Recursos para la predicación
Marcos 9.30-37– “Habla” el evangelista Marcos
Formación de los discípulos - “Es tiempo de cruz”. 9.30-32
Ahora Jesús tenía claras dos cosas: había intentado rescatar el nombre y la causa de Papá-Dios en Galilea, pero aquello no había bastado. Tenía que ir a Jerusalén…
Pero ya no era tiempo de señales milagrosas. No era tiempo de pueblo. El tiempo que quedaba era todo para rehacer la fe de sus discípulos. Y yéndose de allí atravesó Galilea. Y no quería que nadie supiera a dónde iban, porque iba instruyendo a sus discípulos. Se trataba de un cambio definitivo en su práctica: el pueblo pasaba a segundo plano ante la urgencia del momento.
Y les decía, presagiando lo que iba a sucederle: “A este Hijo de hombre lo entregan en manos de los hombres y lo matarán, pero después de muerte resucitará al tercer día”.
No estaba Jesús ‘adivinando’ el futuro o ‘anunciando’ algo; les compartía lo que él mismo había ido descubriendo en el diálogo con Papá-Dios en la oración, en la que hablaba con él sobre la oposición creciente que había a su proyecto y a lo que decía de él; y a poco iba madurando la decisión de llegar hasta las últimas consecuencias en el anuncio del Reino de ese Dios-Padre que se le había revelado; lo que en un primer momento fuera un mero presagio de conflicto cuando la prisión de Juan, se iba convirtiendo en certeza de muerte.
Desde ella se revelaba as sus amigos lo que preveía que sucedería, para prevenirles contra el desaliento y la duda. Pero no lo tomaba como un destino fatal, marcado de antemano, sino como lo normal en la historia de los profetas. Desde la certeza irrenunciable en la fidelidad de Papá-Dios les expresaba también su profunda confianza en que lo rescataría de la muerte. La fe de Jesús se enraizaba en la creencia, común entre los fariseos, de que Dios era el garante de la vida, resucitando a los justos después de la muerte, el Día Final.
“Busquen ponerse al servicio de los otros”. 9.33-35
Y así caminando llegan a Cafarnaún. Jesús había notado que iban discutiendo, a ratos acaloradamente, a ratos alejándose de él para que no lo notara. Llegaron a casa y Jesús les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Ellos nada más se miraban unos a otros, pero nadie se atrevía a responderle; porque habían venido discutiendo sobre quién de ellos era el más grande en el grupo, el que más influía, al que Jesús más estimaba, en quien más confiaba.
¿Nunca se acabaría la lucha contra la ambición? ¿Finalmente llegarían a entender de qué se trataba este asunto del Reino? Ya se acercaba el final y aún seguían creyendo que era cuestión de poder, de grandeza. Entonces Jesús se sentó, como un maestro, y llamó a los Doce y les dice terminantemente: “Quien quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos”.
Jesús hablaba provocativamente con paradojas como estas, para que no nos confundiéramos: el Reino rompía la lógica y los valores de este mundo, y no era “el mismo mundo pero mejorado”. Por eso decía cosas como éstas: “La vida llega a la plenitud solo a través de la muerte, el grano da fruto si muere, el primero es el que sirve, hay que felicitar a los pobres y llorar por los ricos…” Esto no lo decía como una lección sacada de otro maestro; eran las ideas a las que daba vueltas constantemente en la oración, era la lección que él mismo iba viviendo en ese momento de opciones decisivas.
“Estén al servicio de los últimos, de los pequeños”. 9.36ss.
A Jesús le gustaba hacer las cosas muy claramente. Se levantó y se dirigió adonde estaba jugando un niñito, todo lleno de tierra, con la cara sucia, el pelo revuelto. Lo llamó y lo abrazó, y así abrazado con ternura se lo trajo y lo puso de pie en medio de ellos,. Como si les propusiera un modelo.
Los niños pequeños eran considerados apenas un proyecto de hombre y, como tales, no eran tenidos en cuenta por los judíos de ese tiempo. Pronto adquirían la mayoría de edad, a los doce años, pero mientras tanto no contaban. Por eso les extrañó más todavía a los discípulos lo que luego les dijo: no solo se trataba de servir, sino de ponerse al servicio de los últimos de la sociedad. “El que recibe a uno de estos niñitos en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí no es a mí a quien recibe, sino al que me envió. Quien mira por los marginados por la sociedad, mira por el Padre”.
Eso que Jesús revelaba, nuevamente con una paradoja, era muy serio. Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tiene derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se lo hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira solo por los de arriba no garantiza ni el Reino ni la vida; ésta solo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos.
Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993.
