Por una iglesia nacional, educadora y socialista
A 110 años del intento de nacionalización de la Iglesia Metodista
Entre los años 1917 y 18 explotó una discusión en el seno de la Iglesia Metodista Episcopal Conferencia Anual de Sud América con sede en Buenos Aires y Montevideo, que estuvo a punto de dividir la Iglesia. Un grupo de laicos y pastores “nacionales”, comienzan un movimiento pro nacionalización de la Iglesia metodista. Lo que al principio fue solo motivo de intercambio de ideas en las páginas del Estandarte Evangélico, pronto se convirtió en un movimiento organizado, que al comienzo obtuvo apoyo – aunque tangencial- del obispo residente William Oldham. Esta discusión fue llevando a un creciente enfrentamiento entre “nacionales y misioneros”. Es destacable el hecho de que los voceros de los enfrentamientos más duros, no fueron pastores sino laicos.
La discusión estaba abonada por la hipótesis de que el lento movimiento de la misión se debía a que el pueblo no responde a la convocatoria de la Iglesia Metodista por considerársela foránea. En una carta del 15 de Julio de 1912, el Pastor Federico Barroetaveña, le escribe a su colega Alberto Tallon, en este sentido:
“pienso que sería obra de indiscutible conveniencia, hacer más partícipes a los nativos capaces en el gobierno de la amada Iglesia Metodista Episcopal en estos países… Conviene esta participación, porque es procedimiento indispensable para conseguir nacionalizar la Iglesia. Mientras marchemos como vamos, me parece que con todos los argumentos del mundo no obtendremos inspirar toda confianza al pueblo y hacerle entender que la religión evangélica es un asunto tan nacional como nuestras escuelas, y no “la religión de los ingleses” como de oír a los curas, han aprendido los ignorantes que así piensan”
Esta idea no era novedosa, el 22 de noviembre de 1911, en la edición especial de El Estandarte Evangélico se menciona por primera vez el tema en un artículo titulado “El porvenir”, escrito por el Rev. Samuel P. Craver. El artículo de Craver, es realmente una cantera de ideas muy avanzadas y desafiantes para la época. Allí se visualiza a la Iglesia Metodista del futuro a través de cuatro ítems:
- La obra será en escala crecientemente autónoma;
- La obra del porvenir tendrá un carácter nacional;
- La Iglesia del porvenir dará más atención a la obra de educación;
- La Iglesia del porvenir será más socialista que hoy.
En relación a los dos primeros ítems sobre el tema en cuestión, dice:
“La obra, en escala creciente autónoma, tendrá un carácter eminentemente nacional; dará más atención a la obra educacional; será bíblica, espiritual y liberal… para ello será necesario que el cristianismo evangélico se nacionalice y cese de tener carácter extranjero. Dios apresurará el día cuando en la Argentina no se piense del metodismo ni de ninguna forma de cristianismo evangélico, como una importación, sino como uno de los aspectos de la vida nacional más esenciales para el bienestar moral y social del pueblo…Quisiéramos ver un sentimiento marcado a favor de llegar al punto donde pueda haber una iglesia metodista argentina, otra uruguaya, otra de Chile, etc. De aquí surge la conveniencia de organizaciones nacionales o regionales con plena autonomía e independencia de acción.”
Nicolás A. Casullo, miembro de la Segunda Iglesia de Buenos Aires, exhuma este artículo de Craver de 1911 y publica el 8 de febrero de 1917 en el Estandarte Evangélico: “Nacionalización de la Iglesia”. Casullo le habla desafiante a los laicos, en primer lugar y les pregunta, ¿“Han leído este artículo señores laicos? ¿O ni se han tomado la molestia de saborearlo?… Hace más de cinco años que apareció y no tenemos noticias de que se haya hecho a su alrededor un simple comentario…” y continúa: “Hemos estado criticando con poca caridad – en algunos casos –la manera de gobernarnos, pero nada hemos hecho en el sentido de sacudir su supuesto yugo…”
Casullo sigue espoleando, ahora a los pastores: “Por otra parte existe como una especie de pavor en algunos de nuestros pastores nativos cuando se les habla de este asunto para pulsar su opinión. Los vocablos “independencia”, “nacionalización”, “gobierno propio,” etc., llegan a sus oídos como frases carbonarias; huelen a conspiración y a logia secreta. ¿Será acaso porque nuestros dirigentes misioneros les inspiran desconfianza y temor que ellos se sienten cohibidos para manifestar su manera de sentir en esta cuestión, o es que en tienen en realidad conciencia de su ineptitud para saberse gobernar?”
Motivados por el artículo de Casullo, otros comienzan a redescubrir aquel escrito de Craver, y hacen conocer sus elogios a través de las páginas del EE. Así se expresaba el laico Donald Junor: “Estudiado y meditado dicho artículo como merece, paréceme que más que el fruto de un cerebro pensador, es una verdadera inspiración profética, de un vidente del Israel Metodista”.
Rev. Federico Barroetaveña pastor en Rosario ve en la nacionalización de la iglesia una oportunidad para generar una misión libre de la carga de la sospecha de ser elementos foráneos, con intenciones no declaradas. Dice: “Este programa llevado a la práctica sería el argumento más sólido para deshacer los prejuicios de los que ven o temen en la política del metodismo norteamericano, la intención solapada de supeditar los pueblos del sur”.
Así se organiza un fuerte Movimiento pro Nacionalización de la Iglesia, que mantiene viva la discusión y se dispone a llevarla a la Asamblea Anual de 1919 para su debate público.
Sin embargo una fuerte coalición opositora se valió de todos los medios, para restar apoyo al movimiento autonomista y logró finalmente su sofocación. El movimiento pro-nacionalización, murió por asfixia en la Conferencia Anual de enero de 1919.
Pero aquellos sueños no murieron del todo; fueron germinando lentamente. ¿Fue el proceso de autonomía que floreció en los 60¨ su culminación? ¿Logró este proceso reunir y sintetizar todos los temas presentes en aquella disputa?
Daniel Bruno para CMEW