Recursos para la predicación

01 Oct 2021
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Recursos para la predicación 10 OctubreOct 2021

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Evangelio de Marcos 10.17-27 – “Habla” el evangelista Marcos

“La riqueza es un serio peligro, porque impide la relación correcta con el Padre y con los hermanos”.

Jesús decidió proseguir su camino, y apenas habían comenzado a andar, un hombre corrió a su encuentro y, dando muestras de mucha estimación y reverencia, le preguntó: “Maestro bueno, tú debes saber: ¿qué tendría que hacer yo para tener derecho a la vida eterna, así como si fuera una herencia ya asegurada?” A Jesús, en su sencillez y en su modo tan directo que tenía para tratar las cosas no acabó de gustarle mucho aquella manera de dirigirse a él.

Y comenzó aclarándole algunos puntos: “¿Qué pretendes llamándome ‘bueno’? El único verdaderamente Bueno es Papá-Dios. Y a nadie hay que atribuirle lo que es de Él. En cuanto a tu pregunta, francamente me parece que sobra. Ya conoces cómo quiere Dios que tratemos a los demás: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no despojarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Eso es lo que Él quiere y nos manda.

Jesús daba por supuesto que los mandamientos que se refieren a Dios eran fundamentales; pero ya había tenido la experiencia de la capacidad de perversión que tenemos los seres humanos: el gran conflicto que tuvo con los fariseos lo llevaba a poner el énfasis en el amor a los demás, para que comprendiéramos, en primer lugar, que Dios no quiere de nosotros nada para sí mismo ni que cuidemos de Él o de sus intereses. ¡Él se cuida solo!, y quiere que, si lo amamos, amemos a quienes ha dado la vida; y, en segundo lugar, que lo que a él como Padre lo hiere y ofende son las relaciones injustas con sus hijos, el desprecio a la vida y a los derechos de los pobres, los pequeños, los desprotegidos; porque en la vida de los pobres es donde está en juego la verdad de su nombre de Padre en la historia. La gloria de Dios es que el hombre viva y, sobre todo el pobre, que es quien tiene la vida amenazada. Por eso no perdía ocasión para dar relevancia a las obligaciones para con los demás.

Pero volvamos al hombre aquel. Era un hombre bueno. Y no por vanagloriarse, sino porque era verdad, le dijo: “Desde muchacho he vivido cumpliendo todo eso”. En la respuesta se veía que quería algo más, porque si no ahí hubiera terminado agradeciendo a Jesús su respuesta. Y Jesús descubrió ese fondo bueno, descubrió que tenía capacidad de más y, mirándolo con simpatía le gustó para que se les uniera en la tarea del Reino. Era arriesgado que entrara alguien más en ese momento en que iban a Jerusalén; no había tenido toda la experiencia anterior de la misión, de la preparación  que ya llevaban los otros, pero le veía posibilidades. Y le dijo: “Mira: ya no tienes que hacer nada; lo que te falta es una sola cosa: que te deshagas de lo que tienes, compartiéndolo con los pobres; no te preocupes de qué vivirás, que tendrás un tesoro en Dios y en su pueblo y en la libertad que da el servir sin condiciones; y cuando hayas vendido y compartido todo lo que tienes, ven y sígueme”.

El hombre aquel no daba crédito a lo que oía. Nunca se hubiera esperado algo así. Y horrorizado ante esas palabras se dio media vuelta y se retiró entristecido. Es que tenía muchas riquezas…

Se comprobaba lo que había dicho Jesús: que hay terrenos en donde la Palabra de Dios no puede dar fruto; uno de ellos es el corazón que se deja enredar en la trampa de las riquezas. Porque el dinero exige que se deje todo para conseguir más riquezas: la salud, el bienestar de la familia, el amor de la esposa, de los hijos, incluso la misma conciencia… es como si fuera un dios celoso que exige la totalidad del ser. Y Jesús, mirando a los que estaban a su alrededor, dijo a sus discípulos:“¡Cuánto les va a doler a los ricos entrar en el Reino de Dios!” (La palabra que usó Jesús era muy descriptiva: era algo así como ‘qué mal les cae en el hígado a los ricos entrar al Reino…’).