Experiencias de Judá y del profeta Jeremías, 11.18–20.18 – “Confesiones” de Jeremías
Esta sección del libro de Jeremías está formada principalmente por las llamadas “confesiones” de Jr y por acciones simbólicas ejercidas en nombre de Yavé.
Las “confesiones” son muy discutidas, empezando por la mejor manera de designarlas. En un tiempo se las creía originales del profeta; hoy se presta especial atención al modo en que los capítulos 11-20 han sido elaborados por un “redactor” (nombre genérico en el que hay que incluir más de uno y quizás hasta alguna mujer) sobre la base de materiales diversos, entre los cuales se destacan estos poemas o lamentaciones dirigidas a Yavé, en primera persona, que podrían ser de Jr o de cualquier otro siervo o sierva del Señor.
La similitud de estos soliloquios con los salmos de lamentación, como los Salmos 13, 28 o 60, indica una conexión fuerte entre estas “confesiones” y la comunidad cúltica israelita, que en el exilio y al regreso encontró útiles estos lamentos como expresión de su situación. Así, hoy se percibe mucho más la dimensión comunitaria que la personal de estos materiales. Evidentemente, al hablar de la comunidad cúltica en el exilio y postexilio, estamos suponiendo que estos textos no son producto de la mano de Jr, al menos en su versión escrita final.
En esta sección del libro se ha ido intercalando material relacionado con las confesiones o lamentos y material relacionado con acciones simbólicas realizadas por Jr. En el resto del libro hay acciones simbólicas, pero dispersas. Una razón para esta estructuración podría ser la de concentrarse en eventos “corporales” de la vida del profeta, incluidas sus luchas con Yavé por la vocación asignada desde antes aún de nacer (y a la cual, por tanto, le fue imposible sustraerse). Otra interpretación posible es que la estructuración de estos capítulos intenta llevar el mensaje de que las acciones humanas (en este caso, lamentación o petición) se intercalan con las acciones divinas (en este caso, las simbólicas hechas por medio del profeta). Así como la suerte de Israel está ligada a Dios, las palabras de Israel están entretejidas con las acciones de Dios.
En términos generales se considera que las confesiones abarcan estos textos: 11.18–12.6; 15.10-21; 17.14-18; 18.18-23 y 20.7-18, aunque hay mucha divergencia en cuanto a versículos particulares.
- Jeremías 11.18-23 – La confesión, primera unidad
Esta sección está formada por dos grandes unidades, 11.18-23 y 12.1-6, que combina varios elementos: lamento, acción de gracias, juicio. La primera unidad comienza con el profeta hablando en tiempo presente (v 18), continúa haciendo un recuento de hechos pasados (v 19) y termina proyectándose hacia el futuro (v 20). El tema central es la oposición a Jr de un grupo, los “carones de Anatot”, al punto de buscar la ocasión de matarlo.
El motivo de acción de gracias es la advertencia del peligro a Jr de parte de Yavé y la posibilidad divina de retribuir el mal planeado (vv 18,21-23). No se trata, como en otras de las llamadas “confesiones”, de quejas o lamentos dirigidos a Yavé, como si Yavé fuese culpable de los males que aquejan al profeta, sino de Jr contra los “varones de Anatot”, los líderes políticos, religiosos y sociales de su propia comunidad y posiblemente de su propia familia. La perícopa termina con un oráculo de Yavé contra estos.
No conocemos el motivo por el que buscaran eliminarlo; algunos autores lo asocian con la reforma josiánica y la pérdida del sacerdocio de Anatot de sus derechos y su lugar sagrado (esta conclusión está basada sobre la suposición de que Jr habría estado predicando en la época de este reforma y la habría apoyado, aun a costa de la gente de su pueblo y su propia familia).
Reflexión pastoral sobre el conjunto de las “confesiones” de Jeremías
En las “confesiones” llama la atención la constante sensación de soledad, de pesadumbre del profeta, ante la cual, en la mayoría de los casos, recibe respuesta divina. Cada persona ha recibido un llamado, no todos/as al ministerio ordenado de la Iglesia. También hay un llamado a ser discípulos y discípulas de Jesús en nuestra vida cotidiana, en el trabajo, la casa, el barrio. A veces este llamado se siente, como le pasó a Jr, como una carga demasiado pesada: nadie quiere saber de Dios, mucho menos vivir según el Evangelio; la institución misma a la que pertenecemos –la Iglesia–, a menudo es hipócrita en su trato con su propia gente, “borrando con el codo lo que escribe con la mano” como dice el refrán.
