La paz desde una perspectiva bíblico-teológica

29 Abr 2022
en El Estandarte Evangélico, May-2022
La paz desde una perspectiva bíblico-teológica

El Equipo Editorial de EEE respeta la opinión de sus colaboradores/as. Los artículos firmados expresan única y exclusivamente pareceres de sus autores. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos, citando la fuente.

La perspectiva bíblico-teológica que nos propone el Pastor Pablo Oviedo, de Córdoba, nos mueve a reflexionar sobre las dimensiones sociales de la paz y la tensión orden, justicia y paz. Nos invita a conocer la paz que se menciona en la Escritura tanto en lo que refiere al shalom de Dios como a la perspectiva de Jesús, una paz que exige, a los testigos activos, energía, acción en nombre del propósito divino en la creación, un poder que sustenta y defiende la vida.




En estos tiempos de oración y búsqueda de la paz, donde hay más de 15 conflictos bélicos en nuestro mundo y la siempre potencial amenaza destructora de la guerra nuclear, hay dos ejes fundamentales para orientar nuestra reflexión. El primero es el que tiene que ver con las dimensiones sociales de la paz y la tensión orden, justicia y paz. Es decir si el orden está al servicio de la justicia o a la inversa[1]. Ambas preocupaciones están presentes en la tradición bíblica. Es decir que quienes están cómodos y satisfechos en la sociedad propician la línea del orden y que quienes sufren condiciones de marginación, carencia e injusticia propician la lucha por la justicia. El otro eje es que la paz como virtud o como búsqueda ética también tiene una dimensión espiritual en lo más hondo del ser humano y sus relaciones.


Con respecto al primer eje, en nuestra visión está claro que el orden de una sociedad está al servicio de la justicia y no a la inversa. Es decir, un orden que niega la justicia no es el orden de Dios sino un orden de pecado. En ese sentido la noción bíblica de Paz (Shalom) no coincide con la simple noción de orden, estabilidad o ausencia de conflicto sino con un orden que asegura la plenitud de vida para todos, comenzando por los menos favorecidos o débiles, que justamente es la violencia que más indigna.

En ese sentido la palabra paz en la Escritura (en Hebreo: shalom; en griego: eirene) da señales claras, de lo dicho anteriormente. Shalom es un término muy significativo en la tradición bíblica. Como dicen los biblistas, el rico sentido de la palabra hebrea no permite una única traducción. Shalom se utiliza hasta hoy como saludo que se dirigen los amigos cuando se encuentran diariamente; es una expresión de amistad con la que se recibe al huésped. Sin embargo, en su sentido profundo, el shalom de Dios tiene que ver con la vida, el bienestar personal, comunitario y creacional. Es una proclamación de alegría que trasciende el estado de quietud y tranquilidad.

Estos significados incluyen acciones que permitan plenitud, bienestar, salud integral, prosperidad, una vida feliz y bendecida (como plantea el Salmo 128, que reclama al final (“Paz a Israel”). Por esta misma razón, la paz no es posible en tanto prevalezca la injusticia: no hay paz sin justicia; una requiere la otra (Salmo 85:10). Tanto los Salmos como los profetas revelan permanentemente esta cosmovisión hebrea y bíblica del Shalom y del año de jubileo en el Antiguo Testamento (profeta Isaías c.61) y la tradición profética, que Jesús hace suya (ver por ejemplo en Lucas 4:16-21).[2]

Por otro lado, la perspectiva de Jesús sobre la paz seguirá la visión profética anteriormente mencionada. Pero en su contexto, (donde la palabra paz era parte de la propaganda imperial) La Pax Romana justificaba el poder y orden imperial y se presentaba como un don impuesto que Roma ofrecía a otros pueblos. Por eso Jesús afirma: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo” Juan 14:27-28.

