Todos pueden ir a la escuela, ¿no?
En nuestras instituciones educativas tenemos el desafío permanente de situarnos como aquel establo que dio lugar a la vida, como un espacio que aloja, habilita el pensar, genera nuevas ideas…
La escuela, esa institución que atraviesa siglos sigue siendo el espacio que las sociedades tienen para transmitir la cultura, entre otras funciones. Una de las preguntas que necesitamos traer una y otra vez, es el cómo y el para quiénes, para no olvidar el sentido de igualdad y de derechos. (Kantor, D., 2008) expresa: “Si procuramos que nuestra tarea contribuya a generar condiciones para vidas plenas y futuros (más) dignos, se hace necesario pensar no sólo qué es lo que pretendemos o es posible hacer en cada contexto, sino también qué supuestos y mensajes deberemos contrarrestar, de qué improntas (propias) tendremos que librarnos y qué es lo que vamos a defender (en el espacio público, así como en nuestros ámbitos de trabajo)”1.
Las políticas de acceso al sistema educativo como la Ley de Educación 26026 y la Asignación Universal por Hijo, posibilitaron que una gran parte de la población que no asistía regularmente a la escuela o que abandonaba el sistema, comenzara a transitar las aulas y que conceptos como acceso, integración, igualdad en términos de apertura a las posibilidades sin perder diversidad, ingresaran al sistema educativo introduciendo nuevas problemáticas y cuestionamientos. Es así que la escuela tuvo que abrir sus puertas y garantizar la permanencia de una población que no siempre estuvo allí. De todos modos, la igualdad de acceso no garantiza la permanencia, la normativa nos permite plantearnos nuevas problemáticas, es un encuadre y una definición política, pero las prácticas enquistadas que nos retrotraen al normalismo y a prácticas profesionales que formaron parte de nuestro propio recorrido escolar, siguen excluyendo o nos inmovilizan ante la densidad de las problemáticas con las que nos encontramos en las aulas.
El sistema educativo continúa preso de sus propias contradicciones, las de la sociedad, entre una escuela del siglo XIX, con maestros del siglo XX, para alumnos del siglo XXI, y la imperiosa necesidad de pensar los nuevos escenarios sociales, estas nuevas infancias, adolescencias y juventudes como sujetos de derechos. Las preguntas se instalan nuevamente para que la escuela sea un lugar para todos y todas, para que sea un espacio de construcción de subjetividades, para el pensamiento colectivo. Imperiosamente necesitamos pensar en las formas que tiene lo escolar, en cómo se redefine el sentido de la escolaridad, en cuáles son las tensiones con las que nos encontramos a diario al interior de las aulas y cómo no quedar entrampados en los procesos de exclusión que marca el sistema económico.
La escuela como institución debe dar señales de vida en contraposición a los signos de muerte con los que nos envuelve el mercado. El escenario escolar tiene una función estratégica para posibilitar la apertura a la palabra, al decir, a vivir en la diversidad, al desafío diario de cómo seguir siendo escuela sin excluir, sin masificar, y poder mirar las infancias y adolescencias desde sus múltiples matices.
En nuestras instituciones educativas tenemos el desafío permanente de situarnos como aquel establo que dio lugar a la vida, como un espacio que aloja, habilita el pensar, genera nuevas ideas, produce conocimiento y que quienes salen de ese espacio estén dispuestos a transitar otros caminos, donde el nosotros impere sobre el individualismo descarnado de estos tiempos.
1 Débora Kantor “Variaciones para educar adolescentes y jóvenes”, Del Estante Editorial, Buenos Aires, Argentina, 2008
Por Gabriela Amaya
Profesora para la Enseñanza Primaria, Directora de la Escuela Comunidad Educativa La Paz, Coordinadora del Instituto Wesley de la UCEL (Rosario). Actualmente cursa la Maestría en Prácticas Docentes en la Universidad Nacional de Rosario, y es estudiante avanzada de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Entre Ríos.
El Estandarte Evangélico
Jesús, sin lugar para nacer.
Vos, ¿tenés lugar…?
Cuarto trimestre 2016
Esperamos y confiamos en que las distintas reflexiones y aportes de este último número del año, nos animen a buscar más lugar, abriendo espacios, superando prejuicios, buscando para nosotros y para todas las personas la vida abundante que Jesús predicó En nuestras instituciones educativas tenemos el desafío permanente de situarnos como aquel establo que dio lugar a la vida, como un espacio que aloja, habilita el pensar, genera nuevas ideas…Presentación
Todos pueden ir a la escuela, ¿no?
Estos jóvenes, esta adolescente, esta mujer, no tienen lugar donde expresarlas, hablo de un lugar donde quienes tienen poder de decidir políticas públicas, los oigan, los vean, les pongan rostros, lágrimas, vida. Para muchas personas viajar suele ser un sueño largamente acariciado, una expectativa… Pero ¿qué pasa cuando esa movilización, esos traslados forzados por diversas situaciones -económicas; sociales, políticas, se imponen como única salida, como última esperanza de poder llevar adelante una vida digna?Voces silenciadas. Sueños que no serán.
Sin lugar para inmigrantes
…la integración escolar no trata de incluir a aquel que es distinto a “lo normal” o a “lo regular”, a un “otro”, sino que implica que toda la comunidad (docentes, alumnos, familias) comprenda que forma parte de una realidad donde hay una diversidad de sujetos…¿Hay lugar para la discapacidad?