Día Mundial de Oración 2019: Estudio Bíblico – Lucas 14:15-24
DIA MUNDIAL DE ORACIÓN
Escrito por el Comité del DMO de Eslovenia
1 de marzo de 2019
“Vengan, que ya está todo preparado”
Estudio Bíblico – Lucas 14:15-24
El trasfondo de la Parábola
La historia en esta parábola tiene su trasfondo en el culto del antiguo Israel. En el templo judío el culto incluía fuego, un sacerdote, el sacrificio de animales y la preparación para las oraciones. El culto en el templo representaba la comunión con Dios. El profeta Isaías habla de Dios que prepara un banquete para toda la gente en el monte Sion, donde el velo que cubre a la gente será destruido. La muerte será destruida y el reino escatológico de Dios vendrá (Isaías 25:6-9).
Un banquete es una celebración. Para los judíos, una comida compartida era algo muy personal, íntimo, un acto de amistad y un lugar de hacer acuerdos. “Compartir una comida con alguien” significaba para el judío “estar con” y “unirse”.
Jesús también anunciaba las Buenas Nuevas comiendo con personas. Jesús se llevaba bien con personas que en aquellos tiempos eran consideradas pecadores. Compartía comidas, los sanaba y los restablecía su comunión con Dios. Se puede decir que todas las enseñanzas de Jesús y su labor consistían en mostrar cómo debíamos prepararnos para y aceptar la invitación al banquete del Reino de Dios – una invitación a una vida en abundancia.
Los primeros cristianos también compartían comidas, como podemos ver en la primera carta del Apóstol Pablo a los Corintios. Se puede considerar al capítulo 11 de 1 Corintios como la puesta en práctica de este pasaje del Evangelio de Lucas. Lo podemos ver como un anticipo de lo que Jesús hará – es Él quien servirá en el banquete y dará su cuerpo y sangre. El Apóstol Pablo habla de la cena eucarística y nos muestra, teológicamente, que ya estamos participando del banquete mesiánico, que es una cena de sacrificio. Compartiendo en esta cena, todos compartimos del sacrificio hecho. Por lo tanto en esta cena deben prevalecer nuevas relaciones entre las personas– y de este modo el Reino de Dios se hace presente.
Explicando Lucas 14:23: “y obliga a otros a entrar…”
En la mayoría de las traducciones bíblicas el versículo 23 de este pasaje molesta al lector. El verbo “obligar” usado aquí viene de la palabra griega anagkástos, que contiene el sentido de fuerza y urgencia. El verbo griego anagkázo (traducido: obligar, usar fuerza, invitar con insistencia) significa persistir en la oferta de hospitalidad de tal manera que no se acepta un ‘no’.
En los tiempos del Antiguo Testamento se conoce el famoso ejemplo de Abraham quien, cuando fue visitado por tres hombres, insistió en nombre de la hospitalidad, que ellos hicieran un alto en su casa y comieran algo (Génesis 18:4-5). Esta práctica de hospitalidad insistente hasta hoy es práctica en algunas culturas, entre ellas los países árabes y los Balcanes.
En el Nuevo Testamento este verbo griego empleado en Lucas 14:23 aparece en dos lugares más:
- Lucas 24:29: dos de los discípulos en camino a Emaús con un desconocido (Jesús). “Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: – Quédate con nosotros…” En el griego usaron un verbo aún más fuerte con el mismo sentido.
- Hechos 16:15: Lidia invitó al Apóstol Pablo y sus acompañantes a quedarse con ella en forma tan persistente que no podían negarse: “nos obligó a quedarnos.”
Interpretación de la parábola
Cristo Jesús – el más grande de todos, dijo que debíamos invitar primero a los pobres a tomar asiento en la mesa del gran banquete. Esta es la única manera de dar el paso radical hacia la gracia de Dios. Este paso es, como la conversión, un cambio radical. Nuestra respuesta a esta conversión puede ser dada en términos de una nueva relación con nuestros vecinos. En esta relación el cuidado y la aceptación mutua reflejan el amor de Dios, donde no hay lugar para discriminación. Todos recibimos la gracia de Dios sin merecerla. No hay lugar para una actitud de orgullo, insinuando que otro sea menos valorable que yo.
En esta parábola del banquete Jesús demuestra la pródiga generosidad de Dios que carga esta mesa tan repleta de comidas exquisitas, destinadas a alimentar y nutrir la humanidad. Aquí están los alimentos, aquí está el pan con el cual Dios nos sacia, nos edifica y nos renueva en su imagen. En el Evangelio de Lucas hay un énfasis fuerte en ‘los cojos, los pobres y los inválidos’, con quienes Dios demuestra misericordia. Las personas del relato no tienen idea, por qué son invitadas a este banquete sin haberlo esperado, y por eso las sorprende. Las Buenas Nuevas se nos presentan cuando menos lo esperamos, de sorpresa, por eso siguen sorprendiéndonos. El verdadero corazón de esta invitación persistente de Dios está en que Él invita a algo que no es algo que nos corresponde por descontado. Todos estamos invitados a la fiesta, pero la invitación exige una respuesta de nosotros. Nuestra misión es invitar a otros a la mesa de la Palabra de Dios.
