Recursos para la predicación

17 Ene 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 06 FebreroFeb 2022

Verde


Lucas 5.1-11

Breve reflexión teológica

¿Cuál es el milagro principal o mayor? O, en otras palabras: ¿dónde colocó Lucas el énfasis fundamental? ¿En la enormidad de pescados, en el llamado, o en la profunda transformación de Pedro? Si nos detenemos en la transformación de Pedro, podemos constatar que hay varias: el reconocimiento de Jesús como maestro que “sabe más” que el pescador experimentado, el reconocimiento de Jesús como Señor, la confesión de Pedro como hombre pecador, el abandono de todo y el seguimiento, y de esta manera su transformación en apóstol misionero.

Este conjunto de cambios sucesivos indica que todo el relato apunta al llamado y la correspondiente respuesta. Más allá del carácter milagroso de aquella pesca, quizá sumamente interesante para los espectadores a orillas del lago, el objetivo fundamental del relato consiste en presentarnos la vocación al discipulado y la obediencia de aquel puñado de hombres.

La actitud de reconocimiento de Jesús como maestro, Señor y convocador y luego el seguimiento mismo del grupo en torno a Pedro constituyen una invitación a todas y todos nosotros a oír con cuidado el llamado de Jesucristo, a examinar nuestros pareceres y conductas y a dejarnos interpelar por el llamado.

¿Por qué no creer que Jesús nos convierte también a nosotros en pescadores? Ahora bien, ¿cuál es el alcance de esa vocación a ser misioneras y misioneros?

En reacción a la monopolización de la vocación por los monjes y sacerdotes de su tiempo, el reformador Lutero redescubrió la profundidad del término llamado (en alemán, Berufung); y relacionó el vocablo con toda profesión actividad, función, tarea y ocupación, trátese de las llamadas profesiones “espirituales” o de las “seculares”. El zapatero, la cocinera, el pastor, el ama de casa, el agricultor, la empleada, la bibliotecaria, el maestro, el médico, la madre, todas y todos recibieron un llamado de Dios que deben cumplir para bien de todas y todos. Es la vocación para poner en práctica de la mejor manera en su medio concreto las capacidades y los dones otorgados por Dios para beneficio común. Diferentes funciones y tareas, diversos llamados y dones de Dios, pero siempre puestos al servicio de la comunidad entera, y no para la gloria personal.

Con ello, podemos dar el siguiente paso: hoy el Señor nos llama a colaborar con su “pesca para la vida”. Una tarea no de especialistas iluminados o predicadores superexitosos, sino de todas y todos los miembros de la comunidad cristiana, cada cual desde su lugar concreto en la vida.

Es decisivo que vinculemos la puesta en práctica de estos dones y la misión con el reconocimiento de nuestras limitaciones. Pedro fue claro: se reconoció como hombre pecador. Pero Cristo vio más allá de esta confesión: vio las posibilidades latentes en Pedro, y las hizo fructificar. Por cuenta nuestra, no salvaremos a nadie. Somos y seguiremos siendo mendigos y mendigas que vivimos de la gracia de Dios. Aquel milagro de la pesca se transforma hoy en nosotros en un milagro acaso mayor, que consiste en el hecho de que Dios confía en nosotros, llamándonos a colaborar con su obra. No tenemos más ni somos más que otros u otras; sólo recibimos el mandato de anunciarles a Jesucristo en palabras y obras.

Posible esquema para la predicación

Este texto se presta formidablemente para un sermón narrativo, en el sentido de re-contarlo con constantes referencias al llamado que Jesucristo nos dirige hoy a nosotros. Debe evitarse la tentación de quedarse con el milagro. Lo fundamental es que a partir de una tarea de enseñanza de Jesús y de una pesca sorprendente, Jesús pronunció un llamado concreto y transformó a un puñado de pescadores en discípulos y misioneros.

El sermón puede facilitar la percepción de la voz actual de Jesucristo haciendo referencia a ciertas situaciones concretas de nuestra vida, como lo fue el amontonamiento de aquel público y la pesca en el lago de Genesaret.

Como recurso visual puede servir una red tejida de hilos gruesos y colocada delante del púlpito.

  • El llamado o la vocación de Jesucristo nos llega en medio de las situaciones concretas de nuestra vida. Es decisivo escuchar este llamado. ¿Dónde y cómo lo percibimos hoy?
  • Pedro fue transformado por las palabras y acciones de Jesús, y dio una respuesta positiva al llamado. ¿Cuáles son nuestras respuestas, y en qué consiste nuestra transformación en misioneras y misioneros?
René Krüger, biblista argentino de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, en Encuentros Exegético-Homiléticos 11, febrero 2001, ISEDET, Bs As.


Isaías 6.1-8

El lenguaje de este texto

Se ha señalado que el lenguaje de todo el cap 6 es distinto del resto del libro de Isaías. Encontramos allí una serie de figuras y escenas más propias de la literatura apocalíptica que de la profecía clásica. Dios en un trono, rodeado de ángeles, con temblor en las puertas, son todas imágenes propias de ese estilo. Es probable que esto indique que estamos ante un texto posterior al resto de las narraciones de esa primera parte del libro (cap. 1-39). Podría ser útil explicar esto en la predicación, pero no es un tema central que justifique dedicarle mucho tiempo. Lo esencial aquí es que muestra a Dios convocando a una misión y a un hombre que tiene miedo de asumirla.

Isaías dice primero que tiene miedo de morir. Esto es debido a que siendo un hombre pecador y perteneciendo a un pueblo impuro considera que no puede ver a Dios. Lo primero en nuestra predicación que es necesario hacer es clarificar dos cosas: que se refiere simbólicamente a “ver a Dios” y que su impureza le viene por pertenecer a la raza humana.

