Recursos para la predicación

07 May 2021
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Recursos para la predicación 06 JunioJun 2021

Verde


Evangelio de Marcos 3.20-35

Seguimiento y perseguimiento: los doce, los jefes judíos, la familia

Jesús había decidido que ya era el tiempo, que ya habían un núcleo maduro para comenzar la tarea de reunificar al pueblo de Israel, a un Israel convertido al Padre y su Reinado. Se había puesto en oración y había elegido a doce “para que lo acompañaran y y para mandarlos anunciar el mensaje” (3.13-19). Los doce iban a ser los cimientos del pueblo de Israel reunificado. Era un gesto simbólico de profundo sentido mesiánico, en el que todo el mundo entendía que Jesús comenzaba algo nuevo.

Pero imagínense cómo vieron ese gesto simbólico profético: porque Jesús había escogido a doce galileos, lo cual quería decir gente despreciable para los dirigentes religiosos de Jerusalén.

Y pronto comenzaron los problemas con su familia. Sin duda que el comportamiento de Jesús no se ajustaba a sus expectativas. Tenía como treinta años, y no se había casado; había dejado su trabajo,su casa en Nazaret para ir con Juan el Bautista, pero ya no había regresado; les llegaban noticias de sus controversias con los fariseos, y aun de las amenazas que le hacían; y, por último, esa pretensión de reunificar a Israel… en torno a doce galileos. Les preocupaba él, pero sobre todo la honra de la familia.

Por fin, después de una larga ausencia, llegó a su casa junto con sus nuevos compañeros; y se les juntó tanta gente y había tantas necesidades, que no encontraron tiempo ni para comer su pan. Cuando sus parientes se enteraron salieron adonde estaban con la gente reunida para apoderarse de él y llevárselo consigo, pues decían “Está loco”. ¡Claro! Uno que así se entrega a los demás hasta el punto de no tener tiempo ni para sí, debe estar loco.

También habían llegado unos escribas, enviados por los jefes de Jerusalén para espiarlo y desprestigiarlo. No podían negar lo que hacía a favor de la gente que sufría, pero empezaron a correr la voz: “Tiene pacto con el demonio; cura a los enfermos y expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios”.

Aquella falsedad,unida a lo que su familia decía de él, sí podía afectar el anuncio del Reino. Y Jesús decidió hablar. No por defenderse, sinopor defender el mensaje.

Y llamó a los escribas de Jerusalén y, para hacerles ver lo absurdo de sus críticas, les dijo: “Pero ¿cómo va Satanás a expulsar a Satanás? Pero vamos suponiendo que así fuera: Yo todo lo que he anunciado es que el reino de Satanás ha llegado a su fin; y si un reino se divide contra sí mismo, no puede permanecer en pie; si una familia se divide contra sí misma, no puede permanecer en pie; si Satanás se enfrenta contra sí mismo y está dividido, no puede seguir en pie, y ha llegado su fin. Así que, aunque hiciera lo que hago por el poder de Satanás, lo que digo es cierto: que el plazo se ha cumplido”.

Pero siguió Jesús: “Ustedes no saben lo que está sucediendo: nadie puede entrar en casa de un hombre fuerte para saquear sus bienes si primero no lo amarra; entonces saqueará su casa; y eso es lo que ha sucedido: que el ‘poderoso’ de este mundo está siendo amarrado y su casa está siendo saqueada”.

El pecado contra el Espíritu consistía en que decían que estaba poseído por un espíritu impuro. Y su problema era que si veían lo de Dios como causado por el demonio, ¿cómo podrían en verdad reconocer a Dios? ¿Cómo podrían distinguir lo que realmente venía del demonio? No tenían perdón porque ni siquiera creían necesitarlo…

En eso llegaron su madre y sus otros familiares que habían ido por él para llevárselo y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Había mucha gente sentada a su alrededor y algunos se acercaron a decirle: “Mira: tu madre y tus hermanos te buscan afuera”. Jesús sabía cuáles eran sus intenciones. Y mirando a sus discípulos y a los que estaban sentados en torno suyo, dijo: “Esta es mi familia; mi madre y mis hermanos; todo el que haga lo que Dios quiere ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

Por duro que parezcan esas palabras, Jesús definía: ante el Reino todo pasaba a segundo plano; no estaba dispuesto a que nadie malinterpretara eso del Reino; ni los jefes religiosos ni la familia pueden intentar encerrarlo dentro del estrecho círculo de la tradición o de las obligaciones familiares. El futuro ya está presente pero al mismo tiempo es algo inédito; está viniendo pero está por construirse. No se lo puede definir de acuerdo al pasado, cuyos marcos estrechos rompe.

¡A protegerse llaman!

