San Martín de Tours y la capellanía
Sin duda alguna hay diversas formas de ejercer la capellanía, en mi país, por ejemplo, durante la última dictadura militar los capellanes de las fuerzas militares y policiales ejercían una labor demoniaca al buscar tranquilizar la conciencia de los torturadores y asesinos luego que ejecutaban a sus víctimas. En esa época tan oscura eran los capellanes quienes “en nombre de Dios” apoyaban aquellas acciones delictivas y siniestras. De allí que muchas veces se asocie en mi país a la capellanía con aquellas macabras acciones.
Quizá por esta historia nuestra cuando me nombraron Capellán de un Colegio pude notar en el rostro de muchos conocidos un gesto de no saber qué significa eso de ser Capellán. Incluso recuerdo una alumna de aquellos años que me felicitó porque me habían nombrado “Capitán”… Aun hoy, después de tantos años ejerciendo el cargo, son muchas las veces que los chicos de la escuela me preguntan qué significa ser Capellán.
Para poder responderles y poder darlo un marco concreto a esta tarea, siempre me vino muy bien conocer la historia que nos cuenta Justo González en su libro Historia del Cristianismo [1]. En esta historia, nos dice Justo, que nos tendremos que remontar al año 335 DC. Fue en ese año cuando nació a quien hoy recordamos con el nombre de: Martín de Tours. Él nació en la región de Panonia, en lo que hoy es Hungría. Tenía 10 años cuando decidió hacerse cristiano en contra de la voluntad de sus padres. Su padre, un soldado pagano, a fin de separarlo de sus contactos cristianos le hizo inscribir en el ejército. Estando en el ejército tuvo lugar un episodio en su vida que tal vez sea el más famoso: Martín y sus compañeros iban entrando a la ciudad de Amiens cuando les pidió limosna un mendigo casi desnudo que tiritaba de frio en medio de la nieve. Martín no tenía dinero, pero tomó su capa, la rasgó en dos, y le dio la mitad. Esa noche Martín vio en sueños a Jesucristo envuelto en su media capa y diciéndole: “Por cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste”. Ese episodio se hizo tan famoso que a partir de entonces por lo general se representa a Martín compartiendo su capa con el mendigo. Además, de ese episodio se deriva nuestro término “capilla”, pues algún tiempo después se conservaba en un pequeño templo lo que se decía era la mitad de la capa (la capilla) de Martín y de aquel templecillo derivan su nombre nuestras capillas y nuestros capellanes de hoy.
Si la palabra “capellán” tiene relación con aquella pequeña capa que le sirvió al pobre para cubrirse en aquélla noche fría sin duda alguna la tarea de las capellanías, dónde sea que se ejerzan, ya que las hay en hospitales, ejércitos, escuelas, etc, tiene que ver directamente con el cuidado de los mas débiles, de los desprotegidos, es una tarea que busca dignificar la vida humana. Es importante por todo esto entender que la capellanía consiste en guiar a la persona necesitada a través del cuidado pastoral, que incluye mucho más que solo palabras, a una experiencia profunda del amor de Dios que todo lo transforma. Este será su principal objetivo, la tarea de la capellanía no es una tarea proselitista sino de consolación y acompañamiento a todas las personas. Quizá nos sirva acá entender aquel concepto de Wesley que decía “el mundo es mi parroquia” señalando un “más allá” de una congregación particular, para ejercer la misión cristiana. Un “más allá” que no es celestial sino terrenal, mundano, un “más allá” que tiene que ver con aquellos y aquellas que sufren y quizá nunca entren en nuestras iglesias, ni se hagan miembros, e incluso tengan otros dioses, pero a los que también estamos llamados, al igual que lo hizo Jesús, a acompañar en sus dolores, penas, necesidad y por qué no también alegrías y fiestas. Siempre que nos busquen, nos necesiten, allí debemos estar para ayudar a descubrir ese amor de Dios que se derrama “más allá” de lo que nuestras teologías permiten que se derrame. Acá es dónde se pone en juego el ecumenismo intrínseco de una tarea como la que ofrece la capellanía.
Por todo esto también hay que decir que debido a la complejidad social en la que vivimos la capellanía exige a la vez que un mayor grado de compromiso social con el cuidado pastoral también una mayor superación académica y profesional por parte de quien ejerza ese rol.
Comparto con ustedes lo que nos dice Luz Miranda en su libro “Capellania institucional” acerca de las cualidades pertinentes al ministerio de una capellanía[2] :
- Poseer madurez emocional y espiritual
- Desarrollar empatía
- Poseer integridad
- Cultivar un espíritu apacible
- Ser una persona compasiva
- Ser amable
- Tener misericordia
- Ser una persona amigable
- Actuar con prudencia
- Ser confiable
- Asumir una actitud de cooperación
- Actuar con diligencia
- Desarrollar el arte de la comunicación efectiva
- Capaz de tolerar las diferencias individuales
Como podemos ver la tarea de la capellanía donde sea que se desarrolle es muy compleja, ya que trabaja siempre con la diversidad social en la que estará involucrada. Ese capellán no podrá nunca ser solo un observador imparcial, deberá implicarse vez tras vez en las circunstancias y las vidas que lo rodean como ministro ministra de Cristo que pone su propia búsqueda a disposición de los demás. Quisiera terminar este breve texto con las palabras de un gran maestro de espiritualidad como lo fue Henry Nouwen[3]:
“Esta hospitalidad exige que el ministro conozca dónde se encuentra y por quién se encuentra ahí. Pero exige también permitir a los otros entrar en su vida, acercarse a él y preguntarle cómo conectan sus vidas con la suya.
Nadie sabe adónde le puede llevar eso, porque cada vez que un huésped permite ser invitado por su anfitrión, se lanza al peligro de desconocer cómo afectará eso a su vida. Pero precisamente en la búsqueda común y en el compartir los peligros es como nacen las nuevas ideas y se hacen visibles los nuevos caminos.
No sabemos dónde estaremos dentro de dos, diez o veinte años. Pero sí podemos conocer que el humano sufre, y el compartir el sufrimiento puede hacernos avanzar.
El ministro está llamado a ayudar a sus muchos huéspedes para que den este paso, para que no se queden paralizados donde se encuentran sino que tengan un deseo creciente de ir hacia delante, con la convicción de que la total liberación del hombre y de su mundo está todavía por venir.”
[1] González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 1 (Vol. 1, pp. 151–162). Miami, FL: Editorial Unilit.
[2] Miranda, L. M. R. (2010). Capellanía institucional: nociones básicas de la capellanía. Abingdon Press.
[3] Nouwen, H. J. (1998). El sanador herido. Promoción Popular Cristiana-PPC.
Pablo Bordenave para CMEW