Paz y bien amada hermandad.
Que el soplo y el fuego del Espíritu de Jesús sea presencia viva y eficaz es sus vidas y ministerios de servicio.
“De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo” Hechos 2. 2-3
La llegada del Espíritu Santo todo lo “desanuda o desata”. Quienes se encontraban escondidos se exponen, sus temores se disipan y la comunidad se une y se moviliza.
El Espíritu moviliza, destraba, enciende y el relato Hechos lo pone de manifiesto en las lenguas destrabadas, en el anuncio manifestado, en las puertas abiertas. Nuestra fuerza y vitalidad del Pentecostés será una realidad en la medida que defendamos la esperanza. Debemos proclamar que la Esperanza está viva y que reverdece en cada acto de amor, de ternura, de justicia, en cada gesto generoso, en cada acción por la paz y la convivencia fraterna/sororal.
Pentecostés es también la irrupción de la novedad, de lo inesperado: que por el Espíritu Santo, Dios viene a habitar en nosotros. ¡Sí, Él está presente sin intermediarios!
Dejemos crecer en nuestras vidas los frutos del Espíritu: «Amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, confianza en los otros, dulzura, dominio de sí» Gálatas 5. 22-23
«El Espíritu Santo siempre es «dador de vida»: dilata el corazón, resucita lo que está muerto en nosotros, despierta lo dormido, pone en movimiento lo que había quedado bloqueado. De Dios siempre estamos recibiendo ‘nueva energía para la vida’. J. Moltmann
Oramos: Ven Espíritu Santo Creador.
Quédate con nosotros, danos tu inteligencia
y llena de bondad nuestros corazones.
Danos tu paz, tu bendición, tu consuelo,
tu serenidad y tu sabiduría. Amén.
Abrazo cálido y sereno.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo
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