Ahora los sorprendidos fueron los discípulos. Todo el mundo pensaba que las riquezas no sólo eran una bendición, sino que eran una señal de predilección de Dios, que a los buenos daba bienes en la tierra, y a los malos, en cambio, males. Por eso los pobres, los enfermos, las estériles, los huérfanos, las viudas eran menospreciados. Y ahora Jesús volvía a poner las cosas de cabeza, diciendo que si a alguien le iba a costar entrar al Reino de Dios era precisamente a los ricos…

Jesús notó la sorpresa, y volvió a remarcar su afirmación: “De verdad, hijos –así trataban los maestros a sus discípulos; y Jesús estaba hablándoles como maestro–, para todos es penoso el camino al Reino; pero para los ricos… Es más fácil pasar por el ojo de una aguja una soga de esas que se usan para amarrar las barcas, que el que un rico, siendo rico, entre en el Reino de Dios”.

Los discípulos no salían de su asombro; la pregunta obvia era: “Si ellos no, entonces ¿quién se podrá salvar?” Tenían razón, entrar al Reino de los cielos y salvarse, aunque no eran exactamente lo mismo, eran cosas que rebasaban la capacidad humana. Pero Jesús contestó sólo al asunto de la entrada de los ricos al Reino, y dijo: “Para los hombres definitivamente es algo imposible, pero no para quien está de parte de Dios: porque para Dios todo es posible”.

Con esto Jesús llegaba al fondo del asunto. Dios no es un gran mago que anda haciendo cosas sorprendentes, como pasar camellos –así se llamaba a unas sogas gruesas, que servían para amarrar las barcas– por los ojos de las agujas, o como meter ricos al Reino; pero hay algo que sí puede hacer, y que para los hombres es imposible: hacer que un rico se haga pobre y así pueda entrar al Reino de Dios como a su propia casa, sin sentirse mal en ella, como herencia dada por el Padre.

Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993.


Introducción a Amós

Trasfondo histórico

De acuerdo con el título del libro (1.1), las visiones de Amós tienen como contexto el reino de Jeroboam II que reinó entre los años 787-747 aC. Largo gobierno y de prosperidad, porque Jeroboam logró terminar con la guerra contra los arameos por la posesión de Transjordania.

Las palabras de Amós presuponen que la situación económica del reino del Norte era mas bien floreciente y que estaba concentrada en la capital Samaria, como resultado de tiempos de paz.

A diferencia de sus contemporáneos Oseas e Isaías, Amós nunca menciona a los asirios, que hacia fines del reinado de Jeroboam empezaron a fortalecerse como potencia expansiva. Solo habla genéricamente de un “pueblo” del que Yavé se servirá para castigar (cf 6.14). Las palabras de Amós se suelen situar en la segunda mitad del reinado de Jeroboam, entre 760 y 747.

Si bien predicó en el reino del Norte, Amós era oriundo del reino de Judá. Tecoa, su lugar de origen, habría que situarlo unos 18 kms al sur de Jerusalén. El relato de 7.10-17 permite suponer que su actividad profética se interrumpió bruscamente.

El mensaje de Amós

Para comprender el mensaje del libro de Amós es necesario analizar las visiones de 7.1-3, 4-6, 7-8; 8.1-2; 9.1-4, en las que resume su actividad profética como anunciador del juicio punitivo de Yavé. En un primer momento, la intercesión del profeta logra alejar del pueblo culpable la catástrofe que Yavé había preparado para Israel. Pero al fin, ante la enormidad de la culpa, Amós comprendió que la paciencia divina se había agotado y se convirtió en mensajero del juicio de Dios, que llevará al fin de Israel (8.2).