El problema surge cuando una institución (el sacerdocio), una ley o costumbre (los sacrificios o las fiestas) o un edificio (el templo) se convierten en fetiche, reemplazando a Dios en la relación. A esto Jr llama Mentira (heb. shéqer) y esto denuncia en más de una ocasión. No el culto honesto, según el espíritu con que Dios lo había instituido, sino el culto formal sin intención de cambiar, de convertirse, de tener una relación sincera con Dios. En este sentido, también la Iglesia toda ha fallado y a menudo falla al refugiarse en una institución, una ley o costumbre o un edificio y olvidarse del mensaje radical de Jesucristo y de los valores e ideales que ella misma confiesa profesar.
Otro tema muy desafiante para la pastoral es el del sufrimiento de Dios por nuestras acciones. Somos tan miopes que siempre pensamos y sentimos desde nuestra propia experiencia; pero, ¡y qué hay de Dios? Se elige un pueblo, le da su enseñanza, hace con él una alianza tras otra, le da siempre otra oportunidad… y ve cómo va solito a su propia destrucción. ¡No nos gusta ver a nuestros seres queridos destruirse! A Dios tampoco. ¡Por eso murió Jesucristo!
Mercedes García Bachmann, Jeremías, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007. Resumen de GB.
Santiago 3.13–4.3
Introducción
Estructuralmente, Sgo 3.13-18 retoma 1,16-25, estudiado anteriormente. 4.1-12 retoma 1.12-15, con “problemas por la concupiscencia” y “pecado”
Repaso exegético
Vv. 13-18 retoman 1.16-25, pero también 1.5, donde se invitaba a quien quisiera tener sabiduría, a que orara pidiéndola. Aquí se describe el carácter de la sabiduría divina. Dada la conexión con 1.5, y dado el carácter general de estos vv, su conexión con los maestros cuestionados en 3.1 no es inmediata.
V. 13: Se describe a la persona usando dos adj., sabio y con entendimiento (epistemon), cf. Deut 1.13; 4.6; 1 Re 4.29; Job 28.28; Dan 5.12; 1 Cor 1.20 (citando Isa 19.12).
La frase “la dulzura de la sabiduría” puede adosarse tanto al verbo como al sustantivo “obras”: la manera de vivir toda de quien quiere ser sabio o sabia debe demostrar que sus obras están guiadas por la sabiduría.
V. 14: la combinación zelos kai eritheia aparece también en 1 Cor 12.20 y Gál 5.20, reflejando problemas recurrentes de las comunidades. Nótese la misma combinación de los temas de la sabiduría y la envidia/contiendas en los cap. 1 y 3 de 1 Corintios. La oposición, al menos en Sgo no es contra un sistema opuesto de enseñanza, sino en que lo que los supuestamente sabios buscan y tratan de lograr a cualquier precio, de hecho es no-sabiduría, terrena, natural, demoníaca. Es inconsistente (¡de nuevo!).
V. 17: Sgo usa varios pares de adj.: pura (relacionado con la pureza ritual, la presencia de lo divino) y pacífica, complaciente (relacionada con la equidad en el juicio) y dócil (relacionada con la obediencia), llena de compasión y buenos frutos (recuérdese lo dicho en 1.27 sobre la compasión que sobrepasa el juicio), imparcial y sin hipocresía (por ende, tiende a la unidad, no a la discordia).
V. 18: las conexiones veterotestamentarias entre justicia y paz son numerosas, cf. Sal 85.10; 71.7; Isa 32.17, Prov 3.9; 11.30; Am 6.12; Fil 1.11; 2 Cor 9.10).
En cuanto a 4.1-10, aquí hacemos mención sólo de algunos puntos importantes. Los vv. 1-6 tienen un tono exhortatorio, argumentativo, que del 7 al 10 cambia al imperativo. Tema general: efectos desastrosos de la búsqueda de placeres humanos y necesidad de arrepentimiento total. La falta de resultados de sus denodados esfuerzos son atribuidos a dos causas: no orar, y orar con codicia. En cualquiera de los dos casos, la oración es vista como falta de sinceridad y de efecto.
Breve reflexión teológica
Una vez más, Sgo vuelve al tema de la coherencia entre la fe que se profesa y las obras que se realizan. En este caso, la búsqueda de sabiduría (¡qué mejor!) lleva a la no-sabiduría, porque en realidad no es la sabiduría divina la que se está buscando, sino el poder o prestigio que ésta puede otorgar. Y entonces, razona Santiago, es terrena, natural y demoníaca. En cambio, hay otra sabiduría, que produce unidad, armonía, bienestar, y ésta se busca a partir de la actitud adecuada. Es decir, que se llega cuando se camina por el camino correcto, sino no. no hay “malos medios para un buen fin”. El uso de pares de adjetivos me recuerda el canto de 1 Corintios 13 sobre el amor.
