Repensar nuestra experiencia de ser iglesia
En estos tiempos donde algunas “certezas” están construidas más en la costumbre que en la convicción, éstas parecen crujir ante el nuevo escenario mundial. Después de semanas de aislamiento social, muchas comunidades de fe comienzan a descubrir una dimensión impensada de la experiencia de ser parte del Cuerpo de Cristo.
Sin edificios en funcionamiento, sin reuniones de grupos de trabajo y con la mayoría de los programas en suspenso; las comunidades de fe parecen estar vitales en medio de las distancias que las circunstancias obligan. Quedó lejos la frase, “voy a la iglesia”, en referencia a participar de algún evento que la congregación realiza en el edificio. En este caso, Iglesia y edificio, no parecen ahora sinónimos, como lo eran, hasta hace apenas unas semanas.
Juan Wesley, en el sermón Nº 74, titulado “La Iglesia”, desarrolla interesantes ideas y definiciones acerca de la iglesia, parecen tan claras hoy y no lo eran hasta hace poco tiempo. Veamos algunas de ellas.
“La palabra ‘iglesia’ o ‘iglesias’, significa, no los edificios donde se reunían los cristianos, como sucede frecuentemente (…) sino la gente que acostumbraba a reunirse allí”.
De esta manera sencilla y contundente el autor deja en claro lo que naturalmente solíamos confundir.
Además, en referencia a las personas que integran el Cuerpo de Cristo, los criterios no son tan acentuadamente formales (por ejemplo, registro de miembros), sino vivenciales. Al respecto Wesley aclara:
“En estas palabras ‘una congregación de creyentes’, mostrando lisa y llanamente que por ‘personas fieles’ los compiladores quisieron significar personas dotadas de una ‘fe viviente.”
Wesley ofrece su definición acerca de lo que es la iglesia, a partir del pasaje de Efesios 4: 1-6:
“¿Qué es la iglesia? La iglesia católica o universal es: Todas las personas a quienes Dios ha llamado a salir del mundo para concederles el derecho al carácter precedente, a ser ‘un cuerpo’, unidos por ‘un Espíritu’, que tienen ‘una fe, una esperanza, un bautismo; un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos’.”
En estos tiempos de pandemia, somos invitados a resignificar nuestra experiencia de ser Cuerpo de Cristo, no renegando de la institucionalidad y organización necesarias en toda comunidad humana; pero sí teniendo en claro que hoy el Señor nos ofrece una oportunidad inmejorable para valorar el vínculo fraterno y sentirnos comunidad, aun en la distancia física.
En mi experiencia pastoral de estas semanas, he descubierto con asombro y alegría a una comunidad de hermanos y hermanas ávidos de la Palabra y con un deseo evangelístico como nunca había visto. Cada culto o devocional que compartimos por las redes sociales es multiplicado a parientes y amigos, llega de ese modo a una enorme cantidad de personas que ningún esfuerzo o programa en el pasado había logrado. Es una comunión real, expresada en lo virtual.
En el sermón que hoy hemos citado, Wesley expresa su deseo y los metodistas de este tiempo podemos verlo cumplido mientras nos azota la calamidad:
“Que todas nuestras acciones surjan de esta fuente; que todas nuestras palabras respiren ese espíritu; que todas las personas puedan saber que hemos estado con Jesús y que hemos aprendido de él a ser humildes de corazón.”