Primero fue la prisión de Juan, luego la acusación de blasfemia, luego el complot con los herodianos para matarlo, la incomprensión de su familia, luego la satanización que de él hicieron los escribas espías de Jerusalén; y el mismo pueblo le representaba una cierta amenaza por la forma como buscaban ansiosamente tocarlo para ser curados. Unos lo siguen, otros lo persiguen. Pocos entienden, otros malinterpretan sus palabras. Jesús debe tomar algunas precauciones.

Carlos Bravo Gallardo, sj, en Galilea, Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Verbo Divino, Quito, 1993.


Libro del Génesis 3

En el folclore de los pueblos semíticos, la serpiente (vs 1) es proverbialmente la personificación de la habilidad astuta, de modo que el yavista tiene a su alcance un símbolo conveniente para su parábola (cf Mt 10.16). Al leer esta parábola, no debiéramos identificar a la serpiente con Satanás o un demonio personal, pues tal concepción no apareció hasta después del destierro. La más temprana identificación ocurre en Sabiduría 2.23 y también en Apoc 12.9 y 20.2.

La serpiente de la parábola es una personificación de la tentación, y no debe ser considerada como algo exterior a nuestra naturaleza. Notemos que el yavista no está tratando de responder a una pregunta filosófica: ¿De dónde viene el mal? ¿Cómo logró entrar el al en el mundo bueno de Dios? Está retratando vívidamente nuestra real condición humana, está describiendo las cosas tal como son. Su parábola no es una especie de alegoría filosófica.

La serpiente apela astutamente a la vanidad humana y sugiere hábilmente una duda acerca de la bondad de Dios. El yavista percibe claramente que nuestras “razones” son racionalizaciones, que el orgullo es el padre de la duda. La serpiente le sugiere a la mujer que Dios no prohibió comer del árbol del conocimiento porque le preocupe el bienestar humano, sino porque quiso conservar su divinidad para sí mismo, no quiere compartirla con sus criaturas. Pero en realidad, el comer del árbol del conocimiento expresa el deseo de ser como Dios. Esta es la debilidad fatal de la naturaleza humana: el ser humano quiere darse la gloria a sí mismo y no al Creador, usurpar e lugar de Dios y ponerse él mismo en el centro del universo, ponerse en una posición que solo le corresponde Dios; contrástese Fil 2.6: Cristo, “”el ultimo Adán”, no se aferró a sus igualdad con Dios, sino que tomó la forma de siervo.

El árbol de la vida había sido presentado en 2.9, representando la comunión ininterrumpida de la humanidad con Dios. Pero ahora vemos que por su orgullo el ser humano interrumpe esa comunión continua con el Dios Santo. Los escritores bíblicos miran hacia la restauración de esa comunión. Ezequiel usa el mismo símbolo del árbol de la vida, previendo la presencia de tales árboles, regados por el río de la vida que fluye del idealizado templo de Jerusalén (Ez 47.12). Y en Apocalipsis se describe el árbol de la vida plantado en las calles de la nueva Jerusalén, junto al “río limpio de agua de vida” (Ap 22.2).

Pero ahora enfrentamos el árbol del conocimiento del bien y del mal (2.9).En toda la Biblia, este símbolo aparece solamente en esta parábola. El fruto de este árbol, no el árbol de la vida, es el que le prohíbe comer al hombre y la mujer. Ciencia o conocimiento debe entenderse en sentido bíblico, no griego. No es el conocimiento académico o teórico, sino lo que hoy llamaríamos conocimiento “existencial” o vivencial. Esto implica que el ser humano aspira a ser como Dios en el sentido de definir su propio bien y mal, y atribuirse el derecho de juzgar a los demás sin tener en cuenta el propósito de Dios para la vida.

“En ese momento se les abrieron los ojos” (vs 7), ¡pero no en la forma en que la serpiente les había prometido! (vs 5). La Biblia sabe que solo Dios es la fuente del conocimiento verdadero sobre la vida humana. El NT acentúa fuertemente esta verdad al presentar a Cristo como el que abre los ojos de los ciegos. En esta parábola, la apertura de los ojos del hombre y la mujer significa que advierten su pecaminosidad y se avergüenzan mutuamente.

“El Señor andaba por el jardín”… (vs 8), delicioso y osado antropomorfismo que hemos comentado antes sobre este relato parabólico, que no debe ser tomado literalmente. “El hombre y su ujer escucharon… y corrieron a esconderse”. El varón culpa a la mujer y la mujer as la serpiente, pero nada puede quitar la responsabilidad humana, pues el ser humano està definido, según la Biblia, por el hecho de que responde, de una u otra manera, a Dios.