Lo que asusta a Isaías es que siendo un ser humano pueda vincularse directamente con el creador. Este temor viene de antiguo cuando de a poco se fue gestando la idea de un Dios lejano e inaccesible, al que no podía llegarse porque su presencia mataba a quienes se acercaban a él. Es de notar que no fue así siempre, como el caso de Moisés que ante la zarza se le pide que se descalce en señal de respeto, y que se acerque sin que ello conlleve ninguna amenaza. Moisés también va a tratar de huir del mandato de Dios pero no por temor a morir sino porque está dubitativo ante tamaña empresa.

Podrían buscarse otros ejemplos, pero lo importante es mostrar que el miedo viene del mismo Isaías y no de Dios, que no mata a nadie porque se acerque a él. Su temor está vinculado con creer que respetar a Dios es no acercarse a él cuando en realidad respetar su Palabra es asumirla fielmente y “acercarse” lo más posible a su presencia.

Es necesario también comentar que ha habido lecturas literalistas de este texto (y otros similares) que entienden que se refiere a una prohibición concreta de no ver a Dios con los ojos. Esta comprensión supone que Dios es un objeto que se puede ver o encontrar en cualquier lugar, lo cual lo reduce –probablemente sin querer– al nivel de las cosas palpables. Pero no es ese el sentido del texto que en realidad utiliza imágenes visuales y auditivas para significar al grandeza y el poder de Dios y su presencia en toda la realidad.

El otro aspecto es el de la impureza. Se consideraba tan lejano a Dios que el reconocimiento de los pecados y la fragilidad de nuestra vida y condición parecía que nos impedía vincularnos con él. A Dios se lo considera tan puro y santo que por contraste nada tiene que ver conmigo. Es verdad que la distancia entre la santidad de Dios y nuestra condición es inmensa pero también es cierto que para Dios ese no es un problema que nos separe, sino que ha enviado a su hijo para que recorra esa distancia y nos acerque a él.

La impureza de nuestra vida es una barrera infranqueable para nosotros pero no para Dios que en la encarnación se hizo ser humano asumiendo y transitando esa distancia. Como ya señalamos es la gracia de Dios la que nos habilita para vincularnos con él sin miedo ni distancias, y nos permite asumir el compromiso de ser testigos de su evangelio en la tierra.

El símbolo del ángel que toca la boca del profeta con una brasa que purifica su boca para hacerla apta al anuncio del mensaje que Dios le encomienda no está lejos de lo que nosotros hoy anunciamos como acción de Dios en Cristo. También nosotros hoy necesitamos que se nos limpie de mezquindades e incredulidad a fin de tener la posibilidad de compartir su ministerio aquí en la tierra. Nos hizo discípulos suyos, nos invita a su mesa, nos encomienda una tarea.

La misión

En la predicación no deberíamos quedarnos en la misión de Isaías sino a partir de lo dicho vincular este pasaje con nuestros propios desafíos. Esa es la diferencia entre una predicación y un estudio bíblico. En el segundo caso interesa entender la persona del profeta y su desafío personal. En el otro nos interesa actualizar el texto para que sea relevante para los oyentes de hoy. En realidad lo uno no va bien sin lo otro.

Uno de los riesgos de hablar de misión es reducirla por cualquiera de sus lados. Algunos piensan que la misión de una tarea que debe concentrarse en el testimonio de vida interior. Quienes han tenido una experiencia personal e íntima con Dios suelen considerar que su misión es hacer que todos accedan a la misma experiencia. Por otro lado están quienes han experimentado la presencia de Dios en la acción por el prójimo. La espiritualidad viene en estos casos como consecuencia de una experiencia concreta de encuentro con los más necesitados o con aquellos que nos rodean. También en estos casos solemos encontrar cierta intransigencia del tipo de pensar que la misión pasa por recrear en otros ese modo de acercarse a Dios. En otras palabras unos podría decir que por un lado se enfatiza la experiencia interna y en el otro la externa, Cristo en el corazón contra Cristo en el prójimo.

La lectura atenta y madura del evangelio muestra que tal dicotomía es ajena a él. Que no hay experiencia interna de Dios sin consecuencias visibles y concretas en nuestra relación con el prójimo, y por el otro lado, no hay encuentro con Cristo en el prójimo sin que haya una conversión del corazón, es decir, la totalidad de la vida. Por eso es bueno decir que más que buscar reproducir en los demás lo que a me pasó, lo que debemos buscar es anunciar el evangelio tal como lo encontramos en la Biblia. Jesús y sus discípulos vivían y declamaban la buena noticia sin distinguir límites ni modalidades. Y recordar que no hay un solo camino para acercarse a él sino muchos, tantos como personas transitan esta tierra.

Conclusión

La experiencia de Isaías, y la de Nicodemo, nos ayudan a delinear nuestro compromiso con el mensaje de Dios hoy. Ambos tenían dudas, temores, preguntas. Ambos recibieron respuestas a sus inquietudes y no quedaron con las manos vacías.

Proponemos entonces organizar la predicación de acuerdo a los siguientes puntos:

  • Dios nos llama a una misión
  • No debemos temer ni considerar que no estamos capacitados para ella.
  • Dios capacita y da herramientas para la tarea.
  • Debemos evitar la falta disyuntiva de espiritualidad vs. acción. Ambas cosas van juntas.
  • El ejemplo de Jesús nos invita a vivir su evangelio sin fisuras.
Pablo Andiñach, biblista metodista argentino, en Encuentros Exegético-Homiléticos 39, ISEDET, junio 2003, Buenos Aires.
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