En los relatos de las visiones la culpa de Israel está sobreentendida; en la última estrofa de los oráculos contra las naciones, en cambio, la denuncia es categórica. A las naciones vecinas de Israel se las condena por los crímenes de guerra contra débiles e indefensos, y por eso Yavé les pide cuenta de su crueldad. Pero estas denuncias sirven de trasfondo para hacer resaltar la culpa de Israel, que consiste en la violencia social contra los pobres, los endeudados, las mujeres y toda la gente indefensa del propio pueblo; una violencia que se lleva a cabo ocasionalmente dentro de la “legalidad”, debido a los abusos de poder bajo la tutela de las instituciones.

En la introducción a la colección de las palabras de Amós, que ocupa la parte central del libro (caps. 3-6), el autor reconoce que Yavé ha elegido a Israel, distinguiéndolo de los otros pueblos. Pero esa elección divina, más que un privilegio, es una responsabilidad y una exigencia que le obligan a practicar una conducta diferente (3.2). Israel no está a la altura de estas exigencias, sino que falla en tres ámbitos: la distribución de las riquezas, la práctica de la justicia y el culto.

  1. En la vida agitada y ostentosa de Samaria, la capital del reino (3.9–4.3; 6.1-11), el lujo y las riquezas tienen su origen en la violencia sobre los débiles (3.10; 4.1; 5.11) y en la indiferencia frente a la necesidad del otro, que hace perder de vista la perspectiva de un futuro desventurado (6.3,6; 5.18-20).
  2. La justicia ha sido abolida por la corrupción (5.7, 10-12,14,24; 6.12). El derecho, como don de Dios a Israel, tendría que hacer sido el criterio para resolver los litigios con sentencias justas, para poner al descubierto las injusticias y erradicarlas de la vida israelita. Para un profeta como Amós, un pueblo que no practica la justicia es incapaz de sobrevivir (5.15).
  3. Las peregrinaciones y las espléndidas celebraciones religiosas (4.4-5; 5.4-5, 21-24) son una abominación para Yavé, por la falta de coherencia entre el culto y la conducta moral en las distintas manifestaciones de la vida personal y social. Un culto puramente formal puede servir para tranquilizar la conciencia culpable, pero no tiene nada que ver con la voluntad de Dios.

O peor aún, confiere a los culpables una falsa seguridad, y les impide prever el fin que Yavé les tiene preparado. Porque allí donde no reina la justicia, la catástrofe se abatirá en forma irreparable. Los santuarios se convierten así en lugar de pecado (4.4), y en 9.1-4, muy significativamente, Amós identifica el fin de Israel con el desmoronamiento de su santuario por la mano del mismo Yavé. Por eso en los caps. 5 y 6 hay largos pasajes que están dominados por la elegía fúnebre.

La conclusión positiva del libro con un anuncio de salvación (9.8-15) se debe seguramente a una actualización del mensaje en época postexílica. En el cuerpo del mensaje solo se puede percibir una esperanza de salvación, muy acotada, en 5.15. Dicha esperanza está condicionada por una conversión hacia el bien y con  una doble limitación: tal vez se pueda escapar a la catástrofe, pero esa posibilidad está reservada al “resto de José”, no a todo el pueblo. Esta esperanza es una interpretación de otro oráculo más antiguo de Amós, la explicación de la única exhortación positiva: “Búsquenme y vivirán”· (4.4).


Amós 5.7,10-15

5.7 – Perversión del derecho y la justicia

Este pasaje denuncia la perversión de los que convierten el derecho en ajenjo y tiran por tierra la justicia. El derecho y la justicia son una realidad establecida por Dios que Israel no puede crear por sí mismo y que debe guiar su conducta. Paradójicamente, la dulzura de este don de Dios se puede corromper hasta adquirir la amargura insoportable del ajenjo, una planta que crece en el desierto (en 6.12 se habla de convertir el derecho “en veneno”), o arrojándola por tierra, es decir, privándola de su verdadero sentido, que es la protección de los más débiles (5.12).