Y así, cuestiona esa visión que subordina la paz a la injusticia y al orden imperante. Jesús ofrece una alternativa y un dilema: la paz que ofrece está en contradicción con la paz “como el mundo la entiende”. De este modo, “él confiere a la palabra paz un nuevo significado, un nuevo sentido. Nos deja llenos de preguntas y la tarea de decidir acerca del valor que habrá de tener para nuestras vidas, sabiendo que esa paz nos une a la presencia y el amor de Jesús. Esa paz es su persona, como lo reconoce el Apóstol Pablo: “Porque él es nuestra paz” (Efesios 2:14)” [3].


Se han ensayado muchas posibilidades y estrategias de no violencia por la paz en la historia de la iglesia (sólo las mencionamos), desde el pacifismo individual, el pacifismo total y el pacifismo relativo, entre otras. En ese sentido decimos que la paz debe ser una disposición espiritual y ética, nacida de la más profunda experiencia de Dios, en nuestro ser personal y comunitario. Y no es casual que Jesús en el centro de su Sermón del monte afirme en la séptima bienaventuranza: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9).

Una y otra vez, los profetas y nuestro Maestro nos recuerdan que el shalom que Dios nos ofrece no es quietud o inmovilidad, sino que por el contrario exige energía, acción en nombre del propósito divino en la creación, un poder que sustenta y defiende la vida. Dios propicia la paz (bienestar, bendición) y los creyentes se comprometen a ser testigos activos de la voluntad de Dios. Como planteó el gran filósofo judío sefaradí Baruch Spinoza: “La paz no es la ausencia de la guerra, […] Es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, la confianza, la justicia… la paz no consiste en la privación de la guerra, sino en la unión de los ánimos o concordia” (Tratado Político, VII, § 4).“ [4]

Y en ese sentido la tarea de las religiones por la paz y el trabajo interreligioso por la paz es clave. En estos tiempos de guerras y de fracturas en todos los niveles, nuestra tarea es trabajar por esa paz fruto de la justicia y de la paz interior, que nos enseña Jesús de Nazareth. Ya que como planteaba el teólogo Hans Küng “Sin diálogo entre las religiones no habrá paz en la Tierra” (Lo que yo creo, Trotta, Madrid, 2011, p. 231). El plantea “No habrá paz entre las naciones sin paz y diálogo entre las religiones, para ello es necesario criterios éticos globales para nuevas relaciones internacionales, si no nuestro planeta no sobrevivirá.” Y creo que ese esfuerzo, a los fines de motivar a la sociedad a vivir en el diálogo, el respeto y el pluralismo es urgente y prioritario hoy. No solo para la dicha, salud y el buen vivir de la humanidad sino en nuestro con-vivir en nuestra madre/hermana casa común: la Tierra. «Bienaventurados los que trabajan por la pazporque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9).


[1] Ver José Míguez Bonino, Espacio para ser hombres, Ed. Aurora, Bs. As., p.90
[2] Hay muchos pasajes similares en la Biblia que son pertinentes para el día de hoy, algunos de ellos revelan la infidelidad del pueblo de Dios, especialmente por el hecho de que los poderosos atentan contra la voluntad de Dios, violando el juicio y distorsionando la justicia. Quienes proclaman una falsa paz con el propósito de esconder sus delitos son denunciados (Salmo 28:3). Jeremías dice lo mismo cuando anuncia la inminente destrucción de Jerusalén (6:14). En la tradición israelita no hay paz sin bendición; no hay paz cuando quien está en el poder abusa de quienes no tienen poder, o cuando las personas vulnerables se ven privadas de sus bienes.
[3] Néstor Míguez, en Vayan en paz, E. bíblico de Juan 14, 2013, CMI, //www.oikoumene.org/es/resources/documents/go-in-peace
[4] Para profundizar el aporte de Spinoza sobre este tema, ver Diego Tatian, Spinoza y la Paz, Revista Conatus – Vol. 3 – Núm. 5 – Julio 2009.

Pablo Oviedo
Pastor IEMA, Córdoba




El Estandarte Evangélico

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