No me besaste…
Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros.

Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros.
Quien se compromete con Jesús se compromete con el reino de Dios. No hay vueltas, no hay medias tintas: la causa de Jesús fue y es la del reino de Dios.
¡Que el Espíritu derrame su ánimo entre nosotros y nosotras! ¡Que el Espíritu Santo siga animando la iglesia de Cristo!
Afirmamos, como iglesia, que tan solo la justicia es fundamento de una paz verdadera y duradera, que nos abre a la bendición del Dios de la vida buena y plena.
Levantemos y reconstruyamos la esperanza donde se esté fragmentando, buscando la unidad en vez de la atomización, buscando la dignidad de todos en vez de la burla, y el amor en vez del desprecio.
La Palabra nos lleva a Cristo, y Cristo nos envía al mundo en servicio de su reino. Ahí es donde tenemos que demostrar nuestra fidelidad a la Palabra y al Nombre que es sobre todo nombre.
El Adviento nos invita a ser comunidades de esperanza y ternura para quienes andan con el corazón roto resultado de las realidades duramente humanas.
Servir es el rol de quien lidera en la comunidad. El servicio y no el dominio, es la tarea de quienes asumen responsabilidades en la comunidad de fe, justamente porque es la característica de Jesús.
La Iglesia puede definirse como una comunidad liberadora y sanadora, de salvación y solidaridad, viendo todos estos aspectos –redención y sanidad, salvación y servicio– como parte de su misma misión.
¿Estamos vivos como comunidad del Espíritu? Sí, en la medida que defendemos la esperanza, cuando proclamamos que la Esperanza está viva...
Avisos