A 65 años de “El cielo canta alegría”: himnología y misión

20 Dic 2023
en Artículos CMEW
A 65 años de “El cielo canta alegría”: himnología y misión

A modo de homenaje a la vida y producción del pastor y músico Pablo Sosa de quién en enero próximo recordaremos cuatro años de su partida, transcribimos sus memorias en relación a la icónica composición folclórica evangélica “El cielo canta alegría”, la primera en su género en toda América Latina. Escuchamos al autor:

Siempre tuve en mente cómo comunicar el mensaje del Evangelio en nuestro propio idioma musical. Con esto en mente y después de varios ensayos olvidados, seguí investigando, probando, aceptando, desechado hasta componer el borrador de “El cielo canta alegría” en 1958. ¡No hay que extrañarse de que la ocasión para estrenarla fuera un picnic! En esa época nunca pensé que podría usarse para cultos, digamos formales, sí para un picnic!. En este caso, de la Sociedad Estudiantil de la Facultad Evangélica de Teología, el 21 de septiembre, Fiesta de la Primavera. Uno de los estudiantes de ese día era Homero Perera, el músico uruguayo quien unos cinco años después, junto a Federico Pagura, en ese momento, capellán de la Facultad, llegarían a ser los artífices de la incorporación del tango rioplatense al repertorio musical evangélico. Es interesante cómo recuerda él esa época, y ese momento particular.


“Juntos (con Pablo Sosa) empezamos ese momento de incorporaciones de la música popular a la iglesia, muy resistido al comienzo. Al principio yo estaba del lado de lo que llamábamos “música nueva” y aunque a Pablo no le gustaba estar “del otro lado”, se defendía como si estuviera del otro lado. Por fin un día “bajamos las cartas”. Fue cuando le dije: “vos me vas a disculpar, pero el que empezó con todo este relajo fuiste vos”. Sucedió que Pablo, en un picnic de la Facultad de Teología, mostró “a escondidas” a un grupo de estudiantes un carnavalito que había compuesto. Era nada mendo que “El cielo canta alegría”…me gustó tanto ese intento que lo tomé en serio. Y bueno, después se nos vino todo lo demás que, puesto en una sería lo que la Iglesia hizo en la Reforma cuando tomando canciones de las tabernas y poniéndoles textos religiosos las convirtió en lo que hoy conocemos como los famosos corales alemanes que, a Juan Sebastián Bach le sirvieron para construir semejantes obras como sus cantatas, pasiones y preludios corales.”



Luego de su “estreno”, “El cielo…” volvió a algún cajón del escritorio de dónde había salido, y solo unos cuantos años después, en los 70, empezó a ser cantado grupalmente. Por esos misterios que en algún momento hacen coincidir la creación musical con el gusto de la gente, paulatinamente alcanzó amplia difusión internacional. En especial luego de su traducción al inglés, en 1983, para la Asamblea General del Consejo Mundial de Iglesias en Vancouver, Canadá, el pintoresco experimento doméstico comenzó a ser reconocido como el primer himno folclórico evangélico argentino (y tal vez latinoamericano) compuesto expresamente como tal, en el siglo 20.

Cabe aclarar que el momento de su creación (fin de los `50) coincide con el boom de la música folclórica en la Argentina. En él se hicieron algunas pruebas aplicando textos religiosos a melodías folclóricas muy populares (lo que técnicamente se denomina contrafactum). Válidas como un primer paso hacia la creación propia, fueron luego abandonadas, tanto por la incómoda sensación que provocaban (en especial entre amantes del folclore a quienes se deseaba alcanzar) de estar apropiándose de algo ajeno, cómo a la persistente asociación de las melodías con textos originales.

Para completar el registro histórico habría que agregar que, “El cielo canta alegría” (1958) es anterior al principal emprendimiento litúrgico musical folclórico latinoamericano del siglo 20, “La Misa Criolla” de Ariel Ramírez, compuesta en 1963, bajo el auspicioso influjo del Concilio Vaticano II.

Por su ubicación histórica, entonces, la canción merece un análisis más detallado. Abstrayéndome del hecho de ser su autor, hasta dónde eso sea posible, quisiera transcribir aquí la descripción del proceso de su creación, que hice recientemente para un público estadounidense. (Tratar de explicar a “los otros” nuestra postura frente al hecho creador es un buen ejercicio para entendernos a nosotros mismos).


“En busca de mi propia identidad de compositor cristiano argentino latinoamericano, recurrí a algunos elementos musicales más antiguos de nuestro continente: las canciones y danzas de la zona andina, estimando que la antigüedad de estas expresiones aseguraba su calidad y autenticidad. Por ora parte, me atraía en ellas la mezcla de las culturas aborígenes y la hispana, tal vez por ser nuestro propio pueblo resultado de la mezcla de grupos humanos muy diversos.

Así fue como encontré la escala de cinco sonidos (pentatónica) en la que se basan muchas de estas canciones y la utilicé para construir la melodía de “El cielo canta alegría”. Elegí luego el ritmo vivaz y sostenido del baile que en la Argentina llamamos “carnavalito” y que en Bolivia distinguen por su nombre propio quechua “huayno” y uní ambas cosas con una poesía intencionalmente breve, simple y reiterativa, alternada con un enfático ¡Aleluya!

Ahora bien, en el momento de escribirla la canción fe el resultado de un proceso de investigación y estudio, una tarea de escritorio importante, interesante, pero no suficiente. Comprendí más tarde, y con más experiencia, que para que esta música pudiera ser algo más que un ejercicio y adquirir la relevancia necesaria ara expresar nuestros sentimientos, era imprescindible ponerle un rostro humano a toda esa información académica. Era necesario identificarla.

Habría de pasar algún tiempo antes de que comprendiera que quienes están detrás de esta música son los pobres de nuestro continente, que el esplendor pentatónico que nos cautivaba se traduce hoy en la pobreza monocorde que nos perturba, que los pueblo originarios, con sus culturas y sus valores, vigentes a pesar de la invasión, la represión y la marginación, y junto con ellos todos los oprimidos por una sociedad injusta, reclaman nuestra solidaridad y compromiso. Cantar esta música dejó entonces de ser el rescate de una cultura arcaica para transformarse en un testimonio de fe y esperanza.”


“El cielo canta alegría” fue la primera gota de un fresco hilo de agua que muy pronto se convirtió en río caudaloso. Me refiero a la inmensa, variada y valiosa producción de canciones latinoamericanas para la iglesia que, a partir de los años 60 comenzaron a hacerse oír en todo el continente… y más allá. Hay un nueva himnodia evangélica latinoamericana- ¡Y todavía no nos damos cuenta! No se ha hecho un adecuado estudio himnológico de toda esta producción.

¿Para qué lo necesitamos? Para saber ¿Por qué cantamos lo que cantamos?” ¿Para qué queremos saberlo? Pues, porque como dice el apóstol Pablo, es necesario “cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento”. Y en estos tiempos de tanto desborde emotivo en el culto, tal vez sea más necesario que nunca. Pero además, porque la búsqueda de posibles respuestas (y las hay muchas) hoy por hoy una de las tareas más importantes y necesarias que las iglesias tienen por delante en procura de una mejor comprensión de su misión.


Pablo Sosa

Extraído del artículo “Apuntes para la cronología de la himnología evangélica” en Revista Evangélica de Historia, (CMEW) V5, 2007, pág. 51-72.


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