5.10-13 – Opresión del pobre

La perversión del derecho, del que se había hablado por medio de imágenes (v 7), se ilustra de manera concreta en los vs 10-12. Entre los principales acusados están quienes tenían responsabilidad de administrar justicia en los tribunales que se reunían en las puertas de la ciudad. Estos jueces venales no ocultan su aversión por las personas que reclaman sus legítimos derechos y atropellan a los débiles en vez de beneficiarlos pronunciando sentencias justas.

El sistema de “tributos” por el arrendamiento de campos o por un préstamo hipotecario se prestaba a cometer abusos que esquilmaban al débil y equivalía a un simple robo (v 11), como la esclavitud que derivaba de la deuda, otra intolerable opresión (cf 3.9-10; 4.1).

Objeto de especial denuncia en el v 12 es la codicia con que los jueces aceptan el soborno. El castigo anunciado corresponde a las maldiciones clásicas de Dt 28.30-34: la falta de justicia impedirá disfrutar del producto del propio trabajo (v 11).

El v 13 es probablemente una glosa sapiencial, que expresa una reflexión para “este tiempo de desgracia”. El tiempo es tan malo, que lo más sabio sería guardar silencio y dejar a Israel librado a su propia perdición. Pero el profeta no puede renunciar a su misión de anunciar en voz alta la palabra del Señor (cf 3.8; 7.15). En Miq 2.3 se vuelve a encontrar la expresión tiempo de desgracia, que impedirá a los orgullosos andar con la cabeza erguida.

5.14-15 – Posibilidad de vida

Esta unidad retoma palabras y temas de la anterior: odiar (v 10), la puerta (v10,12), derecho (v 5.7). La posibilidad de vivir se refiere concretamente a la posibilidad de supervivencia después de la condena a muerte pronunciada por Dios (cf 5.1-3) a causa de las constantes violaciones del derecho (5.7). Pero la promesa de supervivencia está condicionada por un quizá y solo vale para un “resto” de José (denominación utilizada para evitar la de Israel).

Santiago Rostom Maderna, biblista católico argentino en Amós, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007. Resumen de GB.


Carta a los Hebreos 4.12-13

Después de la exhortación a la fidelidad, el autor de la carta a los Hebreos hace una conclusión homilética, retomando el tema de la palabra (logos) de Dios dirigida a la comunidad por medio del salmo (ver 4.2). Personifica la palabra al estilo de Prov 8 o Sab 18.14-16; 7.22-24. Ve en ella el poder divino que da vida y penetra el universo entero y todo el ser humano en particular hasta llegar a lo más recóndito con una mirada escrutadora y enjuiciadora, más penetrante que una espada de doble filo. No se juega con la Palabra de Dios. A ella hay que rendir cuenta. La palabra de Dios salva a quien la recibe, pero condena a quien la rechaza.

El autor juega con el sentido múltiple del término logos, que entre otras cosas puede significar “palabra” o “cuenta”. A la palabra (logos) de Dios debemos rendir cuenta (logos). Así, la homilía termina con la advertencia sobre la gravedad del llamado dirigido a la comunidad escatológica por la palabra del salmo.

Esta conclusión homilética subraya la dimensión enjuiciadora de la palabra de Dios. En el exordio y en 2.3, el autor destaca la dimensión salvadora de la palabra. Más adelante, en 12.25-29, se referirá a la palabra que destruirá el universo y salvará a los fieles.

Enrique Nardoni, biblista y sacerdote católico argentino, 1924-2002, en Carta a los Hebreos, Comentario Bíblico Latinoamericano, NT, Verbo Divino, España, 2003, pp1047-1061, resumen de GB.
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