El relato percibe que hay algo misterioso en la bestialidad de gran parte de la creación animal, representada aquí por la serpiente. “Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Rom 8.22). Y sabe que algo de ese misterio está relacionado con la entrada del pecado en el mundo, la rebelión cósmica contra el buen propósito de Dios. Pero es bastante prudente para presentar el misterio en la forma de una parábola y no intentar explicarlo.

Haré que tú y la mujer sean enemigas… su descendencia te aplastará la cabeza”… (vs 15). Los antiguos comentaristas cristianos llamaban a esta frase el Protoevangelium, la primera proclamación del evangelio de redención. Dios promete que la simiente de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, es decir, obtendrá la victoria sobre la tentación y el mal. Consideraban esta promesa como la primera profecía de que la redención sería realizada por Cristo: el hijo de María libertaría del poder del pecado a los caídos hijos de Eva. Naturalmente el escritor yavista no tenía en mente una profecía tan definida, pero tal vez esté apuntando en este punto de su parábola hacia la redención final del género humano, y los cristianos interpretan correctamente la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte como el cumplimiento de esa esperanza imprecisa.

“Tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti” (vs16). Citamos aquí a Pablo Andiñach:“La mención unilateral del dominio del hombre sobre la mujer a partir de la inclinación sexual de ella no deja de ser otro elemento propio de una cultura patriarcal. Esto será invertido en Cant 7.10, quizá como respuesta a nuestro texto” (Comentario Bíblico Latinoamericano).

“La tierra va a estar bajo maldición por tu culpa” (vs 17). Ahora viene una sentencia sobre el varón. El trabajo en sí no es una maldición, pero se convierte para el ser humano en una maldición por causa del pecado. Lo que hubiera debido ser una gozosa colaboración con Dios se convierte en una tarea laboriosa y enfadosa. Y el mundo del trabajo hoy está amargado por el sórdido afán de lucro de muchos y por la ambición de dominio de otros tantos. Cuando el trabajo se hace “como para el Señor” es una fuente de profunda satisfacción (cfEf 6.5-9).

“Tierra eres y en tierra te convertirás”, vs 19. La divina sentencia sobre todo ser humano, aunque esté dicha aquí para el varón, llega a su clímax: es sentencia de muerte, la muerte es resultado del pecado: “en Adán todos mueren” (1 Cor 15.22; cfRom 5.12; 6.23). Solamente un milagro, unacto de nueva creación, puede traer de nuevo al ser humano a la vida. Este acto de nueva creación ha ocurrido en Cristo: si alguno está en Cristo nueva criatura es (2 Cor 5.17).

El hombre llamó Eva a su mujer, vs 20. La palabra hebrea Havvah significa “viviente”, “vida”. El varón, sentenciado a muerte, a punto de ser expulsado del paraíso, con heroica esperanza llama “vida” a su compañera, la vida que continúa a pesar de la muerte. “Mientras hay vida hay esperanza” dice el refrán popular, y aquí se confirma.

“Dios el Señor hizo ropa de pieles de animales”…, vs 21. Es por la misericordiosa benevolencia de Dios que el ser humano pecador puede presentarse delante de él todavía, cubierta su desnudez. Pero aquí hay además otra intuición: Dios expulsa al hombre del paraíso, pero no lo abandona. Le preserva la vida; todos los “órdenes de preservación” mediante los cuales es conservada la vida humana, aun la vida de los blasfemos, los ateos, etc., son, en verdad, evidencia de la providencia de Dios que rodea a nuestra especie pecaminosa.

“El hombre se ha vuelto como uno de nosotros”, vs 22. El ser humano se ha convertido en un ser responsable. Pero, siendo pecaminoso, no debe poseer permanentemente poderes y atributos de los cuales podría abusar terriblemente. Un ser así no debe existir para siempre, su vida debe tener fin. Pero Dios ha provisto para su redención y re-creación finales, cf 2.9, el árbol de la vida.

“Puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo”, vs 24. Seres alados, lit.querubines, esfinges aladas con cabeza humana, que aparecen frecuentemente en la antigua mitología mesopotámica, como guardianes de los lugares sagrados. El decreto de expulsión del paraíso es puesto en vigor por el poder y majestad divinos. Los intentos humanos de construir una utopía sobre la tierra, libre de molestias y dolores, aparecen condenados al fracaso. No por un arbitrario decreto de Dios, sino por el hecho de que hombres y mujeres son ineptos para vivir en el paraíso.

De todas maneras, Dios no abandona al ser humano, ni le permite sufrir todas las terribles consecuencias de su rebeldía. Aunque lo castiga, Dios está siempre preservando la vida humana de la destrucción y preparando el camino de la salvación; su castigo es solamente “vara y cayado” en manos del fiel Pastor que trata de llevarnos hacia sí.

Alan Richardson, Génesis I-XI, La aurora, Buenos Aires, 1963, pp. 80-89. Resumen y adaptación de GBH.
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