Declaración pública de la XXVII Asamblea General de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina
Mensaje a la ciudadanía y a la opinión pública
Desde la XXVII Asamblea General de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, unidas y unidos por la fe en Jesucristo y su llamado a construir un mundo más justo y en paz como anticipo del reino de Dios, enviamos este mensaje con la conciencia de los tiempos que nos toca vivir como ciudadanas y ciudadanos del país.
Nos reconocemos como una iglesia de alcance nacional, diversa, formada por múltiples comunidades presentes en diferentes contextos, vinculadas entre sí por una organización democrática que nos permite tomar decisiones representativas de esa diversidad.
Nuestra identidad nos lleva a hermanarnos con las vidas más vulneradas, humanas y de toda la creación. Guiados por el proyecto de vida plena expresado por Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Juan 10:10), reivindicamos desde un profundo respeto intercultural, el concepto del Buen Vivir presente en la cosmovisión de nuestros pueblos originarios (Suma Qamaña -aymara- Sumaj Kausay -quechua- Kume Mongen -mapuche- o Tierra sin males -mbya guaraní-) como la vida en equilibrio natural y espiritual expresado en armonía en una comunidad.
Ante la crisis socio-ambiental, ética y espiritual que nos desafía, llamamos a un nuevo proyecto de vida, a rechazar la concentración de posesiones y recursos en pocas manos, al consumismo, a la competencia excesiva que lleva a la exclusión, al individualismo, a la eficiencia que discrimina y a la mentira que confunde. Entendemos que estos criterios, que injustamente determinan el valor de las personas, de la naturaleza y de nuestras sociedades, son parte de un sistema de producción y financiero globalizado que se presenta como una “religión” mundial, generando hambre e inequidad a nivel global y local.
Luego de haber padecido una dolorosa pandemia que trajo consecuencias psicosociales y muerte, asistimos a una guerra que, aunque lejana territorialmente, afecta globalmente a la economía. El encarecimiento de los alimentos y la inflación generan más pobreza y más concentración de la riqueza.
Creemos que hoy más que nunca es fundamental el rol del Estado democrático en todos sus poderes: como garante de derechos para generar junto a todos los sectores de la sociedad trabajo digno, con políticas públicas eficaces que incluyan a los colectivos postergados y nos encaminen hacia un país más solidario y justo. También en esta construcción democrática destacamos la responsabilidad de los medios de comunicación como agentes claves para el ejercicio de una ciudadanía participativa.
Repudiamos la violencia que se evidencia en los enfrentamientos por cuestiones laborales, sociales, culturales y políticas con discursos desvalorizantes y estigmatizantes y con acciones que han llegado al extremo de atentar contra la vida de la Vicepresidenta. Denunciamos la violencia de género que resulta en femicidios, como expresión de un sistema patriarcal que oprime, como también la violencia institucional en todas sus formas que revictimiza a personas vulneradas. Rechazamos la violencia con la que se ha manejado la relación con comunidades indígenas a lo largo y ancho del país.
Los derechos humanos y sociales han sido siempre el resultado de las luchas colectivas que la Iglesia Metodista en Argentina ha acompañado con voz profética desde hace 186 años. Es Jesucristo mismo quien nos demanda a comprometernos en acciones hacia la paz con justicia, a resolver conflictos con diálogo honesto buscando la verdad y el fortalecimiento de la participación democrática plural y diversa.
Junto a diferentes comunidades de fe, grupos y organizaciones del movimiento ecuménico y de la sociedad civil, hemos acompañado espiritual y materialmente en este tiempo difícil a personas y grupos de nuestro pueblo que sufren, renovando la esperanza de un tiempo nuevo para el país. Es el tiempo de la defensa de la diversidad de la vida para ver renacer territorios, barrios y comunidades libres de todo mal.
Bajo el lema: “Jesús, gracia que transforma y esperanza que libera”, proclamamos que Él multiplicó solidaridad en medio de su pueblo y nos compromete a transformar las realidades y a compartir las luchas y esperanzas de nuestra sociedad.
Oramos al Dios de la vida porque otro país es posible en nuestra querida tierra.