Este pasaje del Evangelio de Lucas enfatiza que nosotros como cristianos no podemos desistir de obrar con hospitalidad radical. Jesús quiere que seamos persistentes con amor. Esta insistencia es el llamado del amor de Dios. No aceptamos un ‘no’ por respuesta. No usamos fuerza, pero por otro lado no quedamos indiferentes al prójimo y por eso persistimos en pasar invitaciones ‘hasta que se llene la casa’. Aún queda espacio en la mesa, vayamos a las calles y digamos Vengan – que ya está todo preparado.
Preguntas para trabajo en grupos
Las preguntas y comentarios son para ayudar a las y los participantes a entender las implicaciones de la generosidad de Dios cuando invita a su banquete, a entender que la inclusión radical era muy chocante para el pueblo y a continuar en esta reflexión aplicando esto a nuestra situación de hoy.
Relato de una fiesta
Evidentemente la ocasión merecía una celebración y así nos pusimos de acuerdo en una fecha y yo prometí avisar a todos los que iban a atender a tiempo cuando todo estaría preparado. Mis empleados son fieles y trabajadores, de manera que, cuando llegó la fecha, todo estaba preparado para mis huéspedes.
Como habíamos acordado, envié al empleado a anunciar las buenas nuevas, y a invitar a los huéspedes a venir a compartir esta cena tan especial. Pero el empleado quedó sorprendido, pues el anuncio no fue recibido con mucha alegría, todos tenían alguna excusa, otra cosa más importante que hacer en el momento de la fiesta: uno había adquirido nuevos terrenos, otro recién se había casado, un tercero estaba queriendo probar su nuevo equipo de bueyes. Algunos hasta fueron rudos e insultantes con sus excusas y se apuraron a dar la espalda.
Cuando mi empleado regreso sorprendido me dio pena; pude compartir su sentimiento de rechazo y me hizo enojar mucho. Juré que ninguno de estos supuestos amigos llegaría a disfrutar ni un bocado de lo preparado. Me preocupé para que mi empleado supiera que no tenía la culpa y lo envié de nuevo con la instrucción de invitar a todos los que encontraba en el pueblo, haciéndoles saber que serían bienvenidos. Muchos vinieron, algunos con alegría, otros un poco tímidos, dudando que en tal palacio serían bienvenidos. Pero mis empleados los recibieron con calidez, los hicieron sentirse bien, les lavaron los pies, aplicando ungüento en algunas heridas y entregándoles ropa de fiesta a todos.
Pero aún quedaba espacio para más, así que envié al empleado nuevamente, y le dije que esta vez fuera a los caminos y senderos de más afuera del pueblo y que instara a todos los que encontraba, también a extranjeros, a que vinieran a compartir en la celebración, para que mi casa se llenara.
Trasfondo:
En los tiempos de Jesús era la costumbre invitar a los huéspedes a una fiesta para un día particular, sin especificar la hora exacta. La hora se anunciaba cuando los preparativos estaban listos. Quiere decir que los invitados sabían que “este era el día” del banquete en el reino de Dios.
Puntos de reflexión
- ¿Puedes imaginarte, lo que el anfitrión habrá sentido cuando todos sus invitados anunciaron, que tenían cosas más importantes o más urgentes que hacer? ¿Alguna vez te ha pasado, que alguien rechazó una invitación aceptada anteriormente? ¿Cómo te hizo sentir? ¿Cuál fue tu reacción?
- Dios nos invita a Su Banquete. Nosotros también somos buenos en encontrar excusas para rechazar su invitación. Pregúntate, cuáles son tus excusas y cómo puedes venir a la mesa de Dios, la mesa abierta a todos
- Imagínate que tú eres uno de solo dos o tres de los invitados originales que no se negó de asistir. Cuando llegas a la casa, te das cuenta que está llena de gente que tú no conoces: pobres, cojos, inválidos, ciegos (Lucas 14:13). ¿Quiénes serían ellos en tu ciudad? ¿Entrarías y gustarías de su compañía?
- Jesús aprovechó situaciones de cenas o comidas compartidas con diversas personas, incluso con personas marginadas de su tiempo, para anunciar las Buenas Nuevas del Reino de Dios. En la sociedad judía, y para muchas sociedades hoy también, compartir una comida con alguien significa en cierta manera “ser uno con ellos”. ¿Con quiénes compartes tú comidas? ¿Está abierta tu mesa para otros?
- Creemos que los de afuera de la ciudad eran extranjeros, personas no-judías. Hubo otras ocasiones en cuales Jesús tuvo interacción con no-judíos. ¿Te acuerdas de alguna de estas?
- ¿Qué piensas que Jesús quiso decirle al hombre que dijo: – ¡Dichoso el que participe del banquete del reino de Dios!? ¿Por qué? (Lucas 14:15)
- Imagínate que tú fuiste una/uno de las/los que fueron invitados en las calles. ¿Estarías feliz de recibir una inesperada invitación? ¿Cómo te gustaría formar parte en la mesa del reino de Dios?
- Lee en silencio la parábola de Lucas 14:15-24 y pregúntate, a quién animarías a venir si tú fueras el empleado enviado a encontrar nuevos huéspedes? ¿Invitarías a la gente sin casa, a los mendigos, los niños de la calle…?
- Para concluir la conversación, lean Isaías 25:6-9.
Este texto forma parte del material educativo y del culto para la celebración anual del DMO de 2019.
Para más información, comuníquese con:
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