Decimosexto domingo de Pentecostés

Proverbios 1:20-33; Isaías 50:4-9a; Santiago 3:1-12; Marcos 8:27-38

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Evangelio de Marcos 8.27-36: A la pregunta de Jesús sólo Pedro responde bien: “Tú eres el Cristo”, aunque lo dice desde su propia perspectiva mesiánica. Y comienza a enseñarles que debía padecer mucho, ser muerto y resucitar después de tres días. Y como Pedro empieza a reprenderlo, Jesús le dice que debe negarse a sí mismo… ¿De qué vale ganar el mundo entero sin uno pierde la vida?

Profeta Isaías 50.4-9a: El Señor me dio lengua para alentar al cansado y me abrió el oído para escuchar al pueblo. Y no fui rebelde, sino que acepté las afrentas y las injurias. Y el Señor me sostendrá, el Señor mismo es el que me ayuda: ¿quién podrá condenarme?

Carta de Santiago 3.2-12: El freno en la boca del caballo, el timón en el barco son cosas pequeñas como la lengua, pero nadie ha puede dominarla. ¡Con la misma lengua bendecimos a Dios y maldecimos a los hombres! ¡De un manantial de agua salada no sale agua dulce!

Proverbios 1.20-24, 28-29, 33 (como Salmo): Por calles y avenidas la sabiduría hace oír su voz, por los puntos más concurridos de la ciudad. Quien preste atención a mis correcciones vivirá en paz y sin temor.