cómo distinguirlo de los falsos evangelios enseñados por los falsos apóstoles. Pablo se presenta a sus interlocutores y a las Iglesias como siendo él mismo portador del verdadero evangelio. Él muestra en su carrera apostólica, en su trayectoria personal, el criterio del evangelio auténtico.

Pues la verdad del evangelio es el camino de la cruz y Pablo eligió y está viviendo en carne propia ese camino del evangelio. Es el tema de las tres epístolas. En éstas no hay controversias sobre asuntos particulares ni problemas prácticos que deben ser resueltos. El tema es el propio núcleo del evangelio de Jesucristo. Lo que hace a ese núcleo tan vivo y profundo es su encarnación en la historia personal del apóstol Pablo, que se encuentra tan identificado con el núcleo del evangelio de Jesucristo que se considera portador de los criterios de autenticidad del evangelio. No es por causa de Pablo como persona, como individuo, sino porque él se identifica con el camino de la predicación, de la persecución, de la muerte y de la cruz de Jesús. De ese modo el evangelio de la cruz se torna presente y visible en la misión del apóstol.

José Comblin, Filipenses, La Aurora, Bs As, 1988.


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