Recursos para la predicación
Juan 2.13 22
En este tercer domingo de Cuaresma pasamos al evangelio de Juan para la lectura principal, con el relato de la purificación en el templo. Si se compara con los sinópticos, salta a la vista la transposición operada por el cuarto evangelio. En aquellos, la escena tiene lugar al final del ministerio de Jesús, luego de la entrada decisiva en Jerusalén (Mc 11.15-17; Mt 21.12-13; Lc 19.45-46). Juan la ubica en los inicios, luego de la “semana” inicial de siete días (1.1–2.12) y en relación con la primera pascua (2.13). Se trata de un viaje muy temprano de Jesús a Jerusalén. Veremos luego por qué esta transposición casi polar con respecto a los sinópticos.
El episodio mismo es narrado de una forma propia en Juan. En los sinópticos el contexto es más bien financiero que comercial (sólo se mencionan las palomas), en Juan se va en orden descendente en tamaño desde bueyes, pasando por ovejas, para terminar en las palomas.
El escenario también se hace distinto. Jesús habla solamente a los vendedores de palomas, a quienes no los expulsa sino que los invita a sacar “esto de aquí” (v. 16), y sólo a ellos les recuerda que no deben hacer de la casa de su Padre una casa de mercado (empórion); y son importantes las citas de las Escrituras que se hacen.
Por otro lado, la reacción no se circunscribe a las autoridades (sinópticos) sino que se globaliza a la oposición con el vocablo tan juanino de “los judíos” (vocablo que expresa al sector judío que ofrecía resistencia, como en el discurso sobre el pan de vida (6.26-58), donde su mención aparece sólo desde el v. 41, luego en el 52. Éstos piden una señal (sêmeíon) que legitime el obrar de Jesús. Como diciendo: “si haces un milagro, creeremos que Dios está contigo”. Jesús entonces los provoca a hacer lo que jamás harían, destruir el templo (v. 19). De hacerlo, él lo reconstruiría en tres días.
Por ahora, parece que todo está en clave. Al no entender esta clave, los judíos se extrañan y hacen una pregunta casi banal, sobre el tiempo que puso Salomón para construir el templo. Jesús no les responde, y queda el enigma para los objetantes. Pero el autor del cuarto evangelio no quiere que los lectores queden con el enigma, y les aclara sin perder tiempo: “él hablaba del templo de su cuerpo” (v. 21). Aparte de ser una aclaración, se trata de un avance teológico fundamental.
La idea teológica de que Jesús es el templo tiene muchas ramificaciones en los sinópticos (Mt 12.6; 26.61; Mc 14.58; 15.29), pero Jn 2.21 la expresa explícitamente. El v. 22 explica la frase anterior, dando el motivo de la sustitución del templo por el cuerpo de Jesús. El nuevo templo es el cuerpo resucitado de Jesús. La resurrección de Jesús es una glorificación (lenguaje juanino, cf. 7.39; 13.31; 17.1). Si la gloria de Dios (su energía luminosa) se concentra en el cuerpo resucitado de Jesús, ya no será en el santuario material, como otrora (Ex 40.34-38; Isaías 6.3; Salmos, etc.).Con esto tenemos una conexión “cuaresmal” con la Semana Santa.
Esta teología del cuerpo de Jesús resucitado como nuevo templo donde Dios se manifiesta por su gloria o energía, explica la menor importancia (si la hay) que tiene el templo material en la conciencia cristiana originaria. Sin embargo, durante siglos la Gran Iglesia se ocupó demasiado de los templos materiales, hermosos muchos de ellos, pero menos necesarios de lo que el Nuevo Testamento quiere. Es para pensar. O por lo menos –dado que, a la luz de la fenomenología de la religión, el espacio sagrado es importante para concentrarse en lo numinoso, para orar, para celebrar, etc.– no perdamos esa rica teología del cuerpo resucitado de Jesús como templo que concentra la energía luminosa y salvífica de Dios.
Es una manera más de mirar hacia la Pascua desde ahora, en medio de la Cuaresma.
Libro del Éxodo 20.1-17
¿Qué motivó la selección de Ex 20.1-17 (el Decálogo) para este domingo? ¿Habrá sido la referencia al Dios de las maravillas en el v. 1 (“Yo soy Yavé, Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de una casa de esclavos”?) en relación con el pasaje de la epístola? En realidad, hay que empezar por el Salmo 19, que también habla de la Torá de modo general (vv. 8-15), pero que en su primera parte celebra la acción de Yavé bajo símbolos solares.
Primera carta a los Corintios 1.18-25
La lectura de 1 Corintios 1:18-25 es un tema clásico de la teología de la cruz. En la ideología que marca la cultura del imperio romano, la cruz era una señal de condenación y desprecio. Desde nuestra comprensión, primero, la cruz misma supone una inversión de valores. Si simbolizaba una muerte con exposición pública, la injusticia de la muerte de Jesús quedaba también expuesta públicamente para quienes conocían su actuación profética. Y en segundo lugar, el aparente fracaso del proyecto de Jesús por la muerte, se vería invertido también por la resurrección.
Cuando cristianos comprometidos con la lucha por la justicia, la igualdad y los derechos civiles son asesinados o martirizados, los que los condenan pueden pensar que esas muertes son merecidas, y sus socios dirán que “por algo será”, mientras que para los que lucharon con ellos su martirio es signo vivificante de sabiduría y de fuerza en un plano superior. La sangre de los mártires es semilla de vida y resurrección.
Pablo escribe a cristianos de origen griego o helenístico tan marcado por las especulaciones sobre la sofía, la sabiduría, la paideía o cultura basada en el saber y la educación, la veneración a un crucificado debía parecer, en un primer momento, como necedad (môría). ¿Qué movimiento religioso podía basarse en un fundador crucificado?
No menos difícil debía ser para los judíos entender la cruz. ¿Por qué? En su esquema tradicional, Dios se manifiesta sobre todo como fuerza en la historia salvífica. Expresiones como “grandes cosas”, “signos y prodigios” permean muchos relatos e himnos en el AT. Un Dios que no pudo impedir el exilio, en otro tiempo, o la muerte en la cruz, en el caso de Jesús, debía ser comprendido como un Dios débil, ineficaz.
Por eso, si “los griegos piden sabiduría” y los judíos “piden señales” (v. 22) –también los judíos del evangelio de hoy (Jn 2.18)–, “nosotros proclamamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, para los gentiles locura” (v. 23). ¿Por qué? Porque para los llamados, ese mismo Cristo crucificado es “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (v. 24). Pero es importante destacar que el valor de la cruz no está en el hecho de ser crucificado, sino en el porqué Jesús fue crucificado y –ya en la reflexión teológica que se fue desarrollando– en el paraqué (la redención) de tal suceso.
Salmo 19
Con respecto al Salmo 19, en el v. 8b las normas divinas son llamadas “sabiduría”, y en el siguiente, “luz de los ojos”. Ahora bien, este tema de la sabiduría nos lleva al pasaje de 1 Corintios 1. De modo que los enganches se dan en este orden: del evangelio (“signos” / destrucción del templo = cuerpo de Jesús / tema de la resurrección) se pasa a la epístola (signos /sabiduría de Dios), de aquí al Salmo 19 (la ley como luz / sabiduría) y finalmente a Ex 20 (maravillas de la historia salvífica / normas).
Severino Croatto, biblista católico argentino, 1930-2004, Comentario Exegético-Homilético 36, ISEDET, marzo 2003. Resumen y adaptación
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