Posible esquema para la predicación
- A lo largo de estos últimos domingos la epístola de Santiago ha mostrado de varias maneras lo que significa la coherencia entre fe y obras, entre el Jesucristo de la gloria al que su audiencia (y nosotras/os confesamos) y lo que ese mismo Jesucristo enseñó como forma de vida.
- Este último domingo el texto retoma la incoherencia fe-obras (que pasó por la diatriba, los efectos del discurso, la búsqueda de ministerios honrados por la gente, las envidias y rencillas entre miembros de la comunidad, la discriminación entre el rico y el pobre que visitan la asamblea) mostrando que ni siquiera el don divino de la sabiduría son inmunes a los intereses mezquinos, aun de quienes confesamos el nombre de Cristo.
- ¿Cuál es la solución, entonces? Se me ocurre que, un elemento es el constante examen de aquellas tentaciones y pecados que nos hacen miembros indignos del cuerpo del que formamos parte. Otro elemento es la búsqueda de ministerios y ministros equilibrados dentro de la comunidad. No privilegiar uno sobre otros (¿¡ni el del pastor!?), pero tampoco promover una competición (en el mal sentido de la palabra) entre unos y otros. Finalmente, para los cuatro domingos me parece importante el tema ya mencionado arriba, de que no se trata solamente de denunciar las faltas de la congregación, sino también de anunciar lo que la gracia de Dios obra en nosotros: entonces sí, habrá obras.
Comentarios hechos por el grupo sobre los textos de Santiago
- Resaltar que la perfección no es un concepto abstracto, incambiable, sino que se trata de ser coherente, íntegro o íntegra con lo que se afirma ante una situación dada. En última instancia, la coherencia entre el decir y el hacer, tanto públicos de la congregación, como de sus miembros (incluyendo, por supuesto, a clérigos); el amor y la no discriminación serán los que hagan creíble el mensaje de la Iglesia.
- Esta perfección o coherencia entre el decir y el hacer, con su constante énfasis en Sgo en medir lo que se hace para testimonio de Cristo, recuerda mucho el tema de la santificación, muy presente, por ej., en la Iglesia Metodista.
- Con respecto a 2.10-11, que habla de ser transgresores/as de toda la ley al transgredir uno solo de los mandamientos (en este caso, el de no hacer discriminación al juzgar, ni a favor del pobre ni del rico, se comentó la importancia de esta afirmación en una sociedad donde ciertos pecados, especialmente los de carácter sexual, son condenados, mientras que otros, tales como mentir o explotar a los obreros, se aceptan sin culpa.
- “No matarás” implica mucho más que el acto físico de quitar la vida: discriminar al pobre, calcular la ganancia posible de la relación con el hombre rico e influyente, son tan malos como matar; son otra manera de matar. Se contraponen una concepción casuística de la ley contra otra concepción, igualmente abarcativa, presentada como la ley perfecta de la libertad.
- La “justicia de Dios” que se menciona en 1.19, tiene una función condenatoria, pero también tiene una función restitutiva, que devuelve la vida. Aunque apenas se menciona a JC, a menudo las referencias a la palabra o la Ley hacen pensar en la palabra encarnada.
- En algunos textos, especialmente 2.1-13 con su afirmación de que discriminar es incompatible con confesar a JC, la situación que se dibuja en el ejemplo y en las preguntas que el mismo Santiago hace (por ej., ¿no son los ricos los que los llevan a los tribunales?), hacen pensar más en una reunión pública donde se discuten temas que afectan a toda la comunidad que en un lugar cúltico; quizás una corte o una clase: por un lado, la crítica a los que quieren ser maestros por el honor; por otro lado, el estrado y la asignación de lugares a ricos y pobres.
- Se mencionó algo que uno de los participantes había leído: frente a la búsqueda de sabiduría, a la discusión de temas y al mundo racional y mediático que vivimos, ¿qué es más importante, la sabiduría u honrar a Dios? No confundir los medios con los fines.
- Hablando de las múltiples crisis de nuestras comunidades y de su fragilidad frente a personas ávidas de poder o prestigio y a menudo enfermas psicológicamente, se observó también que 3.18 nos da una pista: para que se dé la paz en una comunidad, tiene que haber un campo fértil, un cierto medio; sólo en paz se siembra.
- La epístola da la impresión de estar respondiendo “en caliente” a una situación puntual, concreta, la cual no conocemos en detalle. No es un tratado teológico general, de ahí la cantidad de conceptos que no se encuentran en ella.
Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina, en Encuentros Exegético-Homiléticos 6, sept. 2000, ISEDET, Buenos Aires.
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